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Socialismo del Siglo XXI: el problema son las ideas

Redacción
24 de enero, 2015

Por Javier Garay

El año 2015 parece que será difícil a nivel mundial. Pero hay indicios que permiten afirmar que lo será aún más para los países de América Latina que han adoptado el socialismo del siglo XXI o alguna de sus variantes. Venezuela, Ecuador, Bolivia, Argentina, Nicaragua e, incluso Brasil, atraviesan crisis económicas, sociales y políticas, aunque con diferentes niveles de profundidad y gravedad.

Lo anterior tendría que llevar a una única conclusión: el modelo adoptado por estos países —sus variantes y diferentes grados de aplicación—, es incapaz de permanecer en el tiempo, de permitir la creación de riqueza y de solucionar los problemas sociales o de atraso institucional. El problema no se encuentra en aquéllos que están en el poder, sino en las ideas en las que creen e implementan. Pero no: El debate se ha detenido en tratar de explicar los orígenes de la crisis para cada uno de los países o de encontrar factores externos y generales que la expliquen.

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Se habla, por ejemplo, de la ineptitud del Gobierno del presidente venezolano Nicolás Maduro, de la Argentina de Cristina Kirchner o de los problemas de la presidenta Dilma Rousseff en Brasil. De igual forma, en todos los casos, se ha hecho énfasis en el impacto negativo que ha tenido la caída de los precios del petróleo.

El desinterés en la región por llamar las cosas por su nombre —que el modelo es un fracaso— ha permitido que los líderes de esos países traten de encontrar, de manera desesperada, una fórmula mágica, o por lo menos una válvula de escape, para mantenerse en el poder, aunque sea por un tiempo más. Ya no se trata de obtener objetivos superiores —como la creación de riqueza y el incremento del bienestar general. Los líderes de estos países tienen como principal, si no es que único objetivo, mantenerse en el poder.

Si en realidad les interesara el destino, no de los países que dirigen —nada más colectivista que pensar en términos de “país” o de “nación”—, sino de los ciudadanos que los han elegido, nunca hubiesen optado por el modelo que implementaron, nunca les hubieran robado su libertad. Si por error o por ingenuidad lo hicieron, hace mucho hubieran dado un paso al costado o, por lo menos, ya se lo estarían planteando.

En fin. Como se ha extendido la idea según la cual, el problema está en la coyuntura o en los líderes actuales y no en el modelo, de manera no sorpresiva, todos pusieron sus esperanzas en el papel de China, como potencia emergente. Las recientes giras de los presidentes de Venezuela y Ecuador, el proyecto de un canal interoceánico en Nicaragua, la concentración de la deuda externa boliviana, entre otros hechos, así lo demuestran. Es decir, los líderes de estos países, obsesionados en su odio por el “imperialismo” estadounidense, andan desesperados por fomentar el chino.

Esa actitud, entre otras, demuestra la posición facilista, tan extendida en América Latina, de considerar que todos los avances o retrocesos, lo bueno y lo malo, tienen su explicación —o su responsabilidad— en actores externos. Ahora resulta que el rescate de los decadentes regímenes socialistas de la región debe adelantarlos el Gobierno chino.

Interesante ha sido, sin embargo, la posición pragmática de este último. Más allá de la retórica, ha sido evidente que China le apostará a aquéllos países que le generen beneficios económicos. Por esta razón, ante la evidencia de la debacle que más tarde que temprano atravesará el régimen venezolano, por ejemplo, el presidente Nicolás Maduro solo pudo conseguir promesas y más promesas, nada concreto, en su paso por China. Lo mismo le sucedió al presidente Rafael Correa.

No obstante, al parecer la tendencia se mantendrá por algunos años. Los líderes que han tomado decisiones equivocadas seguirán esperando que China venga a su rescate. Entre tanto, no harán las reformas que tienen que hacer para solucionar los problemas que ellos mismos han creado.

Así, lo que se puede esperar es una mayor presencia de China en América Latina, la cual no traerá muchos cambios en la región. Como antcipé en este mismo espacio, el tutelaje estadounidense será reemplazado por el chino. Eso sí, siendo este último un país que no le da ninguna importancia a ninguno de los valores liberales que Estados Unidos sí demostró, aunque fuera de manera simbólica.

2015 será un año muy difícil para los países del socialismo del siglo XXI. Las crisis seguramente se profundizarán en la mayoría de ellos. Es posible que haya cambios en el liderazgo de unos cuantos, incluso de manera violenta (léase, Venezuela). Sin embargo, lo que no es previsible es que cambie la creencia en que los problemas los deben solucionar actores externos, Estados Unidos antes, China ahora; ni en los modelos equivocados. 2015 será difícil, pero es muy probable que todo siga igual.

Publicado en Panam Post: http://es.panampost.com/javier-leonardo-garay-vargas/2015/01/21/socialismo-del-siglo-xxi-elproblema-son-las-ideas/

Socialismo del Siglo XXI: el problema son las ideas

Redacción
24 de enero, 2015

Por Javier Garay

El año 2015 parece que será difícil a nivel mundial. Pero hay indicios que permiten afirmar que lo será aún más para los países de América Latina que han adoptado el socialismo del siglo XXI o alguna de sus variantes. Venezuela, Ecuador, Bolivia, Argentina, Nicaragua e, incluso Brasil, atraviesan crisis económicas, sociales y políticas, aunque con diferentes niveles de profundidad y gravedad.

Lo anterior tendría que llevar a una única conclusión: el modelo adoptado por estos países —sus variantes y diferentes grados de aplicación—, es incapaz de permanecer en el tiempo, de permitir la creación de riqueza y de solucionar los problemas sociales o de atraso institucional. El problema no se encuentra en aquéllos que están en el poder, sino en las ideas en las que creen e implementan. Pero no: El debate se ha detenido en tratar de explicar los orígenes de la crisis para cada uno de los países o de encontrar factores externos y generales que la expliquen.

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Se habla, por ejemplo, de la ineptitud del Gobierno del presidente venezolano Nicolás Maduro, de la Argentina de Cristina Kirchner o de los problemas de la presidenta Dilma Rousseff en Brasil. De igual forma, en todos los casos, se ha hecho énfasis en el impacto negativo que ha tenido la caída de los precios del petróleo.

El desinterés en la región por llamar las cosas por su nombre —que el modelo es un fracaso— ha permitido que los líderes de esos países traten de encontrar, de manera desesperada, una fórmula mágica, o por lo menos una válvula de escape, para mantenerse en el poder, aunque sea por un tiempo más. Ya no se trata de obtener objetivos superiores —como la creación de riqueza y el incremento del bienestar general. Los líderes de estos países tienen como principal, si no es que único objetivo, mantenerse en el poder.

Si en realidad les interesara el destino, no de los países que dirigen —nada más colectivista que pensar en términos de “país” o de “nación”—, sino de los ciudadanos que los han elegido, nunca hubiesen optado por el modelo que implementaron, nunca les hubieran robado su libertad. Si por error o por ingenuidad lo hicieron, hace mucho hubieran dado un paso al costado o, por lo menos, ya se lo estarían planteando.

En fin. Como se ha extendido la idea según la cual, el problema está en la coyuntura o en los líderes actuales y no en el modelo, de manera no sorpresiva, todos pusieron sus esperanzas en el papel de China, como potencia emergente. Las recientes giras de los presidentes de Venezuela y Ecuador, el proyecto de un canal interoceánico en Nicaragua, la concentración de la deuda externa boliviana, entre otros hechos, así lo demuestran. Es decir, los líderes de estos países, obsesionados en su odio por el “imperialismo” estadounidense, andan desesperados por fomentar el chino.

Esa actitud, entre otras, demuestra la posición facilista, tan extendida en América Latina, de considerar que todos los avances o retrocesos, lo bueno y lo malo, tienen su explicación —o su responsabilidad— en actores externos. Ahora resulta que el rescate de los decadentes regímenes socialistas de la región debe adelantarlos el Gobierno chino.

Interesante ha sido, sin embargo, la posición pragmática de este último. Más allá de la retórica, ha sido evidente que China le apostará a aquéllos países que le generen beneficios económicos. Por esta razón, ante la evidencia de la debacle que más tarde que temprano atravesará el régimen venezolano, por ejemplo, el presidente Nicolás Maduro solo pudo conseguir promesas y más promesas, nada concreto, en su paso por China. Lo mismo le sucedió al presidente Rafael Correa.

No obstante, al parecer la tendencia se mantendrá por algunos años. Los líderes que han tomado decisiones equivocadas seguirán esperando que China venga a su rescate. Entre tanto, no harán las reformas que tienen que hacer para solucionar los problemas que ellos mismos han creado.

Así, lo que se puede esperar es una mayor presencia de China en América Latina, la cual no traerá muchos cambios en la región. Como antcipé en este mismo espacio, el tutelaje estadounidense será reemplazado por el chino. Eso sí, siendo este último un país que no le da ninguna importancia a ninguno de los valores liberales que Estados Unidos sí demostró, aunque fuera de manera simbólica.

2015 será un año muy difícil para los países del socialismo del siglo XXI. Las crisis seguramente se profundizarán en la mayoría de ellos. Es posible que haya cambios en el liderazgo de unos cuantos, incluso de manera violenta (léase, Venezuela). Sin embargo, lo que no es previsible es que cambie la creencia en que los problemas los deben solucionar actores externos, Estados Unidos antes, China ahora; ni en los modelos equivocados. 2015 será difícil, pero es muy probable que todo siga igual.

Publicado en Panam Post: http://es.panampost.com/javier-leonardo-garay-vargas/2015/01/21/socialismo-del-siglo-xxi-elproblema-son-las-ideas/