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La bondad de las tarjetas de crédito

Redacción
06 de noviembre, 2015

Hay dos inventos por los que la clase media debe estar enormemente agradecida: los pagos a plazo y las tarjetas de crédito. Por mucho que moleste estar erogando mes a mes una cuota, los pagos a plazo es el medio que permite a la mayoría de personas tener acceso a muchos bienes costosos como casas y carros, y disfrutar de placeres como los viajes y relojes caros. Sin los pagos a plazo a la gente le queda dos opciones: o se vuelve millonario –cosa difícil porque para ser empresario exitoso se necesita talento–, o ahorra por décadas hasta tener el capital suficiente para comprar la casa y el carro de contado.

Pero para tener acceso al financiamiento de los bancos las personas primero deben construir un buen record crediticio. Esta es una de las bondades de las tarjetas de crédito, su uso crea un historial financiero que informa al banco del riesgo que representa otorgarle un préstamo a una persona. Si se es responsable en su uso, el banco le abre las puertas; si malgasta su hacienda con ellas tenga por seguro que el banco no le dará un centavo.

Existe una creencia bastante común según la cual los bancos hacen dinero endeudando a la gente. Esto no es cierto, el banco no otorga dinero con la esperanza que la gente no pueda pagarle para luego enriquecerse con los intereses moratorios. Si ese fuera el caso el negocio de los bancos consistiría en dar dinero a gente altamente irresponsable y sería mal negocio dar crédito a la gente responsable y con capacidad de repago. Tome en cuenta que un deudor moroso implica muchos gastos para el banco, pues éste deberá cubrir costos administrativos adicionales y costos judiciales que, en un país como Guatemala, aumentan por la deficiencia de nuestros tribunales y lo largo que es un juicio.

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Las tasas de interés dependen, entre otros factores, del riesgo que representa otorgar financiamiento a personas. La tarjeta de crédito es un financiamiento al consumo, por lo que el riesgo es mayor a, por ejemplo, un crédito para comprar un inmueble donde el acreedor se garantiza hipotecando el bien por el cual se solicitó el préstamo. En las tarjetas de crédito los emisores no tienen una garantía sólida y la gente está menos preocupada en faltar al pago de ellas que faltar al pago de su casa, porque sabe que en esta última si no paga eventualmente se quedará sin techo.

Ahora queda ver si la Ley de Tarjetas de Crédito es lo suficientemente analizada a la luz de la Constitución. El artículo 43 garantiza la libertad de industria y comercio y el artículo 42 de la Ley de Bancos y Grupos Financieros establece que “Los bancos autorizados conforme esta Ley pactarán libremente con los usuarios las tasas de interés, comisiones y demás cargos que apliquen en sus operaciones y servicios”. Si bien no solo los bancos pueden emitir tarjetas de crédito, la mayoría de los bancos lo hacen, por lo que La Ley de Tarjetas de Crédito estaría yendo en contra de esa disposición, la cual está íntimamente ligada con la libertad de industria y comercio.

Sin embargo, no hay que olvidar que nuestra Constitución está redactada de tal manera que permite enormes ambigüedades ideológicas y de valores. Sí, en unos artículos protege la propiedad privada y la economía de mercado, pero en otros más adelante las mata diciendo que la economía del país se funda en principios de justicia social. Liberalismo y socialismo se han fundido en un mismo texto político que le da a la Corte de Constitucionalidad amplio margen de maniobra para afirmar que ciertos principios son protegidos por la ley fundamental pero que en ciertos casos se pueden limitar (¿o violar?).

La bondad de las tarjetas de crédito

Redacción
06 de noviembre, 2015

Hay dos inventos por los que la clase media debe estar enormemente agradecida: los pagos a plazo y las tarjetas de crédito. Por mucho que moleste estar erogando mes a mes una cuota, los pagos a plazo es el medio que permite a la mayoría de personas tener acceso a muchos bienes costosos como casas y carros, y disfrutar de placeres como los viajes y relojes caros. Sin los pagos a plazo a la gente le queda dos opciones: o se vuelve millonario –cosa difícil porque para ser empresario exitoso se necesita talento–, o ahorra por décadas hasta tener el capital suficiente para comprar la casa y el carro de contado.

Pero para tener acceso al financiamiento de los bancos las personas primero deben construir un buen record crediticio. Esta es una de las bondades de las tarjetas de crédito, su uso crea un historial financiero que informa al banco del riesgo que representa otorgarle un préstamo a una persona. Si se es responsable en su uso, el banco le abre las puertas; si malgasta su hacienda con ellas tenga por seguro que el banco no le dará un centavo.

Existe una creencia bastante común según la cual los bancos hacen dinero endeudando a la gente. Esto no es cierto, el banco no otorga dinero con la esperanza que la gente no pueda pagarle para luego enriquecerse con los intereses moratorios. Si ese fuera el caso el negocio de los bancos consistiría en dar dinero a gente altamente irresponsable y sería mal negocio dar crédito a la gente responsable y con capacidad de repago. Tome en cuenta que un deudor moroso implica muchos gastos para el banco, pues éste deberá cubrir costos administrativos adicionales y costos judiciales que, en un país como Guatemala, aumentan por la deficiencia de nuestros tribunales y lo largo que es un juicio.

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Las tasas de interés dependen, entre otros factores, del riesgo que representa otorgar financiamiento a personas. La tarjeta de crédito es un financiamiento al consumo, por lo que el riesgo es mayor a, por ejemplo, un crédito para comprar un inmueble donde el acreedor se garantiza hipotecando el bien por el cual se solicitó el préstamo. En las tarjetas de crédito los emisores no tienen una garantía sólida y la gente está menos preocupada en faltar al pago de ellas que faltar al pago de su casa, porque sabe que en esta última si no paga eventualmente se quedará sin techo.

Ahora queda ver si la Ley de Tarjetas de Crédito es lo suficientemente analizada a la luz de la Constitución. El artículo 43 garantiza la libertad de industria y comercio y el artículo 42 de la Ley de Bancos y Grupos Financieros establece que “Los bancos autorizados conforme esta Ley pactarán libremente con los usuarios las tasas de interés, comisiones y demás cargos que apliquen en sus operaciones y servicios”. Si bien no solo los bancos pueden emitir tarjetas de crédito, la mayoría de los bancos lo hacen, por lo que La Ley de Tarjetas de Crédito estaría yendo en contra de esa disposición, la cual está íntimamente ligada con la libertad de industria y comercio.

Sin embargo, no hay que olvidar que nuestra Constitución está redactada de tal manera que permite enormes ambigüedades ideológicas y de valores. Sí, en unos artículos protege la propiedad privada y la economía de mercado, pero en otros más adelante las mata diciendo que la economía del país se funda en principios de justicia social. Liberalismo y socialismo se han fundido en un mismo texto político que le da a la Corte de Constitucionalidad amplio margen de maniobra para afirmar que ciertos principios son protegidos por la ley fundamental pero que en ciertos casos se pueden limitar (¿o violar?).