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OBJETIVISMO: SOCIEDAD

Redacción
06 de abril, 2016

Primero debemos preguntarnos ¿por qué vive el hombre en sociedades? ¿Será que deriva beneficios de la vida en sociedad? ¿Será que el hombre es por naturaleza un animal social? ¿Será que ambas son las razones o ninguna? La asociación política es un tipo especial de agrupación. Una comunidad doméstica y una ciudad son diferentes. Y la diferencia entre estas agrupaciones no es de cantidad –muchos o pocos –sino que de cualidad. Quienes piensan que no existe diferencia entre una agrupación doméstica grande y una ciudad pequeña se equivocan.

Nos dice el Estagirita que la primera agrupación se da entre personas que no pueden existir naturalmente la una sin la otra: por un lado, varón y hembra, con el fin de la reproducción, para satisfacer el afán natural de dejar a otro que es como uno; por otro, el gobierno natural con el fin de la preservación.

De la unión de estos dos surge la comunidad doméstica o familia, constituida por la naturaleza para satisfacer las necesidades de la vida diaria, las necesidades cotidianas. Epimenides de Creta llama a los miembros de la familia, compañeros de pesebre. El saber práctico que tiene la comunidad doméstica o casa (oikos) como objeto es la oikonomía, la «economía». La casa o comunidad doméstica es una comunidad compuesta de elementos heterogéneos, de humanos de diversa edad, sexo y condición. No es un mero conglomerado, en que cada elemento va por su lado, sino una unidad natural u orgánica, orientada a un fin propio, que es su bien, y en el que la función de cada elemento está subordinada a la del conjunto. Por eso, nos dice el Estagirita, ha de haber un elemento rector. El elemento rector de la comunidad doméstica es el hombre libre adulto, el dueño de la casa. Los elementos regidos son la mujer de la casa, los infantes, y los sirvientes. El padre es de la misma estirpe que los hijos, pero de más edad y prudencia que ellos, y por tanto, destinado por naturaleza a dominarlos por su propio bien.

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El dueño de casa tiene la responsabilidad de que la comunidad doméstica alcance su fin, debe cumplir con su función que es la vida y el bienestar de la familia. Pero para realizar su obra necesita instrumentos. Los instrumentos pueden ser inanimados o animados. Por ejemplo, el timonel de la nave utiliza el timón como instrumento inanimado y el vigía de la proa como instrumento animado. Entonces, hay instrumentos de producción o herramientas –como la lanzadera que sirve para tejer telas –e instrumentos de uso o posesiones –como el vestido que sirve para ponérselo. El propósito de la producción es extrínseco a ella misma –es el producto. Los animales domésticos y los sirvientes son los instrumentos animados de que dispone el dueño, y forman parte de sus propiedades.

El saber práctico económico (oikonomiké) es sobre la correcta utilización de los bienes domésticos. Pero estos bienes hay que adquirirlos, bienes como animales domésticos, aperos, alimentos, lana, etc. Estos recursos se llaman khrémata, y el saber práctico para adquirirlos se llama khrematistiké –crematística o producción de riqueza. La crematística doméstica tiene como fin la adquisición de los recursos necesarios para la vida en la comunidad doméstica que es la unidad natural de producción; recursos como alimentos, vestidos, aperos, materiales para producir, etc., que son siempre limitados, escasos. Una casa bien llevada tiene siempre lo que necesita, pero no se dedica a acumular riquezas.

Aristóteles nos habla de otra crematística, la crematística comercial, que tiene como objeto el dinero. Los comerciantes se dedican al intercambio de unos productos por otros. Pero el intercambio es indirecto, por medio del dinero.

La crematística doméstica se sirve a veces del dinero para obtener fines extrínsecos necesarios para la vida. Pero la crematística comercial tiene el dinero y su aumento como fin. Por eso la riqueza doméstica tiene un límite, determinado por las necesidades de la casa, mientras que la crematística comercial aspira a una riqueza ilimitada, pues no persigue otro fin que el aumento dinerario, nos dice Aristóteles.

Ahora bien, si la casa es la comunidad natural que se constituye para satisfacer las necesidades cotidianas del humano, el caserío o aldea o conjunto de casas se constituye para satisfacer sus necesidades no cotidianas. Y la asociación que surge de la unión de varias aldeas es la ciudad o polis, que es un conjunto autosuficiente. Hay que notar que polis o ciudad no es un casco urbano, sino una asociación de humanos, que se asienta en un casco urbano y comarca. Los sofistas enseñaban que la polis es el resultado de un pacto o convenio entre los hombres, por tanto algo convencional. Aristóteles, por el contrario, considera que la polis existe por naturaleza. El humano tiene que vivir en una polis si quiere desarrollarse plenamente. La casa y la aldea tienen que formar parte de una polis, si han de alcanzar sus fines. De hecho, nos dice el Estagirita, la polis es el fin de las comunidades inferiores, pues sólo en ella pueden encontrar su perfección.

El origen de esta asociación es la necesidad de cooperar con otros hombres para producir aquello que satisfaga mejor y más eficientemente las necesidades de cada uno. Platón lo describe muy bien en la República, por medio de la conversación que sostiene Sócrates con Glaucón y Adimante:

“- ¿No nace la sociedad de la impotencia en que de bastarse a sí mismo se encuentra cada hombre, y de la necesidad que siente de muchas cosas? ¿Tiene alguna otra causa su origen?

-Ninguna otra sino ésa.

-Así como quiera que la necesidad de una cosa moviese a un hombre a unirse a otro, y otra necesidad a otro hombre, la multiplicidad de esas necesidades ha reunido en un mismo lugar a diversos hombres con la mira de ayudarse unos a otros, y hemos dado a esa sociedad el nombre de ciudad. ¿No es eso?

-Sí.

-Pero al dar a otro lo que uno tiene, para recibir de ese otro aquello de que uno carece, ¿no obra uno así por creer que encontrará provecho en ello?

-Sin duda…

– Pero, dentro de la misma ciudad, ¿cómo se darán parte unos ciudadanos a otros del fruto de su trabajo? Porque ésa es la razón primaria que les ha llevado a vivir en sociedad.

— Obviamente, será por medio de la venta y la compra.

— Según eso, necesitaremos, un mercado y una moneda como medio de intercambio.

— Indudablemente.” [Platón. La República. Preliminares]

Lo que nos narran los antiguos filósofos nos indica que la primera asociación voluntaria, espontánea y no jerárquica entre individuos se da por la necesidad egoísta de cooperar los unos con los otros, y se da en el mercado. En éste las personas que buscan conseguir valores, intercambian voluntariamente en beneficio mutuo los bienes que han producido. El mercado es una relación fundamentada en la benevolencia, tolerancia y justicia. En éste todos los participantes se consideran iguales y se juzgan en base a sus virtudes. Es una relación entre individuos deseosos de enfrentar los hechos, que piensan por sí mismos, que actúan según su mejor juicio. Lo que importa en el mercado es el intercambio de valor por valor. El mercado es el proceso por el cual un sin número de individuos satisfacen sus deseos y logran sus sueños. Y es el mercado, esta asociación que en un principio es temporal, la que da origen a la ciudad, que es una asociación política.

La organización social empieza como la relación entre dos comerciantes adultos libres y no como una organización familiar. Si uno quiere algo del otro intercambia voluntariamente su propiedad por la propiedad del otro. Ambos valoran más lo que reciben que lo que dan en el intercambio. Ambos consideran que estarán mejor dividiéndose el trabajo e intercambiando el producto de su labor. Ambos se ven mutuamente como colaboradores y no como enemigos que buscan apropiarse por la fuerza de los bienes del otro. Esta cooperación social se da al identificar el individuo, que su interés de llegar a vivir mejor, sólo puede lograrlo en sociedad y dividiéndose el trabajo. El individuo espera respeto de parte del otro como aquel de parte de él. No espera que el otro pague la manutención o educación de sus hijos, ni espera tener que pagar los caprichos del otro. Cada quien atiende sus propias necesidades. No se considera el padre de familia del otro y de su prole y por lo tanto no se considera responsable de su bienestar económico. Así mismo no considera al otro como su padre ni le exige que sea responsable de su bienestar propio.

Ludwig von Mises lo ilustra muy bien cuando dice:

“Que cada individuo quiera ante todo vivir y vivir su vida, no solamente no perjudica a la vida social, sino que la promueve, dado que el individuo no puede realizarse plenamente sino en la sociedad y por medio de ella. Tal es el verdadero sentido de la doctrina que hace del egoísmo la ley fundamental de la sociedad.”

[Ludwig von Mises. Socialismo. “Contribución a la doctrina eudamonista”.]

A pesar de que Platón identificó como origen de la ciudad y de la cooperación social a la división del trabajo y su correlativo, el comercio, no pudo implementar este principio en su teoría política. No obstante, fue un importante paso descubrir que los hechos fundamentales que provocaron la cooperación, la sociedad y la civilización, y como afirma Mises, que transformaron al animal hombre en ser humano, son, primero, el hecho de que el trabajo bajo la división del trabajo y el intercambio es más productivo que el trabajo aislado; y segundo, el hecho de que algunos hombres reconocieron esta verdad. De no haber sido así, todo hombre se habría visto obligado a considerar a los otros hombres como sus enemigos y rivales en la lucha por procurarse de los escasos medios de sustento proveídos por la naturaleza. Quienes no identifican estos principios se ven condenados a una existencia bárbara, primitiva, apenas superior al del resto de los animales.

Rand reconoce que los grandes beneficios que se derivan de vivir en sociedad son el conocimiento y el comercio. Pero advierte que:

“Estos mismos beneficios indican, delimitan y definen qué clase de hombres pueden ser valiosos para los demás, y en qué clase de sociedad lo son: sólo hombres racionales, productivos e independientes, en una sociedad racional, productiva y libre.”

[Ayn Rand. “La Ética Objetivista”. La Virtud del Egoísmo.]

OBJETIVISMO: SOCIEDAD

Redacción
06 de abril, 2016

Primero debemos preguntarnos ¿por qué vive el hombre en sociedades? ¿Será que deriva beneficios de la vida en sociedad? ¿Será que el hombre es por naturaleza un animal social? ¿Será que ambas son las razones o ninguna? La asociación política es un tipo especial de agrupación. Una comunidad doméstica y una ciudad son diferentes. Y la diferencia entre estas agrupaciones no es de cantidad –muchos o pocos –sino que de cualidad. Quienes piensan que no existe diferencia entre una agrupación doméstica grande y una ciudad pequeña se equivocan.

Nos dice el Estagirita que la primera agrupación se da entre personas que no pueden existir naturalmente la una sin la otra: por un lado, varón y hembra, con el fin de la reproducción, para satisfacer el afán natural de dejar a otro que es como uno; por otro, el gobierno natural con el fin de la preservación.

De la unión de estos dos surge la comunidad doméstica o familia, constituida por la naturaleza para satisfacer las necesidades de la vida diaria, las necesidades cotidianas. Epimenides de Creta llama a los miembros de la familia, compañeros de pesebre. El saber práctico que tiene la comunidad doméstica o casa (oikos) como objeto es la oikonomía, la «economía». La casa o comunidad doméstica es una comunidad compuesta de elementos heterogéneos, de humanos de diversa edad, sexo y condición. No es un mero conglomerado, en que cada elemento va por su lado, sino una unidad natural u orgánica, orientada a un fin propio, que es su bien, y en el que la función de cada elemento está subordinada a la del conjunto. Por eso, nos dice el Estagirita, ha de haber un elemento rector. El elemento rector de la comunidad doméstica es el hombre libre adulto, el dueño de la casa. Los elementos regidos son la mujer de la casa, los infantes, y los sirvientes. El padre es de la misma estirpe que los hijos, pero de más edad y prudencia que ellos, y por tanto, destinado por naturaleza a dominarlos por su propio bien.

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El dueño de casa tiene la responsabilidad de que la comunidad doméstica alcance su fin, debe cumplir con su función que es la vida y el bienestar de la familia. Pero para realizar su obra necesita instrumentos. Los instrumentos pueden ser inanimados o animados. Por ejemplo, el timonel de la nave utiliza el timón como instrumento inanimado y el vigía de la proa como instrumento animado. Entonces, hay instrumentos de producción o herramientas –como la lanzadera que sirve para tejer telas –e instrumentos de uso o posesiones –como el vestido que sirve para ponérselo. El propósito de la producción es extrínseco a ella misma –es el producto. Los animales domésticos y los sirvientes son los instrumentos animados de que dispone el dueño, y forman parte de sus propiedades.

El saber práctico económico (oikonomiké) es sobre la correcta utilización de los bienes domésticos. Pero estos bienes hay que adquirirlos, bienes como animales domésticos, aperos, alimentos, lana, etc. Estos recursos se llaman khrémata, y el saber práctico para adquirirlos se llama khrematistiké –crematística o producción de riqueza. La crematística doméstica tiene como fin la adquisición de los recursos necesarios para la vida en la comunidad doméstica que es la unidad natural de producción; recursos como alimentos, vestidos, aperos, materiales para producir, etc., que son siempre limitados, escasos. Una casa bien llevada tiene siempre lo que necesita, pero no se dedica a acumular riquezas.

Aristóteles nos habla de otra crematística, la crematística comercial, que tiene como objeto el dinero. Los comerciantes se dedican al intercambio de unos productos por otros. Pero el intercambio es indirecto, por medio del dinero.

La crematística doméstica se sirve a veces del dinero para obtener fines extrínsecos necesarios para la vida. Pero la crematística comercial tiene el dinero y su aumento como fin. Por eso la riqueza doméstica tiene un límite, determinado por las necesidades de la casa, mientras que la crematística comercial aspira a una riqueza ilimitada, pues no persigue otro fin que el aumento dinerario, nos dice Aristóteles.

Ahora bien, si la casa es la comunidad natural que se constituye para satisfacer las necesidades cotidianas del humano, el caserío o aldea o conjunto de casas se constituye para satisfacer sus necesidades no cotidianas. Y la asociación que surge de la unión de varias aldeas es la ciudad o polis, que es un conjunto autosuficiente. Hay que notar que polis o ciudad no es un casco urbano, sino una asociación de humanos, que se asienta en un casco urbano y comarca. Los sofistas enseñaban que la polis es el resultado de un pacto o convenio entre los hombres, por tanto algo convencional. Aristóteles, por el contrario, considera que la polis existe por naturaleza. El humano tiene que vivir en una polis si quiere desarrollarse plenamente. La casa y la aldea tienen que formar parte de una polis, si han de alcanzar sus fines. De hecho, nos dice el Estagirita, la polis es el fin de las comunidades inferiores, pues sólo en ella pueden encontrar su perfección.

El origen de esta asociación es la necesidad de cooperar con otros hombres para producir aquello que satisfaga mejor y más eficientemente las necesidades de cada uno. Platón lo describe muy bien en la República, por medio de la conversación que sostiene Sócrates con Glaucón y Adimante:

“- ¿No nace la sociedad de la impotencia en que de bastarse a sí mismo se encuentra cada hombre, y de la necesidad que siente de muchas cosas? ¿Tiene alguna otra causa su origen?

-Ninguna otra sino ésa.

-Así como quiera que la necesidad de una cosa moviese a un hombre a unirse a otro, y otra necesidad a otro hombre, la multiplicidad de esas necesidades ha reunido en un mismo lugar a diversos hombres con la mira de ayudarse unos a otros, y hemos dado a esa sociedad el nombre de ciudad. ¿No es eso?

-Sí.

-Pero al dar a otro lo que uno tiene, para recibir de ese otro aquello de que uno carece, ¿no obra uno así por creer que encontrará provecho en ello?

-Sin duda…

– Pero, dentro de la misma ciudad, ¿cómo se darán parte unos ciudadanos a otros del fruto de su trabajo? Porque ésa es la razón primaria que les ha llevado a vivir en sociedad.

— Obviamente, será por medio de la venta y la compra.

— Según eso, necesitaremos, un mercado y una moneda como medio de intercambio.

— Indudablemente.” [Platón. La República. Preliminares]

Lo que nos narran los antiguos filósofos nos indica que la primera asociación voluntaria, espontánea y no jerárquica entre individuos se da por la necesidad egoísta de cooperar los unos con los otros, y se da en el mercado. En éste las personas que buscan conseguir valores, intercambian voluntariamente en beneficio mutuo los bienes que han producido. El mercado es una relación fundamentada en la benevolencia, tolerancia y justicia. En éste todos los participantes se consideran iguales y se juzgan en base a sus virtudes. Es una relación entre individuos deseosos de enfrentar los hechos, que piensan por sí mismos, que actúan según su mejor juicio. Lo que importa en el mercado es el intercambio de valor por valor. El mercado es el proceso por el cual un sin número de individuos satisfacen sus deseos y logran sus sueños. Y es el mercado, esta asociación que en un principio es temporal, la que da origen a la ciudad, que es una asociación política.

La organización social empieza como la relación entre dos comerciantes adultos libres y no como una organización familiar. Si uno quiere algo del otro intercambia voluntariamente su propiedad por la propiedad del otro. Ambos valoran más lo que reciben que lo que dan en el intercambio. Ambos consideran que estarán mejor dividiéndose el trabajo e intercambiando el producto de su labor. Ambos se ven mutuamente como colaboradores y no como enemigos que buscan apropiarse por la fuerza de los bienes del otro. Esta cooperación social se da al identificar el individuo, que su interés de llegar a vivir mejor, sólo puede lograrlo en sociedad y dividiéndose el trabajo. El individuo espera respeto de parte del otro como aquel de parte de él. No espera que el otro pague la manutención o educación de sus hijos, ni espera tener que pagar los caprichos del otro. Cada quien atiende sus propias necesidades. No se considera el padre de familia del otro y de su prole y por lo tanto no se considera responsable de su bienestar económico. Así mismo no considera al otro como su padre ni le exige que sea responsable de su bienestar propio.

Ludwig von Mises lo ilustra muy bien cuando dice:

“Que cada individuo quiera ante todo vivir y vivir su vida, no solamente no perjudica a la vida social, sino que la promueve, dado que el individuo no puede realizarse plenamente sino en la sociedad y por medio de ella. Tal es el verdadero sentido de la doctrina que hace del egoísmo la ley fundamental de la sociedad.”

[Ludwig von Mises. Socialismo. “Contribución a la doctrina eudamonista”.]

A pesar de que Platón identificó como origen de la ciudad y de la cooperación social a la división del trabajo y su correlativo, el comercio, no pudo implementar este principio en su teoría política. No obstante, fue un importante paso descubrir que los hechos fundamentales que provocaron la cooperación, la sociedad y la civilización, y como afirma Mises, que transformaron al animal hombre en ser humano, son, primero, el hecho de que el trabajo bajo la división del trabajo y el intercambio es más productivo que el trabajo aislado; y segundo, el hecho de que algunos hombres reconocieron esta verdad. De no haber sido así, todo hombre se habría visto obligado a considerar a los otros hombres como sus enemigos y rivales en la lucha por procurarse de los escasos medios de sustento proveídos por la naturaleza. Quienes no identifican estos principios se ven condenados a una existencia bárbara, primitiva, apenas superior al del resto de los animales.

Rand reconoce que los grandes beneficios que se derivan de vivir en sociedad son el conocimiento y el comercio. Pero advierte que:

“Estos mismos beneficios indican, delimitan y definen qué clase de hombres pueden ser valiosos para los demás, y en qué clase de sociedad lo son: sólo hombres racionales, productivos e independientes, en una sociedad racional, productiva y libre.”

[Ayn Rand. “La Ética Objetivista”. La Virtud del Egoísmo.]