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Transas y negociaciones

Redacción República
02 de noviembre, 2014

Hemos terminado aceptando un falso principio y obviamos la critica principal en la discusión. Llegamos a creer que la política es negociación, igual que la democracia, y eso terminará por destruirnos. 

Las transas, los pactos, no pueden sostenerse sobre valores absolutos, al igual que los derechos. Los de cada persona finalizan allí donde comienzan los del resto y, sin esos límites claros, se han construido marcos legales de expropiación o lo famosos pagos de impuestos progresivos, por poner dos ejemplos y situaciones que a la fecha se viven en casi todos los lugares del mundo.
El pacto político -o de los políticos- también cuenta con limites que no deberían sobrepasarse. No se pueden comprar voluntades, previo pago en metálico o en favores posteriores; no se debe ceder a la presión de grupo por sobre la honestidad, la decencia y la moral; tampoco falsear situaciones o hacer interpretaciones sesgadas de normas o principios en favor de buscar una solución o consensuar un determinando tema. 
Lo que se hace normalmente, y se acepta por el ciudadano, es el mas puro maquiavelico. El fin termina justificando los medios y, los costos (que suelen ser muy altos), derivados al ciudadano que es quien finalmente paga esos arreglos políticos que sorprende a propios y extraños. El ejemplo mas reciente: la elección de la junta directiva del Congreso para el próximo periodo legislativo.
Algunos ingenuos analizan el tema sobre la base de reflexiones de alianzas, intereses políticos, negociaciones estratégicas y otros prismas similares. Pocos lo hacen desde el angulo que considero es el más importante y el único realista: se trata de una grupo de sinvergüenzas repartiéndose tajadas de poder que hacen rentable económicamente de forma inmediata o en el futuro.
Seguimos pensando -equivocadamente- que los políticos son una casta de personajes desprendidos con alto amor patrio y preocupación por el ciudadano. De una premisa falsa, únicamente surgen conclusiones equivocadas. En los países más fiscalizados y menos corruptos a los más que llegan es a conformar un grupo de personas que miran por sus intereses personales y, de paso -porque sino no lo conseguirían- hacen algo o mucho desde su puesto por la colectividad. Sin embargo, en países donde la corrupción impera, el Estado de Derecho es una ficción, y la moral se ha perdido hace tiempo, el político es alguien que mira sus propios intereses pero, además, los busca por cualquier medio sin importarle el costo humano, social, económico o de otro tipo. Es el depredador por excelencia de lo social, de los recursos del estado y de todo cuanto esta a su alcance. O lo mira como lo que es o seguiremos atascados y permisivos.

Transas y negociaciones

Redacción República
02 de noviembre, 2014

Hemos terminado aceptando un falso principio y obviamos la critica principal en la discusión. Llegamos a creer que la política es negociación, igual que la democracia, y eso terminará por destruirnos. 

Las transas, los pactos, no pueden sostenerse sobre valores absolutos, al igual que los derechos. Los de cada persona finalizan allí donde comienzan los del resto y, sin esos límites claros, se han construido marcos legales de expropiación o lo famosos pagos de impuestos progresivos, por poner dos ejemplos y situaciones que a la fecha se viven en casi todos los lugares del mundo.
El pacto político -o de los políticos- también cuenta con limites que no deberían sobrepasarse. No se pueden comprar voluntades, previo pago en metálico o en favores posteriores; no se debe ceder a la presión de grupo por sobre la honestidad, la decencia y la moral; tampoco falsear situaciones o hacer interpretaciones sesgadas de normas o principios en favor de buscar una solución o consensuar un determinando tema. 
Lo que se hace normalmente, y se acepta por el ciudadano, es el mas puro maquiavelico. El fin termina justificando los medios y, los costos (que suelen ser muy altos), derivados al ciudadano que es quien finalmente paga esos arreglos políticos que sorprende a propios y extraños. El ejemplo mas reciente: la elección de la junta directiva del Congreso para el próximo periodo legislativo.
Algunos ingenuos analizan el tema sobre la base de reflexiones de alianzas, intereses políticos, negociaciones estratégicas y otros prismas similares. Pocos lo hacen desde el angulo que considero es el más importante y el único realista: se trata de una grupo de sinvergüenzas repartiéndose tajadas de poder que hacen rentable económicamente de forma inmediata o en el futuro.
Seguimos pensando -equivocadamente- que los políticos son una casta de personajes desprendidos con alto amor patrio y preocupación por el ciudadano. De una premisa falsa, únicamente surgen conclusiones equivocadas. En los países más fiscalizados y menos corruptos a los más que llegan es a conformar un grupo de personas que miran por sus intereses personales y, de paso -porque sino no lo conseguirían- hacen algo o mucho desde su puesto por la colectividad. Sin embargo, en países donde la corrupción impera, el Estado de Derecho es una ficción, y la moral se ha perdido hace tiempo, el político es alguien que mira sus propios intereses pero, además, los busca por cualquier medio sin importarle el costo humano, social, económico o de otro tipo. Es el depredador por excelencia de lo social, de los recursos del estado y de todo cuanto esta a su alcance. O lo mira como lo que es o seguiremos atascados y permisivos.