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La fortuna del pobre

Redacción
22 de agosto, 2015

Se ha convertido en un emblema político latinoamericano; insignia de liderazgo. Todas sus frases podrían ser recopiladas en un libro inspirador que sería un bestseller instantáneo. Ese “austero estilo de vida” suyo le dio la fama que no buscaba, pero que el mundo necesitaba. Y su escarabajo celeste, un Volkswagen del 87, es quizá el auto más famoso de América, compitiendo con el Cadillac Rosado de Elvis Presley.

Él es José “Pepe” Mujica: el presidente más pobre del mundo. Y si, yo también pienso que ese título está fuera de lugar.

¡Y es que el carismático ex presidente uruguayo es millonario de pies a cabeza! Su riqueza, y fama, se la debe a dos sencillas razones: nos enseñó a hacer de la política un trabajo digno (cosa que para los guatemaltecos pareciera fantasía) y dejó un legado ejemplar, una reputación intachable y un nombre limpio, como todo buen líder debería, al terminar su gestión como funcionario público (pregúntenle a Roxanna Baldetti si esto no le da envidia).

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Aclaro que mi admiración por Mujica no es “moda”, como algunos han comenzado a llamarle. Realmente le tengo estima. Sé muy bien que no viví en Uruguay en tiempos de su gestión, es más ¡ni siquiera he visitado Uruguay! Pero tampoco soy estadounidense, nací en 1995 y eso no me impide admirar también a Abraham Lincoln. Reconozco que Pepe Mujica cometió varios errores mientras ocupó la presidencia uruguaya (Gloria Álvarez, la popular activista política chapina, se encargó de señalarlos todos en un video). Pero sé muy bien que fracasar y errar es lo que nos hace humanos, que no podemos hacer todo perfecto y que lo importante es aprender de los tropezones del camino. Así que, reitero, admiro a Mujica por la calidad de persona y el líder latinoamericano que es. Y parto de eso.

Hace poco me sorprendía con la historia de un tortillero que dignificaba su trabajo por la manera especial en que lo hacía y dije que eso traía una “satisfacción millonaria”. Lo mismo pienso del trabajo de Mujica en la administración de Uruguay durante el periodo 2010-2015. Este hombre es, sin duda, un monumento a la sencillez, un ícono que nos dice que “el mundo está mal” porque lo que llama la atención de él es “su carro viejo, su casa sencilla y su vida alejada del materialismo”, cosas que no deberían ser novedades si no viviésemos en un mundo plagado de adicciones extrañas y falsas necesidades egoístas.

Bien lo dice el uruguayo: “pobres son los que precisan mucho porque no les alcanza nada”. Aquí pobres son los que invierten más de Q52.4 millones en una campaña política por la sed desmedida de poder. Pobres son los que, a raíz de la corrupción, dejan que los enfermos de los hospitales públicos mueran por falta de recursos. Pobres son los que se aprovechan de la ignorancia de un pueblo para venderles educación que nunca llega. Pobres son los que discriminan a las personas por su nivel socioeconómico, creencias religiosas, físico y posición social. Estos sí son pobres, y todos conocemos a más de uno.

“El ex presidente Mujica es un ejemplo histórico de que se puede hacer política sin enriquecerse”, dijo el ex presidente Vinicio Cerezo en el VI Foro de Esquipulas. Pero Cerezo se confundió. ¡Mujica sí se enriqueció! Lo que sucede es que en estos tiempos materialistas, el sinónimo de “rico” es “tener una fortuna monetaria”. Y Mujica no es sinónimo de ese tipo de riqueza (el Chapo Guzmán si). El mundo sería distinto si lo primero que se nos viniera a la mente en vez de ese concepto fuera “fortuna espiritual”. Y por eso Mujica predica incansablemente “Yo no soy pobre ¡carajo!” porque él en realidad es rico y lo sabe muy bien.

Por eso seamos millonarios que valen; guatemaltecos que cambian su entorno para cambiar su país. Seamos personas comprometidas con dejar una huella positiva en el mundo porque como dice “el presidente más pobre (ejem) del mundo”: Los países que vamos a tener, son los que seamos capaces de forjar entre nosotros.

La pregunta es… ¿qué Guatemala queremos forjar?

La fortuna del pobre

Redacción
22 de agosto, 2015

Se ha convertido en un emblema político latinoamericano; insignia de liderazgo. Todas sus frases podrían ser recopiladas en un libro inspirador que sería un bestseller instantáneo. Ese “austero estilo de vida” suyo le dio la fama que no buscaba, pero que el mundo necesitaba. Y su escarabajo celeste, un Volkswagen del 87, es quizá el auto más famoso de América, compitiendo con el Cadillac Rosado de Elvis Presley.

Él es José “Pepe” Mujica: el presidente más pobre del mundo. Y si, yo también pienso que ese título está fuera de lugar.

¡Y es que el carismático ex presidente uruguayo es millonario de pies a cabeza! Su riqueza, y fama, se la debe a dos sencillas razones: nos enseñó a hacer de la política un trabajo digno (cosa que para los guatemaltecos pareciera fantasía) y dejó un legado ejemplar, una reputación intachable y un nombre limpio, como todo buen líder debería, al terminar su gestión como funcionario público (pregúntenle a Roxanna Baldetti si esto no le da envidia).

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Aclaro que mi admiración por Mujica no es “moda”, como algunos han comenzado a llamarle. Realmente le tengo estima. Sé muy bien que no viví en Uruguay en tiempos de su gestión, es más ¡ni siquiera he visitado Uruguay! Pero tampoco soy estadounidense, nací en 1995 y eso no me impide admirar también a Abraham Lincoln. Reconozco que Pepe Mujica cometió varios errores mientras ocupó la presidencia uruguaya (Gloria Álvarez, la popular activista política chapina, se encargó de señalarlos todos en un video). Pero sé muy bien que fracasar y errar es lo que nos hace humanos, que no podemos hacer todo perfecto y que lo importante es aprender de los tropezones del camino. Así que, reitero, admiro a Mujica por la calidad de persona y el líder latinoamericano que es. Y parto de eso.

Hace poco me sorprendía con la historia de un tortillero que dignificaba su trabajo por la manera especial en que lo hacía y dije que eso traía una “satisfacción millonaria”. Lo mismo pienso del trabajo de Mujica en la administración de Uruguay durante el periodo 2010-2015. Este hombre es, sin duda, un monumento a la sencillez, un ícono que nos dice que “el mundo está mal” porque lo que llama la atención de él es “su carro viejo, su casa sencilla y su vida alejada del materialismo”, cosas que no deberían ser novedades si no viviésemos en un mundo plagado de adicciones extrañas y falsas necesidades egoístas.

Bien lo dice el uruguayo: “pobres son los que precisan mucho porque no les alcanza nada”. Aquí pobres son los que invierten más de Q52.4 millones en una campaña política por la sed desmedida de poder. Pobres son los que, a raíz de la corrupción, dejan que los enfermos de los hospitales públicos mueran por falta de recursos. Pobres son los que se aprovechan de la ignorancia de un pueblo para venderles educación que nunca llega. Pobres son los que discriminan a las personas por su nivel socioeconómico, creencias religiosas, físico y posición social. Estos sí son pobres, y todos conocemos a más de uno.

“El ex presidente Mujica es un ejemplo histórico de que se puede hacer política sin enriquecerse”, dijo el ex presidente Vinicio Cerezo en el VI Foro de Esquipulas. Pero Cerezo se confundió. ¡Mujica sí se enriqueció! Lo que sucede es que en estos tiempos materialistas, el sinónimo de “rico” es “tener una fortuna monetaria”. Y Mujica no es sinónimo de ese tipo de riqueza (el Chapo Guzmán si). El mundo sería distinto si lo primero que se nos viniera a la mente en vez de ese concepto fuera “fortuna espiritual”. Y por eso Mujica predica incansablemente “Yo no soy pobre ¡carajo!” porque él en realidad es rico y lo sabe muy bien.

Por eso seamos millonarios que valen; guatemaltecos que cambian su entorno para cambiar su país. Seamos personas comprometidas con dejar una huella positiva en el mundo porque como dice “el presidente más pobre (ejem) del mundo”: Los países que vamos a tener, son los que seamos capaces de forjar entre nosotros.

La pregunta es… ¿qué Guatemala queremos forjar?