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¿Cuándo construiremos Estado?

Redacción
04 de abril, 2016

La década de los noventas fue la etapa donde tanto el discurso y buena parte de la agenda internacional, estuvieron marcados por promover la privatización y la reducción del Estado, especialmente, en América Latina. Así, el famoso Consenso de Washington fue la medicina que los organismos internacionales aplicaron en la región para paliar la crisis de la deuda externa.

Con sus altibajos, en resumen, llevamos poco más de dos décadas guiados por el enfoque de reducción del Estado y de lo público y rehuyendo a abordar la necesidad de lograr y construir instituciones más fuertes. Por ello, hoy en día, no es extraño que cuando actores locales e internacionales que buscan generar procesos de desarrollo, políticas e inversiones en determinadas zonas, se encuentren con la realidad de que muchos de los problemas locales, en ciertas regiones y municipios del país, se deben, precisamente, a la “ausencia de Estado”.

Lo que las élites locales no reparan en meditar es que, luego de los ataques el 11S en Estados Unidos, aquellos Estados débiles con instituciones porosas, que pueden ser presas fáciles del crimen organizado y el terrorismo, se han convertido en una preocupación para la comunidad internacional, al ser considerados como posibles amenazas a la seguridad nacional de las potencias. En este contexto, no les debe extrañar a las élites locales y sus respectivos “liderazgos” que Estados Unidos tenga dentro de sus prioridades de política exterior la vigilancia de lo acontece en el Triángulo Norte de Centroamérica.

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Pero esta “preocupación” de nuestros amigos del Norte tiene en el fondo una agenda encaminada a “construir Estado”. Sí, un Estado que garantice la reducción de las oleadas migratorias de Guatemala hacia Estados Unidos; un Estado capaz de generar las condiciones para la inversión y la generación de capacidades de empleo; un Estado capaz de garantizar Justicia y Seguridad y un verdadero Estado de Derecho; un Estado capaz de generar ingresos por la vía fiscal; un Estado con instituciones más transparentes y reducción de la corrupción; un Estado con un marco político más democrático e incluyente –ejemplo, una nueva Ley Electoral y de Partidos Políticos-.

Los mensajes que está enviando el Tío Sam podrían ser la antesala de ese proceso de “construcción de Estado”. No es que nos quieran mucho, no que va, lo que sucede es que un Estado débil en Guatemala se convierte, sí, en una amenaza a su seguridad nacional. Pero este proceso bien puede ser la oportunidad para que las élites locales hagan un poco de introspección y se diseñen nuevas rutas para la Paz, la Unidad y el Desarrollo Nacional.

Allá en territorios lejanos como Santa Cruz Barillas, Santa Eulalia o San Mateo Ixtatán, desde donde mediáticamente se ha lanzado la emergencia de un supuesto “Subcomandante Toledo”, lo que salta a la vista es, en efecto, una grandísima ausencia de Estado. O qué decir de lo que ocurre en territorios del departamento de San Marcos, donde ante la reciente ola de violencia el Departamento de Estado de EEUU ha lanzado una alerta a sus ciudadanos y funcionarios a evitar pisar esas tierras. Otra vez, ausencia de Estado.

En política, como en los territorios, nunca hay espacios vacíos. Y aquellos espacios vacíos han sido ocupados por el crimen organizado, especialmente, el narcotráfico, que sustituye al Estado al brindar escuelas, carreteras y otros apoyos a las comunidades. Es por ello que un Estado como el de Guatemala donde se estima que una buena parte de su territorio nacional es controlado por el crimen organizado, supone la puesta en marcha de acciones desde el Norte como, por ejemplo, la tan de moda “lucha contra la corrupción”. Pero esto es solo el inicio; el proceso más grande implica “Construir Estado”. Y esto último significa alterar el orden o el statu quo.

Los actores y la correlación de fuerzas de mediados de los ochentas, que diseñaron y parieron la actual Constitución Política de la República, y con ella el diseño y la arquitectura actual del Estado guatemalteco, ya no es tal y hoy las “fuerzas vivas del país” también tienen que reconocer y dar paso y cabida a nuevos sujetos políticos y liderazgos que tienen rostro indígena, campesino, femenino, cooperativista, etc., para construir un Estado, más fuerte e inclusivo. Eso sí, un Estado más fuerte no debe entenderse como significado de más burocracia.

Si las élites locales no se proponen y meten de lleno a construir Estado, alguien más lo hará. Y lo más seguro es que sea desde el Norte. Así que la pelota está en el terreno de los liderazgos de la élite.

@bequerchocooj

¿Cuándo construiremos Estado?

Redacción
04 de abril, 2016

La década de los noventas fue la etapa donde tanto el discurso y buena parte de la agenda internacional, estuvieron marcados por promover la privatización y la reducción del Estado, especialmente, en América Latina. Así, el famoso Consenso de Washington fue la medicina que los organismos internacionales aplicaron en la región para paliar la crisis de la deuda externa.

Con sus altibajos, en resumen, llevamos poco más de dos décadas guiados por el enfoque de reducción del Estado y de lo público y rehuyendo a abordar la necesidad de lograr y construir instituciones más fuertes. Por ello, hoy en día, no es extraño que cuando actores locales e internacionales que buscan generar procesos de desarrollo, políticas e inversiones en determinadas zonas, se encuentren con la realidad de que muchos de los problemas locales, en ciertas regiones y municipios del país, se deben, precisamente, a la “ausencia de Estado”.

Lo que las élites locales no reparan en meditar es que, luego de los ataques el 11S en Estados Unidos, aquellos Estados débiles con instituciones porosas, que pueden ser presas fáciles del crimen organizado y el terrorismo, se han convertido en una preocupación para la comunidad internacional, al ser considerados como posibles amenazas a la seguridad nacional de las potencias. En este contexto, no les debe extrañar a las élites locales y sus respectivos “liderazgos” que Estados Unidos tenga dentro de sus prioridades de política exterior la vigilancia de lo acontece en el Triángulo Norte de Centroamérica.

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Pero esta “preocupación” de nuestros amigos del Norte tiene en el fondo una agenda encaminada a “construir Estado”. Sí, un Estado que garantice la reducción de las oleadas migratorias de Guatemala hacia Estados Unidos; un Estado capaz de generar las condiciones para la inversión y la generación de capacidades de empleo; un Estado capaz de garantizar Justicia y Seguridad y un verdadero Estado de Derecho; un Estado capaz de generar ingresos por la vía fiscal; un Estado con instituciones más transparentes y reducción de la corrupción; un Estado con un marco político más democrático e incluyente –ejemplo, una nueva Ley Electoral y de Partidos Políticos-.

Los mensajes que está enviando el Tío Sam podrían ser la antesala de ese proceso de “construcción de Estado”. No es que nos quieran mucho, no que va, lo que sucede es que un Estado débil en Guatemala se convierte, sí, en una amenaza a su seguridad nacional. Pero este proceso bien puede ser la oportunidad para que las élites locales hagan un poco de introspección y se diseñen nuevas rutas para la Paz, la Unidad y el Desarrollo Nacional.

Allá en territorios lejanos como Santa Cruz Barillas, Santa Eulalia o San Mateo Ixtatán, desde donde mediáticamente se ha lanzado la emergencia de un supuesto “Subcomandante Toledo”, lo que salta a la vista es, en efecto, una grandísima ausencia de Estado. O qué decir de lo que ocurre en territorios del departamento de San Marcos, donde ante la reciente ola de violencia el Departamento de Estado de EEUU ha lanzado una alerta a sus ciudadanos y funcionarios a evitar pisar esas tierras. Otra vez, ausencia de Estado.

En política, como en los territorios, nunca hay espacios vacíos. Y aquellos espacios vacíos han sido ocupados por el crimen organizado, especialmente, el narcotráfico, que sustituye al Estado al brindar escuelas, carreteras y otros apoyos a las comunidades. Es por ello que un Estado como el de Guatemala donde se estima que una buena parte de su territorio nacional es controlado por el crimen organizado, supone la puesta en marcha de acciones desde el Norte como, por ejemplo, la tan de moda “lucha contra la corrupción”. Pero esto es solo el inicio; el proceso más grande implica “Construir Estado”. Y esto último significa alterar el orden o el statu quo.

Los actores y la correlación de fuerzas de mediados de los ochentas, que diseñaron y parieron la actual Constitución Política de la República, y con ella el diseño y la arquitectura actual del Estado guatemalteco, ya no es tal y hoy las “fuerzas vivas del país” también tienen que reconocer y dar paso y cabida a nuevos sujetos políticos y liderazgos que tienen rostro indígena, campesino, femenino, cooperativista, etc., para construir un Estado, más fuerte e inclusivo. Eso sí, un Estado más fuerte no debe entenderse como significado de más burocracia.

Si las élites locales no se proponen y meten de lleno a construir Estado, alguien más lo hará. Y lo más seguro es que sea desde el Norte. Así que la pelota está en el terreno de los liderazgos de la élite.

@bequerchocooj