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Objetivismo y el hombre

Redacción
06 de mayo, 2014

El principio de racionalidad del Objetivismo exige examinar racionalmente la naturaleza del hombre. Lo que observamos es que el hombre es un ser consciente, volitivo y capaz de razonar. No es una mente que habita un cuerpo, sino que es un organismo, un ser vivo, que es consciente. Sólo puede relacionarse con el mundo como una unidad integrada –integrada en pensamiento, sentimientos, emociones y comportamiento corporal–como persona. Su naturaleza requiere que viva por su propio juicio, usando su mente. Pero razonar bien no es un proceso automático. El hombre tiene que elegir pensar. A esto se refiere Ayn Rand cuando describe al hombre como un “ser de consciencia volitiva”. El ser humano tiene libre albedrío, es decir, tiene la facultad de elegir, tiene la capacidad de controlar las consecuencias de sus actos en su vida por medio de las elecciones que hace. 

Pero, ¿no contradice el libre albedrío al determinismo, la doctrina según la cual todas las direcciones de nuestra voluntad están determinadas por poderes ajenos a ésta, como nuestro código genético, condicionamiento ambiental, o la socialización? Sí, así es. Ahora, lo que no contradice es la Ley de Causalidad. El que la acción humana sea una instancia de la Ley de la Causalidad, no quiere decir que no exista libre albedrío. Recordemos el principio de causalidad: la Causalidad es la Identidad en acción. Esto quiere decir que lo que una cosa es, determina lo que puede hacer. (1) 
¿Cuál es la identidad de los seres animados, de los seres vivos? ¿Qué los hace diferentes de los seres inanimados? Pues el que poseen un orden sensorial que les permite ser conscientes de lo que los rodea. ¿Qué ventaja evolutiva pudo tener esta característica para aquellos seres que la desarrollaron? ¿Será que el poder detectar una amenaza para el organismo le permite a éste evitarla y así mejorar sus posibilidades de seguir existiendo? ¿Será que el poder detectar lo que beneficia al organismo le permite a éste buscarlo? ¿Acaso no quita el niño la mano de una hornilla encendida al sentir el calor para no quemarse? Pensará usted, y con razón, que esa es una reacción automática e involuntaria. Y es cierto, así es. Pero el punto aquí es, que el orden sensorial del niño que le indica al cerebro de la amenaza, para que éste reaccione por medio del sistema nervioso protegiendo al organismo, es totalmente determinado por la naturaleza de la entidad que es. 
Ahora, ¿Qué sucede cuando el organismo tiene y puede elegir entre dos o más opciones de acción para evitar la amenaza detectada? ¿Qué hace el organismo en cuestión si detecta más opciones que sólo quitarse del camino de la amenaza? ¿Y si la enfrenta poniéndole una trampa, convirtiendo la amenaza en comida? ¿Acaso no ha evolucionado el orden sensorial para poder resolver esta situación más compleja? Pero para elegir la mejor entre dos o más opciones tiene que deliberar, sopesar las ventajas y desventajas de cada opción, tiene que imaginar las consecuencias futuras de optar por una u otra conducta –es decir, tiene que pensar. También puede elegir no pensar. ¿Y, no es a esto, al elegir deliberar para tomar la que consideremos la mejor opción, lo que llamamos ‘libre albedrío’? 
Estamos determinados a elegir, el no elegir ya es una elección. El libre albedrío es una característica del tipo de entidad que es el ser humano. La clase de ser que es el hombre –ser consciente – determina lo que puede hacer. Ahora lo que la ley de identidad indica es que el hombre está determinado a elegir; lo que no indica es cual opción va a elegir. 
El libre albedrío es evidente por observación. Todo lo que uno observa sobre la consciencia humana, nos dice que opera por elección. Lo notamos en nuestra introspección y en nuestra observación de otra gente. Uno observa que la materia existe y que la consciencia existe, y que la consciencia opera por elección. ¿Es acaso una contradicción sostener que tenemos una identidad determinada con la capacidad de elección? No hay ninguna evidencia en la realidad para sostener que el libre albedrío contradice la Ley de Identidad. Además, la volición es axiomática. El cuestionarla presupone un acto volitivo. 
Razonar bien no es un proceso que funciona automáticamente. Las conexiones lógicas no son instintivas. Pensar es un acto de elección. La elección libre básica del humano es ejercer su distintiva maquinaria cognitiva o no; es decir, poner en marcha su facultad conceptual o no; en enfocar su mente o no. En tanto el humano esté enfocado, el mundo con todas sus posibilidades está allí para él. Su sobrevivencia y prosperidad dependen del ejercicio total de su racionalidad, pero él puede, y a menudo lo hace, actuar irrazonablemente. Puede elegir no ejercer su racionalidad, pero no puede hacerlo impunemente, y las consecuencias de tal elección son un camino de destrucción. No hay escape de la responsabilidad ni de las consecuencias de las elecciones que tomamos.
(1) Ver mi
artículo Objetivismo y Existencia.
República.gt.  Abril 29, 2014.

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Objetivismo y el hombre

Redacción
06 de mayo, 2014

El principio de racionalidad del Objetivismo exige examinar racionalmente la naturaleza del hombre. Lo que observamos es que el hombre es un ser consciente, volitivo y capaz de razonar. No es una mente que habita un cuerpo, sino que es un organismo, un ser vivo, que es consciente. Sólo puede relacionarse con el mundo como una unidad integrada –integrada en pensamiento, sentimientos, emociones y comportamiento corporal–como persona. Su naturaleza requiere que viva por su propio juicio, usando su mente. Pero razonar bien no es un proceso automático. El hombre tiene que elegir pensar. A esto se refiere Ayn Rand cuando describe al hombre como un “ser de consciencia volitiva”. El ser humano tiene libre albedrío, es decir, tiene la facultad de elegir, tiene la capacidad de controlar las consecuencias de sus actos en su vida por medio de las elecciones que hace. 

Pero, ¿no contradice el libre albedrío al determinismo, la doctrina según la cual todas las direcciones de nuestra voluntad están determinadas por poderes ajenos a ésta, como nuestro código genético, condicionamiento ambiental, o la socialización? Sí, así es. Ahora, lo que no contradice es la Ley de Causalidad. El que la acción humana sea una instancia de la Ley de la Causalidad, no quiere decir que no exista libre albedrío. Recordemos el principio de causalidad: la Causalidad es la Identidad en acción. Esto quiere decir que lo que una cosa es, determina lo que puede hacer. (1) 
¿Cuál es la identidad de los seres animados, de los seres vivos? ¿Qué los hace diferentes de los seres inanimados? Pues el que poseen un orden sensorial que les permite ser conscientes de lo que los rodea. ¿Qué ventaja evolutiva pudo tener esta característica para aquellos seres que la desarrollaron? ¿Será que el poder detectar una amenaza para el organismo le permite a éste evitarla y así mejorar sus posibilidades de seguir existiendo? ¿Será que el poder detectar lo que beneficia al organismo le permite a éste buscarlo? ¿Acaso no quita el niño la mano de una hornilla encendida al sentir el calor para no quemarse? Pensará usted, y con razón, que esa es una reacción automática e involuntaria. Y es cierto, así es. Pero el punto aquí es, que el orden sensorial del niño que le indica al cerebro de la amenaza, para que éste reaccione por medio del sistema nervioso protegiendo al organismo, es totalmente determinado por la naturaleza de la entidad que es. 
Ahora, ¿Qué sucede cuando el organismo tiene y puede elegir entre dos o más opciones de acción para evitar la amenaza detectada? ¿Qué hace el organismo en cuestión si detecta más opciones que sólo quitarse del camino de la amenaza? ¿Y si la enfrenta poniéndole una trampa, convirtiendo la amenaza en comida? ¿Acaso no ha evolucionado el orden sensorial para poder resolver esta situación más compleja? Pero para elegir la mejor entre dos o más opciones tiene que deliberar, sopesar las ventajas y desventajas de cada opción, tiene que imaginar las consecuencias futuras de optar por una u otra conducta –es decir, tiene que pensar. También puede elegir no pensar. ¿Y, no es a esto, al elegir deliberar para tomar la que consideremos la mejor opción, lo que llamamos ‘libre albedrío’? 
Estamos determinados a elegir, el no elegir ya es una elección. El libre albedrío es una característica del tipo de entidad que es el ser humano. La clase de ser que es el hombre –ser consciente – determina lo que puede hacer. Ahora lo que la ley de identidad indica es que el hombre está determinado a elegir; lo que no indica es cual opción va a elegir. 
El libre albedrío es evidente por observación. Todo lo que uno observa sobre la consciencia humana, nos dice que opera por elección. Lo notamos en nuestra introspección y en nuestra observación de otra gente. Uno observa que la materia existe y que la consciencia existe, y que la consciencia opera por elección. ¿Es acaso una contradicción sostener que tenemos una identidad determinada con la capacidad de elección? No hay ninguna evidencia en la realidad para sostener que el libre albedrío contradice la Ley de Identidad. Además, la volición es axiomática. El cuestionarla presupone un acto volitivo. 
Razonar bien no es un proceso que funciona automáticamente. Las conexiones lógicas no son instintivas. Pensar es un acto de elección. La elección libre básica del humano es ejercer su distintiva maquinaria cognitiva o no; es decir, poner en marcha su facultad conceptual o no; en enfocar su mente o no. En tanto el humano esté enfocado, el mundo con todas sus posibilidades está allí para él. Su sobrevivencia y prosperidad dependen del ejercicio total de su racionalidad, pero él puede, y a menudo lo hace, actuar irrazonablemente. Puede elegir no ejercer su racionalidad, pero no puede hacerlo impunemente, y las consecuencias de tal elección son un camino de destrucción. No hay escape de la responsabilidad ni de las consecuencias de las elecciones que tomamos.
(1) Ver mi
artículo Objetivismo y Existencia.
República.gt.  Abril 29, 2014.

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