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Objetivismo: la virtud de la honestidad, segunda parte: principios

Redacción
24 de noviembre, 2015

Vimos en mi artículo anterior que el principio de honestidad es negarse a falsificar la realidad. La persona honesta acepta la realidad y retrata las cosas como sinceramente cree que son. Peikoff explica que si la racionalidad es el compromiso de identificar la realidad, la honestidad es la obversa: el rechazo de lo irreal.

Al abandonar los principios, el humano pierde el único medio de visión que tiene que puede darle antes de actuar, cuáles van a ser las consecuencias de su acción. Así que actuar basado en principios, es simplemente el método humano de actuar consistentemente para alcanzar sus metas.

Hay dos raíces del concepto de “principio”:

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Primero, una raíz metafísica: la causa y efecto, pues la vida tiene condiciones definidas que se deben acatar.

Segundo, una raíz epistemológica: por ser el humano un ser de consciencia conceptual, no puede saber estas condiciones si no es en forma de principios.

Dado lo que ya establecimos, cuando uno toma un curso de acción, uno siempre debe preguntar: “¿Qué le hace a toda mi vida este curso de acción?” Y no “¿qué hace este curso de acción concreto fuera de contexto?”, como si esta acción concreta no tuviese implicaciones. Al violar un principio, uno está botando su guía. ¿En qué situación queda uno entonces? Uno queda reducido a actuar a ciegas, a la satisfacción de deseos a corto plazo, por carecer de principios que lo guíen, lo que es auto destructivo. O, habiendo abandonado el principio como guía, sustituirlo por otro, falso, como por ejemplo, “siempre debo obedecer a la autoridad.”

Aunque la violación de un principio sea pequeña y limitada, y el daño específico que se haga sea pequeño, el punto importante es, que uno se hace un daño mayor al reducirse al rango de actuar al corto plazo, en un estado de ceguera por no tener una guía.

El propósito de la ética es discutir cuáles principios deberían servir de guía para la conducta del humano. Así que si alguien piensa que puede violar un principio en un caso particular y hacer lo que le venga en gana, sólo porque le da la gana, esa persona está negando la naturaleza misma de la acción ética, que es acción basada en principios –esas reglas de conducta que nos indican como nuestras acciones van a redundar en nuestro beneficio a largo plazo.

El principio de honestidad es negarse a falsificar la realidad. La persona honesta acepta la realidad y la retrata sinceramente cree que es. La mayoría de personas suponen que nunca están tentados a considerar lo irreal, a fingir que las cosas son distintas de como son. Sin embargo es común encontrar casos en que la gente hace precisamente eso. Muchas veces la deshonestidad se manifiesta en tratar de estirar la verdad, o de suplementar la realidad con los objetos de sus deseos. Por ejemplo, Terrie Linn McNutt Hall, fumadora, a pesar del conocimiento que tenía de lo que el fumar ocasiona, arruinó su vida. Su mal hábito le ocasionó un cáncer de laringe por lo que fue sometida a 48 tratamientos de radiación, y cerca de un año de quimioterapia, antes y después de someterse a una laringectomía en 2001. Finalmente murió en el 2013. Otro ejemplo es el de la persona que se dice a sí mismo que es consciente de que ha llegado al límite de su presupuesto, y sin embargo se auto convence de que aún puede comprarse otra cosa. O, la persona que se dice a sí misma que la pizza y hamburguesas están fuera de su dieta, según le recomendó su médico, pero como se ven tan buenas, seguramente que puede comerlas ahora y volver después a su dieta para reducir su colesterol y bajar de peso. O, la persona que se precia de ser lógico y adherirse a la realidad en todos sus juicios y creencias, excepto cuando se trata de temas religiosos.

Aunque parezca raro el tener que tener cuidado de no considerar lo irreal, los intentos de fingir, de estirar la verdad o de suplementar la realidad con fantasías, por ser tan común, lo exige. El énfasis en el rechazo de lo irreal como componente integral de la honestidad es, enfatizar el valor de conocer la realidad y correlativamente, la necesidad de un esfuerzo consciente por conocerla, por descubrir lo que son las cosas.

Como el humano para florecer, tiene que elegir el curso de acción que fomenta su vida, tiene necesidad de conocer el mundo, tan bien como le sea posible, y la honestidad es vital en el proceso de conocerlo. La honestidad, al consistir en rehusarse a falsificar la realidad, es una renuncia deliberada, por principio, a evadir, distorsionar, tergiversar, falsificar. En esencia, la honestidad es no fingir.

Rand sostiene que fingir, falsificar la realidad es un acto fútil, inútil, porque no crea un universo alternativo en el cual, los deseos del deshonesto de alterar ciertos hechos, milagrosamente se cumplirán. La vida no es una película en progreso, donde cada individuo tiene el poder de autor, capaz de cortar o añadir o alterar, según le venga en gana. Aunque un individuo controla sus propias acciones, dentro de los parámetros establecidos por su naturaleza, no tiene el poder de manipular la realidad por el mero ejercicio de su voluntad. Todo esto es la implicación de la primacía de la existencia.

La virtud de la honestidad, dice Rand, está implícita en la función de la facultad racional. El hombre requiere la observación y razonamiento más implacablemente honesto para llegar a una conclusión tan correcta como le permita su capacidad racional. El hecho básico que demanda la virtud de la honestidad es que lo irreal es irreal y por tanto no tiene valor. Lo que no es así, no es así. Sólo aquello que existe puede tener un efecto florecedor en una persona, sólo lo que es real puede ser valioso para alguien. El problema con la deshonestidad es que el falsificar la realidad no la cambia. No podemos hacer desaparecer las leyes de identidad y de causalidad con desearlo. No podemos hacer desaparecer nuestras necesidades o las consecuencias de nuestras acciones. Una persona que quiere adelgazar no puede erradicar su necesidad de nutrirse, como lo descubre, trágicamente, una anoréxica. Una persona que quiere ser feliz, descubre como lo hace el alcohólico, que el licor no es el camino.

El fingir no puede cambiar nada. Los cambios que el humano puede hacer, sólo los puede hacer respetando la naturaleza de la realidad. Los valores objetivos no se pueden falsificar. Lo que destruye la vida, no va a promoverla sólo porque alguien lo desee. Y usualmente, el motivo para ser deshonesto es tratar de conseguir un valor, pero no se puede falsificar valores objetivos tampoco.

Objetivismo: la virtud de la honestidad, segunda parte: principios

Redacción
24 de noviembre, 2015

Vimos en mi artículo anterior que el principio de honestidad es negarse a falsificar la realidad. La persona honesta acepta la realidad y retrata las cosas como sinceramente cree que son. Peikoff explica que si la racionalidad es el compromiso de identificar la realidad, la honestidad es la obversa: el rechazo de lo irreal.

Al abandonar los principios, el humano pierde el único medio de visión que tiene que puede darle antes de actuar, cuáles van a ser las consecuencias de su acción. Así que actuar basado en principios, es simplemente el método humano de actuar consistentemente para alcanzar sus metas.

Hay dos raíces del concepto de “principio”:

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Primero, una raíz metafísica: la causa y efecto, pues la vida tiene condiciones definidas que se deben acatar.

Segundo, una raíz epistemológica: por ser el humano un ser de consciencia conceptual, no puede saber estas condiciones si no es en forma de principios.

Dado lo que ya establecimos, cuando uno toma un curso de acción, uno siempre debe preguntar: “¿Qué le hace a toda mi vida este curso de acción?” Y no “¿qué hace este curso de acción concreto fuera de contexto?”, como si esta acción concreta no tuviese implicaciones. Al violar un principio, uno está botando su guía. ¿En qué situación queda uno entonces? Uno queda reducido a actuar a ciegas, a la satisfacción de deseos a corto plazo, por carecer de principios que lo guíen, lo que es auto destructivo. O, habiendo abandonado el principio como guía, sustituirlo por otro, falso, como por ejemplo, “siempre debo obedecer a la autoridad.”

Aunque la violación de un principio sea pequeña y limitada, y el daño específico que se haga sea pequeño, el punto importante es, que uno se hace un daño mayor al reducirse al rango de actuar al corto plazo, en un estado de ceguera por no tener una guía.

El propósito de la ética es discutir cuáles principios deberían servir de guía para la conducta del humano. Así que si alguien piensa que puede violar un principio en un caso particular y hacer lo que le venga en gana, sólo porque le da la gana, esa persona está negando la naturaleza misma de la acción ética, que es acción basada en principios –esas reglas de conducta que nos indican como nuestras acciones van a redundar en nuestro beneficio a largo plazo.

El principio de honestidad es negarse a falsificar la realidad. La persona honesta acepta la realidad y la retrata sinceramente cree que es. La mayoría de personas suponen que nunca están tentados a considerar lo irreal, a fingir que las cosas son distintas de como son. Sin embargo es común encontrar casos en que la gente hace precisamente eso. Muchas veces la deshonestidad se manifiesta en tratar de estirar la verdad, o de suplementar la realidad con los objetos de sus deseos. Por ejemplo, Terrie Linn McNutt Hall, fumadora, a pesar del conocimiento que tenía de lo que el fumar ocasiona, arruinó su vida. Su mal hábito le ocasionó un cáncer de laringe por lo que fue sometida a 48 tratamientos de radiación, y cerca de un año de quimioterapia, antes y después de someterse a una laringectomía en 2001. Finalmente murió en el 2013. Otro ejemplo es el de la persona que se dice a sí mismo que es consciente de que ha llegado al límite de su presupuesto, y sin embargo se auto convence de que aún puede comprarse otra cosa. O, la persona que se dice a sí misma que la pizza y hamburguesas están fuera de su dieta, según le recomendó su médico, pero como se ven tan buenas, seguramente que puede comerlas ahora y volver después a su dieta para reducir su colesterol y bajar de peso. O, la persona que se precia de ser lógico y adherirse a la realidad en todos sus juicios y creencias, excepto cuando se trata de temas religiosos.

Aunque parezca raro el tener que tener cuidado de no considerar lo irreal, los intentos de fingir, de estirar la verdad o de suplementar la realidad con fantasías, por ser tan común, lo exige. El énfasis en el rechazo de lo irreal como componente integral de la honestidad es, enfatizar el valor de conocer la realidad y correlativamente, la necesidad de un esfuerzo consciente por conocerla, por descubrir lo que son las cosas.

Como el humano para florecer, tiene que elegir el curso de acción que fomenta su vida, tiene necesidad de conocer el mundo, tan bien como le sea posible, y la honestidad es vital en el proceso de conocerlo. La honestidad, al consistir en rehusarse a falsificar la realidad, es una renuncia deliberada, por principio, a evadir, distorsionar, tergiversar, falsificar. En esencia, la honestidad es no fingir.

Rand sostiene que fingir, falsificar la realidad es un acto fútil, inútil, porque no crea un universo alternativo en el cual, los deseos del deshonesto de alterar ciertos hechos, milagrosamente se cumplirán. La vida no es una película en progreso, donde cada individuo tiene el poder de autor, capaz de cortar o añadir o alterar, según le venga en gana. Aunque un individuo controla sus propias acciones, dentro de los parámetros establecidos por su naturaleza, no tiene el poder de manipular la realidad por el mero ejercicio de su voluntad. Todo esto es la implicación de la primacía de la existencia.

La virtud de la honestidad, dice Rand, está implícita en la función de la facultad racional. El hombre requiere la observación y razonamiento más implacablemente honesto para llegar a una conclusión tan correcta como le permita su capacidad racional. El hecho básico que demanda la virtud de la honestidad es que lo irreal es irreal y por tanto no tiene valor. Lo que no es así, no es así. Sólo aquello que existe puede tener un efecto florecedor en una persona, sólo lo que es real puede ser valioso para alguien. El problema con la deshonestidad es que el falsificar la realidad no la cambia. No podemos hacer desaparecer las leyes de identidad y de causalidad con desearlo. No podemos hacer desaparecer nuestras necesidades o las consecuencias de nuestras acciones. Una persona que quiere adelgazar no puede erradicar su necesidad de nutrirse, como lo descubre, trágicamente, una anoréxica. Una persona que quiere ser feliz, descubre como lo hace el alcohólico, que el licor no es el camino.

El fingir no puede cambiar nada. Los cambios que el humano puede hacer, sólo los puede hacer respetando la naturaleza de la realidad. Los valores objetivos no se pueden falsificar. Lo que destruye la vida, no va a promoverla sólo porque alguien lo desee. Y usualmente, el motivo para ser deshonesto es tratar de conseguir un valor, pero no se puede falsificar valores objetivos tampoco.