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Y cuando desperté……

Redacción República
27 de julio, 2014

Guatemala seguía ahí. Como siempre inmóvil. Como siempre inerte. Como siempre estancada. Asesina. 

Y quiso darse por vencido: “nací bien, pero en el lugar equivocado,” dijo. Y siempre quedaba ese 1% de esperanza que “las cosas cambiarían.” Pero no. 
Estaba en la Zona 18. “La Zona 18 no es un lugar, es una actitud,” sí, una de sobrevivencia, de velocidad, de canibalismo muchas veces. “Por eso las maras se sienten muy a gusto aquí,” pensó. 
Casi como en una película de Al Pacino o Robert de Niro, sí, de esas que te presentan la actitud newyorquina, “qué me estás mirando, querés vergazos, ahorita mismo, creído de mierda,” esa es la actitud “dieciochera.” 
A los de la 18, no sé si la “mara” o la Zona, nadie los toca, decía, mientras preparaba el arma que había comprado en el Mercado La Presidenta. Pero el arma no bastaba, porque entre la espinilla y los calcetines llevaba dos verduguillos, uno en cada lado. Y si eso no bastaba, pues la cadena que colgaba de su pantalón “baggie”, entre la bolsa delantera y la trasera, una cadena que podía usarse como látigo, ya que no terminaban en llaves, sino en pedazos de latas afiladas para cortar desde vidrio hasta carne humana. 
“Siempre 18.” 
Me recordó esa documental –“La Vida Loca”—de Christian Póveda. Ese periodista español nacido en Argelia, quien una vez terminada la documental fue asesinado en las afueras de San Salvador. 
¿Qué si los PNC saben? ¿Qué si los PNC los conocen? ¿Qué por qué no me voy a otro lado? 
No. Un cronista de la realidad no puede describirla desde lejos. Debe estar ahí, con ella, entre ella, y, muchas veces, contra ella. 
Entonces salió de esos callejones estrechos de cualquier colonia de la Zona 18. Un callejoncito estipulado para que vivan ellos, después que hace años sus padres invadieron ese barranco para levantar unas chozas de plástico sostenidas por horcones de palo de chichicaste. 
Ahí creció. Tenía que ser rudo, muy rudo. Así se vive aquí. 
Los niños bonitos no tienen futuro. Menos las niñas bonitas. Ellas, dicen aquí entre carcajadas, no llegan pero ni a la zona 15, y otras, si mucho, llegan a la 16, pero cuando llegan aquí por lo menos ya vienen panzonas con un chiriz, wajajajajajajajajajajaja. Carcajadas para explicar la edad de las niñas teniendo niñas. 
“Pero a esas patojas calientes no les ponga ´reguetón´ porque falta de desnudarse.” Cierto: entre más sucia es la música, más se mueven esas adolescentes-madres. “Abre la boca, recibe el chupete, el chupete, el chupete . . .” suena en una fiesta de “15 Años” allá por las Alamedas. Y las patojas, si pudiesen, se desnudarían, ya que para mostrar la pornografía rítmica del “reguetón” la ropa les estorba. “Chupete, chupete, chupete… “ 
“Botonetas, colmillo, garra,” listo está él para defenderse, para ir a la fiesta, para salir con peinado de catrín tercermundista, de “Chicano a la Tor-Trix.” Es la Zona 18, que no es un lugar, sino una actitud. 
Ya en el sol ha caído y las Fuerzas de Tarea salen a hacer el recorrido. Nada les advierte de la confrontación nocturna en esta oscuridad. Después de los “15 Años”, donde los grupos rivales se juntaron, pero no se hablaron, sino sólo para retarse, vendría entonces la confrontación para determinar quién se quedaría con el territorio. 
Todos salieron al punto señalado donde acto primero quebraron el alumbrado público, luego se formaron en bandos separados en cada lado del campo de básquetbol, sacaron sus hechizas armas, y empezó casi la Tercera Guerra Mundial. 
El reporte bomberil y policiaco dan cuenta de 18 muertos. 
Cuando desperté, cierto, la Zona 18 todavía estaba ahí.

Y cuando desperté……

Redacción República
27 de julio, 2014

Guatemala seguía ahí. Como siempre inmóvil. Como siempre inerte. Como siempre estancada. Asesina. 

Y quiso darse por vencido: “nací bien, pero en el lugar equivocado,” dijo. Y siempre quedaba ese 1% de esperanza que “las cosas cambiarían.” Pero no. 
Estaba en la Zona 18. “La Zona 18 no es un lugar, es una actitud,” sí, una de sobrevivencia, de velocidad, de canibalismo muchas veces. “Por eso las maras se sienten muy a gusto aquí,” pensó. 
Casi como en una película de Al Pacino o Robert de Niro, sí, de esas que te presentan la actitud newyorquina, “qué me estás mirando, querés vergazos, ahorita mismo, creído de mierda,” esa es la actitud “dieciochera.” 
A los de la 18, no sé si la “mara” o la Zona, nadie los toca, decía, mientras preparaba el arma que había comprado en el Mercado La Presidenta. Pero el arma no bastaba, porque entre la espinilla y los calcetines llevaba dos verduguillos, uno en cada lado. Y si eso no bastaba, pues la cadena que colgaba de su pantalón “baggie”, entre la bolsa delantera y la trasera, una cadena que podía usarse como látigo, ya que no terminaban en llaves, sino en pedazos de latas afiladas para cortar desde vidrio hasta carne humana. 
“Siempre 18.” 
Me recordó esa documental –“La Vida Loca”—de Christian Póveda. Ese periodista español nacido en Argelia, quien una vez terminada la documental fue asesinado en las afueras de San Salvador. 
¿Qué si los PNC saben? ¿Qué si los PNC los conocen? ¿Qué por qué no me voy a otro lado? 
No. Un cronista de la realidad no puede describirla desde lejos. Debe estar ahí, con ella, entre ella, y, muchas veces, contra ella. 
Entonces salió de esos callejones estrechos de cualquier colonia de la Zona 18. Un callejoncito estipulado para que vivan ellos, después que hace años sus padres invadieron ese barranco para levantar unas chozas de plástico sostenidas por horcones de palo de chichicaste. 
Ahí creció. Tenía que ser rudo, muy rudo. Así se vive aquí. 
Los niños bonitos no tienen futuro. Menos las niñas bonitas. Ellas, dicen aquí entre carcajadas, no llegan pero ni a la zona 15, y otras, si mucho, llegan a la 16, pero cuando llegan aquí por lo menos ya vienen panzonas con un chiriz, wajajajajajajajajajajaja. Carcajadas para explicar la edad de las niñas teniendo niñas. 
“Pero a esas patojas calientes no les ponga ´reguetón´ porque falta de desnudarse.” Cierto: entre más sucia es la música, más se mueven esas adolescentes-madres. “Abre la boca, recibe el chupete, el chupete, el chupete . . .” suena en una fiesta de “15 Años” allá por las Alamedas. Y las patojas, si pudiesen, se desnudarían, ya que para mostrar la pornografía rítmica del “reguetón” la ropa les estorba. “Chupete, chupete, chupete… “ 
“Botonetas, colmillo, garra,” listo está él para defenderse, para ir a la fiesta, para salir con peinado de catrín tercermundista, de “Chicano a la Tor-Trix.” Es la Zona 18, que no es un lugar, sino una actitud. 
Ya en el sol ha caído y las Fuerzas de Tarea salen a hacer el recorrido. Nada les advierte de la confrontación nocturna en esta oscuridad. Después de los “15 Años”, donde los grupos rivales se juntaron, pero no se hablaron, sino sólo para retarse, vendría entonces la confrontación para determinar quién se quedaría con el territorio. 
Todos salieron al punto señalado donde acto primero quebraron el alumbrado público, luego se formaron en bandos separados en cada lado del campo de básquetbol, sacaron sus hechizas armas, y empezó casi la Tercera Guerra Mundial. 
El reporte bomberil y policiaco dan cuenta de 18 muertos. 
Cuando desperté, cierto, la Zona 18 todavía estaba ahí.