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Sobre el amor romántico

Redacción
09 de febrero, 2016

“Acaso no eres tú mi enemigo. Es el nombre de Montesco, que llevas. ¿Y qué quiere decir Montesco? No es pie ni mano ni brazo ni rostro ni fragmento de la naturaleza humana. ¿Por qué no tomas otro nombre? La rosa no dejaría de ser rosa, tampoco dejaría de esparcir su aroma, aunque se llamara de otra manera. Asimismo mi adorado Romeo, pese a que tuviera otro nombre, conservaría todas las buenas cualidades de su alma, que no las tiene por herencia. Deja tu nombre, Romeo, y a cambio de tu nombre que no es cosa esencial, toma toda mi alma.”
Después de leer estas líneas o de oírselas a Olivia Hussey, uno piensa que uno no debe esperar menos de la vida que compartirla con su gran amor. ¿Pero fue el amor de Romeo y Julieta un amor romántico? ¿Fue amor y desafío? ¿Desafío a una sociedad que no concebía el amor romántico? ¿Lo concibe nuestra sociedad, que llama a éste “amor de adolescentes” (puppy love), amor superficial y pasajero? ¿Desafío a la orden de vivir la vida elegida por sus padres en lugar de la elegida por ellos mismos? ¿Desafío a ese mundo que pretendía impedirles vivir la vida que ellos querían vivir? Shakespeare nos muestra que ese desafío termina en tragedia.
Pero, ¿es posible el amor romántico? ¿Es posible para ti? ¿Para cualquiera? ¿Es un ideal, que si nunca se alcanza, lo deja a uno con la sensación de que se perdió el secreto mismo de la vida? ¿Es posible alcanzarlo?
La atracción pasional entre hombre y mujer que conocemos como amor romántico puede generar el éxtasis más profundo. Pero si se ve frustrado, genera el sufrimiento más indecible. A pesar de toda su intensidad, la naturaleza de esa atracción es poco comprendida. Durante la mayor parte de la historia de la humanidad, el amor romántico ha sido algo prohibido y desacreditado. Los helenos (griegos de la Magna Grecia) consideraron el amor espiritual entre hombres como más puro y superior al que se pudiera tener por una mujer, a quien veían como ser inferior. El cristianismo consideró al amor asexual como superior al amor profano. El amor cortés, ciertamente un presagio primitivo del amor romántico, finalizó en su consumación en culpa y desesperación, como lo ejemplifican los de Lancelot y Guinevere, y de Tristan e Isolde. Esta no es una visión del amor apropiada para los hombres y mujeres que desean vivir en la tierra.
El surgimiento del Capitalismo, con su inherente respeto a la vida, la propiedad y libertad de cada humano, y su consecuencia de cooperación social o libre mercado, la industrialización, proporcionó una nueva visión de la relación entre hombre y mujer. Por primera vez en la historia la mujer podía ser libre, autónoma y con igualdad de derechos. Esta condición que le permitía elegir a quien ella quisiera, combinada con una nueva visión proporcionada por la literatura romántica, pavimentó el camino hacia el amor romántico.
La literatura romántica proporcionó el concepto del hombre y de la mujer como individuos motivados por sus valores elegidos; el concepto de los valores como el elemento crucial y determinante en la vida humana. Encontrar al “alma gemela”, con espiritualidad similar, y escoger a la persona apropiada se volvió de máxima importancia. Por primera vez, la mujer empieza a aparecer en las relaciones amorosas como igual al hombre, tanto en intelecto como en pasión. Surge la celebración de la idiosincrasia y de la naturalidad de la pasión. La influencia más fundamental de la literatura romántica es la visión de la naturaleza de la vida, del mundo, de la naturaleza humana, y de las posibilidades de la existencia humana. La implicación filosófica es que nuestra vida está en nuestras manos, que nuestro destino lo hacemos cada uno, y que la elección es el hecho supremo de nuestra existencia.
La tragedia fue que consciente o inconscientemente, los escritores románticos, vieron que los valores de la moralidad tradicional no eran aplicables ni practicables en este mundo, que siguiéndola no se podía vivir exitosamente, que no servía como guía para alcanzar la felicidad. Por eso muchas novelas Románticas se desarrollan en el pasado, en algún lugar remoto de la historia, con preferencia por la Edad Media. Además, los románticos no captaron que la pasión y la razón son igualmente expresiones de nuestra humanidad y fuerza vital que no implican una dicotomía. Concedieron la “razón” a sus enemigos, denominándose los campeones de la lucha de los sentimientos contra el intelecto, y de la subjetividad contra la objetividad. Sin embargo, lo que requiere el amor romántico, y que el Romanticismo no dio, es la integración de la razón y la pasión –un balance entre lo subjetivo y lo objetivo.
El amor romántico es cosa de adultos racionales, no de niños, en el más literal de los sentidos, y sobre todo en el sentido psicológico. El amor romántico, como lo define Nathaniel Branden, es el apego pasional espiritual-emocional-sexual entre un hombre y una mujer que refleja una alta estimación por el valor de cada uno a la persona del otro.
Empieza con una experiencia extraña, una sensación de familiaridad, una sensación de encontrar a una persona ya conocida en algún nivel y en alguna forma, misteriosa e inexplicable. Se da una fascinación con la novedad y rareza del otro, pero al mismo tiempo hay una sensación de algo conocido, como si se estuviera encontrando la concretización de algo que existe previamente como un potencial dentro de la propia psique. Es el asombro de reconocer a “otro u otra” quien al mismo tiempo no es “un otro u otra”. Es encontrar en el otro u otra una compatibilidad mutua en valores, visión de la existencia y de relación hacia ésta. En otras palabras, es encontrar a otro u otra con el mismo sentido de vida que uno. Es sentir: “mi amante ve la vida como yo la veo. La encara como yo la encaro. Experimenta la sensación de estar vivo como yo la experimento.” Uno se siente atraído a una consciencia como la propia. La base de la relación romántica se da en las similitudes básicas, pero lo que la hace excitante son en buena medida, las diferencias complementarias.
Las diferencias complementarias representan para el otro u otra, un camino hacia nuevos mundos, una oportunidad y fuente para el desarrollo y para un intenso auto-descubrimiento. Así como hay división en el trabajo, lo hay en el desarrollo de la personalidad. Uno ve en el otro u otra, una parte de la propia personalidad que hasta entonces ha estado tratando de emerger. Si la otra persona ve la misma posibilidad en uno, se da una explosión de amor, una sensación aumentada de estar vivo por medio del contacto, involucramiento e interacción.
El amor romántico requiere, para ser exitoso, basarse en el realismo psicológico. Esta es la habilidad y voluntad de ver a la pareja como es, con sus defectos así como con sus virtudes, en lugar de ignorarlos para tratar de mantener un romance con una fantasía. La realidad en la relación conduce a la visibilidad y comprensión. Permite que la pareja entre en el interior de nuestro mundo privado y muestra un interés genuino en el mundo privado del otro u otra. Las parejas enamoradas se muestran más a sí mismas entre ellas de lo que lo hacen con los demás.
El amor romántico florece cuando dos consciencias, cada una dedicada a su evolución personal, proveen un estímulo y reto extraordinario para cada uno de la pareja, haciendo del éxtasis su modo de vida.
A cuatro días del día del cariño, les deseo que abracen y no dejen ir, a su amor romántico.

Sobre el amor romántico

Redacción
09 de febrero, 2016

“Acaso no eres tú mi enemigo. Es el nombre de Montesco, que llevas. ¿Y qué quiere decir Montesco? No es pie ni mano ni brazo ni rostro ni fragmento de la naturaleza humana. ¿Por qué no tomas otro nombre? La rosa no dejaría de ser rosa, tampoco dejaría de esparcir su aroma, aunque se llamara de otra manera. Asimismo mi adorado Romeo, pese a que tuviera otro nombre, conservaría todas las buenas cualidades de su alma, que no las tiene por herencia. Deja tu nombre, Romeo, y a cambio de tu nombre que no es cosa esencial, toma toda mi alma.”
Después de leer estas líneas o de oírselas a Olivia Hussey, uno piensa que uno no debe esperar menos de la vida que compartirla con su gran amor. ¿Pero fue el amor de Romeo y Julieta un amor romántico? ¿Fue amor y desafío? ¿Desafío a una sociedad que no concebía el amor romántico? ¿Lo concibe nuestra sociedad, que llama a éste “amor de adolescentes” (puppy love), amor superficial y pasajero? ¿Desafío a la orden de vivir la vida elegida por sus padres en lugar de la elegida por ellos mismos? ¿Desafío a ese mundo que pretendía impedirles vivir la vida que ellos querían vivir? Shakespeare nos muestra que ese desafío termina en tragedia.
Pero, ¿es posible el amor romántico? ¿Es posible para ti? ¿Para cualquiera? ¿Es un ideal, que si nunca se alcanza, lo deja a uno con la sensación de que se perdió el secreto mismo de la vida? ¿Es posible alcanzarlo?
La atracción pasional entre hombre y mujer que conocemos como amor romántico puede generar el éxtasis más profundo. Pero si se ve frustrado, genera el sufrimiento más indecible. A pesar de toda su intensidad, la naturaleza de esa atracción es poco comprendida. Durante la mayor parte de la historia de la humanidad, el amor romántico ha sido algo prohibido y desacreditado. Los helenos (griegos de la Magna Grecia) consideraron el amor espiritual entre hombres como más puro y superior al que se pudiera tener por una mujer, a quien veían como ser inferior. El cristianismo consideró al amor asexual como superior al amor profano. El amor cortés, ciertamente un presagio primitivo del amor romántico, finalizó en su consumación en culpa y desesperación, como lo ejemplifican los de Lancelot y Guinevere, y de Tristan e Isolde. Esta no es una visión del amor apropiada para los hombres y mujeres que desean vivir en la tierra.
El surgimiento del Capitalismo, con su inherente respeto a la vida, la propiedad y libertad de cada humano, y su consecuencia de cooperación social o libre mercado, la industrialización, proporcionó una nueva visión de la relación entre hombre y mujer. Por primera vez en la historia la mujer podía ser libre, autónoma y con igualdad de derechos. Esta condición que le permitía elegir a quien ella quisiera, combinada con una nueva visión proporcionada por la literatura romántica, pavimentó el camino hacia el amor romántico.
La literatura romántica proporcionó el concepto del hombre y de la mujer como individuos motivados por sus valores elegidos; el concepto de los valores como el elemento crucial y determinante en la vida humana. Encontrar al “alma gemela”, con espiritualidad similar, y escoger a la persona apropiada se volvió de máxima importancia. Por primera vez, la mujer empieza a aparecer en las relaciones amorosas como igual al hombre, tanto en intelecto como en pasión. Surge la celebración de la idiosincrasia y de la naturalidad de la pasión. La influencia más fundamental de la literatura romántica es la visión de la naturaleza de la vida, del mundo, de la naturaleza humana, y de las posibilidades de la existencia humana. La implicación filosófica es que nuestra vida está en nuestras manos, que nuestro destino lo hacemos cada uno, y que la elección es el hecho supremo de nuestra existencia.
La tragedia fue que consciente o inconscientemente, los escritores románticos, vieron que los valores de la moralidad tradicional no eran aplicables ni practicables en este mundo, que siguiéndola no se podía vivir exitosamente, que no servía como guía para alcanzar la felicidad. Por eso muchas novelas Románticas se desarrollan en el pasado, en algún lugar remoto de la historia, con preferencia por la Edad Media. Además, los románticos no captaron que la pasión y la razón son igualmente expresiones de nuestra humanidad y fuerza vital que no implican una dicotomía. Concedieron la “razón” a sus enemigos, denominándose los campeones de la lucha de los sentimientos contra el intelecto, y de la subjetividad contra la objetividad. Sin embargo, lo que requiere el amor romántico, y que el Romanticismo no dio, es la integración de la razón y la pasión –un balance entre lo subjetivo y lo objetivo.
El amor romántico es cosa de adultos racionales, no de niños, en el más literal de los sentidos, y sobre todo en el sentido psicológico. El amor romántico, como lo define Nathaniel Branden, es el apego pasional espiritual-emocional-sexual entre un hombre y una mujer que refleja una alta estimación por el valor de cada uno a la persona del otro.
Empieza con una experiencia extraña, una sensación de familiaridad, una sensación de encontrar a una persona ya conocida en algún nivel y en alguna forma, misteriosa e inexplicable. Se da una fascinación con la novedad y rareza del otro, pero al mismo tiempo hay una sensación de algo conocido, como si se estuviera encontrando la concretización de algo que existe previamente como un potencial dentro de la propia psique. Es el asombro de reconocer a “otro u otra” quien al mismo tiempo no es “un otro u otra”. Es encontrar en el otro u otra una compatibilidad mutua en valores, visión de la existencia y de relación hacia ésta. En otras palabras, es encontrar a otro u otra con el mismo sentido de vida que uno. Es sentir: “mi amante ve la vida como yo la veo. La encara como yo la encaro. Experimenta la sensación de estar vivo como yo la experimento.” Uno se siente atraído a una consciencia como la propia. La base de la relación romántica se da en las similitudes básicas, pero lo que la hace excitante son en buena medida, las diferencias complementarias.
Las diferencias complementarias representan para el otro u otra, un camino hacia nuevos mundos, una oportunidad y fuente para el desarrollo y para un intenso auto-descubrimiento. Así como hay división en el trabajo, lo hay en el desarrollo de la personalidad. Uno ve en el otro u otra, una parte de la propia personalidad que hasta entonces ha estado tratando de emerger. Si la otra persona ve la misma posibilidad en uno, se da una explosión de amor, una sensación aumentada de estar vivo por medio del contacto, involucramiento e interacción.
El amor romántico requiere, para ser exitoso, basarse en el realismo psicológico. Esta es la habilidad y voluntad de ver a la pareja como es, con sus defectos así como con sus virtudes, en lugar de ignorarlos para tratar de mantener un romance con una fantasía. La realidad en la relación conduce a la visibilidad y comprensión. Permite que la pareja entre en el interior de nuestro mundo privado y muestra un interés genuino en el mundo privado del otro u otra. Las parejas enamoradas se muestran más a sí mismas entre ellas de lo que lo hacen con los demás.
El amor romántico florece cuando dos consciencias, cada una dedicada a su evolución personal, proveen un estímulo y reto extraordinario para cada uno de la pareja, haciendo del éxtasis su modo de vida.
A cuatro días del día del cariño, les deseo que abracen y no dejen ir, a su amor romántico.