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Guatemala, ha sido prostituida

Redacción
05 de septiembre, 2015

Así la llamaban los que conocían su situación. Poco a poco se fue corriendo el chisme y se hizo más famosa entre el ejecutivo. La facilona, le decían. A veces se reunían a hablar de ella, y entre risas macabras surgían los comentarios de lo regalada que eraNosotros, usted y yo, solo nos tapábamos los oídos, los ojos y la boca con manos de cobardes y nos temblaban los huesos (entre otras cosas) al siquiera pensar enfrentar a esos sinvergüenzas que descaradamente abusaban de ella porque “ya les tocaba”.

Guatemala, para la mayoría de los políticos, era una puta (prostituta).

Para ellos nuestro país era una ramera, de esas que con labia y una simple estrategia se conquistan con un único y sucio objetivo: saciarse del desmedido placer del ejecutivo. Ese que conlleva poder y dinero, ese que corrompe pero que trae consigo mansiones de lujo, autos deportivos y helicópteros, entre otras cosas. Tan codiciado era ese placer que fue el detonante para que la mayoría de los binomios presidenciales invirtieran millones de quetzales de dudosa proveniencia en campañas publicitarias, cientos de horas en construir discursos engañosos de doble sentido y tiempo y sudor en giras por todo el país para ver cuantos estúpidos (ahora llámense acarreados) se congregaban frente a sus poderosas tarimas. Esas y otras estrategias desesperadas solo para colocarse la banda presidencial y obtener su dosis de placer correspondiente por cuatro años. ¡Como si se tratase de turnos para tomar la batuta del país! ¡Como si fuera una prostituta!

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Pero hoy por hoy les hemos dado una lección. Los recientes violadores de la patria están en proceso de recibir una condena. Ya no nos tiembla la mano para señalar al culpable, no se nos duerme la lengua para decir lo que pensamos y no nos pesa la ley para aplicarla.

A un día de las elecciones, me revuelve el estómago escuchar frases como: “ya le toca” , “es turno del segundo” o “es la tradición”. Todo el que piense eso le está pagando al político la sesión de cuatro años en el prostíbulo. Y ante eso yo digo que ya basta. ¡No! Para gobernar mi país no se hace fila y no se esperan turnos. Quien quiera gobernar mi país no debería ni siquiera pensar en hacer la patética “cola”. Quien quiera gobernar mi país que se desnude de corrupción y que trabaje por mi, por la gente y no por el dinero en su gabinete. ¡Que trabaje para y con usted!

Y es que puede que los últimos treinta años de la historia democrática del país me contradigan, pero yo creo firmemente que mi país no es una prostituta. Mi país sufre de abuso “sexual”, pero insisto, no es una prostituta. No se vende. A mi patria la han violado y lastimado varias veces y usted y yo fuimos unos cobardes porque jamás lo denunciamos, hasta ahora. Y mas nos valía hacerlo. Hoy por hoy no somos héroes, solo hicimos lo que tuvimos que haber hecho hace mucho tiempo.

Pongamos las cartas sobre la mesa. Seamos sinceros. Yo por no haber sido parte de la solución fui parte del problema. Usted también. Yo he dejado que apoden a Guatemala “la puta”. Usted también. ¡Pero basta ya, justicia ya! Porque el guatemalteco que no se inmuta, que se queda de brazos cruzados y que no refuta, solo hace de nuestro país una prostituta.

La pregunta es, ¿qué clase de guatemalteco es usted?

Guatemala, ha sido prostituida

Redacción
05 de septiembre, 2015

Así la llamaban los que conocían su situación. Poco a poco se fue corriendo el chisme y se hizo más famosa entre el ejecutivo. La facilona, le decían. A veces se reunían a hablar de ella, y entre risas macabras surgían los comentarios de lo regalada que eraNosotros, usted y yo, solo nos tapábamos los oídos, los ojos y la boca con manos de cobardes y nos temblaban los huesos (entre otras cosas) al siquiera pensar enfrentar a esos sinvergüenzas que descaradamente abusaban de ella porque “ya les tocaba”.

Guatemala, para la mayoría de los políticos, era una puta (prostituta).

Para ellos nuestro país era una ramera, de esas que con labia y una simple estrategia se conquistan con un único y sucio objetivo: saciarse del desmedido placer del ejecutivo. Ese que conlleva poder y dinero, ese que corrompe pero que trae consigo mansiones de lujo, autos deportivos y helicópteros, entre otras cosas. Tan codiciado era ese placer que fue el detonante para que la mayoría de los binomios presidenciales invirtieran millones de quetzales de dudosa proveniencia en campañas publicitarias, cientos de horas en construir discursos engañosos de doble sentido y tiempo y sudor en giras por todo el país para ver cuantos estúpidos (ahora llámense acarreados) se congregaban frente a sus poderosas tarimas. Esas y otras estrategias desesperadas solo para colocarse la banda presidencial y obtener su dosis de placer correspondiente por cuatro años. ¡Como si se tratase de turnos para tomar la batuta del país! ¡Como si fuera una prostituta!

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Pero hoy por hoy les hemos dado una lección. Los recientes violadores de la patria están en proceso de recibir una condena. Ya no nos tiembla la mano para señalar al culpable, no se nos duerme la lengua para decir lo que pensamos y no nos pesa la ley para aplicarla.

A un día de las elecciones, me revuelve el estómago escuchar frases como: “ya le toca” , “es turno del segundo” o “es la tradición”. Todo el que piense eso le está pagando al político la sesión de cuatro años en el prostíbulo. Y ante eso yo digo que ya basta. ¡No! Para gobernar mi país no se hace fila y no se esperan turnos. Quien quiera gobernar mi país no debería ni siquiera pensar en hacer la patética “cola”. Quien quiera gobernar mi país que se desnude de corrupción y que trabaje por mi, por la gente y no por el dinero en su gabinete. ¡Que trabaje para y con usted!

Y es que puede que los últimos treinta años de la historia democrática del país me contradigan, pero yo creo firmemente que mi país no es una prostituta. Mi país sufre de abuso “sexual”, pero insisto, no es una prostituta. No se vende. A mi patria la han violado y lastimado varias veces y usted y yo fuimos unos cobardes porque jamás lo denunciamos, hasta ahora. Y mas nos valía hacerlo. Hoy por hoy no somos héroes, solo hicimos lo que tuvimos que haber hecho hace mucho tiempo.

Pongamos las cartas sobre la mesa. Seamos sinceros. Yo por no haber sido parte de la solución fui parte del problema. Usted también. Yo he dejado que apoden a Guatemala “la puta”. Usted también. ¡Pero basta ya, justicia ya! Porque el guatemalteco que no se inmuta, que se queda de brazos cruzados y que no refuta, solo hace de nuestro país una prostituta.

La pregunta es, ¿qué clase de guatemalteco es usted?