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La reforma electoral no cambiará nada

Redacción
13 de julio, 2015

Por Jonatan Lemus

De los cuatro temas de reformas al Estado, la de Ley Electoral y de Partidos Políticos pareciera ser la que ha generado mayor interés. Diferentes sectores se han posicionado a favor de discutir y aprobar la reforma propuesta por el Tribunal Supremo Electoral. Es importante mencionar que dicha reforma por lo general cuenta con avances importantes, si bien puede ser mejorable técnicamente en algunos puntos.

Sin embargo, en una de las mesas de participación convocadas por el Congreso, una persona al final de la actividad hizo una pregunta que generó inquietud. Este hombre, quizás de unos cincuenta años, dijo: “¿De verdad creemos que habrá cambios si llegara a aprobarse la reforma?”. La mayoría de asistentes reprobó su comentario y fue llamado al orden.

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Lo que pareció una anotación fuera de lugar, a mí me pareció una pregunta totalmente válida. Luego de unas cuantas semanas de reflexión, me atrevo a argumentar que el ciudadano tiene razón en su escepticismo. La aprobación de reformas a la Ley Electoral quizás no cambie en nada el sistema político. Antes de que mi argumento sea mal interpretado, quisiera que el lector considere la siguiente alternativa: es la reforma a la Ley de Servicio Civil la que sí puede cambiar profundamente la forma cómo se hace política en Guatemala.

Llegué a esta conclusión luego de estudiar brevemente dos casos particulares de países que en su momento tuvieron un sistema clientelar y de patronazgo pero luego fueron construyendo partidos programáticos. Patronazgo significa el uso de empleos en el Estado como mecanismo de premio a los seguidores políticos. Claramente, Guatemala es un caso de patronazgo crónico. La semana pasada algunos diputados fueron acusados de utilizar su influencia para obtener plazas en instituciones del Estado. Es una práctica común, incluso promovida por los mismos simpatizantes de los partidos.

Los casos a los que me refiero son Estados Unidos en casi todo el siglo XIX y Brasil hasta los años 1990s. En el primero de los casos, Estados Unidos tenía un sistema totalmente clientelar. Los partidos políticos no tenían ideologías claras, el clientelismo y el patronazgo eran más notorios a nivel local, dado la estructura administrativa de dicho país. Incluso, en el libro “Equipo de Rivales” se relata como Abraham Lincoln al llegar a la Presidencia, recibe la visita de miles de personas que buscaban un trabajo en el gobierno. Asimismo, algunos de sus ministros de Estado eran públicamente conocidos por el uso de patronazgo para construir bases políticas.

Sin embargo, ese sistema fue debilitado con la aprobación de la Ley de Servicio Civil, conocida como el Pendleton Act en 1883. Básicamente, la nueva legislación establecía el mérito como la base para la contratación de una persona para un trabajo en el Estado. La reforma al Servicio Civil estadounidense limitó la capacidad de los partidos políticos de utilizar los recursos estatales para la construcción de “máquinas electorales”. Luego, la aparición de otros mecanismos como las primarias en los partidos fue generando organizaciones con una visión mucho más programática e ideológica.

Lo mismo sucedió en el caso de Brasil en los 90s. Francis Hagopian, profesora en la Universidad de Notre Dame, asevera que los partidos brasileños pasaron de ser clientelares a ser programáticos luego de que ocurrieran las reformas al Estado y de mercado en los años 1980s. Estas reformas redujeron los recursos que los congresistas podían utilizar para repartir empleos y beneficios. Este cambio les obligó a generar propuestas de tipo ideológico, lo cual fue bien recibido por los votantes.

No obstante, es importante anotar que según estas teorías, los electorados en ambos casos no eran sumamente sofisticados ni educados ni exigían partidos con ideología. Estos países contaban con electorados rurales que eran una incubadora para el clientelismo y el patronazgo. Si bien, se reconoce que el cambio estructural del electorado también puede contribuir a la reducción de prácticas clientelares, los casos de Estados Unidos y Brasil muestran cómo el cambio de normas, en este caso de servicio civil, fueron efectivas para modificar el sistema de partidos políticos.

En pocas palabras, si deseamos el fin de las maquinarias electorales de tipo clientelar, que utilizan el Estado para premiar a sus seguidores, aunque eso genere externalidades negativas para el resto de la población, nuestra atención y apoyo debería estar enfocada en la Reforma al Servicio Civil. Ciertamente, la Ley Electoral necesita cambios importantes, sobre todo en cuanto a la fiscalización del financiamiento de campañas. No obstante, una vez identificada una de las causas principales del problema espero motivar al lector a darle la importancia necesaria a los otros procesos de reforma. Puede ser que en la Reforma de Servicio Civil esté la clave para que algún día Guatemala tenga partidos políticos verdaderamente programáticos y democráticos.

La reforma electoral no cambiará nada

Redacción
13 de julio, 2015

Por Jonatan Lemus

De los cuatro temas de reformas al Estado, la de Ley Electoral y de Partidos Políticos pareciera ser la que ha generado mayor interés. Diferentes sectores se han posicionado a favor de discutir y aprobar la reforma propuesta por el Tribunal Supremo Electoral. Es importante mencionar que dicha reforma por lo general cuenta con avances importantes, si bien puede ser mejorable técnicamente en algunos puntos.

Sin embargo, en una de las mesas de participación convocadas por el Congreso, una persona al final de la actividad hizo una pregunta que generó inquietud. Este hombre, quizás de unos cincuenta años, dijo: “¿De verdad creemos que habrá cambios si llegara a aprobarse la reforma?”. La mayoría de asistentes reprobó su comentario y fue llamado al orden.

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Lo que pareció una anotación fuera de lugar, a mí me pareció una pregunta totalmente válida. Luego de unas cuantas semanas de reflexión, me atrevo a argumentar que el ciudadano tiene razón en su escepticismo. La aprobación de reformas a la Ley Electoral quizás no cambie en nada el sistema político. Antes de que mi argumento sea mal interpretado, quisiera que el lector considere la siguiente alternativa: es la reforma a la Ley de Servicio Civil la que sí puede cambiar profundamente la forma cómo se hace política en Guatemala.

Llegué a esta conclusión luego de estudiar brevemente dos casos particulares de países que en su momento tuvieron un sistema clientelar y de patronazgo pero luego fueron construyendo partidos programáticos. Patronazgo significa el uso de empleos en el Estado como mecanismo de premio a los seguidores políticos. Claramente, Guatemala es un caso de patronazgo crónico. La semana pasada algunos diputados fueron acusados de utilizar su influencia para obtener plazas en instituciones del Estado. Es una práctica común, incluso promovida por los mismos simpatizantes de los partidos.

Los casos a los que me refiero son Estados Unidos en casi todo el siglo XIX y Brasil hasta los años 1990s. En el primero de los casos, Estados Unidos tenía un sistema totalmente clientelar. Los partidos políticos no tenían ideologías claras, el clientelismo y el patronazgo eran más notorios a nivel local, dado la estructura administrativa de dicho país. Incluso, en el libro “Equipo de Rivales” se relata como Abraham Lincoln al llegar a la Presidencia, recibe la visita de miles de personas que buscaban un trabajo en el gobierno. Asimismo, algunos de sus ministros de Estado eran públicamente conocidos por el uso de patronazgo para construir bases políticas.

Sin embargo, ese sistema fue debilitado con la aprobación de la Ley de Servicio Civil, conocida como el Pendleton Act en 1883. Básicamente, la nueva legislación establecía el mérito como la base para la contratación de una persona para un trabajo en el Estado. La reforma al Servicio Civil estadounidense limitó la capacidad de los partidos políticos de utilizar los recursos estatales para la construcción de “máquinas electorales”. Luego, la aparición de otros mecanismos como las primarias en los partidos fue generando organizaciones con una visión mucho más programática e ideológica.

Lo mismo sucedió en el caso de Brasil en los 90s. Francis Hagopian, profesora en la Universidad de Notre Dame, asevera que los partidos brasileños pasaron de ser clientelares a ser programáticos luego de que ocurrieran las reformas al Estado y de mercado en los años 1980s. Estas reformas redujeron los recursos que los congresistas podían utilizar para repartir empleos y beneficios. Este cambio les obligó a generar propuestas de tipo ideológico, lo cual fue bien recibido por los votantes.

No obstante, es importante anotar que según estas teorías, los electorados en ambos casos no eran sumamente sofisticados ni educados ni exigían partidos con ideología. Estos países contaban con electorados rurales que eran una incubadora para el clientelismo y el patronazgo. Si bien, se reconoce que el cambio estructural del electorado también puede contribuir a la reducción de prácticas clientelares, los casos de Estados Unidos y Brasil muestran cómo el cambio de normas, en este caso de servicio civil, fueron efectivas para modificar el sistema de partidos políticos.

En pocas palabras, si deseamos el fin de las maquinarias electorales de tipo clientelar, que utilizan el Estado para premiar a sus seguidores, aunque eso genere externalidades negativas para el resto de la población, nuestra atención y apoyo debería estar enfocada en la Reforma al Servicio Civil. Ciertamente, la Ley Electoral necesita cambios importantes, sobre todo en cuanto a la fiscalización del financiamiento de campañas. No obstante, una vez identificada una de las causas principales del problema espero motivar al lector a darle la importancia necesaria a los otros procesos de reforma. Puede ser que en la Reforma de Servicio Civil esté la clave para que algún día Guatemala tenga partidos políticos verdaderamente programáticos y democráticos.