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#RenunciOYa

Redacción
01 de junio, 2015

Yo también protesto…pero no contra la corrupción, la ineptitud y demás vicios enquistados en nuestra clase política actual. Aquello es sólo el síntoma del enfermo. Protesto contra el agente causal: el estado de bienestar que los guatemaltecos hemos exigido.

Sí, el estado de bienestar, o ese concepto de Estado en el cual el gobierno debe satisfacer todas y cada una de las necesidades de los ciudadanos, ha sido un monstruo de mil cabezas creado por nosotros mismos. Un monstruo que por gigante es incontrolable, y cuyo corazón se haya en el poder discrecional de los gobernantes.

Las mil cabezas es una analogía que se quedó corta pues en realidad tiene al menos 70 mil. Esa es la cantidad de normas (leyes, reglamentos, acuerdos gubernativos y un largo etcétera) que rige nuestro país, la mayoría de las cuales son malas por perversas…leyes que privilegian, que regulan todo cuanto existe y que planifican todo cuanto se puede. Esas leyes son las que justifican los 13 ministerios y los cientos de dependencias, instituciones (incluso “autónomas”), programas, fondos, oficinas y secretarías. En todas abunda el poder discrecional, la ineptitud y la burocracia excesiva (papeleo y trámites). La corrupción es sólo consecuencia lógica.

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Friedrich A. Hayek dijo algún día que todo político es como un corcho en el mar, donde el agua es la opinión pública. Hoy, nuestros gobernantes han sido capturados en flagrante atropello a la vida, las libertades y las propiedades de los guatemaltecos; el lago de Amatitlán, las aduanas y los enfermos renales han sido sus últimas víctimas. Pero ello es consecuencia de una opinión pública que durante décadas, sino siglos, les ha conducido a tal abismo.

Y sin pretender verles como víctimas o eximirles de culpa directa, resultado fiel de sus decisiones individuales, creo que por mucho la culpa ha sido nuestra. Sí, mía y tuya amigo lector. Nosotros hemos constituido por décadas la fuerza que les ha llevado, cual vaiven de mar, a sitios obscuros y sin retorno. Nosotros hemos constituido, a través de nuestras ideas, demandas y opinión, la dirección hacia la que ellos habrían de llegar. Lo han hecho y ahora les juzgamos sin reparar que la culpa es compartida.

Ahora es justo un examen de conciencia.

¿Hemos sido parte de esa opinión pública, ciertamente también indoctrinada a través de la educación a todo nivel, pero ciertamente también perezosa ante el autoaprendizaje, renuente al razonamiento guiado por el sentido común, conforme con los privilegios y el parternalismo, pasiva en la participación e indiferente en las crisis pequeñas?

Hoy debemos pagar la factura. Y ojalá sea hoy. Empecemos por pronunciar un #RenunciOYa a la idea de que el gobierno deba educarnos, prevenir nuestras enfermedades y curarnos cuando enfermos, ahorrar para nuestra vejez, organizar nuestra economía y proteger nuestros trabajos, regar los campos y poblar de árboles las montañas, estimular el arte y hasta divertirnos en las plazas. Porque por eso aquellas leyes malas existen y porque por eso es posible que hasta el más justo peque.

Hayek precisaba en aquellos días que la tarea era mucho más grande que lograr una victoria política…se precisaba cambiar la opinión pública de manera fundamental. Así percibo este momento histórico para Guatemala y esa es tarea mía y tuya. Mientras esto no suceda, nada cambiará, me temo. Intentémoslo en nuestro metro cuadrado y un poco más, con eso haríamos suficiente.

#RenunciOYa

Redacción
01 de junio, 2015

Yo también protesto…pero no contra la corrupción, la ineptitud y demás vicios enquistados en nuestra clase política actual. Aquello es sólo el síntoma del enfermo. Protesto contra el agente causal: el estado de bienestar que los guatemaltecos hemos exigido.

Sí, el estado de bienestar, o ese concepto de Estado en el cual el gobierno debe satisfacer todas y cada una de las necesidades de los ciudadanos, ha sido un monstruo de mil cabezas creado por nosotros mismos. Un monstruo que por gigante es incontrolable, y cuyo corazón se haya en el poder discrecional de los gobernantes.

Las mil cabezas es una analogía que se quedó corta pues en realidad tiene al menos 70 mil. Esa es la cantidad de normas (leyes, reglamentos, acuerdos gubernativos y un largo etcétera) que rige nuestro país, la mayoría de las cuales son malas por perversas…leyes que privilegian, que regulan todo cuanto existe y que planifican todo cuanto se puede. Esas leyes son las que justifican los 13 ministerios y los cientos de dependencias, instituciones (incluso “autónomas”), programas, fondos, oficinas y secretarías. En todas abunda el poder discrecional, la ineptitud y la burocracia excesiva (papeleo y trámites). La corrupción es sólo consecuencia lógica.

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Friedrich A. Hayek dijo algún día que todo político es como un corcho en el mar, donde el agua es la opinión pública. Hoy, nuestros gobernantes han sido capturados en flagrante atropello a la vida, las libertades y las propiedades de los guatemaltecos; el lago de Amatitlán, las aduanas y los enfermos renales han sido sus últimas víctimas. Pero ello es consecuencia de una opinión pública que durante décadas, sino siglos, les ha conducido a tal abismo.

Y sin pretender verles como víctimas o eximirles de culpa directa, resultado fiel de sus decisiones individuales, creo que por mucho la culpa ha sido nuestra. Sí, mía y tuya amigo lector. Nosotros hemos constituido por décadas la fuerza que les ha llevado, cual vaiven de mar, a sitios obscuros y sin retorno. Nosotros hemos constituido, a través de nuestras ideas, demandas y opinión, la dirección hacia la que ellos habrían de llegar. Lo han hecho y ahora les juzgamos sin reparar que la culpa es compartida.

Ahora es justo un examen de conciencia.

¿Hemos sido parte de esa opinión pública, ciertamente también indoctrinada a través de la educación a todo nivel, pero ciertamente también perezosa ante el autoaprendizaje, renuente al razonamiento guiado por el sentido común, conforme con los privilegios y el parternalismo, pasiva en la participación e indiferente en las crisis pequeñas?

Hoy debemos pagar la factura. Y ojalá sea hoy. Empecemos por pronunciar un #RenunciOYa a la idea de que el gobierno deba educarnos, prevenir nuestras enfermedades y curarnos cuando enfermos, ahorrar para nuestra vejez, organizar nuestra economía y proteger nuestros trabajos, regar los campos y poblar de árboles las montañas, estimular el arte y hasta divertirnos en las plazas. Porque por eso aquellas leyes malas existen y porque por eso es posible que hasta el más justo peque.

Hayek precisaba en aquellos días que la tarea era mucho más grande que lograr una victoria política…se precisaba cambiar la opinión pública de manera fundamental. Así percibo este momento histórico para Guatemala y esa es tarea mía y tuya. Mientras esto no suceda, nada cambiará, me temo. Intentémoslo en nuestro metro cuadrado y un poco más, con eso haríamos suficiente.