En 2018 ocurrió una tragedia que los guatemaltecos nunca olvidarán. Era un domingo 3 de junio y todo transcurría con normalidad, el pronostico del tiempo en algunas regiones del país indicaba lluvia. Sin embargo, en las comunidades de los alrededores del Volcán de Fuego al igual que en la capital, el ambiente era cálido.
Alrededor de las 10 de la mañana de ese domingo, usuarios de en las redes sociales empezaron a compartir imágenes del coloso de fuego en las que se observaba expulsión de ceniza, algo que para muchos era normal, pues este volcán es uno de los más activos de Guatemala y Centroamérica, nadie imaginaba en aquel momento lo que estaba por suceder.
Angustia, miedo y terror
Conforme avanzaban los minutos, las imágenes de la erupción se viralizaron y empezó a despertar el interés de medios de comunicación e instituciones nacionales e internacionales, pues en ellas se mostraba como la columna de ceniza que expulsaba el volcán era cada vez más grande a tal punto que su intensidad y su color gris llegaba a contrastar con el celeste del cielo.
Cerca de las 11 de la mañana dicha columna de ceniza ya alcanzaba entre los 15 y 17 kilómetros de altura, pero pasado el mediodía las alarmas se encendieron pues como si se tratara de un episodio apocalíptico sacado de una película o de alguna serie. La cantidad de flujos piroclásticos incrementó al punto que afectó a los departamentos de Sacatepéquez, Chimaltenango y Guatemala.
El despertar de un monstruo que no dio tregua
Horas más tarde el viento ya había provocado que la ceniza llegara a los departamentos de Escuintla, Quiché, El Progreso, Alta Verapaz y Baja Verapaz, el occidente de Honduras, la capital de El Salvador e incluso algunas áreas de Chiapas, México, aquel acontecimiento era asombroso. La incertidumbre aumentaba y ya para las 3 de la tarde la lava empezaba a correr por la “Barranca Grande” también conocida como “Las Lajas” hasta llegar a la comunidad llamada “El Rodeo”.
El flujo piroclástico enterró a los pueblos de La Reunión, Alotenango y San Miguel Los Lotes, pero lo peor llegó alrededor de las cuatro de la tarde cuando el volcán entró en una fase explosiva. La angustia por sobrevivir se apoderó de los pobladores y fue entonces cuando las autoridades de la Dirección General de Aeronáutica Civil decidieron suspender los vuelos en el Aeropuerto Internacional La Aurora.
Desesperanza, un panorama desolador
Con furia despertó el volcán, dejando a su paso muerte y destrucción, personal de la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres, Cruz Roja, Bomberos Municipales y Voluntarios, Ejército de Guatemala entre otras instituciones y organizaciones se hicieron presentes en los poblados afectados, pero la ceniza, las piedras y el material expulsado por el coloso cubrieron las carreteras que llevan a esas comunidades, situación que obligó a detener las labores de rescate.
La noche llegó y la oscuridad complicó aún más la situación. Al día siguiente el verde de aquellas regiones se tiñó de blanco y negro. Las calles, las casas, los techos, las plantas no tenían color, algunas personas quedaron con aspecto momificado, mientras las instituciones aún trabajan en el rescate de cadáveres soterrados entre montañas de polvo gris y escombros. En aquel lugar se sentía un olor a azufre quemado, casi putrefacto.
De la majestuosidad al pánico
El piso quemaba, caminar por aquel suelo era como estar sobre arena movediza, pues los zapatos se hundían porque apenas el domingo todo aquello estaba cubierto por un río de lava. Los ojos ardían, era difícil ver con claridad los alrededores debido a las partículas que el coloso expulsó y que aún permanecían en el ambiente. De la majestuosidad al pánico, los sobrevivientes no podían creer lo que había pasado y el temor aún se hacía presente.
Nadie daba crédito a lo que ocurrió aquel 3 de junio. En las faldas del volcán las comunidades humildes vivían de la agricultura y del ganado, después del despertar del volcán no eran más que la columna vertebral de la desgracia. Todo estaba perdido. Las personas que allí vivían estaban acostumbradas a los retumbos del coloso, pero no aún ataque de gran magnitud como el que presenciaron.
Los que lograron sobrevivir, fue porque salieron corriendo de la doble embestida, la primera fue el río de lava que arrasó con un aproximado de 10 kilómetros desde el cráter del Volcán de Fuego y que encontró su paso entre barrancas y valles y la segunda fue la nube de humo tóxico. Otros lograron salir con vida gracias a que fueron rescatados a tiempo.
El recuento de los daños
Según el informe del Gobierno que en aquel entonces era presidido por Jimmy Morales indicó que la erupción del volcán de Fuego en Guatemala dejó 231 muertos y más de 300 desaparecidos, además, causó daños y pérdidas valoradas en unos 219 millones de dólares.
Los lugares más afectados fueron las aldeas, caseríos y colonias aledañas al Volcán muchas de ellas pertenecientes al municipio de Escuintla, Alotenango y San Pedro Yepocapa, que fueron soterradas por los violentos flujos piroclásticos. Adicionalmente, dos mil personas fueron evacuadas a albergues temporales. Sin duda, esta es una tragedia que nadie olvidará.