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Túmulos desnudan mala gestión de la cosa pública

Redacción República
27 de febrero, 2014

Se aprobó una ley para quitar los túmulos de las principales vías de comunicación del territorio de Guatemala. Este nuevo decreto del Congreso es celebrado por muchos, los que tienen carro y circulan por esas vías, y criticado por otros, los que viven, transitan, o trabajan en las orillas de dichas carreteras. A primera vista no hay un ganador claro, pues no sabemos si los túmulos actuales han disminuido el número de muertos y accidentes, que al final es lo que más debe pesar en estas decisiones, preservar la vida y disminuir el número de accidentes esta sobre la productividad o la disminución de costos. 

Lo que llama la atención es que este problema se ha agravado, al punto de llegar al Congreso, no necesariamente por los túmulos, sino por lo mal construidos que están, pues carecen por completo de sentido común. Más que estar construidos para reducir la velocidad, parece que están destinados a llevar el carro a cero kilómetros por hora. Más que túmulos son verdaderos obstáculos, que para carros bajos resultan difíciles de superar. 
Este tema de los túmulos tiene dos facetas. La primera, una sana discusión sobre la conveniencia de los límites a la velocidad y los distintos métodos que se pueden utilizar, una acción de debe ser discutida con toda propiedad en el Congreso, y la segunda y más importante para Guatemala es la ejecución de las distintas políticas públicas, que emanan del Congreso o de la Presidencia. Y es interesante ver como algo tan sencillo de ejecutar, hacer túmulos, se hace tan mal, imaginemos como está la educación, los aeropuertos, etc. 
Los túmulos desnudan la mala gestión de la cosa pública. Hay muy poco entendimiento sobre los procesos de hacer política, donde siempre hay algunos que se benefician (los peatones) y otros que deben pagar esos beneficios (quienes desgastan sus carros por los túmulos), y la función de los buenos políticos es identificar proyectos que benefician a algunos pero tratando siempre de molestar lo menos posible a los otros. Es entender que si le vas a transferir un costo a los que van en carro tienes que por lo menos hacerlo bien y al menor costo posible. 
Pasar un túmulo es un costo razonable para los automovilistas, sobre todo si hay escuelas o poblados en el camino, pero encontrarte un túmulo en la noche sin previo aviso y pintado del mismo color de la carretera, es un costo muy alto, que muchas veces pone en riesgo la vida de los que conducen el auto. 
Lo mal hechos que están los túmulos, su tamaño fuera de proporción, la falta de señalización, la ubicación justo al salir de una vuelta, lo seguido que están, han hecho reaccionar a la mayoría de conductores en contra de estos creando un conflicto innecesario, pues la nueva ley obliga a quitarlos, pero muchos poblados tal vez no estarán de acuerdo con ello. ¿Tendrá el gobierno la capacidad de hacer cumplir esta ley, o será una más a la lista de las leyes que adornan los códigos de nuestro país?
Hay tanto que mejorar en Guatemala, pero urge que los políticos sean negociadores (no transeros), antes que hacedores de leyes. Necesitamos políticos profesionales que entiendan que su trabajo va más allá de ganar contiendas electorales, siempre deben privilegiar el bienestar general sobre el particular, por supuesto, respetando los derechos de propiedad.

Túmulos desnudan mala gestión de la cosa pública

Redacción República
27 de febrero, 2014

Se aprobó una ley para quitar los túmulos de las principales vías de comunicación del territorio de Guatemala. Este nuevo decreto del Congreso es celebrado por muchos, los que tienen carro y circulan por esas vías, y criticado por otros, los que viven, transitan, o trabajan en las orillas de dichas carreteras. A primera vista no hay un ganador claro, pues no sabemos si los túmulos actuales han disminuido el número de muertos y accidentes, que al final es lo que más debe pesar en estas decisiones, preservar la vida y disminuir el número de accidentes esta sobre la productividad o la disminución de costos. 

Lo que llama la atención es que este problema se ha agravado, al punto de llegar al Congreso, no necesariamente por los túmulos, sino por lo mal construidos que están, pues carecen por completo de sentido común. Más que estar construidos para reducir la velocidad, parece que están destinados a llevar el carro a cero kilómetros por hora. Más que túmulos son verdaderos obstáculos, que para carros bajos resultan difíciles de superar. 
Este tema de los túmulos tiene dos facetas. La primera, una sana discusión sobre la conveniencia de los límites a la velocidad y los distintos métodos que se pueden utilizar, una acción de debe ser discutida con toda propiedad en el Congreso, y la segunda y más importante para Guatemala es la ejecución de las distintas políticas públicas, que emanan del Congreso o de la Presidencia. Y es interesante ver como algo tan sencillo de ejecutar, hacer túmulos, se hace tan mal, imaginemos como está la educación, los aeropuertos, etc. 
Los túmulos desnudan la mala gestión de la cosa pública. Hay muy poco entendimiento sobre los procesos de hacer política, donde siempre hay algunos que se benefician (los peatones) y otros que deben pagar esos beneficios (quienes desgastan sus carros por los túmulos), y la función de los buenos políticos es identificar proyectos que benefician a algunos pero tratando siempre de molestar lo menos posible a los otros. Es entender que si le vas a transferir un costo a los que van en carro tienes que por lo menos hacerlo bien y al menor costo posible. 
Pasar un túmulo es un costo razonable para los automovilistas, sobre todo si hay escuelas o poblados en el camino, pero encontrarte un túmulo en la noche sin previo aviso y pintado del mismo color de la carretera, es un costo muy alto, que muchas veces pone en riesgo la vida de los que conducen el auto. 
Lo mal hechos que están los túmulos, su tamaño fuera de proporción, la falta de señalización, la ubicación justo al salir de una vuelta, lo seguido que están, han hecho reaccionar a la mayoría de conductores en contra de estos creando un conflicto innecesario, pues la nueva ley obliga a quitarlos, pero muchos poblados tal vez no estarán de acuerdo con ello. ¿Tendrá el gobierno la capacidad de hacer cumplir esta ley, o será una más a la lista de las leyes que adornan los códigos de nuestro país?
Hay tanto que mejorar en Guatemala, pero urge que los políticos sean negociadores (no transeros), antes que hacedores de leyes. Necesitamos políticos profesionales que entiendan que su trabajo va más allá de ganar contiendas electorales, siempre deben privilegiar el bienestar general sobre el particular, por supuesto, respetando los derechos de propiedad.