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Un libro necesario

Redacción
05 de enero, 2015

Como parte del programa de lecturas de fin de año en el que aprovecho para revisar bibliografía que no tiene nada que ver con mi profesión ni con mis compromisos académicos, acabo de doblar la última página de un libro magnífico del que recomiendo su lectura para todos aquellos interesados en los asuntos internacionales o que se esfuerzan por conocer un poco de lo que sucede en el mundo exterior y por entender su contexto. El libro es The Next Decade, del politólogo estadounidense George Friedman, quien en un interesante ejercicio académico pasa revista a las relaciones de su país con cada uno de los continentes y con ciertos países en particular. En el caso de América Latina, resalta como importantes a México, Brasil y Cuba. Llama la atención que a Venezuela la considera poco más que irrelevante.

Por tedioso que parezca, deseo transcribirles unos pocos párrafos del libro, (en traducción libre mía), no solo para que sirvan de gancho para que lo lean completo, sino para explicar esa indiferencia con que los Estados Unidos ha tratado a Latinoamérica en por lo menos, los últimos años, contando a partir del atentado en contra de las Torres Gemelas y las fallidas guerras de Afganistán e Irak, y la ambiciosa guerra contra el terror, que abarca lugares tan dispares como la frontera tripartita entre Argentina, Brasil y Paraguay o las ardientes playas de Djibuti, en el Cuerno de África.

El primer párrafo hace referencia al papel estratégico de Cuba, que para los interesados en la historia, explica a la perfección la paranoia que creó el asunto de las plataformas de lanzamiento de misiles instaladas en la isla en 1962 y que llevó a la conocida “Crisis de los misiles”, que estuvo a punto de provocar la Tercera Guerra Mundial. Dice Friedman: “…Como cualquier fuerza naval con base en Cuba puede controlar los pasajes marítimos que entran y salen del Golfo de México, y por lo tanto, pueden controlar el puerto de Nueva Orleáns, los Estados Unidos han estado desde siempre, obsesionados con la isla. Andrew Jackson contempló la posibilidad de invadirla, y en 1898, los Estados Unidos intervinieron para expulsar de ella a los españoles. Medio siglo después, cuando un gobierno pro-soviético emergió bajo la dirección de Fidel Castro, Cuba se convirtió en una pieza central de la estrategia norteamericana (…) actualmente, Cuba no tiene en realidad ningún poder, por lo que el presidente [de Estados Unidos], debe desarrollar una política con Cuba, que respete la opinión pública estadounidense. Pero en ningún caso debe ignorar que los Estados Unidos enfrenta a potenciales competidores, que pueden utilizar a Cuba como punto geográfico desde el cual aplicar una gran presión contra el país. Esta circunstancia hace de Cuba el premio por el que hay que esforzarse en ganar…” (página 198). Punto de vista interesante que podría explicar el sorpresivo anuncio hecho desde Washington y La Habana en semanas pasadas, sobre la restitución de relaciones diplomáticas entre ambos países luego de interrumpirlas por más de medio siglo.

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Otro párrafo que me llamó la atención, es el referente a Venezuela, en el que evalúa la potencial amenaza de este país sudamericano frente a los intereses de los Estados Unidos: “Venezuela es otro país latinoamericano que se las ha arreglado para atraer la atención aparentando ser una amenaza para los Estados Unidos. Pero no lo es. Primero, la economía venezolana depende completamente de sus exportaciones de petróleo, y las realidades de la geografía y la logística hacen inevitable que las exportaciones de petróleo venezolano se hagan hacia los Estados Unidos. Segundo, el aislamiento físico de Venezuela –con la Amazonía en el sur, el Caribe (dominado por la marina de los Estados Unidos) al norte, y una hostil y estable Colombia al oeste, tras una cortina de montañas y jungla- relega al país a un papel irrelevante, aunque haya dado cobijo a terroristas islámicos, según se dice. Aún y cuando un poder emergente y desafiante busque aliarse con Venezuela para utilizarla como plataforma de desestabilización, su ubicación la priva de convertirse en una base naval o aérea de importancia. Obviamente sería deseable ver a Venezuela realizar un giro estratégico para la década siguiente, pero no es esencial para los intereses americanos…” (página 199).

El libro de Friedman, publicado en 2011 por la editorial Doubleday, guarda una increíble actualidad, sobre todo cuando uno se topa con párrafos de este tipo, que es el último que les hago leer: “Venezuela es el caso en que la política exterior estadounidense debe disciplinarse para ignorar la ideología y el fastidio para enfocarse en la estrategia. Con toda seguridad, Hugo Chávez irá perdiendo poder dentro del propio régimen que ha construido. En efecto, Estados Unidos debe asegurar un arreglo con Cuba en el momento adecuado, para minar el apoyo y la legitimidad ideológica de Chávez. Pero aún si permaneciera en el poder, Chávez no representa amenaza alguna, más que para su propia gente”, (página 199). Se debe tomar nota que en lo único en que se equivoca el autor es en seguir poniendo vivo a Chávez para el 2020, pero las demás apreciaciones del régimen socialista venezolano siguen estando vigentes, sobre todo ahora que Nicolás Maduro asumió la presidencia.

El libro es un ejercicio de prospectiva serio y bien fundamentado, ameno de leer, sobre todo cuando uno se va dando cuenta que las cosas que apuntó en 2011 se están concretando, como por ejemplo el acercamiento diplomático con Cuba. No quiero aburrir en esta ocasión, sino alentar, para la lectura de este libro, aunque creo necesario seguirlo comentando en próximas publicaciones, porque es una verdadera cátedra de cómo se construye y defiende un imperio, y no me cabe la menor duda de que si queremos entender el mundo actual, debemos asumir con toda madurez, que los Estados Unidos son una república imperial que lejos de estar decayendo, continúa afianzando su poder global.

Un libro necesario

Redacción
05 de enero, 2015

Como parte del programa de lecturas de fin de año en el que aprovecho para revisar bibliografía que no tiene nada que ver con mi profesión ni con mis compromisos académicos, acabo de doblar la última página de un libro magnífico del que recomiendo su lectura para todos aquellos interesados en los asuntos internacionales o que se esfuerzan por conocer un poco de lo que sucede en el mundo exterior y por entender su contexto. El libro es The Next Decade, del politólogo estadounidense George Friedman, quien en un interesante ejercicio académico pasa revista a las relaciones de su país con cada uno de los continentes y con ciertos países en particular. En el caso de América Latina, resalta como importantes a México, Brasil y Cuba. Llama la atención que a Venezuela la considera poco más que irrelevante.

Por tedioso que parezca, deseo transcribirles unos pocos párrafos del libro, (en traducción libre mía), no solo para que sirvan de gancho para que lo lean completo, sino para explicar esa indiferencia con que los Estados Unidos ha tratado a Latinoamérica en por lo menos, los últimos años, contando a partir del atentado en contra de las Torres Gemelas y las fallidas guerras de Afganistán e Irak, y la ambiciosa guerra contra el terror, que abarca lugares tan dispares como la frontera tripartita entre Argentina, Brasil y Paraguay o las ardientes playas de Djibuti, en el Cuerno de África.

El primer párrafo hace referencia al papel estratégico de Cuba, que para los interesados en la historia, explica a la perfección la paranoia que creó el asunto de las plataformas de lanzamiento de misiles instaladas en la isla en 1962 y que llevó a la conocida “Crisis de los misiles”, que estuvo a punto de provocar la Tercera Guerra Mundial. Dice Friedman: “…Como cualquier fuerza naval con base en Cuba puede controlar los pasajes marítimos que entran y salen del Golfo de México, y por lo tanto, pueden controlar el puerto de Nueva Orleáns, los Estados Unidos han estado desde siempre, obsesionados con la isla. Andrew Jackson contempló la posibilidad de invadirla, y en 1898, los Estados Unidos intervinieron para expulsar de ella a los españoles. Medio siglo después, cuando un gobierno pro-soviético emergió bajo la dirección de Fidel Castro, Cuba se convirtió en una pieza central de la estrategia norteamericana (…) actualmente, Cuba no tiene en realidad ningún poder, por lo que el presidente [de Estados Unidos], debe desarrollar una política con Cuba, que respete la opinión pública estadounidense. Pero en ningún caso debe ignorar que los Estados Unidos enfrenta a potenciales competidores, que pueden utilizar a Cuba como punto geográfico desde el cual aplicar una gran presión contra el país. Esta circunstancia hace de Cuba el premio por el que hay que esforzarse en ganar…” (página 198). Punto de vista interesante que podría explicar el sorpresivo anuncio hecho desde Washington y La Habana en semanas pasadas, sobre la restitución de relaciones diplomáticas entre ambos países luego de interrumpirlas por más de medio siglo.

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Otro párrafo que me llamó la atención, es el referente a Venezuela, en el que evalúa la potencial amenaza de este país sudamericano frente a los intereses de los Estados Unidos: “Venezuela es otro país latinoamericano que se las ha arreglado para atraer la atención aparentando ser una amenaza para los Estados Unidos. Pero no lo es. Primero, la economía venezolana depende completamente de sus exportaciones de petróleo, y las realidades de la geografía y la logística hacen inevitable que las exportaciones de petróleo venezolano se hagan hacia los Estados Unidos. Segundo, el aislamiento físico de Venezuela –con la Amazonía en el sur, el Caribe (dominado por la marina de los Estados Unidos) al norte, y una hostil y estable Colombia al oeste, tras una cortina de montañas y jungla- relega al país a un papel irrelevante, aunque haya dado cobijo a terroristas islámicos, según se dice. Aún y cuando un poder emergente y desafiante busque aliarse con Venezuela para utilizarla como plataforma de desestabilización, su ubicación la priva de convertirse en una base naval o aérea de importancia. Obviamente sería deseable ver a Venezuela realizar un giro estratégico para la década siguiente, pero no es esencial para los intereses americanos…” (página 199).

El libro de Friedman, publicado en 2011 por la editorial Doubleday, guarda una increíble actualidad, sobre todo cuando uno se topa con párrafos de este tipo, que es el último que les hago leer: “Venezuela es el caso en que la política exterior estadounidense debe disciplinarse para ignorar la ideología y el fastidio para enfocarse en la estrategia. Con toda seguridad, Hugo Chávez irá perdiendo poder dentro del propio régimen que ha construido. En efecto, Estados Unidos debe asegurar un arreglo con Cuba en el momento adecuado, para minar el apoyo y la legitimidad ideológica de Chávez. Pero aún si permaneciera en el poder, Chávez no representa amenaza alguna, más que para su propia gente”, (página 199). Se debe tomar nota que en lo único en que se equivoca el autor es en seguir poniendo vivo a Chávez para el 2020, pero las demás apreciaciones del régimen socialista venezolano siguen estando vigentes, sobre todo ahora que Nicolás Maduro asumió la presidencia.

El libro es un ejercicio de prospectiva serio y bien fundamentado, ameno de leer, sobre todo cuando uno se va dando cuenta que las cosas que apuntó en 2011 se están concretando, como por ejemplo el acercamiento diplomático con Cuba. No quiero aburrir en esta ocasión, sino alentar, para la lectura de este libro, aunque creo necesario seguirlo comentando en próximas publicaciones, porque es una verdadera cátedra de cómo se construye y defiende un imperio, y no me cabe la menor duda de que si queremos entender el mundo actual, debemos asumir con toda madurez, que los Estados Unidos son una república imperial que lejos de estar decayendo, continúa afianzando su poder global.