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Figuras que resurgen a la palestra política, pero los marca la corrupción

Redacción República
11 de noviembre, 2014

Con
el eminente regreso de Alfonso Portillo a Guatemala las fuerzas políticas se
han ido reacomodando, algunos con la mira de ofrecerle al expresidente un puesto dentro de su
organización por la simpatía que éste tiene en un grupo popular de la sociedad guatemalteca, a
pesar de ser un personaje acusado de corrupción y haber confesado en una Corte
de los Estados Unidos el lavado de US$2.5 millones provenientes de soborno por
el Gobierno de Taiwán.

Durante
el Gobierno de Portillo surgieron figuras claves que en estos momentos
recobran protagonismo pues son parte de la configuración política del país, tal
es el caso del nuevo presidente del Congreso de la República, Luis Rabbé, que
en aquel entonces fungía como Ministro de Comunicaciones y fue señalado de irregularidades en su gestión, así como un ataque a la prensa escrita a través de los canales abiertos de televisión. También
Arístides Crespo, quien era uno de los principales diputados del partido de
Gobierno portillista y se ha mantenido en la política parlamentaria pero tomó protagonismo al ser electo presidente del Congreso, evidenciando la falta de liderazgo en el Partido Patriota (PP) y ser el artífice de la llegada de Rabbé como presidente de Junta Directiva del Parlamento, dejando sin efecto una alianza que dejaba fuera al partido oficial. Otro de estos personajes es Julio Girón Barillas, exsecretario privado de la Presidencia señalado de cobros anómalos y de seguir siendo el operador político de Alfonso Portillo. 

Pero ¿a qué se debe que estas figuras se encuentren de nuevo en la palestra
política?. Según Luis Linares, de la Asociación de Investigaciones y Estudios
Sociales (ASIES), es debido a las coincidencias del trasiego de los políticos de
un partido a otro sin que sea producto de un plan o de una concertación para
un resurgimiento eferrigista. “Todos han caído en diferentes partidos producto
de la oportunidad, Crespo fue del PAN, Rabbé ha sido un corredor libre que
tiene el respaldo de los canales, siendo apetitoso a los partidos que no tienen
escrúpulos”.

SUSCRIBITE A NUESTRO NEWSLETTER DE POLÍTICA

Agrega que Portillo “un delincuente confeso, es una vergüenza que en Guatemala puede
tener influencia política. Es como si se dijera que el Chapo Guzmán o
algunos de los delincuentes mexicanos tengan alguna influencia en su país”,
 dice Linares.

El analista indica que es lamentable la cultura política de los guatemaltecos porque no tienen una ciudadanía
exigente, menos cuando se piensa que personas con esa trayectoria todavía
tienen algún futuro y pueden ejercer alguna influencia en la política
guatemalteca. Agrega que los guatemaltecos “estamos
premiando a estas figuras indirectamente al no ser exigentes”.

Fuerzas políticas de siempre

Por
su parte Edmundo Urrutia, de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales
(Flacso), indica que en Guatemala las fuerzas políticas son las mismas, lo que
cambia son las figuras, vuelven, regresan, pero siguen siendo las mismas
fuerzas políticas de siempre, sobre todo de capital emergente. Agrega que el
regreso de algunos personajes a la palestra política responde precisamente a
esta configuración, aunque hay algunas particularidades. Según el analista de Flacso, Portillo sigue siendo
un personaje carismático y popular, saliendo ahora victimizado aparece como un
personaje castigado porque se reveló,
aunque su Gobierno haya sido irrelevante y galopante en el tema de la
corrupción.

Sin
embargo, Portillo en el imaginario de la ciudadanía continúa siendo una figura
importante, pero en realidad nos encontramos con una permanencia de
las fuerzas políticas que se visten con trajes diferentes, señala Urrutia.
Además, añade que si bien la corrupción fue galopante en el Gobierno de
Portillo hay que dejar claro que este vejamen atraviesa a todos los Gobiernos
de la democracia, siendo un fenómeno estructural del Estado de Guatemala y de
las fuerzas políticas. “Hay quienes lo hacen de una forma más burda y otros de una manera más sofisticada”.

Asimismo, el analista puntualiza que existe un problema de valores sociales, porque en cualquier otro país con diferente
cultura política ese tipo de problemas serían castigados electoralmente, pero
pareciera que aquí no es así. “Este tipo de conductas no son castigadas sino al
contrario es admirable”
, señala Urrutia.

Capacidad estratégica

Por
otro lado, el analista Renzo Rosal dice que el
reagrupamiento responde a dos variables fundamentales que tuvo y sigue teniendo
el Frente Republicano Guatemalteco (FRG) y que marca la diferencia con otros
partidos. Primero es que tienen a un líder real, todavía vivo, que es el General
Ríos Montt, teniendo una capacidad estratégica que logró colocar operadores en
diferente partidos que le responden a él, aunque la marca
FRG ya no existe. Segundo, que este proyecto tiene un contenido político que se puso en
práctica en su Gobierno, que en términos estratégicos se mantiene vigente y de un juego de
habilidades y manejo coyuntural lograron ubicar a algunos personajes en la
nueva Junta Directiva del Congreso de la República, ese es un indicador que el
liderazgo sigue vigente, dice Rosal. 

Agrega que este movimiento de figuras estratégicas debiera ser un contrasentido, tomando en cuenta que los desmanes, la corrupción y el aprovechamiento de muchos de los
fenómenos negativos que tiene el país tienen como punta de lanza lo que se
hizo en el Gobierno del FRG. Pero tenemos una ciudadanía que olvida rápido y funda su cultura política en el caudillismo, el autoritarismo o a las figuras míticas, enfatiza. Sin
embargo, Rosal considera que este proyecto seguirá aprovechándose de la vasta
experiencia que tienen, pero puntualiza que no hay que sobre dimensionar su alcance sólo con lograr la reconfiguración de la Junta Directiva del Congreso. Habría que ver de qué otra ventana de oportunidades se aprovechan para seguir buscando espacios políticos, concluye.

De tal manera que parte de los valores de la República es que hasta que no censuremos socialmente aquellos casos de
manejo ilícito de los recursos públicos, que día a día ocurren en la
administración pública, y no se censure a quienes la cometen o la permiten,
seguiremos teniendo “liderazgos” y referencias negativas en nuestro sistema
político.  Con ello repetiremos una historia de referencias corruptas en un
sistema que necesita urgentemente la oxigenación con nuevos liderazgos que
promuevan valores como la transparencia, probidad, ética y responsabilidad en
el manejo de la administración pública.



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Figuras que resurgen a la palestra política, pero los marca la corrupción

Redacción República
11 de noviembre, 2014

Con
el eminente regreso de Alfonso Portillo a Guatemala las fuerzas políticas se
han ido reacomodando, algunos con la mira de ofrecerle al expresidente un puesto dentro de su
organización por la simpatía que éste tiene en un grupo popular de la sociedad guatemalteca, a
pesar de ser un personaje acusado de corrupción y haber confesado en una Corte
de los Estados Unidos el lavado de US$2.5 millones provenientes de soborno por
el Gobierno de Taiwán.

Durante
el Gobierno de Portillo surgieron figuras claves que en estos momentos
recobran protagonismo pues son parte de la configuración política del país, tal
es el caso del nuevo presidente del Congreso de la República, Luis Rabbé, que
en aquel entonces fungía como Ministro de Comunicaciones y fue señalado de irregularidades en su gestión, así como un ataque a la prensa escrita a través de los canales abiertos de televisión. También
Arístides Crespo, quien era uno de los principales diputados del partido de
Gobierno portillista y se ha mantenido en la política parlamentaria pero tomó protagonismo al ser electo presidente del Congreso, evidenciando la falta de liderazgo en el Partido Patriota (PP) y ser el artífice de la llegada de Rabbé como presidente de Junta Directiva del Parlamento, dejando sin efecto una alianza que dejaba fuera al partido oficial. Otro de estos personajes es Julio Girón Barillas, exsecretario privado de la Presidencia señalado de cobros anómalos y de seguir siendo el operador político de Alfonso Portillo. 

Pero ¿a qué se debe que estas figuras se encuentren de nuevo en la palestra
política?. Según Luis Linares, de la Asociación de Investigaciones y Estudios
Sociales (ASIES), es debido a las coincidencias del trasiego de los políticos de
un partido a otro sin que sea producto de un plan o de una concertación para
un resurgimiento eferrigista. “Todos han caído en diferentes partidos producto
de la oportunidad, Crespo fue del PAN, Rabbé ha sido un corredor libre que
tiene el respaldo de los canales, siendo apetitoso a los partidos que no tienen
escrúpulos”.

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Agrega que Portillo “un delincuente confeso, es una vergüenza que en Guatemala puede
tener influencia política. Es como si se dijera que el Chapo Guzmán o
algunos de los delincuentes mexicanos tengan alguna influencia en su país”,
 dice Linares.

El analista indica que es lamentable la cultura política de los guatemaltecos porque no tienen una ciudadanía
exigente, menos cuando se piensa que personas con esa trayectoria todavía
tienen algún futuro y pueden ejercer alguna influencia en la política
guatemalteca. Agrega que los guatemaltecos “estamos
premiando a estas figuras indirectamente al no ser exigentes”.

Fuerzas políticas de siempre

Por
su parte Edmundo Urrutia, de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales
(Flacso), indica que en Guatemala las fuerzas políticas son las mismas, lo que
cambia son las figuras, vuelven, regresan, pero siguen siendo las mismas
fuerzas políticas de siempre, sobre todo de capital emergente. Agrega que el
regreso de algunos personajes a la palestra política responde precisamente a
esta configuración, aunque hay algunas particularidades. Según el analista de Flacso, Portillo sigue siendo
un personaje carismático y popular, saliendo ahora victimizado aparece como un
personaje castigado porque se reveló,
aunque su Gobierno haya sido irrelevante y galopante en el tema de la
corrupción.

Sin
embargo, Portillo en el imaginario de la ciudadanía continúa siendo una figura
importante, pero en realidad nos encontramos con una permanencia de
las fuerzas políticas que se visten con trajes diferentes, señala Urrutia.
Además, añade que si bien la corrupción fue galopante en el Gobierno de
Portillo hay que dejar claro que este vejamen atraviesa a todos los Gobiernos
de la democracia, siendo un fenómeno estructural del Estado de Guatemala y de
las fuerzas políticas. “Hay quienes lo hacen de una forma más burda y otros de una manera más sofisticada”.

Asimismo, el analista puntualiza que existe un problema de valores sociales, porque en cualquier otro país con diferente
cultura política ese tipo de problemas serían castigados electoralmente, pero
pareciera que aquí no es así. “Este tipo de conductas no son castigadas sino al
contrario es admirable”
, señala Urrutia.

Capacidad estratégica

Por
otro lado, el analista Renzo Rosal dice que el
reagrupamiento responde a dos variables fundamentales que tuvo y sigue teniendo
el Frente Republicano Guatemalteco (FRG) y que marca la diferencia con otros
partidos. Primero es que tienen a un líder real, todavía vivo, que es el General
Ríos Montt, teniendo una capacidad estratégica que logró colocar operadores en
diferente partidos que le responden a él, aunque la marca
FRG ya no existe. Segundo, que este proyecto tiene un contenido político que se puso en
práctica en su Gobierno, que en términos estratégicos se mantiene vigente y de un juego de
habilidades y manejo coyuntural lograron ubicar a algunos personajes en la
nueva Junta Directiva del Congreso de la República, ese es un indicador que el
liderazgo sigue vigente, dice Rosal. 

Agrega que este movimiento de figuras estratégicas debiera ser un contrasentido, tomando en cuenta que los desmanes, la corrupción y el aprovechamiento de muchos de los
fenómenos negativos que tiene el país tienen como punta de lanza lo que se
hizo en el Gobierno del FRG. Pero tenemos una ciudadanía que olvida rápido y funda su cultura política en el caudillismo, el autoritarismo o a las figuras míticas, enfatiza. Sin
embargo, Rosal considera que este proyecto seguirá aprovechándose de la vasta
experiencia que tienen, pero puntualiza que no hay que sobre dimensionar su alcance sólo con lograr la reconfiguración de la Junta Directiva del Congreso. Habría que ver de qué otra ventana de oportunidades se aprovechan para seguir buscando espacios políticos, concluye.

De tal manera que parte de los valores de la República es que hasta que no censuremos socialmente aquellos casos de
manejo ilícito de los recursos públicos, que día a día ocurren en la
administración pública, y no se censure a quienes la cometen o la permiten,
seguiremos teniendo “liderazgos” y referencias negativas en nuestro sistema
político.  Con ello repetiremos una historia de referencias corruptas en un
sistema que necesita urgentemente la oxigenación con nuevos liderazgos que
promuevan valores como la transparencia, probidad, ética y responsabilidad en
el manejo de la administración pública.