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Y de Cuba, ¿qué?

Redacción
11 de julio, 2014
Las pregonadas reformas de Raúl Castro no son otra cosa que volver a lo que ya existía en Cuba antes de su revolución: la economía de mercado (léase capitalismo) basada en la relación entre oferta y demanda y la libertad individual para comprar y vender. 
Esos movimientos pretenden dar la impresión de un cambio en su sistema económico para tentar la avaricia de inversionistas que no tengan a menos asociarse con una dictadura que, entre sus incontables barbaridades, ha asesinado en el paredón a miles de opositores. Y no cambia en que sigue dando golpizas, sometiendo a prisión y aplicando todo tipo de castigo a los hombres y mujeres que desafían diariamente el mandato ilegítimo de un gobierno impositivo y cruel. 
Invertir bajo el castrismo sería una torpe jugada financiera. Tener de socio a un gobierno que no ha respetado ni sus propias leyes es altamente peligroso. Téngase presente que en Cuba no hay ley superior a la voluntad del que manda. 
Por otro lado, el mundo habla de los excesos de otros dictadores pero rara vez se menciona a Castro. Cuando hace poco doce bailarines de su Ballet Nacional se asilaron en Puerto Rico daban fe del desastre de Cuba. Sin embargo, la noticia apenas circuló internacionalmente. 
Parece que las violaciones castristas a los derechos humanos son pasadas por alto en virtud del más de medio siglo en que han sido frecuentes. Lo que invita a creer que el diario y prolongado ejercicio del delito hace al criminal acreedor al perdón. 
Ese absurdo concepto, inspiración de los menos informados, afecta la libertad que gesta sacrificadamente, contra viento y marea, la oposición cubana. 
Emilio Guede, cubano y exdirigente del “26 de Julio”; es autor del libro de Amazon “Cuba: la revolución que no fue’

Y de Cuba, ¿qué?

Redacción
11 de julio, 2014
Las pregonadas reformas de Raúl Castro no son otra cosa que volver a lo que ya existía en Cuba antes de su revolución: la economía de mercado (léase capitalismo) basada en la relación entre oferta y demanda y la libertad individual para comprar y vender. 
Esos movimientos pretenden dar la impresión de un cambio en su sistema económico para tentar la avaricia de inversionistas que no tengan a menos asociarse con una dictadura que, entre sus incontables barbaridades, ha asesinado en el paredón a miles de opositores. Y no cambia en que sigue dando golpizas, sometiendo a prisión y aplicando todo tipo de castigo a los hombres y mujeres que desafían diariamente el mandato ilegítimo de un gobierno impositivo y cruel. 
Invertir bajo el castrismo sería una torpe jugada financiera. Tener de socio a un gobierno que no ha respetado ni sus propias leyes es altamente peligroso. Téngase presente que en Cuba no hay ley superior a la voluntad del que manda. 
Por otro lado, el mundo habla de los excesos de otros dictadores pero rara vez se menciona a Castro. Cuando hace poco doce bailarines de su Ballet Nacional se asilaron en Puerto Rico daban fe del desastre de Cuba. Sin embargo, la noticia apenas circuló internacionalmente. 
Parece que las violaciones castristas a los derechos humanos son pasadas por alto en virtud del más de medio siglo en que han sido frecuentes. Lo que invita a creer que el diario y prolongado ejercicio del delito hace al criminal acreedor al perdón. 
Ese absurdo concepto, inspiración de los menos informados, afecta la libertad que gesta sacrificadamente, contra viento y marea, la oposición cubana. 
Emilio Guede, cubano y exdirigente del “26 de Julio”; es autor del libro de Amazon “Cuba: la revolución que no fue’