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Mitos del socialismo cubano. Parte II

Redacción
11 de noviembre, 2014

La flamante e insignia educación “socialista” de la que se jacta el castrismo en Cuba se ha convertido en un adoctrinamiento al estilo más vulgar. Ya varias generaciones de cubanos –y extranjeros– están seguras de que antes de la “revolución” en “Cuba no existía nada, sino la obscuridad” (cito a un profesor cubano castrista que trabaja en una universidad mexicana, pero que bajo ningún concepto quiere volver a su “paraíso del socialismo”).

Haciendo la referencia a la educación –adoctrinamiento– cubano y sus famosos “índices de alfabetismo” y “nivel educativo”, no se puede olvidar de que estos índices y estos estudios son enviados a los organismos internacionales por el propio Gobierno castrista. Cuba es uno de los poco países del mundo –pero típico país con un régimen totalitario– que no admite a los evaluadores de las ONG internacionales a realizar los estudios en su territorio.

El caso más grosero y grotesco es el de “los derechos de la infancia” que tanto se jacta de proteger el régimen castrista. Pero la realidad es totalmente diferente. A todos los que hemos ido a Cuba nos sorprende la cantidad de los jóvenes (adolescentes y niños) trabajando en las calles de La Habana, Santiago, Pinar del Río y otras ciudades.

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Al pasar por la carretera –mejor dicho, una parodia de carretera– en áreas rurales es impresionante ver a los niños y adolescentes trabajar en la zafra, en la recolección de piña y otras labores agrícolas. Y ni qué hablar de las mundialmente conocidas prostitutas habaneras, por las que muchos pervertidos viajan a Cuba y dejan su dinero allá. La mayoría de estas chicas no tiene ni 18 años de edad.

Tanta alharaca castrista sobre “la infancia feliz”, pero el mundo no ve que la mayoría de edad en Cuba inicia a los 16 años, por lo que, además, a esta edad los adolescentes ya pueden ser penalmente perseguidos como adultos.

No se ve que la“educación laboral”en el sistema de adoctrinamiento se ha convertido en una forma de esclavitud infantil. Los niños deben dedicar parte de sus estudios y de su infancia a trabajar sin recibir paga alguna en las empresas estatales o en el campo.Varias organizaciones internacionaleshan exigido al Gobierno castrista que eleve la mayoría de edad a los 18 años y que dejen de explotar a los niños y adolescentes. Pero es como hablarle a un sordo.

Otro concepto esencial en el que se sostiene la manipulación mundial del ilegítimo Gobierno de los hermanos Castro es la medicina. La izquierda mundial vocifera a cuatro vientos sobre los “logros” de la medicina cubana, de la “calidad” de sus médicos y de la “ayuda desinteresada” que presta Cuba a los países subdesarrollados a donde envía a sus especialistas para combatir las enfermedades. Aunque las tres afirmaciones son tan falsas y burdas como toda la propaganda que sale del Palacio de la Revolución en La Habana.

Después del 1 de enero de 1959, gran parte de los intelectuales cubanos —entre ellos los médicos— entendieron que “la Revolución” se estaba convirtiendo en otra dictadura, incluso más cruel que la anterior, y comenzaron a emigrar de manera masiva. Muchos de los doctores de la isla, que ya contaba con la fama por su excelente nivel sanitario y de atención médica, se vieron obligados a emigrar en busca de una vida más digna.

Entonces, el Gobierno no encontró mejor solución que implementar un plan de preparación acelerada de médicos. Surge así el famoso Plan Baeza: miles de médicos se gradúan en 4 años, el mismo tiempo que en otros países lleva obtener un título de enfermero.Tras numerosas reformas educacionales realizadas en el transcurso de los 55 años de la dictadura, convertirse en médico solo requiere entre cinco y seis años, mientras que en el resto del mundo se requiere un mínimo de siete u ocho años.

Toda la formación se enfoca en la práctica sin casi nula preparación teórica, tan necesaria para un médico. Es la razón por la que ni siquiera países aliados del régimen castrista, como Brasil o Bolivia, reconocen los títulos de medicina emitidos por universidades cubanas. Además, a la hora de revalidar el título, los egresados cubanos suelen fracasar en los exámenes.

Con todo ello, Cuba, con su Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM), se ha convertido en el centro de atracción para los estudiantes de varios países que, engañados, llegan becados a la isla a estudiar medicina. Y ni las advertenciasde que sus títulos no serán reconocidos, ni las nefastas experiencias de los que ya pasaron por este lavadero de cerebros, nada de ellos disminuye el arribo de nuevos alumnos extranjeros.

Como bromean estos alumnos que llegan a la ELAM, “en casa de herrero, cuchillo de palo”, refiriéndose a la prácticamente nula calidad médica para los propios cubanos: las farmacias vacías, los hospitales en una situación lamentable y de total insalubridad, o e lfracaso rotundo del plan de “médico de familia” lo ponen en evidencia.

Eso sí, a cualquier extranjero que llega a Cuba y se interesa por su “alto nivel sanitario” le deslumbran con varioshospitales de lujo con tecnología de punta. Sin embargo, evitan mencionar que estas clínicas son un negocio del Gobierno y en ellas no atienden ni gratis ni a cubanos —a menos que sean de la nomenclatura. Y lo más curioso: evitan recordar que la mayoría de los doctores de estos hospitales no son cubanos y no han estudiado medicina en este “paraíso médico”.

La realidad suele chocar con los datos estadísticos de las Naciones Unidas, de la UNESCO y de la propia Organización Mundial de la Salud (OMS), instituciones que, a partir de los datos enviados por el propio Gobierno cubano, ponen a la isla entre los países más desarrollados en materia de la salud. El hecho de que los datos son entregados por el castrismo y no por evaluadores internacionales es esencial para comprender que se trata de datos manipulados si no falsos.

La otra cara de la moneda es mucho menos agradable y más prosaica. Los médicos cubanos en el exterior son unos simples esclavos del castrismo, además de una fuente de ingresos inagotable. Por cada médico la isla recibe en promedio de US$1.000 a $2.000 por mes. Pero se les paga a cada médico en el mejor caso $400. No hay que ser genio para calcular que el negocio es más que lucrativo, pero únicamente para los Castro.

Quizá, dentro de toda la miseria existe algo positivo: el esquivar las prohibiciones propias del totalitarismo, el ingeniarse para sobrevivir en la isla y el sentido de supervivencia le han enseñado a muchos cubanos algo de empresarialidad y creatividad. Se puede estar seguros de que, después de la caída del régimen castrista —ya sea por su propio peso o con “ayuda”— los cubanos no pasarán las penurias típicas de transición, sino se adaptarán rápido a la libertad.

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http://esblog.panampost.com/author/anton-toursinov/

Mitos del socialismo cubano. Parte II

Redacción
11 de noviembre, 2014

La flamante e insignia educación “socialista” de la que se jacta el castrismo en Cuba se ha convertido en un adoctrinamiento al estilo más vulgar. Ya varias generaciones de cubanos –y extranjeros– están seguras de que antes de la “revolución” en “Cuba no existía nada, sino la obscuridad” (cito a un profesor cubano castrista que trabaja en una universidad mexicana, pero que bajo ningún concepto quiere volver a su “paraíso del socialismo”).

Haciendo la referencia a la educación –adoctrinamiento– cubano y sus famosos “índices de alfabetismo” y “nivel educativo”, no se puede olvidar de que estos índices y estos estudios son enviados a los organismos internacionales por el propio Gobierno castrista. Cuba es uno de los poco países del mundo –pero típico país con un régimen totalitario– que no admite a los evaluadores de las ONG internacionales a realizar los estudios en su territorio.

El caso más grosero y grotesco es el de “los derechos de la infancia” que tanto se jacta de proteger el régimen castrista. Pero la realidad es totalmente diferente. A todos los que hemos ido a Cuba nos sorprende la cantidad de los jóvenes (adolescentes y niños) trabajando en las calles de La Habana, Santiago, Pinar del Río y otras ciudades.

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Al pasar por la carretera –mejor dicho, una parodia de carretera– en áreas rurales es impresionante ver a los niños y adolescentes trabajar en la zafra, en la recolección de piña y otras labores agrícolas. Y ni qué hablar de las mundialmente conocidas prostitutas habaneras, por las que muchos pervertidos viajan a Cuba y dejan su dinero allá. La mayoría de estas chicas no tiene ni 18 años de edad.

Tanta alharaca castrista sobre “la infancia feliz”, pero el mundo no ve que la mayoría de edad en Cuba inicia a los 16 años, por lo que, además, a esta edad los adolescentes ya pueden ser penalmente perseguidos como adultos.

No se ve que la“educación laboral”en el sistema de adoctrinamiento se ha convertido en una forma de esclavitud infantil. Los niños deben dedicar parte de sus estudios y de su infancia a trabajar sin recibir paga alguna en las empresas estatales o en el campo.Varias organizaciones internacionaleshan exigido al Gobierno castrista que eleve la mayoría de edad a los 18 años y que dejen de explotar a los niños y adolescentes. Pero es como hablarle a un sordo.

Otro concepto esencial en el que se sostiene la manipulación mundial del ilegítimo Gobierno de los hermanos Castro es la medicina. La izquierda mundial vocifera a cuatro vientos sobre los “logros” de la medicina cubana, de la “calidad” de sus médicos y de la “ayuda desinteresada” que presta Cuba a los países subdesarrollados a donde envía a sus especialistas para combatir las enfermedades. Aunque las tres afirmaciones son tan falsas y burdas como toda la propaganda que sale del Palacio de la Revolución en La Habana.

Después del 1 de enero de 1959, gran parte de los intelectuales cubanos —entre ellos los médicos— entendieron que “la Revolución” se estaba convirtiendo en otra dictadura, incluso más cruel que la anterior, y comenzaron a emigrar de manera masiva. Muchos de los doctores de la isla, que ya contaba con la fama por su excelente nivel sanitario y de atención médica, se vieron obligados a emigrar en busca de una vida más digna.

Entonces, el Gobierno no encontró mejor solución que implementar un plan de preparación acelerada de médicos. Surge así el famoso Plan Baeza: miles de médicos se gradúan en 4 años, el mismo tiempo que en otros países lleva obtener un título de enfermero.Tras numerosas reformas educacionales realizadas en el transcurso de los 55 años de la dictadura, convertirse en médico solo requiere entre cinco y seis años, mientras que en el resto del mundo se requiere un mínimo de siete u ocho años.

Toda la formación se enfoca en la práctica sin casi nula preparación teórica, tan necesaria para un médico. Es la razón por la que ni siquiera países aliados del régimen castrista, como Brasil o Bolivia, reconocen los títulos de medicina emitidos por universidades cubanas. Además, a la hora de revalidar el título, los egresados cubanos suelen fracasar en los exámenes.

Con todo ello, Cuba, con su Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM), se ha convertido en el centro de atracción para los estudiantes de varios países que, engañados, llegan becados a la isla a estudiar medicina. Y ni las advertenciasde que sus títulos no serán reconocidos, ni las nefastas experiencias de los que ya pasaron por este lavadero de cerebros, nada de ellos disminuye el arribo de nuevos alumnos extranjeros.

Como bromean estos alumnos que llegan a la ELAM, “en casa de herrero, cuchillo de palo”, refiriéndose a la prácticamente nula calidad médica para los propios cubanos: las farmacias vacías, los hospitales en una situación lamentable y de total insalubridad, o e lfracaso rotundo del plan de “médico de familia” lo ponen en evidencia.

Eso sí, a cualquier extranjero que llega a Cuba y se interesa por su “alto nivel sanitario” le deslumbran con varioshospitales de lujo con tecnología de punta. Sin embargo, evitan mencionar que estas clínicas son un negocio del Gobierno y en ellas no atienden ni gratis ni a cubanos —a menos que sean de la nomenclatura. Y lo más curioso: evitan recordar que la mayoría de los doctores de estos hospitales no son cubanos y no han estudiado medicina en este “paraíso médico”.

La realidad suele chocar con los datos estadísticos de las Naciones Unidas, de la UNESCO y de la propia Organización Mundial de la Salud (OMS), instituciones que, a partir de los datos enviados por el propio Gobierno cubano, ponen a la isla entre los países más desarrollados en materia de la salud. El hecho de que los datos son entregados por el castrismo y no por evaluadores internacionales es esencial para comprender que se trata de datos manipulados si no falsos.

La otra cara de la moneda es mucho menos agradable y más prosaica. Los médicos cubanos en el exterior son unos simples esclavos del castrismo, además de una fuente de ingresos inagotable. Por cada médico la isla recibe en promedio de US$1.000 a $2.000 por mes. Pero se les paga a cada médico en el mejor caso $400. No hay que ser genio para calcular que el negocio es más que lucrativo, pero únicamente para los Castro.

Quizá, dentro de toda la miseria existe algo positivo: el esquivar las prohibiciones propias del totalitarismo, el ingeniarse para sobrevivir en la isla y el sentido de supervivencia le han enseñado a muchos cubanos algo de empresarialidad y creatividad. Se puede estar seguros de que, después de la caída del régimen castrista —ya sea por su propio peso o con “ayuda”— los cubanos no pasarán las penurias típicas de transición, sino se adaptarán rápido a la libertad.

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http://esblog.panampost.com/author/anton-toursinov/