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¿Un nuevo Acuerdo de Paz?

Redacción
30 de noviembre, 2015

Sí, en 2016 se cumplirán veinte años de la firma del “Acuerdo de Paz Firme y Duradera”, aunque ya pocos se acuerden de éste y menos aún del avance de los compromisos asumidos en toda la serie de acuerdos, especialmente, aquellos contenidos en el Acuerdo sobre Identidad y Derechos de los Pueblos Indígenas y el de Aspectos Socioeconómicos y Situación Agraria… Pero no es a los olvidados Acuerdos de Paz a los que quiero referirme. El título de este artículo hace referencia a la necesidad de tener una mirada amplia al fenómeno de las pandillas en Guatemala, más allá de la imagen de “miedo y terror” que existe en el imaginario colectivo de la sociedad de estos grupos integrados por niños, adolescentes y jóvenes.

Para trazar una línea del tiempo en la evolución del fenómeno de las pandillas, una fuente de la Policía Nacional Civil, PNC, me indicaba tener en cuenta los siguientes momentos: a) El año 1,989 se crea dentro de la Policía la Sección de Menores; b) En 1,996, con la firma de los Acuerdos de Paz se marca un quiebre, con la incursión de posibles “agentes armados” en la dirección de estos grupos, este punto sugiere un mayor análisis en profundidad para evaluar a qué grupos armados, en concreto, se hace referencia, aunque algunas pistas de esto ya existen; c) En la etapa que va de años los 2,001 a 2,003 es cuando se empieza a notar un incremento excesivo en los actos violentos y delitos cometidos por estos grupos –cabe recordar que en esos años gobernaba en el país el Frente Republicano Guatemalteco, FRG-; d) Los años 2,007 y 2,008 están marcados por una guerra frontal entre las pandillas más grandes con presencia en el país, por el control de territorios; En el 2,009 se inicia un Programa de Estudio, dentro de la PNC, para lograr comprender el fenómeno; d) Finalmente, en 2014 se crea la División Nacional contra el Desarrollo Criminal de las Pandillas, PANDA, la institución policial.

En lo que va del 2,015 la división PANDA lleva detenidas 491 personas, de las cuales 429, es decir el 93,05%, han sido detenidas por cometer el delito de extorsión. En resumen, la especialidad de las pandillas sigue siendo la extorsión y, al menos en las estadísticas que se manejan en la PNC, no se refleja alta incidencia de los integrantes de las pandillas en delitos relacionados al narcotráfico.

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Aún con el incremento de los actos delictivos de los pandilleros, la misma fuente de la PNC me indica que este problema de seguridad ciudadana es manejable y controlable y su fundamento, en sus propias palabras, es que: “No estamos tan mal en Guatemala [en relación al tema de pandillas] debido a que el sistema de investigación funciona, ha sido efectivo y porque no estamos como El Salvador”. La fuente añade que el proceso de reclutamiento de menores para incursionar en las maras y pandillas son, básicamente, dos: la amenaza y los regalos (lo clásico es un teléfono celular). Cuando le inquiero a la fuente sobre quién considera que les proporciona las armas a las pandillas, se limita a indicar que si bien se han incautado armas pertenecientes a la institución policial, esto no constituye la regla.

En algunos círculos académicos existe la hipótesis de que las pandillas estarían siendo un mecanismo de “control social” y que funcionan como un “ejército de ocupación”. Lo anterior, para lograr el control de importantes segmentos de población de escasos recursos que viven en las barriadas denominadas “asentamientos”, especialmente, en zonas del área metropolitana. Así, generado el caos, el miedo y la zozobra en los habitantes de los “asentamientos”, se lograría evitar el “levantamiento” de un importante segmento de la población. No estoy tan seguro de esto último, pero de lo que sí estoy claro, es que es una completa mentira que no se pueda entrar, trabajar y promover acciones para el desarrollo de la niñez, adolescencia y juventud de dichos territorios. Ahí, la clave son los líderes comunitarios, muchas de ellas mujeres y madres solteras. Y cientos de jóvenes en esos territorios lo que esperan es una opción de trabajo e ir a la escuela.

Si bien el tema de seguridad ciudadana no es, actualmente, el tema de mayor importancia en la opinión pública, la solución a fenómenos como el de las pandillas pasa por un abordaje integral, distinto al enfoque de “mano dura” o “súper mano dura”. En 2013, un amigo que conoció al dedillo a los principales promotores de la denominada “tregua” entre las pandillas y el gobierno de El Salvador indicaba, en el contexto de unos diálogos privados que sostuvimos entre un grupo de altos oficiales del Ejército y algunos profesionales civiles, que en Guatemala para entrarle a una solución total del fenómeno de las pandillas se necesitaba, en efecto, de un “Nuevo Proceso y Acuerdo de Paz”… Algunos pondrían el grito en cielo ante una iniciativa de esta naturaleza porque significaría “negociar con delincuentes” o “darle estatura política y reconocimiento a las pandillas”, entre otros argumentos; sin embargo, mientras nos detenemos en argumentos de tipo ideológico, seguiremos sin ver enfoques alternativos para enfrentar y solucionar el fenómeno de las pandillas, que dicho sea de paso, no es ningún delito, por ahora, pertenecer a un grupo como éste…

@bequerchocooj

¿Un nuevo Acuerdo de Paz?

Redacción
30 de noviembre, 2015

Sí, en 2016 se cumplirán veinte años de la firma del “Acuerdo de Paz Firme y Duradera”, aunque ya pocos se acuerden de éste y menos aún del avance de los compromisos asumidos en toda la serie de acuerdos, especialmente, aquellos contenidos en el Acuerdo sobre Identidad y Derechos de los Pueblos Indígenas y el de Aspectos Socioeconómicos y Situación Agraria… Pero no es a los olvidados Acuerdos de Paz a los que quiero referirme. El título de este artículo hace referencia a la necesidad de tener una mirada amplia al fenómeno de las pandillas en Guatemala, más allá de la imagen de “miedo y terror” que existe en el imaginario colectivo de la sociedad de estos grupos integrados por niños, adolescentes y jóvenes.

Para trazar una línea del tiempo en la evolución del fenómeno de las pandillas, una fuente de la Policía Nacional Civil, PNC, me indicaba tener en cuenta los siguientes momentos: a) El año 1,989 se crea dentro de la Policía la Sección de Menores; b) En 1,996, con la firma de los Acuerdos de Paz se marca un quiebre, con la incursión de posibles “agentes armados” en la dirección de estos grupos, este punto sugiere un mayor análisis en profundidad para evaluar a qué grupos armados, en concreto, se hace referencia, aunque algunas pistas de esto ya existen; c) En la etapa que va de años los 2,001 a 2,003 es cuando se empieza a notar un incremento excesivo en los actos violentos y delitos cometidos por estos grupos –cabe recordar que en esos años gobernaba en el país el Frente Republicano Guatemalteco, FRG-; d) Los años 2,007 y 2,008 están marcados por una guerra frontal entre las pandillas más grandes con presencia en el país, por el control de territorios; En el 2,009 se inicia un Programa de Estudio, dentro de la PNC, para lograr comprender el fenómeno; d) Finalmente, en 2014 se crea la División Nacional contra el Desarrollo Criminal de las Pandillas, PANDA, la institución policial.

En lo que va del 2,015 la división PANDA lleva detenidas 491 personas, de las cuales 429, es decir el 93,05%, han sido detenidas por cometer el delito de extorsión. En resumen, la especialidad de las pandillas sigue siendo la extorsión y, al menos en las estadísticas que se manejan en la PNC, no se refleja alta incidencia de los integrantes de las pandillas en delitos relacionados al narcotráfico.

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Aún con el incremento de los actos delictivos de los pandilleros, la misma fuente de la PNC me indica que este problema de seguridad ciudadana es manejable y controlable y su fundamento, en sus propias palabras, es que: “No estamos tan mal en Guatemala [en relación al tema de pandillas] debido a que el sistema de investigación funciona, ha sido efectivo y porque no estamos como El Salvador”. La fuente añade que el proceso de reclutamiento de menores para incursionar en las maras y pandillas son, básicamente, dos: la amenaza y los regalos (lo clásico es un teléfono celular). Cuando le inquiero a la fuente sobre quién considera que les proporciona las armas a las pandillas, se limita a indicar que si bien se han incautado armas pertenecientes a la institución policial, esto no constituye la regla.

En algunos círculos académicos existe la hipótesis de que las pandillas estarían siendo un mecanismo de “control social” y que funcionan como un “ejército de ocupación”. Lo anterior, para lograr el control de importantes segmentos de población de escasos recursos que viven en las barriadas denominadas “asentamientos”, especialmente, en zonas del área metropolitana. Así, generado el caos, el miedo y la zozobra en los habitantes de los “asentamientos”, se lograría evitar el “levantamiento” de un importante segmento de la población. No estoy tan seguro de esto último, pero de lo que sí estoy claro, es que es una completa mentira que no se pueda entrar, trabajar y promover acciones para el desarrollo de la niñez, adolescencia y juventud de dichos territorios. Ahí, la clave son los líderes comunitarios, muchas de ellas mujeres y madres solteras. Y cientos de jóvenes en esos territorios lo que esperan es una opción de trabajo e ir a la escuela.

Si bien el tema de seguridad ciudadana no es, actualmente, el tema de mayor importancia en la opinión pública, la solución a fenómenos como el de las pandillas pasa por un abordaje integral, distinto al enfoque de “mano dura” o “súper mano dura”. En 2013, un amigo que conoció al dedillo a los principales promotores de la denominada “tregua” entre las pandillas y el gobierno de El Salvador indicaba, en el contexto de unos diálogos privados que sostuvimos entre un grupo de altos oficiales del Ejército y algunos profesionales civiles, que en Guatemala para entrarle a una solución total del fenómeno de las pandillas se necesitaba, en efecto, de un “Nuevo Proceso y Acuerdo de Paz”… Algunos pondrían el grito en cielo ante una iniciativa de esta naturaleza porque significaría “negociar con delincuentes” o “darle estatura política y reconocimiento a las pandillas”, entre otros argumentos; sin embargo, mientras nos detenemos en argumentos de tipo ideológico, seguiremos sin ver enfoques alternativos para enfrentar y solucionar el fenómeno de las pandillas, que dicho sea de paso, no es ningún delito, por ahora, pertenecer a un grupo como éste…

@bequerchocooj