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Carta de un “progre” a su sobrino

Redacción
10 de marzo, 2016

Por Bernardo Toro

Uno casi que podría toparse con una carta así, un día de estos…:

“Querido sobrino. Vaya que me la he pasado muy bien! Debo aconsejarte que sigas firmemente mis pasos en la política. Ahora que estoy en el atardecer de mi vida, he puesto mi vista atrás y he hecho un recuento de todo lo que me ha sucedido, particularmente por haberme confesado como todo un “progresista”. Y a partir de mis hallazgos siento hoy la necesidad de compartírtelos. Seguro te preguntarás por qué estoy tan contento? Bueno pues te lo explico a continuación.

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Aunque la historia no nos otorgue la razón, sí que nos la dan los libros de historia. Déjame darte un par de ejemplos: todas las tiranías de la derecha terminaron entregando el poder por medios democráticos, pero sus principales cabecillas, todos ellos, terminaron juzgados y presos por el sistema que ellos mismos ayudaron a construir. En cambio a los nuestros nadie nos los ha tocado. De hecho hoy todavía gobiernan algunos de nuestros camaradas, (por más de 50 años) sin que nadie se ocupe ya de recordarles que viven bajo un gobierno de un solo partido. Esa asimetría, que los de la derecha le llaman doble moral, es la que nos funciona muy bien. Por otro lado, aunque nos tocó perseguir, amenazar y matar a muchos de esos que no pensaban como nosotros, hoy se nos abren las puertas de la academia, del gobierno y hasta las de las columnas de prensa. He visto que las manchas de sangre que salpicaron nuestras ropas se lavan fácil y rápido, no así las de nuestros enemigos, que aún les persiguen. Por ello, tenemos la libertad editorial y casi el monopolio de enseñar la historia, -nuestra versión de la historia-, a los jóvenes que no tendrán más referencia que aquella que nosotros les suministremos.  

Algo más. En nuestro bando todos somos solidarios. Si produces una película, ten seguro que te la premiarán. Si como funcionario has empujado tu agenda, de seguro a tu salida te darán reconocimientos y te llevarán por los pasillos de los principales gobiernos, donde podrás tomarte foto con reyes y gobernantes. No importa que en tu país hayas hablado en contra de lo que ellos representan; tú tranquilo, que nadie se recordará. Si escribes un libro, esa será la referencia de la comunidad. Si eres juez, te darán la partitura; tu solo tienes que actuar y llevar la representación hasta el final, para que todos aplaudan tu valía.

Quizá si metimos la pata en la última parte del siglo XX. Se nos pasó la mano con el discurso, y también con la práctica. Pero ya corregimos. Hoy nos celebran las causas que hemos adoptado: el ambiente, los derechos ancestrales, las minorías. Uff! menos mal que logramos encontrar estos salvavidas. Lo bueno querido sobrino, es que en estos temas nos ha fluido la plata. Es automático: menciona las palabras mágicas, escribes un artículo, creas una organización… y de repente serás la estrella.

Estoy seguro que a estas alturas ya me estarás reprochando mentalmente que nunca hemos ganado la mente y el corazón de los votantes, que nunca hemos ganado una elección. Que importa! Tenemos el poder sin conquistarlo. Nuestros amigos hoy están en los medios, en la justicia, en la diplomacia, en la educación. Somos los dueños del lenguaje. Hemos creado palabras y nos hemos apropiado de otras. Ya lo decía Gramsci: no hay necesidad de hacer triunfar a la revolución armada , si puedes trabajar dentro del sistema para minarlo.

Bueno querido sobrino. Se me acaban ya las horas en el reloj de mi vida. No sé a qué me enfrentaré una vez deje este mundo. No he creído nunca en Dios, pero jamás lo he dicho en público para no incomodar a nuestros amigos y aliados, que incautamente han creído en él y porque no decirlo con algo de ironía, en nosotros también. Pero de algo estoy seguro. Una vez parta, habrá siempre quien me cite, quien me haga un monumento, quien produzca playeras con mi retrato y quien componga en mi honor una canción de trova. La he pasado bien, sobrino. Te toca recoger mi estafeta y confesarte como “Progre”. Ya verás que te irá muy bien. Hasta siempre camarada”.

Carta de un “progre” a su sobrino

Redacción
10 de marzo, 2016

Por Bernardo Toro

Uno casi que podría toparse con una carta así, un día de estos…:

“Querido sobrino. Vaya que me la he pasado muy bien! Debo aconsejarte que sigas firmemente mis pasos en la política. Ahora que estoy en el atardecer de mi vida, he puesto mi vista atrás y he hecho un recuento de todo lo que me ha sucedido, particularmente por haberme confesado como todo un “progresista”. Y a partir de mis hallazgos siento hoy la necesidad de compartírtelos. Seguro te preguntarás por qué estoy tan contento? Bueno pues te lo explico a continuación.

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Aunque la historia no nos otorgue la razón, sí que nos la dan los libros de historia. Déjame darte un par de ejemplos: todas las tiranías de la derecha terminaron entregando el poder por medios democráticos, pero sus principales cabecillas, todos ellos, terminaron juzgados y presos por el sistema que ellos mismos ayudaron a construir. En cambio a los nuestros nadie nos los ha tocado. De hecho hoy todavía gobiernan algunos de nuestros camaradas, (por más de 50 años) sin que nadie se ocupe ya de recordarles que viven bajo un gobierno de un solo partido. Esa asimetría, que los de la derecha le llaman doble moral, es la que nos funciona muy bien. Por otro lado, aunque nos tocó perseguir, amenazar y matar a muchos de esos que no pensaban como nosotros, hoy se nos abren las puertas de la academia, del gobierno y hasta las de las columnas de prensa. He visto que las manchas de sangre que salpicaron nuestras ropas se lavan fácil y rápido, no así las de nuestros enemigos, que aún les persiguen. Por ello, tenemos la libertad editorial y casi el monopolio de enseñar la historia, -nuestra versión de la historia-, a los jóvenes que no tendrán más referencia que aquella que nosotros les suministremos.  

Algo más. En nuestro bando todos somos solidarios. Si produces una película, ten seguro que te la premiarán. Si como funcionario has empujado tu agenda, de seguro a tu salida te darán reconocimientos y te llevarán por los pasillos de los principales gobiernos, donde podrás tomarte foto con reyes y gobernantes. No importa que en tu país hayas hablado en contra de lo que ellos representan; tú tranquilo, que nadie se recordará. Si escribes un libro, esa será la referencia de la comunidad. Si eres juez, te darán la partitura; tu solo tienes que actuar y llevar la representación hasta el final, para que todos aplaudan tu valía.

Quizá si metimos la pata en la última parte del siglo XX. Se nos pasó la mano con el discurso, y también con la práctica. Pero ya corregimos. Hoy nos celebran las causas que hemos adoptado: el ambiente, los derechos ancestrales, las minorías. Uff! menos mal que logramos encontrar estos salvavidas. Lo bueno querido sobrino, es que en estos temas nos ha fluido la plata. Es automático: menciona las palabras mágicas, escribes un artículo, creas una organización… y de repente serás la estrella.

Estoy seguro que a estas alturas ya me estarás reprochando mentalmente que nunca hemos ganado la mente y el corazón de los votantes, que nunca hemos ganado una elección. Que importa! Tenemos el poder sin conquistarlo. Nuestros amigos hoy están en los medios, en la justicia, en la diplomacia, en la educación. Somos los dueños del lenguaje. Hemos creado palabras y nos hemos apropiado de otras. Ya lo decía Gramsci: no hay necesidad de hacer triunfar a la revolución armada , si puedes trabajar dentro del sistema para minarlo.

Bueno querido sobrino. Se me acaban ya las horas en el reloj de mi vida. No sé a qué me enfrentaré una vez deje este mundo. No he creído nunca en Dios, pero jamás lo he dicho en público para no incomodar a nuestros amigos y aliados, que incautamente han creído en él y porque no decirlo con algo de ironía, en nosotros también. Pero de algo estoy seguro. Una vez parta, habrá siempre quien me cite, quien me haga un monumento, quien produzca playeras con mi retrato y quien componga en mi honor una canción de trova. La he pasado bien, sobrino. Te toca recoger mi estafeta y confesarte como “Progre”. Ya verás que te irá muy bien. Hasta siempre camarada”.