Los niveles de pobreza, de nuestros conciudadanos, han alcanzado en los últimos años, cifras que ni los técnicos en la materia se pudieron haber imaginado. No se necesita salir tan lejos, a donde están localizados los corredores de hambruna del interior de la República, solo basta con alejarnos no mas de 40 kilómetros de la capital para toparnos con cuadros que nos hacen cuestionarnos que está pasando en Guatemala.
Las carencia son muchas, escasez de agua, educación deficiente, enfermedades, y un sin fin de problemas que participan en acrecentar este fenómeno apocalíptico de la pobreza.
Pero, hay un tema que, en mi opinión, sobresale: el control de la natalidad. Problema al que muy pocas entidades del Gobierno le están poniendo el interés necesario. Peor aún, existen instituciones religiosas que prohíben y vedan a la población el uso de métodos anticonceptivos.
Según el Banco Mundial, Guatemala posee las tasas de fecundidad mas elevadas en toda America Latina. En el 2013 tuvimos un crecimiento económico del 3%, pero, a la vez, el crecimiento demográfico fue de 2.5%. Apenas se rebasa la expansión económica, insuficiente para generar los puestos de trabajo que podrían absorber el aumento de la población económicamente activa. ¿Que crecimos? Prácticamente nada. Con estas cifras tan alarmantes, es imposible que podamos mejorar las condiciones de vida de los guatemaltecos.
Más de la mitad de la población está por debajo de la línea de pobreza y el 15% vive en condiciones de pobreza extrema. O sea, de cada 10 persona 8 viven en la pobreza.
Según el Índice de Desarrollo Humano, la pobreza entre los grupos indígenas, que representan el 38% de la población, promedia el 76% y la extrema pobreza se eleva al 28%. El 43% de los niños menores de cinco años sufren desnutrición crónica, uno de los índices más altos de desnutrición en el mundo. Guatemala ocupa la posición 113 entre los 187 países clasificados.
Con estos pavorosos indicadores de pobreza, malnutrición crónica y severa, así como los limitados accesos a los servicios sociales, y, debido a la falta de programas adecuados para controlar o reducir los índices de natalidad, nos exponemos a que en una familia, del interior de la República, conformada de 10 miembros: 8 hijos y dos padres, 3 niños sufran de desnutrición crónica. El resto que logra salir de la edad crítica de mortandad, mide 1 metro con 20cms a sus quince años, y se encuentran propensos a adquirir enfermedades y crecer con un coeficiente intelectual bajo; efectos irreversibles durante toda su vida. Pero, el peor de los casos, es que los mas pequeño, están muriendo porque ya no alcanzo ni la leche de la mamá, ni la leche sintética, y no hay ingresos ni para el pan, o café.
En experiencias relatadas por funcionarios de la SESAN, nos hemos enterado que al momento de presentarse los médicos rurales para realizar las encuestas o las evaluaciones de estos casos, estos padres se niegan a que saquen a los niños enfermos a los hospitales para su pronta recuperación, pues no quieren separarse ni un solo momento de ellos, porque si son trasladados a un hospital, la familia se encuentra con un grave conflicto, o se gastan el poco dinero que poseen en el pasaje para visitar al niño o compran pan. Lamentablemente la mayoría de estos niños, por su estado avanzado de desnutrición eventualmente mueren.
Ante tal circunstancia, y es espeluznante reconocerlo, dejan que se muera en su propia casa, sin esperanzas de que nadie se apiade de ellos, mas que la muerte.
Por lo tanto, los están asesinando. ¿Que opinan ustedes estimados lectores? ¿Nos quedaremos de brazos cruzados?
Mario Grajeda Toledo
Los niveles de pobreza, de nuestros conciudadanos, han alcanzado en los últimos años, cifras que ni los técnicos en la materia se pudieron haber imaginado. No se necesita salir tan lejos, a donde están localizados los corredores de hambruna del interior de la República, solo basta con alejarnos no mas de 40 kilómetros de la capital para toparnos con cuadros que nos hacen cuestionarnos que está pasando en Guatemala.
Las carencia son muchas, escasez de agua, educación deficiente, enfermedades, y un sin fin de problemas que participan en acrecentar este fenómeno apocalíptico de la pobreza.
Pero, hay un tema que, en mi opinión, sobresale: el control de la natalidad. Problema al que muy pocas entidades del Gobierno le están poniendo el interés necesario. Peor aún, existen instituciones religiosas que prohíben y vedan a la población el uso de métodos anticonceptivos.
Según el Banco Mundial, Guatemala posee las tasas de fecundidad mas elevadas en toda America Latina. En el 2013 tuvimos un crecimiento económico del 3%, pero, a la vez, el crecimiento demográfico fue de 2.5%. Apenas se rebasa la expansión económica, insuficiente para generar los puestos de trabajo que podrían absorber el aumento de la población económicamente activa. ¿Que crecimos? Prácticamente nada. Con estas cifras tan alarmantes, es imposible que podamos mejorar las condiciones de vida de los guatemaltecos.
Más de la mitad de la población está por debajo de la línea de pobreza y el 15% vive en condiciones de pobreza extrema. O sea, de cada 10 persona 8 viven en la pobreza.
Según el Índice de Desarrollo Humano, la pobreza entre los grupos indígenas, que representan el 38% de la población, promedia el 76% y la extrema pobreza se eleva al 28%. El 43% de los niños menores de cinco años sufren desnutrición crónica, uno de los índices más altos de desnutrición en el mundo. Guatemala ocupa la posición 113 entre los 187 países clasificados.
Con estos pavorosos indicadores de pobreza, malnutrición crónica y severa, así como los limitados accesos a los servicios sociales, y, debido a la falta de programas adecuados para controlar o reducir los índices de natalidad, nos exponemos a que en una familia, del interior de la República, conformada de 10 miembros: 8 hijos y dos padres, 3 niños sufran de desnutrición crónica. El resto que logra salir de la edad crítica de mortandad, mide 1 metro con 20cms a sus quince años, y se encuentran propensos a adquirir enfermedades y crecer con un coeficiente intelectual bajo; efectos irreversibles durante toda su vida. Pero, el peor de los casos, es que los mas pequeño, están muriendo porque ya no alcanzo ni la leche de la mamá, ni la leche sintética, y no hay ingresos ni para el pan, o café.
En experiencias relatadas por funcionarios de la SESAN, nos hemos enterado que al momento de presentarse los médicos rurales para realizar las encuestas o las evaluaciones de estos casos, estos padres se niegan a que saquen a los niños enfermos a los hospitales para su pronta recuperación, pues no quieren separarse ni un solo momento de ellos, porque si son trasladados a un hospital, la familia se encuentra con un grave conflicto, o se gastan el poco dinero que poseen en el pasaje para visitar al niño o compran pan. Lamentablemente la mayoría de estos niños, por su estado avanzado de desnutrición eventualmente mueren.
Ante tal circunstancia, y es espeluznante reconocerlo, dejan que se muera en su propia casa, sin esperanzas de que nadie se apiade de ellos, mas que la muerte.
Por lo tanto, los están asesinando. ¿Que opinan ustedes estimados lectores? ¿Nos quedaremos de brazos cruzados?