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Los hermanos Cúmez

Redacción
03 de febrero, 2016

Huérfano de padre y madre desde los seis años, mi abuelo comenzó a ver cómo se ganaba la vida desde niño. De adolescente, luego de varios fracasos y con los bolsillos completamente vacíos, se mudó a Quetzaltenango. Al no encontrar empleo, aprendió el oficio de zapatero y estudió para perito contador. Tiempo después, se trasladó a la capital para emprender una gran aventura. Con el poco dinero que había logrado ahorrar, compró la tienda “La Bombita”, la cual no lograba que floreciera. Siendo zapatero, la transformó en una empresa de venta de artículos y materiales para calzado. Para su suerte, la clientela creció de la noche a la mañana. Poco a poco la tienda fue prosperando hasta que, años después, llegó a ser Supermercados Paiz. Mi abuelo tenía una chispa impresionante. Siendo pobre y huérfano, atravesó por muchísimas dificultades y nunca tuvo acceso a estudios. Pero se esmeró por salir adelante y porque sus hijos tuvieran la mejor educación.

Al igual que mi abuelo lo hizo en su vida, Mario y Carlos Daniel Cúmez se ganan el pan de cada día con el respetable oficio de ser lustradores de zapatos. Rentan un cuarto cerca de la Terminal y los fines de semana se dedican a estudiar su licenciatura en enfermería y gestión de la salud en la UPANA. Su historia se hizo viral en redes sociales hace algunos días. Ellos relataron cómo mucha gente los ha humillado y hecho de menos por el hecho de ser lustradores. La indignación de algunos guatemaltecos ayudó a que su historia llegara a los oídos de muchas personas. Por ello, hoy gozan de una beca completa para terminar su licenciatura y otra para estudiar inglés. Sin duda, su vida ha cambiado para siempre.

Aplaudo a los hermanos Cúmez. Los admiro por haber permanecido de pie a pesar de los achaques, las dificultades y las humillaciones. También aplaudo a todos los guatemaltecos que se unieron por ellos. Lamentablemente historias como las de estos respetables lustradores sobran en nuestro país. Su historia nos deja grandes lecciones, no solo de perseverancia y de trabajo duro, sino también de que en Guatemala hay muchos más compatriotas que necesitan nuestro apoyo. Por mi parte, estoy convencido que debemos solidarizarnos con los más necesitados en lugar de estigmatizarlos. Reconozcamos que cualquiera de nosotros podría haber nacido en sus zapatos. La cuna que nos vio nacer no tiene porqué limitar nuestro potencial como seres humanos.

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Si realmente queremos que más personas como los hermanos Cúmez salgan adelante, tenemos que velar porque nuestro país entero lo haga. Así como nos unimos para viralizar la historia de los Cúmez, así nos tenemos que unir para que Guatemala prospere. Es momento de dejar de humillar a los más humildes. Es hora de dejar de lado nuestras diferencias culturales e ideológicas. Recordemos que somos 99.9% idénticos a nivel de ADN, ¿por qué entonces empeñarnos en polarizar y en marcar nuestras diferencias superficiales? Busquemos formas de avanzar juntos. No sigamos esperando que otra historia como la de los Cúmez salga a la luz para demostrar nuestra humanidad. Velemos por el cambio hoy mismo.

Martin Luther King Jr. decía, “Puede que todos hayamos venido en diferentes naves, pero hoy todos estamos en el mismo barco”. Yo les propongo, rememos juntos. Esforcémonos por ser la mejor embarcación. Impelemos nuestro barco juntos, sin importar nuestra raza, vocación, género, o lugar de nacimiento. Seguramente muchos se habrán burlado de mi abuelo, el pobre zapatero de Zacapa. ¿Quién sabe hasta donde podrán llegar los hermanos Cúmez? Les deseo éxito y espero que el fruto de sus esfuerzos los lleve muy lejos.

www.salvadorpaiz.com

@salva_paiz

Los hermanos Cúmez

Redacción
03 de febrero, 2016

Huérfano de padre y madre desde los seis años, mi abuelo comenzó a ver cómo se ganaba la vida desde niño. De adolescente, luego de varios fracasos y con los bolsillos completamente vacíos, se mudó a Quetzaltenango. Al no encontrar empleo, aprendió el oficio de zapatero y estudió para perito contador. Tiempo después, se trasladó a la capital para emprender una gran aventura. Con el poco dinero que había logrado ahorrar, compró la tienda “La Bombita”, la cual no lograba que floreciera. Siendo zapatero, la transformó en una empresa de venta de artículos y materiales para calzado. Para su suerte, la clientela creció de la noche a la mañana. Poco a poco la tienda fue prosperando hasta que, años después, llegó a ser Supermercados Paiz. Mi abuelo tenía una chispa impresionante. Siendo pobre y huérfano, atravesó por muchísimas dificultades y nunca tuvo acceso a estudios. Pero se esmeró por salir adelante y porque sus hijos tuvieran la mejor educación.

Al igual que mi abuelo lo hizo en su vida, Mario y Carlos Daniel Cúmez se ganan el pan de cada día con el respetable oficio de ser lustradores de zapatos. Rentan un cuarto cerca de la Terminal y los fines de semana se dedican a estudiar su licenciatura en enfermería y gestión de la salud en la UPANA. Su historia se hizo viral en redes sociales hace algunos días. Ellos relataron cómo mucha gente los ha humillado y hecho de menos por el hecho de ser lustradores. La indignación de algunos guatemaltecos ayudó a que su historia llegara a los oídos de muchas personas. Por ello, hoy gozan de una beca completa para terminar su licenciatura y otra para estudiar inglés. Sin duda, su vida ha cambiado para siempre.

Aplaudo a los hermanos Cúmez. Los admiro por haber permanecido de pie a pesar de los achaques, las dificultades y las humillaciones. También aplaudo a todos los guatemaltecos que se unieron por ellos. Lamentablemente historias como las de estos respetables lustradores sobran en nuestro país. Su historia nos deja grandes lecciones, no solo de perseverancia y de trabajo duro, sino también de que en Guatemala hay muchos más compatriotas que necesitan nuestro apoyo. Por mi parte, estoy convencido que debemos solidarizarnos con los más necesitados en lugar de estigmatizarlos. Reconozcamos que cualquiera de nosotros podría haber nacido en sus zapatos. La cuna que nos vio nacer no tiene porqué limitar nuestro potencial como seres humanos.

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Martin Luther King Jr. decía, “Puede que todos hayamos venido en diferentes naves, pero hoy todos estamos en el mismo barco”. Yo les propongo, rememos juntos. Esforcémonos por ser la mejor embarcación. Impelemos nuestro barco juntos, sin importar nuestra raza, vocación, género, o lugar de nacimiento. Seguramente muchos se habrán burlado de mi abuelo, el pobre zapatero de Zacapa. ¿Quién sabe hasta donde podrán llegar los hermanos Cúmez? Les deseo éxito y espero que el fruto de sus esfuerzos los lleve muy lejos.

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