Política
Política
Empresa
Empresa
Investigación y Análisis
Investigación y Análisis
Internacional
Internacional
Opinión
Opinión
Inmobiliaria
Inmobiliaria
Agenda Empresarial
Agenda Empresarial

¿Sin esperanza en este mundo?

José Carlos Ortega
26 de marzo, 2016

Nuevos ataques terroristas en Bélgica, que incluyen errores enormes de los sistemas de seguridad en las autoridades belgas, bomba en un estadio en Irak, las más grande crisis de refugiados en Europa desde la Segunda Guerra Mundial, tratados entre Turquía y la Unión Europea que sólo afectarán a las personas, mientras sigue habiendo atentados terroristas en Turquía; una guerra de más de cinco años en Siria que ha provocado un desastre humano, tanto en muertos y heridos como en desplazados, en personas que sin poder huir, tampoco saben cómo van a sobrevivir en ciudades destruidas varias veces, como Palmyra; la epidemia del Zyka haciendo destrozos en la salud y en nuevas vidas, de niños con defectos mentales permanentes; un triángulo norte que sin estar en guerra… tiene más muertos que regiones en guerra. Corrupción, rumores de complot contra fiscales y jueces, contra el propio presidente, violencia, falta de oportunidades, migrantes que se van y que vuelven, ¡los dos resultan problemas para la sociedad! Posibilidad de tener un presidente xenófobo, o una más intervencionista americano más que el actual para Latino América… Pequeños momentos, como Obama en Cuba y Argentina, o la “Sele” ganando en el monumental Mateo Flores, y devolviendo en Columbus el martes…
Siempre he tratado de imaginar aquel momento en que Jesús moría en la cruz del Calvario, y sus amigos (“ya no los llamaré siervos, sino amigos…”) y el domingo. ¡Oh, qué tristeza! A los que fueron a la Vía Dolorosa, al Gólgota, volver con la realidad de la muerte del Maestro, de Aquel que menos de una semana había sido recibido como Rey, montado en un pollino. A los que no fueron, “muertos de miedo” porque el líder había sido ejecutado por razones políticas, al fin, ellos por momentos también pensaban que podía ser el gran libertador, el gran salvador, ante la ocupación romana, la ocupación siria y la helenización.
¡Ese amanecer de sábado! Levantarse ya sin ninguna esperanza. Todo lo que había sido anhelado, todo lo que se había prometido, todo lo que se había caminado junto parecía perderse entre el miedo, entre la tristeza, la confusión, el repaso de profecías sobre el fin que no se habían entendido. ¿Todo para qué? Algunos galileos debieron pensar en salir de Judea antes que los vincularan, regresar a sus casas. Otros seguro repasaban las palabras, pero seguro, aquellas de resurrección no eran necesariamente las más repasadas. ¿Qué hacer? ¿Habría sido todas esas lecciones realidad o era sólo, y solo, un momento, algo bonito para oír, para vivir, como una plática motivacional, sicológica o de algún programa para vivir mejor? Él estaba muerto, lo vimos, oímos de su muerte, lo llevamos a enterrar, estaba bien muerto… Si hasta se despidió, le dijo a María que allí tenía a un hijo en Juan y a Juan, una madre en María. Eso solo lo hacen los que se despiden. Le había dicho a Dios, Eli, que porque lo había desamparado… Le encomendó Su Espíritu.
Para los que creemos, los que confiamos, de alguna forma aprendimos que cuando Él dijo que su reino se había acercado, no era para conquistar a los romanos, ni para recibir honores, y habitar en palacios, era para conquistar y habitar en corazones, corazones transformados, que reconocen su incapacidad ante el gran problema del pecado individual y le reconocen a Él para su salvación.
Sabemos que todas las cosas son a bien para aquellos que aman a Dios, que Él no ha terminado la buena obra que empezó en nosotros, que sólo Él tiene Palabras de Vida, y de Vida Eterna, que lo que está en Su mano no se pierde, que la paz que Él da, no es como la paz del mundo, sino es una paz para en medio de la tormenta. Así, que en medio de miles de problemas, y en mis propios dolores, este sábado, sábado de Gloria, que debía ser de un silencio impresionante porque lo más importante no había pasado, le invito a reflexionar, a descansar, a ver con esperanza hacia adelante, porque Él, ¡ya resucitó! ¡ALELUYA!

¿Sin esperanza en este mundo?

José Carlos Ortega
26 de marzo, 2016

Nuevos ataques terroristas en Bélgica, que incluyen errores enormes de los sistemas de seguridad en las autoridades belgas, bomba en un estadio en Irak, las más grande crisis de refugiados en Europa desde la Segunda Guerra Mundial, tratados entre Turquía y la Unión Europea que sólo afectarán a las personas, mientras sigue habiendo atentados terroristas en Turquía; una guerra de más de cinco años en Siria que ha provocado un desastre humano, tanto en muertos y heridos como en desplazados, en personas que sin poder huir, tampoco saben cómo van a sobrevivir en ciudades destruidas varias veces, como Palmyra; la epidemia del Zyka haciendo destrozos en la salud y en nuevas vidas, de niños con defectos mentales permanentes; un triángulo norte que sin estar en guerra… tiene más muertos que regiones en guerra. Corrupción, rumores de complot contra fiscales y jueces, contra el propio presidente, violencia, falta de oportunidades, migrantes que se van y que vuelven, ¡los dos resultan problemas para la sociedad! Posibilidad de tener un presidente xenófobo, o una más intervencionista americano más que el actual para Latino América… Pequeños momentos, como Obama en Cuba y Argentina, o la “Sele” ganando en el monumental Mateo Flores, y devolviendo en Columbus el martes…
Siempre he tratado de imaginar aquel momento en que Jesús moría en la cruz del Calvario, y sus amigos (“ya no los llamaré siervos, sino amigos…”) y el domingo. ¡Oh, qué tristeza! A los que fueron a la Vía Dolorosa, al Gólgota, volver con la realidad de la muerte del Maestro, de Aquel que menos de una semana había sido recibido como Rey, montado en un pollino. A los que no fueron, “muertos de miedo” porque el líder había sido ejecutado por razones políticas, al fin, ellos por momentos también pensaban que podía ser el gran libertador, el gran salvador, ante la ocupación romana, la ocupación siria y la helenización.
¡Ese amanecer de sábado! Levantarse ya sin ninguna esperanza. Todo lo que había sido anhelado, todo lo que se había prometido, todo lo que se había caminado junto parecía perderse entre el miedo, entre la tristeza, la confusión, el repaso de profecías sobre el fin que no se habían entendido. ¿Todo para qué? Algunos galileos debieron pensar en salir de Judea antes que los vincularan, regresar a sus casas. Otros seguro repasaban las palabras, pero seguro, aquellas de resurrección no eran necesariamente las más repasadas. ¿Qué hacer? ¿Habría sido todas esas lecciones realidad o era sólo, y solo, un momento, algo bonito para oír, para vivir, como una plática motivacional, sicológica o de algún programa para vivir mejor? Él estaba muerto, lo vimos, oímos de su muerte, lo llevamos a enterrar, estaba bien muerto… Si hasta se despidió, le dijo a María que allí tenía a un hijo en Juan y a Juan, una madre en María. Eso solo lo hacen los que se despiden. Le había dicho a Dios, Eli, que porque lo había desamparado… Le encomendó Su Espíritu.
Para los que creemos, los que confiamos, de alguna forma aprendimos que cuando Él dijo que su reino se había acercado, no era para conquistar a los romanos, ni para recibir honores, y habitar en palacios, era para conquistar y habitar en corazones, corazones transformados, que reconocen su incapacidad ante el gran problema del pecado individual y le reconocen a Él para su salvación.
Sabemos que todas las cosas son a bien para aquellos que aman a Dios, que Él no ha terminado la buena obra que empezó en nosotros, que sólo Él tiene Palabras de Vida, y de Vida Eterna, que lo que está en Su mano no se pierde, que la paz que Él da, no es como la paz del mundo, sino es una paz para en medio de la tormenta. Así, que en medio de miles de problemas, y en mis propios dolores, este sábado, sábado de Gloria, que debía ser de un silencio impresionante porque lo más importante no había pasado, le invito a reflexionar, a descansar, a ver con esperanza hacia adelante, porque Él, ¡ya resucitó! ¡ALELUYA!