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Asturias Superstar

Redacción
15 de junio, 2014

Miguel Ángel Asturias moría en París, un 9 de julio de 1974, luego de llevar una vida sorprendente. Hombre de una gran inteligencia, había iniciados estudios de medicina, que abandonó por los estudios de leyes, que abandonó para dedicarse al periodismo y la literatura. Miren si fue oportuno el amor de Miguel Ángel Asturias por las letras. Tras retratar a la Guatemala de inicios del siglo XX en su larga lista de novelas, que abarcaron desde la dictadura de Manuel Estrada Cabrera, hasta la intervención de los Estados Unidos en 1954, en 1967 es reconocido por la Academia Sueca como un escritor fundamental para la cultura mundial y le concede el Premio Nobel de Literatura. 

El Premio Nobel de Literatura no es poca cosa, usted verá, porque es un reconocimiento a la valía y a la influencia de determinado intelectual por su quehacer literario. Los más grandes escritores mundiales, con los que a algunos torturan en los años de bachillerato en los colegios, forman parte de este exclusivo club. Lo que sorprende es que Guatemala, un país que en 1967 era el sinónimo del subdesarrollo económico y político, haya podido aportar a uno de sus hijos para engrosar dicho listado. Tome en consideración que México, ese gigante que tenemos por vecino en el norte, no aportó un Premio Nobel sino hasta 1992, cuando se le concedió a Octavio Paz. Esto dice mucho más de la inteligencia, creatividad e imaginación del individuo llamado Miguel Ángel Asturias, que de la calidad de gestión cultural de la República de Guatemala, claro está. 
Sin embargo, pese a la gloria que un premio de la magnitud del Nobel de Literatura aporta a una nación, para gran escándalo de la prensa española, que denunció el olvido desde las páginas del diario El País, el 40 aniversario de la muerte de Asturias pasó sin pena ni gloria para nuestro mal llamado Ministerio de Cultura y Deportes, ese monumento a la desidia y negligencia burocrática,. Olvido que sin embargo, es dolorosamente comprensible en un país en el que según un estudio recién publicado, 1 de cada 100 habitantes lee por placer. 
A atajar la indignación española salió una de esas analfabetas funcionales que pululan en el mal llamado agradeciéndole a la periodista española por haberle recordado el hecho, y que se ocuparían del acontecimiento mediante una circular. Con esas autoridades, con esos líderes políticos, con esas aficiones a las que nos entregamos los guatemaltecos, obsesionados con un deporte al que nunca hemos aportado nada más que amaños en los partidos, no nos debe sorprender que la gente no lea, que a las autoridades se les olvide conmemorar una fecha tan significativa para un país tan escaso de glorias y que vivamos más pendientes de lo que hace Neymar o Messi en su vida privada que lo que escribe Rodrigo Rey Rosa, David Unger o Francisco Pérez de Antón. 
Desde ésta esquina de opinión, quiero dejar constancia de mi eterna gratitud para don Miguel Ángel, porque gracias a él y a sus maravillosas novelas (El Señor Presidente, Week end en Guatemala y Viernes de Dolores, son mis favoritas), he dedicado mucho tiempo a pensar mi país, y me ha inspirado a buscar otros libros y otros autores, para seguir ahondando en su conocimiento.

Asturias Superstar

Redacción
15 de junio, 2014

Miguel Ángel Asturias moría en París, un 9 de julio de 1974, luego de llevar una vida sorprendente. Hombre de una gran inteligencia, había iniciados estudios de medicina, que abandonó por los estudios de leyes, que abandonó para dedicarse al periodismo y la literatura. Miren si fue oportuno el amor de Miguel Ángel Asturias por las letras. Tras retratar a la Guatemala de inicios del siglo XX en su larga lista de novelas, que abarcaron desde la dictadura de Manuel Estrada Cabrera, hasta la intervención de los Estados Unidos en 1954, en 1967 es reconocido por la Academia Sueca como un escritor fundamental para la cultura mundial y le concede el Premio Nobel de Literatura. 

El Premio Nobel de Literatura no es poca cosa, usted verá, porque es un reconocimiento a la valía y a la influencia de determinado intelectual por su quehacer literario. Los más grandes escritores mundiales, con los que a algunos torturan en los años de bachillerato en los colegios, forman parte de este exclusivo club. Lo que sorprende es que Guatemala, un país que en 1967 era el sinónimo del subdesarrollo económico y político, haya podido aportar a uno de sus hijos para engrosar dicho listado. Tome en consideración que México, ese gigante que tenemos por vecino en el norte, no aportó un Premio Nobel sino hasta 1992, cuando se le concedió a Octavio Paz. Esto dice mucho más de la inteligencia, creatividad e imaginación del individuo llamado Miguel Ángel Asturias, que de la calidad de gestión cultural de la República de Guatemala, claro está. 
Sin embargo, pese a la gloria que un premio de la magnitud del Nobel de Literatura aporta a una nación, para gran escándalo de la prensa española, que denunció el olvido desde las páginas del diario El País, el 40 aniversario de la muerte de Asturias pasó sin pena ni gloria para nuestro mal llamado Ministerio de Cultura y Deportes, ese monumento a la desidia y negligencia burocrática,. Olvido que sin embargo, es dolorosamente comprensible en un país en el que según un estudio recién publicado, 1 de cada 100 habitantes lee por placer. 
A atajar la indignación española salió una de esas analfabetas funcionales que pululan en el mal llamado agradeciéndole a la periodista española por haberle recordado el hecho, y que se ocuparían del acontecimiento mediante una circular. Con esas autoridades, con esos líderes políticos, con esas aficiones a las que nos entregamos los guatemaltecos, obsesionados con un deporte al que nunca hemos aportado nada más que amaños en los partidos, no nos debe sorprender que la gente no lea, que a las autoridades se les olvide conmemorar una fecha tan significativa para un país tan escaso de glorias y que vivamos más pendientes de lo que hace Neymar o Messi en su vida privada que lo que escribe Rodrigo Rey Rosa, David Unger o Francisco Pérez de Antón. 
Desde ésta esquina de opinión, quiero dejar constancia de mi eterna gratitud para don Miguel Ángel, porque gracias a él y a sus maravillosas novelas (El Señor Presidente, Week end en Guatemala y Viernes de Dolores, son mis favoritas), he dedicado mucho tiempo a pensar mi país, y me ha inspirado a buscar otros libros y otros autores, para seguir ahondando en su conocimiento.