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El Mal Chiste Llamado Donald Trump

Redacción
02 de marzo, 2016

El fenómeno Trump inició como una broma, una parodia política que no podía ser real, que unánimemente se le desestimaba como un bufón salido de un “reality show” (eso sí, con mucho dinero) cuya llama se iba a esfumar antes que los candidatos serios cargaran sus armas. Hoy, en la resaca del “Súper Martes” y luego de victorias contundentes en varios estados que lo catapultan a la nominación republicana como candidato a la presidencia de los Estados Unidos, podemos afirmar que el mal chiste llamado Donald Trump, hoy más que nunca, es una realidad.

Una realidad legitimada por cada estado en el que gana las elecciones primarias con facilidad. Una realidad con funestas perspectivas e implicaciones a nivel mundial. Una realidad que peligrosamente acerca a un personaje nefasto al puesto político más poderoso del planeta: la presidencia de Estados Unidos.

Trump es el candidato que mejor ha sabido manejar el juego político y que mejor ha capitalizado su imagen de ser una opción anti-sistema, auto-financiada, que no se preocupa por ser políticamente correcto y que dice, supuestamente, las cosas de frente. El problema, más allá de este posicionamiento y con la incredulidad de propios y extraños,  han sido las formas y que estas mismas formas sean lo suficientemente eficientes para proyectarse como el virtual candidato republicano.

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Trump ha exitosamente apelado a las emociones más sombrías del electorado y a tácticas propias de una campaña sucia: al miedo, la xenofobia, la demagogia, al populismo, la confrontación, al divisionismo, al nacionalismo irracional y a los ataques ad hominem, entre otras tácticas (parece usar el mismo libreto que Baldizón). En el proceso, ha logrado degradar el nivel del debate político de la campaña primaria presidencial en una de las democracias más avanzadas del mundo. Las distintas audiencias, electorado, y los medios, quienes son atraídos hacia este show mediático lleno de grotesca retórica (porque vende), también han sido cómplices de esta degradación.

Trump en sí no es la raíz del problema, es un síntoma visible de una porción del electorado conservador estadounidense que se siente alienado y no representado por un Partido Republicano que no ha logrado consolidar liderazgos ni parar la avalancha demócrata en Washington representada por los dos términos presidenciales de Barak Obama. El GOP (siglas de “Grand Old Party” utilizado comúnmente para referirse al partido) a su vez se encuentra en un dilema que irrumpe sobre su misma existencia. ¿Se adapta a una sociedad cada vez más progresista en aspectos sociales (diversidad sexual y racial, por ejemplo) o se atiene a su base prominentemente blanca, evangélica y conservadora?

Y mientras el GOP dirime sus conflictos internos, le otorga su plataforma partidaria (por más que sus líderes extraoficialmente se distancien de Trump) a uno de los megalómanos y demagogos más grandes que Estados Unidos ha visto con posibilidades de llegar a la Casa Blanca ¿Será este el primer clavo en el ataúd republicano, un partido que se resiste a adaptarse a su entorno? Este es el partido de Lincoln y Reagan, ¿se lo imaginan siendo el partido de Trump?

Jorge V. Ávila Prera

@jorgeavilaprera

El Mal Chiste Llamado Donald Trump

Redacción
02 de marzo, 2016

El fenómeno Trump inició como una broma, una parodia política que no podía ser real, que unánimemente se le desestimaba como un bufón salido de un “reality show” (eso sí, con mucho dinero) cuya llama se iba a esfumar antes que los candidatos serios cargaran sus armas. Hoy, en la resaca del “Súper Martes” y luego de victorias contundentes en varios estados que lo catapultan a la nominación republicana como candidato a la presidencia de los Estados Unidos, podemos afirmar que el mal chiste llamado Donald Trump, hoy más que nunca, es una realidad.

Una realidad legitimada por cada estado en el que gana las elecciones primarias con facilidad. Una realidad con funestas perspectivas e implicaciones a nivel mundial. Una realidad que peligrosamente acerca a un personaje nefasto al puesto político más poderoso del planeta: la presidencia de Estados Unidos.

Trump es el candidato que mejor ha sabido manejar el juego político y que mejor ha capitalizado su imagen de ser una opción anti-sistema, auto-financiada, que no se preocupa por ser políticamente correcto y que dice, supuestamente, las cosas de frente. El problema, más allá de este posicionamiento y con la incredulidad de propios y extraños,  han sido las formas y que estas mismas formas sean lo suficientemente eficientes para proyectarse como el virtual candidato republicano.

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Trump ha exitosamente apelado a las emociones más sombrías del electorado y a tácticas propias de una campaña sucia: al miedo, la xenofobia, la demagogia, al populismo, la confrontación, al divisionismo, al nacionalismo irracional y a los ataques ad hominem, entre otras tácticas (parece usar el mismo libreto que Baldizón). En el proceso, ha logrado degradar el nivel del debate político de la campaña primaria presidencial en una de las democracias más avanzadas del mundo. Las distintas audiencias, electorado, y los medios, quienes son atraídos hacia este show mediático lleno de grotesca retórica (porque vende), también han sido cómplices de esta degradación.

Trump en sí no es la raíz del problema, es un síntoma visible de una porción del electorado conservador estadounidense que se siente alienado y no representado por un Partido Republicano que no ha logrado consolidar liderazgos ni parar la avalancha demócrata en Washington representada por los dos términos presidenciales de Barak Obama. El GOP (siglas de “Grand Old Party” utilizado comúnmente para referirse al partido) a su vez se encuentra en un dilema que irrumpe sobre su misma existencia. ¿Se adapta a una sociedad cada vez más progresista en aspectos sociales (diversidad sexual y racial, por ejemplo) o se atiene a su base prominentemente blanca, evangélica y conservadora?

Y mientras el GOP dirime sus conflictos internos, le otorga su plataforma partidaria (por más que sus líderes extraoficialmente se distancien de Trump) a uno de los megalómanos y demagogos más grandes que Estados Unidos ha visto con posibilidades de llegar a la Casa Blanca ¿Será este el primer clavo en el ataúd republicano, un partido que se resiste a adaptarse a su entorno? Este es el partido de Lincoln y Reagan, ¿se lo imaginan siendo el partido de Trump?

Jorge V. Ávila Prera

@jorgeavilaprera