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Ni devaluación ni apreciación

María Dolores Arias
25 de enero, 2016

Durante estos días ha circulado la propuesta de devaluar el quetzal –GTQ-; las razones para hacerlo han sido variadas pero en general se han enfocado en la pérdida de competitividad de los exportadores por la apreciación de la moneda.

Quienes están a favor de esta intervención en la economía, argumentan que dejamos de ser competitivos ya que los demás países de la región han devaluado y nosotros no. Que la devaluación “ordenada” – ¿se referirán con orden a la “imposición”?- es una forma –buena- para “proteger” la economía y el empleo.

Quiénes están en contra apelan al tipo de cambio libre, como cualquier otro precio, e indican que una intervención crearía efectos negativos como la pérdida del poder adquisitivo, inflación y una distorsión que podría crear una bola de nieve en cuanto a medidas intervencionistas.

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Cabe aclarar que en Guatemala tenemos un tipo de cambio libre con flotación regulada, es decir, no hay límites en el tipo de cambio del GTQ pero se controlan -mediante intervención- las variaciones fuertes –a la baja o a la alza- de acuerdo a una regla impuesta por la Junta Monetaria del Banco de Guatemala. Es decir, la intervención es “técnica” y no política, en última instancia, es preferible la primera a sufrir las consecuencias de los caprichos corto placistas de los politiquillos.

El tipo de cambio es un precio y como tal debería ser libre. Ejemplos de las consecuencias de la intervención en el tipo de cambio abundan en nuestras regiones, los más recientes son el caso de Venezuela y el de Argentina. El tratar de intervenir la economía para corregir ciertas “fallas” según los intervencionistas degenera en consecuencias peores como mercados paralelos o “negros”, escasez e inflación, entre otros.

La devaluación forzada no es el camino para hacer más productivo a ningún sector de la economía, ya que es una medida de corto plazo con efectos nocivos a largo plazo. Por un lado, la materia prima importada sube de precio y con esto aumentan los costos de producir en el país, el poder adquisitivo de la población en general disminuye ya que ahora se necesitan más billetes para comprar lo mismo, el incentivo para ahorrar es negativo ya que el dinero en efectivo pierde valor por un “plumazo”, el pago de préstamos dolarizados se vuelve más caro, entre otros.

Cualquiera entonces, podría pensar que la apreciación forzada es el camino para elevar el nivel de vida de la población, lo cual tampoco es cierto, ya que eso haría que el gobierno gastara nuestros impuestos en “defender” al GTQ al mantener artificialmente una tasa de cambio baja, existirían mercados negros donde se compra a precio oficial y se vende a precio de mercado informal, las restricciones para comprar los dólares “oficiales” propiciaría la corrupción para obtenerlos ya sea para uso privado o reventa. La situación en Argentina y Venezuela nos ilustran de mejor manera lo que sucede cuando se controla el tipo de cambio.

La propuesta de devaluar el GTQ es una propuesta que puede abrir el camino al inicio de un control de precios en el sistema cambiario.

Si realmente estamos preocupados por la competitividad del país y por mejorar nuestra calidad de vida, no es con más controles y mayor poder a los burócratas como vamos a salir adelante.

La competitividad no sólo se mide por el tipo de cambio sino también por la calidad de las instituciones como el respeto a la propiedad privada, la certeza jurídica, el Estado de Derecho, la división de poderes, la transparencia y calidad en el gasto público, carga fiscal, así como la calidad legislativa por sólo mencionar algunos.

El devaluar o el apreciar artificialmente una moneda, a través del uso de la fuerza del gobierno, es quitarle a muchos lo que han producido para dárselo a otros y en el largo plazo quedar todos con menos.

En términos simples, el devaluar o el apreciar artificialmente una moneda es un robo legalizado a quienes viven en ese país.

@Md30

Facebook.com/Mda30

Ni devaluación ni apreciación

María Dolores Arias
25 de enero, 2016

Durante estos días ha circulado la propuesta de devaluar el quetzal –GTQ-; las razones para hacerlo han sido variadas pero en general se han enfocado en la pérdida de competitividad de los exportadores por la apreciación de la moneda.

Quienes están a favor de esta intervención en la economía, argumentan que dejamos de ser competitivos ya que los demás países de la región han devaluado y nosotros no. Que la devaluación “ordenada” – ¿se referirán con orden a la “imposición”?- es una forma –buena- para “proteger” la economía y el empleo.

Quiénes están en contra apelan al tipo de cambio libre, como cualquier otro precio, e indican que una intervención crearía efectos negativos como la pérdida del poder adquisitivo, inflación y una distorsión que podría crear una bola de nieve en cuanto a medidas intervencionistas.

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Cabe aclarar que en Guatemala tenemos un tipo de cambio libre con flotación regulada, es decir, no hay límites en el tipo de cambio del GTQ pero se controlan -mediante intervención- las variaciones fuertes –a la baja o a la alza- de acuerdo a una regla impuesta por la Junta Monetaria del Banco de Guatemala. Es decir, la intervención es “técnica” y no política, en última instancia, es preferible la primera a sufrir las consecuencias de los caprichos corto placistas de los politiquillos.

El tipo de cambio es un precio y como tal debería ser libre. Ejemplos de las consecuencias de la intervención en el tipo de cambio abundan en nuestras regiones, los más recientes son el caso de Venezuela y el de Argentina. El tratar de intervenir la economía para corregir ciertas “fallas” según los intervencionistas degenera en consecuencias peores como mercados paralelos o “negros”, escasez e inflación, entre otros.

La devaluación forzada no es el camino para hacer más productivo a ningún sector de la economía, ya que es una medida de corto plazo con efectos nocivos a largo plazo. Por un lado, la materia prima importada sube de precio y con esto aumentan los costos de producir en el país, el poder adquisitivo de la población en general disminuye ya que ahora se necesitan más billetes para comprar lo mismo, el incentivo para ahorrar es negativo ya que el dinero en efectivo pierde valor por un “plumazo”, el pago de préstamos dolarizados se vuelve más caro, entre otros.

Cualquiera entonces, podría pensar que la apreciación forzada es el camino para elevar el nivel de vida de la población, lo cual tampoco es cierto, ya que eso haría que el gobierno gastara nuestros impuestos en “defender” al GTQ al mantener artificialmente una tasa de cambio baja, existirían mercados negros donde se compra a precio oficial y se vende a precio de mercado informal, las restricciones para comprar los dólares “oficiales” propiciaría la corrupción para obtenerlos ya sea para uso privado o reventa. La situación en Argentina y Venezuela nos ilustran de mejor manera lo que sucede cuando se controla el tipo de cambio.

La propuesta de devaluar el GTQ es una propuesta que puede abrir el camino al inicio de un control de precios en el sistema cambiario.

Si realmente estamos preocupados por la competitividad del país y por mejorar nuestra calidad de vida, no es con más controles y mayor poder a los burócratas como vamos a salir adelante.

La competitividad no sólo se mide por el tipo de cambio sino también por la calidad de las instituciones como el respeto a la propiedad privada, la certeza jurídica, el Estado de Derecho, la división de poderes, la transparencia y calidad en el gasto público, carga fiscal, así como la calidad legislativa por sólo mencionar algunos.

El devaluar o el apreciar artificialmente una moneda, a través del uso de la fuerza del gobierno, es quitarle a muchos lo que han producido para dárselo a otros y en el largo plazo quedar todos con menos.

En términos simples, el devaluar o el apreciar artificialmente una moneda es un robo legalizado a quienes viven en ese país.

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