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Zury Ríos

Redacción
20 de julio, 2015

Mi tristeza. Cuando algo corre a su fin y a su ocaso algo nuevo empieza a brillar. Ser honorable es mucho más valioso que ser ilustre. A veces la desgracia toca lo cotidiano de la vida y destrozan lo bueno, lo bello, lo dulce. La práctica jurídica, la profesión judicial durante mucho tiempo dignificada y elogiada ha hecho de hombres de bien en Guatemala, personas con cortesía, afables, gentiles, compasivas, justas e incorruptibles. A veces la virtud se ciega por el odio y el rencor.

Además se cuentan entre los guatemaltecos personas cultas, eruditas, hábiles en la retórica y la lógica cuya formidable formación e intuición pueden lograr en el lugar preciso un cambio de época. Si confiamos sin temores, sin la memoria de lo retrógrado alimentamos la fe.

Esa gente buena, de formado carácter, que ha adquirido comprensión y valoración de lo social además la vida la ha dotado de una prudente conducta humana que hacen coincidir en su persona la virtud y la autoridad.

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Guatemala necesita un presidente con una condición pulcra y exacta, con conocimientos de lo que significa ser estadista que han logrado con esfuerzo mejorar potencialmente las aptitudes personales por la práctica en el ejercicio de la política.

Necesitamos un presidente que haya, durante su vida, consolidar su carácter y desarrollar su talento y demostrar una gran valía para el país. Guatemala necesita como presidente alguien educado en la polémica y con buena formación jurídica aprehendida y complementada con el estudio y la práctica.

Es seguro que la educación que los padres proporcionan a los hijos puede resultar si se juzga adecuadamente contrarias a las acciones del pasado precisamente por un cambio de época. A veces el ostracismo social que nos aparta de lo que más amamos hace dirigir nuestros esfuerzos para no encontrarnos como prisioneros del pasado sin esa valiosa capacidad de ver hacia el futuro.

Hay quienes nos encerramos a nosotros mismos en una celda tan austera para alejarnos del dolor de la razón y recogernos en un poco de paz. Muchos no abandonaremos nunca la práctica de la oración y la meditación aunque ante los demás se proceda con un coraje de la existencia.

Llevar a cuestas el cilicio que nos acompaña hasta la muerte no significa que no valoremos las acciones hacia el futuro por la pesadumbre del pasado que aniquila nuestra fuerza creadora por una Guatemala mejor.

Hay mujeres en Guatemala que tienen esa disciplina fundamental para provocar cambios de época y que nos unifique como pueblo y no nos separe en absurdas leyes de género, de etnia o cualquier otro socialismo que solo nos llevarán por los derroteros de nuestros tristes ejemplos del sur.

Admiro a los que luchan por la impunidad y por el desasosiego de los desastres del pasado pero deploro la actitud de venganza cuando no pueden entender el milagro del perdón. Las nuevas generaciones son nuestra esperanza fuera de cualquier milagro de promesas infundadas.

Zury Ríos

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20 de julio, 2015

Mi tristeza. Cuando algo corre a su fin y a su ocaso algo nuevo empieza a brillar. Ser honorable es mucho más valioso que ser ilustre. A veces la desgracia toca lo cotidiano de la vida y destrozan lo bueno, lo bello, lo dulce. La práctica jurídica, la profesión judicial durante mucho tiempo dignificada y elogiada ha hecho de hombres de bien en Guatemala, personas con cortesía, afables, gentiles, compasivas, justas e incorruptibles. A veces la virtud se ciega por el odio y el rencor.

Además se cuentan entre los guatemaltecos personas cultas, eruditas, hábiles en la retórica y la lógica cuya formidable formación e intuición pueden lograr en el lugar preciso un cambio de época. Si confiamos sin temores, sin la memoria de lo retrógrado alimentamos la fe.

Esa gente buena, de formado carácter, que ha adquirido comprensión y valoración de lo social además la vida la ha dotado de una prudente conducta humana que hacen coincidir en su persona la virtud y la autoridad.

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Necesitamos un presidente que haya, durante su vida, consolidar su carácter y desarrollar su talento y demostrar una gran valía para el país. Guatemala necesita como presidente alguien educado en la polémica y con buena formación jurídica aprehendida y complementada con el estudio y la práctica.

Es seguro que la educación que los padres proporcionan a los hijos puede resultar si se juzga adecuadamente contrarias a las acciones del pasado precisamente por un cambio de época. A veces el ostracismo social que nos aparta de lo que más amamos hace dirigir nuestros esfuerzos para no encontrarnos como prisioneros del pasado sin esa valiosa capacidad de ver hacia el futuro.

Hay quienes nos encerramos a nosotros mismos en una celda tan austera para alejarnos del dolor de la razón y recogernos en un poco de paz. Muchos no abandonaremos nunca la práctica de la oración y la meditación aunque ante los demás se proceda con un coraje de la existencia.

Llevar a cuestas el cilicio que nos acompaña hasta la muerte no significa que no valoremos las acciones hacia el futuro por la pesadumbre del pasado que aniquila nuestra fuerza creadora por una Guatemala mejor.

Hay mujeres en Guatemala que tienen esa disciplina fundamental para provocar cambios de época y que nos unifique como pueblo y no nos separe en absurdas leyes de género, de etnia o cualquier otro socialismo que solo nos llevarán por los derroteros de nuestros tristes ejemplos del sur.

Admiro a los que luchan por la impunidad y por el desasosiego de los desastres del pasado pero deploro la actitud de venganza cuando no pueden entender el milagro del perdón. Las nuevas generaciones son nuestra esperanza fuera de cualquier milagro de promesas infundadas.