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Golazo de la FIFA que nos enseña…

José Carlos Ortega
27 de febrero, 2016

A mediados del años pasado, en medio de nuestra “Primavera a la Tortrix”, la también mano peluda del gobierno norteamericano iniciaba juicio contra algunos de los máximos dirigentes del futbol mundial, entre los que se incluía a numerosos dirigentes latinoamericanos, caribeños, centroamericanos, y desgraciadamente, entre ellos, a por lo menos dos guatemaltecos. A todas luces, como gobierno de país “bananero” que hace y deshace a su antojo, el gobierno de la FIFA, presidido por el suizo Joseph Blatter, era señalado de varios actos de corrupción. El “agüita mágica” de Blatter, como la de la Baldetti, fue otorgar, y defender sin cuartel la designación de Qatar como organizador de la Copa Mundial de selecciones de Fútbol, masculino y profesional, en el año 2022.

Era obvio, desde el punto de vista de aquellos que creemos en la república como forma de gobierno, que el gobierno de la FIFA se iba a corromper. Esto porque no existía ninguna separación de poderes interno, no existían limitaciones para los dirigentes a nivel internacional, tampoco locales en los países, por las grandes cantidades de dinero que se perciben desde local, hasta lo global, y porque se convirtieron en una multinacional a la que no le podían aplicar las leyes de los países, más que las de la propia FIFA, y esas no se veía que hicieran nada al respecto (eso pese a utilizar la marca de los países en sus competencias a nivel de selecciones).

La elección del suizo Gianni Infantino, secretario de la UEFA (la confederación europea) desde 2009, como presidente de la FIFA está ligada a su trabajo junto al hoy defenestrado presidente de la UEFA, Michel Platini, por actos de corrupción. Hay varios asuntos que lo vinculan, a por lo menos, conocer de asuntos no transparentes y no denunciarlos, no combatirlos. El esquema actual de la FIFA está hecho para que en medio de la democracia que le da a cada federación nacional un voto, en contra de lo que los grandes países contribuyen al fútbol mundial y que por ello presionan para tener una mayor injerencia o un voto con más peso, y por lo tanto, la promesa de Infantino de entregar por lo menos US$5 millones a cada federación nacional, sin importar el tamaño, y la de incrementar de 32 a 40 equipos la final de la Copa Mundial de Selecciones, promueve que los países pequeños se hubieran decidido por él. Pese a eso, parecía una de las opciones menos contaminadas y se le dará el beneficio de la duda para las reformas que la FIFA requiere (¿le suena conocido?).

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La reforma de la FIFA va ligada necesariamente a la institucionalidad interna de castigo a quienes hagan malos manejos del dinero, y de las componendas para otorgamientos de contratos y sedes de mundiales y otras competencias. También a la transparencia en el manejo y asignación de las finanzas.

Para mientras, nosotros tenemos delante de nosotros la discusión en tercera lectura de las reformas, si éstas reforman algo, de la Ley Electoral y de Partidos Políticos. Nos debe llamar la atención qué es lo que propone cada uno de los cambios y qué incentivos producen cada uno de ellos, y qué incentivos elimina. Según se diseña un sistema electoral, así son los incentivos. En la FIFA, se promueve que los candidatos busquen alcanzar a pocos países poderosos desde el punto de vista futbolístico, y un cabildeo importante en los países pequeños, promoviendo la compra de las federaciones débiles. Nosotros, con nuestra Ley Electoral, no hemos analizado los incentivos y seguimos peleando por las consecuencias de dichos problemas, como el transfuguismo, prohibir el financiamiento privado, la reelección (que no se toca), las paridades para mujeres y etnias, envés de resolver los problemas desde sus causas, como la eliminación de listados cerrados y de diferentes tamaños, lo cual sí resolvería varios de los problemas de siempre.

Cuando se buscan los cambios en la Ley Electoral y de Partidos Políticos, se debe pasar necesariamente por el cuestionamiento de cuáles son los incentivos que generan y analizar si son los que queremos. Ya nos ha pasado otras veces, como con las comisiones de postulación, que pretendían despolitizar y pasar a la academia y a los profesionales la elección de los mejores funcionarios, y que terminó por politizar, y de mala manera, otras nobles instituciones.

Golazo de la FIFA que nos enseña…

José Carlos Ortega
27 de febrero, 2016

A mediados del años pasado, en medio de nuestra “Primavera a la Tortrix”, la también mano peluda del gobierno norteamericano iniciaba juicio contra algunos de los máximos dirigentes del futbol mundial, entre los que se incluía a numerosos dirigentes latinoamericanos, caribeños, centroamericanos, y desgraciadamente, entre ellos, a por lo menos dos guatemaltecos. A todas luces, como gobierno de país “bananero” que hace y deshace a su antojo, el gobierno de la FIFA, presidido por el suizo Joseph Blatter, era señalado de varios actos de corrupción. El “agüita mágica” de Blatter, como la de la Baldetti, fue otorgar, y defender sin cuartel la designación de Qatar como organizador de la Copa Mundial de selecciones de Fútbol, masculino y profesional, en el año 2022.

Era obvio, desde el punto de vista de aquellos que creemos en la república como forma de gobierno, que el gobierno de la FIFA se iba a corromper. Esto porque no existía ninguna separación de poderes interno, no existían limitaciones para los dirigentes a nivel internacional, tampoco locales en los países, por las grandes cantidades de dinero que se perciben desde local, hasta lo global, y porque se convirtieron en una multinacional a la que no le podían aplicar las leyes de los países, más que las de la propia FIFA, y esas no se veía que hicieran nada al respecto (eso pese a utilizar la marca de los países en sus competencias a nivel de selecciones).

La elección del suizo Gianni Infantino, secretario de la UEFA (la confederación europea) desde 2009, como presidente de la FIFA está ligada a su trabajo junto al hoy defenestrado presidente de la UEFA, Michel Platini, por actos de corrupción. Hay varios asuntos que lo vinculan, a por lo menos, conocer de asuntos no transparentes y no denunciarlos, no combatirlos. El esquema actual de la FIFA está hecho para que en medio de la democracia que le da a cada federación nacional un voto, en contra de lo que los grandes países contribuyen al fútbol mundial y que por ello presionan para tener una mayor injerencia o un voto con más peso, y por lo tanto, la promesa de Infantino de entregar por lo menos US$5 millones a cada federación nacional, sin importar el tamaño, y la de incrementar de 32 a 40 equipos la final de la Copa Mundial de Selecciones, promueve que los países pequeños se hubieran decidido por él. Pese a eso, parecía una de las opciones menos contaminadas y se le dará el beneficio de la duda para las reformas que la FIFA requiere (¿le suena conocido?).

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Para mientras, nosotros tenemos delante de nosotros la discusión en tercera lectura de las reformas, si éstas reforman algo, de la Ley Electoral y de Partidos Políticos. Nos debe llamar la atención qué es lo que propone cada uno de los cambios y qué incentivos producen cada uno de ellos, y qué incentivos elimina. Según se diseña un sistema electoral, así son los incentivos. En la FIFA, se promueve que los candidatos busquen alcanzar a pocos países poderosos desde el punto de vista futbolístico, y un cabildeo importante en los países pequeños, promoviendo la compra de las federaciones débiles. Nosotros, con nuestra Ley Electoral, no hemos analizado los incentivos y seguimos peleando por las consecuencias de dichos problemas, como el transfuguismo, prohibir el financiamiento privado, la reelección (que no se toca), las paridades para mujeres y etnias, envés de resolver los problemas desde sus causas, como la eliminación de listados cerrados y de diferentes tamaños, lo cual sí resolvería varios de los problemas de siempre.

Cuando se buscan los cambios en la Ley Electoral y de Partidos Políticos, se debe pasar necesariamente por el cuestionamiento de cuáles son los incentivos que generan y analizar si son los que queremos. Ya nos ha pasado otras veces, como con las comisiones de postulación, que pretendían despolitizar y pasar a la academia y a los profesionales la elección de los mejores funcionarios, y que terminó por politizar, y de mala manera, otras nobles instituciones.