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Los amantes de lo ajeno

Redacción
10 de junio, 2014

En 1985 el fracaso de la guerrilla era inminente. Los terroristas estaban acorralados militar, política y económicamente. La profunda crisis económica en la URSS imposibilitaba seguir manteniendo a los insurgentes, tanto en Guatemala como en los demás países latinoamericanos y africanos. Todo ello hizo que los guerrilleros comenzaran a calcular frenéticamente todas las opciones para, primero, mantenerse en la libertad, y, segundo, tener fuentes de ingresos – de preferencia sin mayor esfuerzo productivo. 

Así, en 1985, a la guerrilla guatemalteca – a los que estaban en la clandestinidad en el país y a los “refugiados” en México y en Costa Rica – se le ocurre una manera más cómoda y legal de chupar del bote por un lado y entrar en las esferas de la manipulación para formar la opinión pública que les favoreciera, por el otro: la creación de la sede de alguna multinacional. La condición principal fue que esta multinacional tuviera respaldo de alguna organización mundial (la ONU, por ejemplo) y funcionara con las finanzas públicas pero que el gobierno no pudiera intervenir en ella. Y, de ser posible, que esta multinacional tuviera acceso directo al proceso formativo de los guatemaltecos, es decir, a la educación. 
La mejor manera para satisfacer esta urgencia guerrillera fue aliarse a la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) que ya operaba en distintos países del hemisferio con el mandato de la UNESCO, con convenios de adhesión firmados por los gobiernos y con los recursos públicos y centralizados: a través de los ministerios de relaciones exteriores de cada país y ratificados por los parlamentos locales. Y lo mejor aun, ¡los funcionarios de la FLACSO, según el acuerdo sobre privilegios e inmunidades, gozan de inmunidad diplomática en todo el mundo! 
Desde el 1987, gracias a los “diálogos” entre la guerrilla y el gobierno de Vinicio Cerezo, este accede a la firma del acuerdo de adhesión de Guatemala a la FLACSO y el Congreso lo ratifica (Decreto 86-97). En 1998 este acuerdo fue reafirmado por el gobierno de Arzú quien le otorga amplia autonomía a la FLACSO, incluso mayor de la que goza la Universidad de San Carlos de Guatemala. 
Ahora bien, le invito al lector a hacer una pequeña prueba. Hágales a sus amigos, colegas, hijos, sirvienta, chófer, guardaespaldas, conocidos, desconocidos, reconocidos o a quien considere necesario, dos sencillas preguntas: ¿sabe qué es la FLACSO? y ¿sabe qué es la USAC? Preguntas sencillas, sin trampas lógicas. Y les aseguro que 9 de 10 de sus correspondientes dirán “no” a la primera pregunta y 10 de 10 contestarán “obvio que sí” a la segunda. Ambas instituciones, la FLACSO y la USAC, viven del dinero público. Mientras que la segunda es estatal, según la Constitución de Guatemala, y la primera resulta ser un mamarracho jurídico y académico. 
La USAC, con todos sus defectos, es una Universidad necesaria para el país, su valor y sus aportaciones en los ámbitos económico, social, político y, sobre todo, académico, es incalculable. ¿Qué haría la gran parte de la población sin los bufetes jurídicos populares totalmente gratuitos? ¿Qué sería Guatemala sin los médicos sancarlistas? Y ni hablar de toda la investigación científica que se traduce en el motor del desarrollo económico en muchas áreas del país. 
La FLACSO es, en cambio, un agujero negro de los recursos públicos, de los impuestos que pagamos no solo los que vivimos en Guatemala sino también los ‘donantes’ extranjeros. Por ejemplo, según el Gobierno de Suecia (página web de la embajada en Guatemala), este país le donó a la FLACSO para el periodo 2013-2015 un equivalente de 17 millones de quetzales. Dinero ajeno, gasto propio.
Si usted cree que estudiar en la FLACSO es gratis, está muy equivocado. Si cree que lleva las medicinas, construye casas o elabora los planes de negocios para la gente mas necesitada, se equivoca mas todavía. Produce “científicos sociales”, publica una cantidad enorme de las “investigaciones” de las que la mayoría, durante los 27 años, han pasado desapercibidos para la sociedad. Todo ello sería respetable con un gran “pero”: que la FLACSO lo haga con el dinero privado, con los recursos no sacados de los bolsillos de los guatemaltecos sin que estos se lo permitan. Lo mas absurdo: intentar luchar contra el estado con los recursos del propio estado, lo que hace esta organización. 
Hasta el mas sordo y ciego sabe que donde se mueven las finanzas públicas, allí pulula la corrupción, el saqueo y el pillaje. Los problemas con las propiedades, inversiones que provocan las dudas, los problemas administrativos con el gobierno que mantiene a esta institución… Lo típico de un changarro que gasta lo que no ha ganado. Y, por cierto, lo que nunca ha ocurrido en ninguna de las 12 universidades privadas. 
Viendo algunos nombres de los funcionarios de la FLACSO, surgen muchas dudas. Por ejemplo, allí está un “académico” que hace unos años, siendo un burócrata del gobierno (por supuesto), habría participado en el saqueo de los bienes público. Según la prensa, el funcionario habría obligado a uno de sus subalternos a mentir en una denuncia del robo de un vehículo estatal. Este subalterno dijo que le habían robado el carro a él, cuando en realidad fue a la esposa del burócrata que trabajaba en la ONG ‘defensora de derechos humanos’ CALDH, quien ni siquiera tenía derecho por ley de utilizar la propiedad del estado. 
Si las cosas se hicieran bien, el gobierno de Guatemala debería derogar el acuerdo de adhesión a la FLACSO. Al fin y al cabo estos recursos que Guatemala aporta a través de la UNESCO y el MRE a la multinacional, bien podrían servir para crear becas de estudio para los jóvenes talentosos, bien para apoyar, por ejemplo, la estatal Editorial Cultura. Hay muchas maneras de gastar estos recursos con provecho para los guatemaltecos. El eufemismo mas acertado que se me ocurre para el reducto de la guerrilla es “los amantes de lo ajeno” – nunca mejor dicho. 
[email protected]

Los amantes de lo ajeno

Redacción
10 de junio, 2014

En 1985 el fracaso de la guerrilla era inminente. Los terroristas estaban acorralados militar, política y económicamente. La profunda crisis económica en la URSS imposibilitaba seguir manteniendo a los insurgentes, tanto en Guatemala como en los demás países latinoamericanos y africanos. Todo ello hizo que los guerrilleros comenzaran a calcular frenéticamente todas las opciones para, primero, mantenerse en la libertad, y, segundo, tener fuentes de ingresos – de preferencia sin mayor esfuerzo productivo. 

Así, en 1985, a la guerrilla guatemalteca – a los que estaban en la clandestinidad en el país y a los “refugiados” en México y en Costa Rica – se le ocurre una manera más cómoda y legal de chupar del bote por un lado y entrar en las esferas de la manipulación para formar la opinión pública que les favoreciera, por el otro: la creación de la sede de alguna multinacional. La condición principal fue que esta multinacional tuviera respaldo de alguna organización mundial (la ONU, por ejemplo) y funcionara con las finanzas públicas pero que el gobierno no pudiera intervenir en ella. Y, de ser posible, que esta multinacional tuviera acceso directo al proceso formativo de los guatemaltecos, es decir, a la educación. 
La mejor manera para satisfacer esta urgencia guerrillera fue aliarse a la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) que ya operaba en distintos países del hemisferio con el mandato de la UNESCO, con convenios de adhesión firmados por los gobiernos y con los recursos públicos y centralizados: a través de los ministerios de relaciones exteriores de cada país y ratificados por los parlamentos locales. Y lo mejor aun, ¡los funcionarios de la FLACSO, según el acuerdo sobre privilegios e inmunidades, gozan de inmunidad diplomática en todo el mundo! 
Desde el 1987, gracias a los “diálogos” entre la guerrilla y el gobierno de Vinicio Cerezo, este accede a la firma del acuerdo de adhesión de Guatemala a la FLACSO y el Congreso lo ratifica (Decreto 86-97). En 1998 este acuerdo fue reafirmado por el gobierno de Arzú quien le otorga amplia autonomía a la FLACSO, incluso mayor de la que goza la Universidad de San Carlos de Guatemala. 
Ahora bien, le invito al lector a hacer una pequeña prueba. Hágales a sus amigos, colegas, hijos, sirvienta, chófer, guardaespaldas, conocidos, desconocidos, reconocidos o a quien considere necesario, dos sencillas preguntas: ¿sabe qué es la FLACSO? y ¿sabe qué es la USAC? Preguntas sencillas, sin trampas lógicas. Y les aseguro que 9 de 10 de sus correspondientes dirán “no” a la primera pregunta y 10 de 10 contestarán “obvio que sí” a la segunda. Ambas instituciones, la FLACSO y la USAC, viven del dinero público. Mientras que la segunda es estatal, según la Constitución de Guatemala, y la primera resulta ser un mamarracho jurídico y académico. 
La USAC, con todos sus defectos, es una Universidad necesaria para el país, su valor y sus aportaciones en los ámbitos económico, social, político y, sobre todo, académico, es incalculable. ¿Qué haría la gran parte de la población sin los bufetes jurídicos populares totalmente gratuitos? ¿Qué sería Guatemala sin los médicos sancarlistas? Y ni hablar de toda la investigación científica que se traduce en el motor del desarrollo económico en muchas áreas del país. 
La FLACSO es, en cambio, un agujero negro de los recursos públicos, de los impuestos que pagamos no solo los que vivimos en Guatemala sino también los ‘donantes’ extranjeros. Por ejemplo, según el Gobierno de Suecia (página web de la embajada en Guatemala), este país le donó a la FLACSO para el periodo 2013-2015 un equivalente de 17 millones de quetzales. Dinero ajeno, gasto propio.
Si usted cree que estudiar en la FLACSO es gratis, está muy equivocado. Si cree que lleva las medicinas, construye casas o elabora los planes de negocios para la gente mas necesitada, se equivoca mas todavía. Produce “científicos sociales”, publica una cantidad enorme de las “investigaciones” de las que la mayoría, durante los 27 años, han pasado desapercibidos para la sociedad. Todo ello sería respetable con un gran “pero”: que la FLACSO lo haga con el dinero privado, con los recursos no sacados de los bolsillos de los guatemaltecos sin que estos se lo permitan. Lo mas absurdo: intentar luchar contra el estado con los recursos del propio estado, lo que hace esta organización. 
Hasta el mas sordo y ciego sabe que donde se mueven las finanzas públicas, allí pulula la corrupción, el saqueo y el pillaje. Los problemas con las propiedades, inversiones que provocan las dudas, los problemas administrativos con el gobierno que mantiene a esta institución… Lo típico de un changarro que gasta lo que no ha ganado. Y, por cierto, lo que nunca ha ocurrido en ninguna de las 12 universidades privadas. 
Viendo algunos nombres de los funcionarios de la FLACSO, surgen muchas dudas. Por ejemplo, allí está un “académico” que hace unos años, siendo un burócrata del gobierno (por supuesto), habría participado en el saqueo de los bienes público. Según la prensa, el funcionario habría obligado a uno de sus subalternos a mentir en una denuncia del robo de un vehículo estatal. Este subalterno dijo que le habían robado el carro a él, cuando en realidad fue a la esposa del burócrata que trabajaba en la ONG ‘defensora de derechos humanos’ CALDH, quien ni siquiera tenía derecho por ley de utilizar la propiedad del estado. 
Si las cosas se hicieran bien, el gobierno de Guatemala debería derogar el acuerdo de adhesión a la FLACSO. Al fin y al cabo estos recursos que Guatemala aporta a través de la UNESCO y el MRE a la multinacional, bien podrían servir para crear becas de estudio para los jóvenes talentosos, bien para apoyar, por ejemplo, la estatal Editorial Cultura. Hay muchas maneras de gastar estos recursos con provecho para los guatemaltecos. El eufemismo mas acertado que se me ocurre para el reducto de la guerrilla es “los amantes de lo ajeno” – nunca mejor dicho. 
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