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Inclusión es la palabra, el espíritu, y la meta.

Redacción
21 de marzo, 2016

El día 21 de marzo es el Día Internacional del Síndrome de Down. El día elegido, 21 del tercer mes del año, es significativo por representar una tercera copia del cromosoma veintiuno, el cromosoma adicional nombrado Trisomía 21. Durante el mes de marzo, y especialmente ese día, se porta una pulsera de tres colores, verde, amarillo y rojo, en honor a las cualidades especiales de las personas que tienen Síndrome de Down, y apreciar lo complejo de la vida para la persona con el Síndrome de Down, los retos sobresalientes que se vencen.

Dentro la legislación educativa de Guatemala, se encuentra el Decreto Número 58-2007, Ley de Educación Especial para las Personas con Capacidades Especiales y el Acuerdo Ministerial 3613-2011 Reglamento de la Ley de Educación Especial para las Personas con Capacidades Especiales; estos contemplan la atención especifica a toda la gama de necesidades especiales, con detalle sobre la ubicación física de establecimientos y el importante desarrollo de las adecuaciones curriculares. La legislación existe; aunque se encuentran retos constantes con su aplicación y la inclusión dentro de los centros educativos regulares.

¿Cómo se define inclusión? El DRAE se refiere al verbo incluir, que significa “ Poner algo o a alguien dentro de una cosa o de un conjunto, o dentro de sus límites.” Y esa actividad de inclusión es la que provee un aprendizaje redondo para todos los integrantes de la comunidad educativa. El Reglamento mencionado define al educación inclusiva como “…un concepto amplio que puede verse como un principio rector general para reforzar la educación para el desarrollo sostenible, el aprendizaje a lo largo de toda la vida para todos, y un acceso a las oportunidades para todos dentro de la sociedad.” La inclusión es la incorporación total; no es formar un grupo pequeño aislado dentro de otro grupo más grande. Es incluir, valga la repitencia, dentro de la actividad de los grupos, a todos los integrantes. Cada uno con sus talentos individuales, y sus necesidades. Se complementan los integrantes, y todos aprenden como conjunto. Y sobre todas las cosas, el respeto es el medio del conocimiento.

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Los estudiantes regulares, indistinto de la edad que tengan, cuando comparten el aula con un compañero con Síndrome de Down, además de convivir con un amigo con las características distintivas de alegría, dulzura y amor, aprenden que todos las personas son diferentes, con capacidades únicas, y no por ser distintos, son malos; una lección que forma parte del desarrollo de todos los integrantes del aula, una lección que se vive, no se aprende de un texto. Un niño acepta con naturalidad a su compañero.

La educación es global. Para los padres de familia, los docentes, los directores de escuelas y colegios, es necesario una educación en la percepción que la inclusión enriquecerá la vida suya, y de los niños y jóvenes alrededor. El conocer la necesidad especial que tenga cualquier persona, dentro la comunidad educativa. Todos los alumnos tienen sus talentos sui generis; la aceptación involucra a todos, y sobre todo se aprende con esa experiencia.

La educación que es imperante es la de los adultos. Como en todo proceso educativo, el motor es el docente; el docente con vocación, que acoge a cada participante en el aula, con sus aptitudes y retos individuales, sean regulares o especiales. La generosidad característica de esa vocación real permitirá el crecimiento total.

Es imprescindible una educación sensata y factual para erradicar los prejuicios, los miedos, y el cesar del uso de términos peyorativos que lastiman a cualquier persona.

En Guatemala, la primera entidad que luchó por la inclusión de las personas con Síndrome de Down fue la Fundación Margarita Tejada, que ha visibilizado los todos aspectos de la vida de las personas. Se ha dedico a la estimulación oportuna; ha elevado la consciencia y percepción a niveles superiores, y por ello, se observa, aunque sea en mínimos porcentajes, la participación de adultos con Down en la fuerza laboral, trabajando con su distintiva alegría y deseo por compartir. Ahora se encuentran nuevas iniciativas que se han sumado a esta labor y así se comunica a más personas los beneficios de la inclusión.

Es un privilegio conocer y convivir con una persona con Síndrome de Down. No sólo se debe reconocerlo un día al año; se debe reconocer todos los días del año.

Inclusión es la palabra, el espíritu, y la meta.

Redacción
21 de marzo, 2016

El día 21 de marzo es el Día Internacional del Síndrome de Down. El día elegido, 21 del tercer mes del año, es significativo por representar una tercera copia del cromosoma veintiuno, el cromosoma adicional nombrado Trisomía 21. Durante el mes de marzo, y especialmente ese día, se porta una pulsera de tres colores, verde, amarillo y rojo, en honor a las cualidades especiales de las personas que tienen Síndrome de Down, y apreciar lo complejo de la vida para la persona con el Síndrome de Down, los retos sobresalientes que se vencen.

Dentro la legislación educativa de Guatemala, se encuentra el Decreto Número 58-2007, Ley de Educación Especial para las Personas con Capacidades Especiales y el Acuerdo Ministerial 3613-2011 Reglamento de la Ley de Educación Especial para las Personas con Capacidades Especiales; estos contemplan la atención especifica a toda la gama de necesidades especiales, con detalle sobre la ubicación física de establecimientos y el importante desarrollo de las adecuaciones curriculares. La legislación existe; aunque se encuentran retos constantes con su aplicación y la inclusión dentro de los centros educativos regulares.

¿Cómo se define inclusión? El DRAE se refiere al verbo incluir, que significa “ Poner algo o a alguien dentro de una cosa o de un conjunto, o dentro de sus límites.” Y esa actividad de inclusión es la que provee un aprendizaje redondo para todos los integrantes de la comunidad educativa. El Reglamento mencionado define al educación inclusiva como “…un concepto amplio que puede verse como un principio rector general para reforzar la educación para el desarrollo sostenible, el aprendizaje a lo largo de toda la vida para todos, y un acceso a las oportunidades para todos dentro de la sociedad.” La inclusión es la incorporación total; no es formar un grupo pequeño aislado dentro de otro grupo más grande. Es incluir, valga la repitencia, dentro de la actividad de los grupos, a todos los integrantes. Cada uno con sus talentos individuales, y sus necesidades. Se complementan los integrantes, y todos aprenden como conjunto. Y sobre todas las cosas, el respeto es el medio del conocimiento.

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Los estudiantes regulares, indistinto de la edad que tengan, cuando comparten el aula con un compañero con Síndrome de Down, además de convivir con un amigo con las características distintivas de alegría, dulzura y amor, aprenden que todos las personas son diferentes, con capacidades únicas, y no por ser distintos, son malos; una lección que forma parte del desarrollo de todos los integrantes del aula, una lección que se vive, no se aprende de un texto. Un niño acepta con naturalidad a su compañero.

La educación es global. Para los padres de familia, los docentes, los directores de escuelas y colegios, es necesario una educación en la percepción que la inclusión enriquecerá la vida suya, y de los niños y jóvenes alrededor. El conocer la necesidad especial que tenga cualquier persona, dentro la comunidad educativa. Todos los alumnos tienen sus talentos sui generis; la aceptación involucra a todos, y sobre todo se aprende con esa experiencia.

La educación que es imperante es la de los adultos. Como en todo proceso educativo, el motor es el docente; el docente con vocación, que acoge a cada participante en el aula, con sus aptitudes y retos individuales, sean regulares o especiales. La generosidad característica de esa vocación real permitirá el crecimiento total.

Es imprescindible una educación sensata y factual para erradicar los prejuicios, los miedos, y el cesar del uso de términos peyorativos que lastiman a cualquier persona.

En Guatemala, la primera entidad que luchó por la inclusión de las personas con Síndrome de Down fue la Fundación Margarita Tejada, que ha visibilizado los todos aspectos de la vida de las personas. Se ha dedico a la estimulación oportuna; ha elevado la consciencia y percepción a niveles superiores, y por ello, se observa, aunque sea en mínimos porcentajes, la participación de adultos con Down en la fuerza laboral, trabajando con su distintiva alegría y deseo por compartir. Ahora se encuentran nuevas iniciativas que se han sumado a esta labor y así se comunica a más personas los beneficios de la inclusión.

Es un privilegio conocer y convivir con una persona con Síndrome de Down. No sólo se debe reconocerlo un día al año; se debe reconocer todos los días del año.