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El Reto del Quetzal

Ramon Parellada
17 de marzo, 2016

Me salgo hoy de los temas económicos porque quiero compartirles una gran experiencia que acabo de vivir. Una experiencia única, hermosa, en esta bella Guatemala. Resulta que me metí a competir en una carrera de bicicleta de montaña que se llama “El Reto del Quetzal”. No me imaginaba lo maravilloso que al final sería para mí, en muchos sentidos, esta aventura.   Comienzo.

El año pasado, mi amigo Carlos, un español que suele venir a Guatemala de cuando en cuando, me animó para que nos metiéramos juntos a esta competencia. Yo no tenía idea que existía “El Reto del Quetzal”. Pero gracias a Carlos me enteré y animé. El me habló maravillas de los paisajes de Guatemala durante estos cuatro días y lo mucho que gozó hace dos años su aventura a pesar de haberse enfermado durante esa competición.   Así que nos inscribimos y quedamos en que cada uno se prepararía a su modo.

         La competencia consistió en cuatro etapas. Este año, del 3 al 6 de marzo se llevó a cabo lo que fue la novena edición de la misma. Éramos 182 participantes de diferentes países (Guatemala, Costa Rica, México, Estados Unidos de América, España, Australia, Colombia, Puerto Rico y creo que algún otro país que se me pasa ahora por alto). Algunos en bicicleta de montaña haciendo la ruta completa (a la que yo me metí), otros haciendo el recorrido corto (Short Course) y otro grupo corriendo (Trail Run) en vez de estar en bicicleta por el mismo recorrido corto.

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El jueves tuvimos la primera etapa.  Era una etapa nocturna por lo que había que llevar luces en las bicicletas.  Yo llevaba luces en la bicicleta y en el casco.  Era la primera vez que salía a pedalear de noche y en realidad prefiero de día. Fue en la Finca El Pilar en Antigua Sacatepéquez.  Era una contrarreloj de 12 kilómetros tanto para los que íbamos en bicicleta en ambos recorridos como para los de corrían.  Había que subir unos 5 kilómetros aproximadamente y luego bajar el resto por unas veredas y brechas que me parecieron muy peligrosas para ser de noche.  Toda una aventura.  Ese día me caí un par de veces y mis raspones y moretes vienen de la primera etapa.  Como iba con mi amigo y compañero de equipo y el sube más rápido que yo, me esperaba en las subidas.  Sin embargo, yo bajo más rápido que él y lo esperaba en las bajadas.  Así terminamos entrando juntos en la meta, casi de últimos, pero entramos con alegría. El ambiente entre los participantes era maravilloso.

El viernes tuvimos la etapa de Antigua a Panajachel.  Era mi cumpleaños y no había mejor forma de celebrarlo que con una gran pedaleada. No me imaginaba lo fuerte que sería este recorrido. Una etapa de 86 kilómetros para los que ibamos en bicicleta en el recorrido completo y 43 kilómetros para los del recorrido corto y los corredores.  Por algo le llaman la etapa Reina. Salimos a las 8:00 a.m. del parque Central de Antigua.  Primero 5 kilómetros todos guiados por unas motos hasta un punto donde ya no hubiera peligro de estar en una ciudad y atravesar calles.  Arrancamos luego.  Los expertos salieron disparados.  Primero era una subida pasando por Pastores hasta llegar a Zaragoza por veredas de terracería y brechas.  Seguimos caminos entre sembradíos de verduras y frutas.  Preciosas las vistas de los lugares que recorrimos.  Un deleite para los ojos y aire puro para los pulmones.

Pasamos por un primer puesto de control y luego nos dirigimos al segundo.  El segundo era en Patzún.  En el camino, mi compañero y yo no cruzamos por donde debíamos y seguimos por una ruta equivocada.  Cuando nos dimos cuenta paramos y regresamos a buscar donde había que cruzar.  Calculo que perdimos unos 20 minutos en este descuido. Encontramos el lugar y seguimos por unas bajadas técnicas impresionantes (así le llaman quienes hacen ciclismo de montaña a las bajadas muy empinadas, estrechas e irregulares aunque yo diría que son bajadas para ir a pie) y unas subidas tan estrechas y empinadas que había que cargar la bicicleta.

Llegamos al Puesto de Control 2 pero con unos 15 minutos de atraso de la hora límite por lo que ya no nos dejaron continuar.  Los organizadores nos explicaron que era por seguridad ya que se haría tarde.  Yo creo que hubiéramos podido seguir.  Llevábamos ya 6 horas hasta este punto de control y 60 kilómetros recorridos.  Nos faltaban 26 kilómetros y creo que en 2.5 o 3 horas más lo hubiéramos logrado.  Nos hacía ilusión seguir porque luego hay una bajada que es espectacular y de las más hermosas, la bajada denominada “La Culebra” por la cantidad de curvas cerradas que tiene y que va de Godínez al lago de Atitlán, terminando en Santa Catarina Palopó, si no estoy mal.  En fin, no se pudo.

Ese día nos llevaron a quienes nos quedamos en este puesto de control, con las bicicletas, en un bus desde Patzún hasta Panajachel.  Yo estaba bastante cansado y adolorido.  Durante parte del recorrido tuve calambres en mi pantorrilla (camote) de la pierna derecha. Por suerte, habíamos contratado el masaje deportivo (le llaman así porque era para aflojar la espalda y las piernas) que ofrecen los organizadores cuando te inscribes y a mí me tocó a las 10:00 p.m.  El masaje fue muy bueno y me sentí muy aliviado.

Mi compañero, Carlos, que es español, tuvo que regresar a España el sábado porque habían operado a su mamá, así que ya no se quedó a hacer la tercer y cuarta etapa.  Estaba de pesar. Él hubiera querido terminar todo el recorrido. Yo continué. A pesar que ya no me valdrían los tiempos seguir y terminar la carrera. Estaba cansado pero con mucha ilusión. No sabía lo que me esperaba en la tercera etapa.

La tercera etapa salía de Santa Cruz La Laguna hacia Xela (Quetzaltenango).  Eran 58 kilómetros de pura montaña y subidas fuertes (el recorrido corto y el de los corredores era de 32 kilómetros).  Para llegar al punto de salida, los organizadores alquilaron un par de barcos donde metimos las bicicletas y nos fuimos por el lago saliendo de Panajachel.  Las vistas del lago, los volcanes y las montañas eran espectaculares.  Llegamos a Santa Cruz La Laguna y subimos por una empinadísima cuesta hacia el parque central donde está la Iglesia del pueblo.  Salimos desde ahí.

El camino era empinadísimo.  Sólo los mejores lograron subirla en la bicicleta.  Otro grupo con el que yo iba lo hicimos a pie, llevando la bicicleta a un lado.  En esta ocasión traté de esforzarme un poco más para llegar antes del tiempo límite a cada puesto de control.  Sufrí muchísimo en esa subida de Santa Cruz La Laguna hacia la parte de atrás de Sololá, por donde está un basurero.  Luego avancé donde la pendiente era menor y más cómoda.

Después del primer puesto de control venía otra bajada tremenda y nuevamente una subida muy fuerte donde teníamos que llevar a cuestas la bicicleta.  El lugar era hermoso.  Pasamos por una valle lleno de pasto muy verde y vacas.  Cruzamos un puentecito de troncos y luego comenzamos a subir.  El clima estaba fresco. Empezó a llover mientras comenzaba la tremenda subida.  Por momentos sentía una gran soledad y paz en medio de esas montañas, lluvia y neblina. Era increíblemente hermoso. Llegué a tiempo al Puesto de Control 2, bastante cansado pero con mucho ánimo y más fuerza de voluntad que física hacia el puesto de control 3 que prácticamente quedaba cerca de la parte alta de Alaska.

Luego del puesto de control 3, el último, quedaba muy poco de subida y luego todo era bajada.  Seguía lloviendo, hacía frío y cuando bajamos estaba todo muy liso.  Llegué a la meta en Xela 8 horas después seguido por los barredores o coleros (expertos en bicicletas que van acompañando a los últimos) y un competidor de Puerto Rico.  Estaba muerto de cansancio pero feliz de haber logrado terminarla.  Algunos competidores se fueron quedando en algunos puestos de control porque se enfermaron del estómago, tenían náuseas y otro que iba conmigo tenía algunos problemas de espalda.    Esta etapa implicaba mucho ascenso, desde unos 1,750 metros hasta unos 3,100 metros sobre el nivel del mar aproximadamente, con subidas y bajadas en el camino.  Al llegar al hotel en Xela mi familia me estaba esperando lo que me causó una gran alegría. Luego me dieron un masaje deportivo a las 8:00 p.m. y de ahí me quedé dormido de un sólo a pesar que había una boda en el hotel y se escuchaba la música bastante fuerte en mi habitación.

La cuarta y última etapa arrancó en el parque central de Xela a las 8:00 a.m. hacia los hostales del Irtra en Reu (Retalhuleu).  63 kilómetros (recorrido corto y corredores 28 kilómetros).  Una etapa preciosa, con un par de subidas fuertes al inicio (al menos yo las sentí fuertes pues ya mis piernas no daban para mucho más), la primera hacia un parque que queda en una montaña alta y la segunda hacia un lugar llamado la Muela.  Luego mucha bajada técnica, llena de arena y piedras.  Pasamos por lugares donde había sembradíos de flores y verduras.  Después por unos caminos muy empedrados y finalmente salimos al asfalto para meternos más adelante en la Finca Patzulín, de Macadamia.  Ésta es una verdadera belleza. Tiene el camino principal interno empedrado aunque por partes muy disparejo.  Había mucha vibración mientras bajaba. El lugar es hermosísimo.

Al salir de la finca pedaleamos un rato por asfalto y nuevamente nos metimos en veredas. Pasamos por un par de puentes colgantes.  El primero pequeñito. El segundo pasaba sobre el río Salamá y tendría unos 150 metros de largo a unos 30 metros de altura sobre el río.  Al decir puentes colgantes me refiero a puentes para que pasen las personas, no los carros.  Fue verdaderamente impresionante. De ahí al IRTRA ya no quedaba mucho y al llegar a los Hostales terminamos El Reto.

Me sentí sumamente satisfecho de haberlo terminado.  Hice unas 5 horas y pico en esta etapa.  Por supuesto que mis tiempos no se pueden comparar con el de los ganadores.  ¡Qué nivel tan impresionante de los primeros lugares! Son todos unos campeones. Sea como sea para mí fue un gran logro y me lo disfruté.

De esta aprendí que debo rebajar unas 20 o 25 libras para poder subir mejor las cuestas y hacer mucho fondo (entrenos de 5 o 6 hora por montañas variadas) para aguantar trayectos más largos si es que quiero hacerlo otra vez.  Y la verdad es que si quiero hacerlo el próximo año. El Reto del 2017 será de 5 etapas así que ahora a descansar un poco y luego a prepararme bien tanto física como mentalmente para el próximo.  Hace cuatro años comencé con el ciclismo de montaña y cada día me entusiasmo más. Es la primera vez que me metía a una de estas competencias.

Me causaron gran satisfacción varias cosas.  Primero la organización fue excelente.  La amabilidad de los que te dirigían y cuidaban era extraordinaria.  En cada puesto de control había gente amabilísima animándote y velando porque te hidrataras y comieras alguna fruta, sándwich o galletas para que te dieran energía. Y no digamos quienes andaban en moto preguntándote si ibas bien o si necesitabas algo. Me sentí seguro todo el tiempo a pesar que terminé con raspones y moretones pero esto era parte del Reto.  El apoyo de quienes en la noche le hacían mantenimiento a la bicicleta fue extraordinario. Mi bicicleta era magnífica. Yo soy el que necesitaba más entrenamiento.

El Reto también tiene sus riesgos que cada quien corre. Hubo un ciclista que se fracturó el Omóplato y varias costillas.  Otro, un corredor se dobló un tobillo.  Un amigo abandonó porque una rodilla se le inflamó y así varios dejaron porque enfermaron del estómago o de algún virus, a otro le dolía la espalda, etc…  Pero estos riesgos son parte de la adrenalina que te provoca hacerlo.

La nota negativa es la siguiente.  La menciono porque es una oportunidad para que mejoremos. No va contra la organización que considero estuvo impecable. Es contra nuestra mala costumbre de tirar la basura en todos lados. Debo decir que nuestros paisajes son bellos pero somos muy sucios.  Hay mucha basura tirada por estos hermosos lugares y es basura de la gente que vive en los lugares y trabajan la tierra o pasean por ahí.  De la misma manera, los ríos bajan contaminados porque echan al agua cualquier cantidad de porquerías además de que muchos drenajes van a parar a los ríos.  Si tan solo cambiamos nuestra cultura y tiramos la basura en su lugar recuperaríamos la belleza natural de toda Guatemala. ¿Qué cuesta guardar la basura en una bolsa y luego tirarla en un basurero?

Algo que no me gustó para nada de los ciclistas que participamos es que muchos, antes del banderazo de salida, se bajaban de las bicicletas a orinar en las aceras.  Me pareció una falta de respeto para quienes viven donde se daba el banderazo de salida. Creo que se puede superar si en las salidas los organizadores pones unas letrinas de estas de plástico aunque cueste algo más de dinero y lo cobren pero es mejor eso a no dar ese pésimo ejemplo. Pienso que es una pésima costumbre la de los ciclistas. Hubieran ido en el hotel o podían esperar a estar en el campo donde no hubieran viviendas. En fin, hay una oportunidad grande de mejorar este aspecto.

Termino con unas notas de motivación. Tuve mucho apoyo de mis amigos y compañeros de Spinning y de bicicleta de los fines de semana. No se imaginan la cantidad de consejos y porras que me brindaron. Igualmente mi familia y muchos otros amigos del trabajo y universidad. Fue tanto el apoyo que me sentía con una enorme responsabilidad para terminar este magnífico Reto. Gonzalo, quien me recomendó y vendió la bicicleta me apoyaba todo el tiempo mandándome mensajitos con consejos que me vinieron de perlas. A todos ellos agradezco mucho pues aunque físicamente me faltaron fuerzas las compensaba con la motivación y voluntad.

Pero lo que más me impresionó es ver lo siguiente.  Un par de ciclistas de Guatemala iban en una bicicleta tipo “Tandem”, es decir, de dos plazas.  El de atrás era ciego, Josías, y el de adelante, Charlie, dirigía la bicicleta.  Esa confianza que Josías tenía en Charlie era impresionante y el verlos con tanto entusiasmo por esas brechas y montañas complicadas te contagia de mucho optimismo. Era la séptima vez que hacían el Reto.  A 5 kilómetros de la meta en Xela se les rompió la cadena de Charlie. La quitaron y llegaron a la meta gracias al fuerte pedaleo de Josías.

Otro corredor ciclista de Costa Rica tenía una prótesis en la pierna derecha debajo de la rodilla pues la había perdido en un accidente precisamente de ciclismo. Impresionante pues uno en la bicicleta usa los músculos de la pantorrilla para pedalear y balancearse en subidas y bajadas. Él lo hacía con una naturalidad increíble.

Y otro Costarricense que conocí cumpliría en dos meses 64 años pero lo interesante es que hace pocos años tuvo cáncer superándolo y cuando tenía 40 años fumaba 4 cajetillas de cigarrillos al día.  Cambió sus hábitos y da gusto verlo y hablar con él.  Aunque en esta ocasión se enfermó y abandonó era un tipo muy entusiasta.  Ya ha hecho el reto varias veces y ha participado en otras competencias.  Me causó una gran admiración.

También me motivó ver a Piccolo Gularte correr en honor a su hermano que fue atropellado el año pasado cuando se ejercitaba en su bicicleta. Yo me identifiqué tanto con este caso que escribí un par de artículos sobre el tema. Además, ver a Piccolo y su compañero Francis es motivante pues siempre están positivos contagiando a los demás de energía.

Cuando veo a estas personas, había gente mayor que yo, me digo a mi mismo ¿Cuál es mi excusa?  Celebré mis 55 años de la mejor manera posible, haciendo un Reto para mí mismo.  Me lo disfruté y gocé las vistas espectaculares que tiene Guatemala mientras practicaba mi deporte favorito. Y estoy motivadísimo, a pesar de lo mucho que se sufre en algunas etapas, para participar el próximo año en el Reto del Quetzal y terminarlo en tiempo.

El Reto del Quetzal

Ramon Parellada
17 de marzo, 2016

Me salgo hoy de los temas económicos porque quiero compartirles una gran experiencia que acabo de vivir. Una experiencia única, hermosa, en esta bella Guatemala. Resulta que me metí a competir en una carrera de bicicleta de montaña que se llama “El Reto del Quetzal”. No me imaginaba lo maravilloso que al final sería para mí, en muchos sentidos, esta aventura.   Comienzo.

El año pasado, mi amigo Carlos, un español que suele venir a Guatemala de cuando en cuando, me animó para que nos metiéramos juntos a esta competencia. Yo no tenía idea que existía “El Reto del Quetzal”. Pero gracias a Carlos me enteré y animé. El me habló maravillas de los paisajes de Guatemala durante estos cuatro días y lo mucho que gozó hace dos años su aventura a pesar de haberse enfermado durante esa competición.   Así que nos inscribimos y quedamos en que cada uno se prepararía a su modo.

         La competencia consistió en cuatro etapas. Este año, del 3 al 6 de marzo se llevó a cabo lo que fue la novena edición de la misma. Éramos 182 participantes de diferentes países (Guatemala, Costa Rica, México, Estados Unidos de América, España, Australia, Colombia, Puerto Rico y creo que algún otro país que se me pasa ahora por alto). Algunos en bicicleta de montaña haciendo la ruta completa (a la que yo me metí), otros haciendo el recorrido corto (Short Course) y otro grupo corriendo (Trail Run) en vez de estar en bicicleta por el mismo recorrido corto.

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El jueves tuvimos la primera etapa.  Era una etapa nocturna por lo que había que llevar luces en las bicicletas.  Yo llevaba luces en la bicicleta y en el casco.  Era la primera vez que salía a pedalear de noche y en realidad prefiero de día. Fue en la Finca El Pilar en Antigua Sacatepéquez.  Era una contrarreloj de 12 kilómetros tanto para los que íbamos en bicicleta en ambos recorridos como para los de corrían.  Había que subir unos 5 kilómetros aproximadamente y luego bajar el resto por unas veredas y brechas que me parecieron muy peligrosas para ser de noche.  Toda una aventura.  Ese día me caí un par de veces y mis raspones y moretes vienen de la primera etapa.  Como iba con mi amigo y compañero de equipo y el sube más rápido que yo, me esperaba en las subidas.  Sin embargo, yo bajo más rápido que él y lo esperaba en las bajadas.  Así terminamos entrando juntos en la meta, casi de últimos, pero entramos con alegría. El ambiente entre los participantes era maravilloso.

El viernes tuvimos la etapa de Antigua a Panajachel.  Era mi cumpleaños y no había mejor forma de celebrarlo que con una gran pedaleada. No me imaginaba lo fuerte que sería este recorrido. Una etapa de 86 kilómetros para los que ibamos en bicicleta en el recorrido completo y 43 kilómetros para los del recorrido corto y los corredores.  Por algo le llaman la etapa Reina. Salimos a las 8:00 a.m. del parque Central de Antigua.  Primero 5 kilómetros todos guiados por unas motos hasta un punto donde ya no hubiera peligro de estar en una ciudad y atravesar calles.  Arrancamos luego.  Los expertos salieron disparados.  Primero era una subida pasando por Pastores hasta llegar a Zaragoza por veredas de terracería y brechas.  Seguimos caminos entre sembradíos de verduras y frutas.  Preciosas las vistas de los lugares que recorrimos.  Un deleite para los ojos y aire puro para los pulmones.

Pasamos por un primer puesto de control y luego nos dirigimos al segundo.  El segundo era en Patzún.  En el camino, mi compañero y yo no cruzamos por donde debíamos y seguimos por una ruta equivocada.  Cuando nos dimos cuenta paramos y regresamos a buscar donde había que cruzar.  Calculo que perdimos unos 20 minutos en este descuido. Encontramos el lugar y seguimos por unas bajadas técnicas impresionantes (así le llaman quienes hacen ciclismo de montaña a las bajadas muy empinadas, estrechas e irregulares aunque yo diría que son bajadas para ir a pie) y unas subidas tan estrechas y empinadas que había que cargar la bicicleta.

Llegamos al Puesto de Control 2 pero con unos 15 minutos de atraso de la hora límite por lo que ya no nos dejaron continuar.  Los organizadores nos explicaron que era por seguridad ya que se haría tarde.  Yo creo que hubiéramos podido seguir.  Llevábamos ya 6 horas hasta este punto de control y 60 kilómetros recorridos.  Nos faltaban 26 kilómetros y creo que en 2.5 o 3 horas más lo hubiéramos logrado.  Nos hacía ilusión seguir porque luego hay una bajada que es espectacular y de las más hermosas, la bajada denominada “La Culebra” por la cantidad de curvas cerradas que tiene y que va de Godínez al lago de Atitlán, terminando en Santa Catarina Palopó, si no estoy mal.  En fin, no se pudo.

Ese día nos llevaron a quienes nos quedamos en este puesto de control, con las bicicletas, en un bus desde Patzún hasta Panajachel.  Yo estaba bastante cansado y adolorido.  Durante parte del recorrido tuve calambres en mi pantorrilla (camote) de la pierna derecha. Por suerte, habíamos contratado el masaje deportivo (le llaman así porque era para aflojar la espalda y las piernas) que ofrecen los organizadores cuando te inscribes y a mí me tocó a las 10:00 p.m.  El masaje fue muy bueno y me sentí muy aliviado.

Mi compañero, Carlos, que es español, tuvo que regresar a España el sábado porque habían operado a su mamá, así que ya no se quedó a hacer la tercer y cuarta etapa.  Estaba de pesar. Él hubiera querido terminar todo el recorrido. Yo continué. A pesar que ya no me valdrían los tiempos seguir y terminar la carrera. Estaba cansado pero con mucha ilusión. No sabía lo que me esperaba en la tercera etapa.

La tercera etapa salía de Santa Cruz La Laguna hacia Xela (Quetzaltenango).  Eran 58 kilómetros de pura montaña y subidas fuertes (el recorrido corto y el de los corredores era de 32 kilómetros).  Para llegar al punto de salida, los organizadores alquilaron un par de barcos donde metimos las bicicletas y nos fuimos por el lago saliendo de Panajachel.  Las vistas del lago, los volcanes y las montañas eran espectaculares.  Llegamos a Santa Cruz La Laguna y subimos por una empinadísima cuesta hacia el parque central donde está la Iglesia del pueblo.  Salimos desde ahí.

El camino era empinadísimo.  Sólo los mejores lograron subirla en la bicicleta.  Otro grupo con el que yo iba lo hicimos a pie, llevando la bicicleta a un lado.  En esta ocasión traté de esforzarme un poco más para llegar antes del tiempo límite a cada puesto de control.  Sufrí muchísimo en esa subida de Santa Cruz La Laguna hacia la parte de atrás de Sololá, por donde está un basurero.  Luego avancé donde la pendiente era menor y más cómoda.

Después del primer puesto de control venía otra bajada tremenda y nuevamente una subida muy fuerte donde teníamos que llevar a cuestas la bicicleta.  El lugar era hermoso.  Pasamos por una valle lleno de pasto muy verde y vacas.  Cruzamos un puentecito de troncos y luego comenzamos a subir.  El clima estaba fresco. Empezó a llover mientras comenzaba la tremenda subida.  Por momentos sentía una gran soledad y paz en medio de esas montañas, lluvia y neblina. Era increíblemente hermoso. Llegué a tiempo al Puesto de Control 2, bastante cansado pero con mucho ánimo y más fuerza de voluntad que física hacia el puesto de control 3 que prácticamente quedaba cerca de la parte alta de Alaska.

Luego del puesto de control 3, el último, quedaba muy poco de subida y luego todo era bajada.  Seguía lloviendo, hacía frío y cuando bajamos estaba todo muy liso.  Llegué a la meta en Xela 8 horas después seguido por los barredores o coleros (expertos en bicicletas que van acompañando a los últimos) y un competidor de Puerto Rico.  Estaba muerto de cansancio pero feliz de haber logrado terminarla.  Algunos competidores se fueron quedando en algunos puestos de control porque se enfermaron del estómago, tenían náuseas y otro que iba conmigo tenía algunos problemas de espalda.    Esta etapa implicaba mucho ascenso, desde unos 1,750 metros hasta unos 3,100 metros sobre el nivel del mar aproximadamente, con subidas y bajadas en el camino.  Al llegar al hotel en Xela mi familia me estaba esperando lo que me causó una gran alegría. Luego me dieron un masaje deportivo a las 8:00 p.m. y de ahí me quedé dormido de un sólo a pesar que había una boda en el hotel y se escuchaba la música bastante fuerte en mi habitación.

La cuarta y última etapa arrancó en el parque central de Xela a las 8:00 a.m. hacia los hostales del Irtra en Reu (Retalhuleu).  63 kilómetros (recorrido corto y corredores 28 kilómetros).  Una etapa preciosa, con un par de subidas fuertes al inicio (al menos yo las sentí fuertes pues ya mis piernas no daban para mucho más), la primera hacia un parque que queda en una montaña alta y la segunda hacia un lugar llamado la Muela.  Luego mucha bajada técnica, llena de arena y piedras.  Pasamos por lugares donde había sembradíos de flores y verduras.  Después por unos caminos muy empedrados y finalmente salimos al asfalto para meternos más adelante en la Finca Patzulín, de Macadamia.  Ésta es una verdadera belleza. Tiene el camino principal interno empedrado aunque por partes muy disparejo.  Había mucha vibración mientras bajaba. El lugar es hermosísimo.

Al salir de la finca pedaleamos un rato por asfalto y nuevamente nos metimos en veredas. Pasamos por un par de puentes colgantes.  El primero pequeñito. El segundo pasaba sobre el río Salamá y tendría unos 150 metros de largo a unos 30 metros de altura sobre el río.  Al decir puentes colgantes me refiero a puentes para que pasen las personas, no los carros.  Fue verdaderamente impresionante. De ahí al IRTRA ya no quedaba mucho y al llegar a los Hostales terminamos El Reto.

Me sentí sumamente satisfecho de haberlo terminado.  Hice unas 5 horas y pico en esta etapa.  Por supuesto que mis tiempos no se pueden comparar con el de los ganadores.  ¡Qué nivel tan impresionante de los primeros lugares! Son todos unos campeones. Sea como sea para mí fue un gran logro y me lo disfruté.

De esta aprendí que debo rebajar unas 20 o 25 libras para poder subir mejor las cuestas y hacer mucho fondo (entrenos de 5 o 6 hora por montañas variadas) para aguantar trayectos más largos si es que quiero hacerlo otra vez.  Y la verdad es que si quiero hacerlo el próximo año. El Reto del 2017 será de 5 etapas así que ahora a descansar un poco y luego a prepararme bien tanto física como mentalmente para el próximo.  Hace cuatro años comencé con el ciclismo de montaña y cada día me entusiasmo más. Es la primera vez que me metía a una de estas competencias.

Me causaron gran satisfacción varias cosas.  Primero la organización fue excelente.  La amabilidad de los que te dirigían y cuidaban era extraordinaria.  En cada puesto de control había gente amabilísima animándote y velando porque te hidrataras y comieras alguna fruta, sándwich o galletas para que te dieran energía. Y no digamos quienes andaban en moto preguntándote si ibas bien o si necesitabas algo. Me sentí seguro todo el tiempo a pesar que terminé con raspones y moretones pero esto era parte del Reto.  El apoyo de quienes en la noche le hacían mantenimiento a la bicicleta fue extraordinario. Mi bicicleta era magnífica. Yo soy el que necesitaba más entrenamiento.

El Reto también tiene sus riesgos que cada quien corre. Hubo un ciclista que se fracturó el Omóplato y varias costillas.  Otro, un corredor se dobló un tobillo.  Un amigo abandonó porque una rodilla se le inflamó y así varios dejaron porque enfermaron del estómago o de algún virus, a otro le dolía la espalda, etc…  Pero estos riesgos son parte de la adrenalina que te provoca hacerlo.

La nota negativa es la siguiente.  La menciono porque es una oportunidad para que mejoremos. No va contra la organización que considero estuvo impecable. Es contra nuestra mala costumbre de tirar la basura en todos lados. Debo decir que nuestros paisajes son bellos pero somos muy sucios.  Hay mucha basura tirada por estos hermosos lugares y es basura de la gente que vive en los lugares y trabajan la tierra o pasean por ahí.  De la misma manera, los ríos bajan contaminados porque echan al agua cualquier cantidad de porquerías además de que muchos drenajes van a parar a los ríos.  Si tan solo cambiamos nuestra cultura y tiramos la basura en su lugar recuperaríamos la belleza natural de toda Guatemala. ¿Qué cuesta guardar la basura en una bolsa y luego tirarla en un basurero?

Algo que no me gustó para nada de los ciclistas que participamos es que muchos, antes del banderazo de salida, se bajaban de las bicicletas a orinar en las aceras.  Me pareció una falta de respeto para quienes viven donde se daba el banderazo de salida. Creo que se puede superar si en las salidas los organizadores pones unas letrinas de estas de plástico aunque cueste algo más de dinero y lo cobren pero es mejor eso a no dar ese pésimo ejemplo. Pienso que es una pésima costumbre la de los ciclistas. Hubieran ido en el hotel o podían esperar a estar en el campo donde no hubieran viviendas. En fin, hay una oportunidad grande de mejorar este aspecto.

Termino con unas notas de motivación. Tuve mucho apoyo de mis amigos y compañeros de Spinning y de bicicleta de los fines de semana. No se imaginan la cantidad de consejos y porras que me brindaron. Igualmente mi familia y muchos otros amigos del trabajo y universidad. Fue tanto el apoyo que me sentía con una enorme responsabilidad para terminar este magnífico Reto. Gonzalo, quien me recomendó y vendió la bicicleta me apoyaba todo el tiempo mandándome mensajitos con consejos que me vinieron de perlas. A todos ellos agradezco mucho pues aunque físicamente me faltaron fuerzas las compensaba con la motivación y voluntad.

Pero lo que más me impresionó es ver lo siguiente.  Un par de ciclistas de Guatemala iban en una bicicleta tipo “Tandem”, es decir, de dos plazas.  El de atrás era ciego, Josías, y el de adelante, Charlie, dirigía la bicicleta.  Esa confianza que Josías tenía en Charlie era impresionante y el verlos con tanto entusiasmo por esas brechas y montañas complicadas te contagia de mucho optimismo. Era la séptima vez que hacían el Reto.  A 5 kilómetros de la meta en Xela se les rompió la cadena de Charlie. La quitaron y llegaron a la meta gracias al fuerte pedaleo de Josías.

Otro corredor ciclista de Costa Rica tenía una prótesis en la pierna derecha debajo de la rodilla pues la había perdido en un accidente precisamente de ciclismo. Impresionante pues uno en la bicicleta usa los músculos de la pantorrilla para pedalear y balancearse en subidas y bajadas. Él lo hacía con una naturalidad increíble.

Y otro Costarricense que conocí cumpliría en dos meses 64 años pero lo interesante es que hace pocos años tuvo cáncer superándolo y cuando tenía 40 años fumaba 4 cajetillas de cigarrillos al día.  Cambió sus hábitos y da gusto verlo y hablar con él.  Aunque en esta ocasión se enfermó y abandonó era un tipo muy entusiasta.  Ya ha hecho el reto varias veces y ha participado en otras competencias.  Me causó una gran admiración.

También me motivó ver a Piccolo Gularte correr en honor a su hermano que fue atropellado el año pasado cuando se ejercitaba en su bicicleta. Yo me identifiqué tanto con este caso que escribí un par de artículos sobre el tema. Además, ver a Piccolo y su compañero Francis es motivante pues siempre están positivos contagiando a los demás de energía.

Cuando veo a estas personas, había gente mayor que yo, me digo a mi mismo ¿Cuál es mi excusa?  Celebré mis 55 años de la mejor manera posible, haciendo un Reto para mí mismo.  Me lo disfruté y gocé las vistas espectaculares que tiene Guatemala mientras practicaba mi deporte favorito. Y estoy motivadísimo, a pesar de lo mucho que se sufre en algunas etapas, para participar el próximo año en el Reto del Quetzal y terminarlo en tiempo.