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Hank y los símbolos patrios

Redacción
16 de septiembre, 2015

A mediados de los 80’s el Parque Nacional de Yellowstone experimentaba un descenso considerable en la población de lobos. Los finqueros vecinos del parque les mataban porque estos acechaban el ganado que constituía su principal fuente de ingresos. La ecología moderna reconoce que la ausencia o sobrepoblación de los grandes predadores en un ecosistema afectan de manera importante el resto de la cadena trófica, por tanto su existencia era vital para la vida del parque. Los esfuerzos del Servicio Nacional de Parques (NPS, por sus siglas en inglés) no eran suficientes.

No fue sino hasta que Hank Fischer, un emprendedor ambiental, se interesó y observó que el problema era económico. No consideró necesariamente como causa la simple falta de conciencia de aquellos hombres, sino los incentivos que les empujaban a mermar la cantidad de lobos. Hank constituyó un fondo de compensación económica para los finqueros y en poco tiempo logró retornar a los lobos a Yellowstone (Ver historia completa aquí: http://bit.ly/WolvesYellowstone).

Así como Yellowstone y los lobos a mediados de los 80’s en los Estados Unidos, hoy las áreas “protegidas” y nuestros símbolos patrios se encuentran en franco deterioro. En general, la deforestación, las invasiones, las plagas y los incendios forestales ocurren con mayor frecuencia en las áreas protegidas del país, incluso en las zonas núcleo, sometiendo a una fuerte presión las aves como el quetzal y plantas como la monja blanca, la ceiba y el hormigo (árbol del cual se extrae la madera para la construcción de la marimba).

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Poco más de un cuarto de siglo ha pasado desde que se emitió la Ley de Áreas Protegidas (Decreto Ley 4-89) sin mayores cambios en la composición de las reservas naturales del país. El Biotopo del Quetzal, por ejemplo, no ha sido capaz con sus categorías de manejo ni con la subvención estatal en mantenimiento e investigación, contener las amenazas de deforestación y degradación de los bosques que funcionan como hábitat para esta ave endémica de la región, muy especial por su “cola larga de plumas brillantes” (traducción de la voz náhuatl de la palabra quetzalli).

En la misma región, tampoco han sido eficaces los esfuerzos por preservar el ecosistema que alberga miles de especies de orquídeas, y en especial el de la monja blanca (Lycaste virginalis), la cual probablemente ya solo se conserva en colecciones privadas. Para la ceiba (o yax-ché) y el hormigo el escenario es aún peor; la dependencia de la leña como fuente energética, necesidad derivada de la pobreza, hace que estos árboles de características muy especiales, sobrevivan dispersos en todo el territorio nacional.

De muy poco y nada han servido las 328 áreas protegidas dispersas en un tercio del territorio nacional. Cientos de decretos legislativos, acuerdos gubernativos y resoluciones de la Secretaría Ejecutiva del CONAP no ofrecen los incentivos correctos para preservar la fauna y la flora guatemalteca.

Cuando he insistido en cambiar el Sistema –y no sólo de funcionarios– es en parte a esto lo que me refiero. La planificación centralizada, la concepción de los recursos naturales como bienes públicos y la intervención estatal en asuntos privados, genera ineficiencia, perjuicio e incentivos perversos. Es entonces cuando aflora la corrupción, el mercado negro y la extinción de las especies.

Durante estos días de fervor patrio, reflexiona sobre la importancia de la derogación de estas leyes malas (el Sistema). Concentra tus esfuerzos en la conformación del Congreso y exige a tus diputados abogar por estas y otras acciones importantes para cambiar ese Sistema (#NoLeyProBosquesPorque), y deja de ocuparte de cosas irrelevantes (presidencialismo). ¡Los emprendedores ambientales, como Hank, te lo agradecerán!

______________________

@RedRana1

Hank y los símbolos patrios

Redacción
16 de septiembre, 2015

A mediados de los 80’s el Parque Nacional de Yellowstone experimentaba un descenso considerable en la población de lobos. Los finqueros vecinos del parque les mataban porque estos acechaban el ganado que constituía su principal fuente de ingresos. La ecología moderna reconoce que la ausencia o sobrepoblación de los grandes predadores en un ecosistema afectan de manera importante el resto de la cadena trófica, por tanto su existencia era vital para la vida del parque. Los esfuerzos del Servicio Nacional de Parques (NPS, por sus siglas en inglés) no eran suficientes.

No fue sino hasta que Hank Fischer, un emprendedor ambiental, se interesó y observó que el problema era económico. No consideró necesariamente como causa la simple falta de conciencia de aquellos hombres, sino los incentivos que les empujaban a mermar la cantidad de lobos. Hank constituyó un fondo de compensación económica para los finqueros y en poco tiempo logró retornar a los lobos a Yellowstone (Ver historia completa aquí: http://bit.ly/WolvesYellowstone).

Así como Yellowstone y los lobos a mediados de los 80’s en los Estados Unidos, hoy las áreas “protegidas” y nuestros símbolos patrios se encuentran en franco deterioro. En general, la deforestación, las invasiones, las plagas y los incendios forestales ocurren con mayor frecuencia en las áreas protegidas del país, incluso en las zonas núcleo, sometiendo a una fuerte presión las aves como el quetzal y plantas como la monja blanca, la ceiba y el hormigo (árbol del cual se extrae la madera para la construcción de la marimba).

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Poco más de un cuarto de siglo ha pasado desde que se emitió la Ley de Áreas Protegidas (Decreto Ley 4-89) sin mayores cambios en la composición de las reservas naturales del país. El Biotopo del Quetzal, por ejemplo, no ha sido capaz con sus categorías de manejo ni con la subvención estatal en mantenimiento e investigación, contener las amenazas de deforestación y degradación de los bosques que funcionan como hábitat para esta ave endémica de la región, muy especial por su “cola larga de plumas brillantes” (traducción de la voz náhuatl de la palabra quetzalli).

En la misma región, tampoco han sido eficaces los esfuerzos por preservar el ecosistema que alberga miles de especies de orquídeas, y en especial el de la monja blanca (Lycaste virginalis), la cual probablemente ya solo se conserva en colecciones privadas. Para la ceiba (o yax-ché) y el hormigo el escenario es aún peor; la dependencia de la leña como fuente energética, necesidad derivada de la pobreza, hace que estos árboles de características muy especiales, sobrevivan dispersos en todo el territorio nacional.

De muy poco y nada han servido las 328 áreas protegidas dispersas en un tercio del territorio nacional. Cientos de decretos legislativos, acuerdos gubernativos y resoluciones de la Secretaría Ejecutiva del CONAP no ofrecen los incentivos correctos para preservar la fauna y la flora guatemalteca.

Cuando he insistido en cambiar el Sistema –y no sólo de funcionarios– es en parte a esto lo que me refiero. La planificación centralizada, la concepción de los recursos naturales como bienes públicos y la intervención estatal en asuntos privados, genera ineficiencia, perjuicio e incentivos perversos. Es entonces cuando aflora la corrupción, el mercado negro y la extinción de las especies.

Durante estos días de fervor patrio, reflexiona sobre la importancia de la derogación de estas leyes malas (el Sistema). Concentra tus esfuerzos en la conformación del Congreso y exige a tus diputados abogar por estas y otras acciones importantes para cambiar ese Sistema (#NoLeyProBosquesPorque), y deja de ocuparte de cosas irrelevantes (presidencialismo). ¡Los emprendedores ambientales, como Hank, te lo agradecerán!

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@RedRana1