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Reformas para no reformar

José Carlos Ortega
21 de mayo, 2016

Hace un año y pocos días lograba Guatemala, en una de esas manifestaciones en las que la regla de “un enemigo común, une a grupos contrarios”, a través de hitos históricos que finalmente explotaría en la Plaza (muchas plazas…) de toda la Guatemala, la también profunda, harta de tanta mentira, corrupción, robo, enriquecimiento ilícito, descaro y necesidades insatisfechas; lográbamos la renuncia de la todopoderosa señora, La Gruesa. No que fuera una Guatemala dormida, los habitantes de Guatemala no somos tontos, y cada cuatro años despedíamos a unos, sin contar que contratábamos solapadamente y escondidos detrás de cualquier candidato y en listas no representativas a “los mismos”. Guatemala solo esperaba una verdad, un apoyo, un hito. Y lo tuvimos, y salimos a la calle. ¡Qué privilegio haber estado en este momento de la vida de mi nación! ¡Qué privilegio haber salido a la calle con mis hijos, y que ellos hayan ido solos a la manifestación que le puso las tildes a las vocales, aquella multitudinaria del 27 de agosto!
Se lograron varias cosas, pero solo es el inicio. La profunda reforma se debe lograr. Estoy fuera del país, y hablando con una persona que trabajó en el gabinete del presidente Ronald Reagan de sus experiencias, entre ellas la necesidad de la ineludible “rule of law” que hemos traducido mal como el “imperio de la ley”. Digo mal, no porque no signifique eso, porque bien podría ser el “gobierno de las leyes” que suena mejor, pero que para lograr el objetivo de impacto deseado yo traduciría como la “dictadura de la ley”. Por aquello que eso nos recuerda más que no queremos gobiernos de personas, sino de leyes, que protejan a las personas en sus derechos individuales y superiores al Estado: la vida, la libertad, la propiedad y la familia; que nos hacen iguales ante la justicia ciega. Esta persona nos compartía algo que debemos saber, pero que anhelamos los guatemaltecos, y es el gobierno de “los buenos”. Él daba el ejemplo de Sudáfrica, y como ha venido en declive después del gobierno de Mandela, pasando por Mbeki y ahora con Zuma. Estamos siempre en espera de gobernantes llenos de buenas intenciones, morales, íntegros, etc. cuando la naturaleza humana nos dice exactamente lo contrario, son los límites a los gobernantes, los pesos y contrapesos, los que nos protegen de las arbitrariedades.
En Guatemala vivimos con la esperanza de los buenos. Para eso creamos Comisiones de Postulación, que incluye a la intachable “Academia”, que vestida con trajes blancos de primera comunión, pero con corazón de carbón, se prostituyó porque así tenía que ser, el diseño así lo decía. Acusaciones contra los que intentan ocupar algún cargo, como “vinculado a la empresarialidad” y similares, que lo único que demuestran es esa imperiosa necesidad de que sean únicamente mis amigos, los que yo apoyo, pero que olvidan las verdaderas soluciones: normas claras que construyan el famoso Estado de Derecho, ¡y no el perverso ESTADO DE LEGALIDAD!
Entonces, la reforma a la SAT con la “Ley para el Fortalecimiento de la Transparencia Fiscal y la Gobernanza de la SAT”. La idea, yo creo, es que no nos vuelva a pasar lo de “la Línea” y otros abusos parecidos. Lo que nos dan, una reforma de cómo escoger al nuevo Superintendente de la misma, un cambio en el directorio y unos leves avances, con otros riesgos encima.
Con esta reforma no se va a eliminar la posibilidad de que aparezca otra Línea (puro Rocky: la Línea 3 ó 4 ó 5…). El Directorio recibe un retroceso al nombrar a los Ministros de Economía y de Finanzas (quien ya estaba anteriormente, obviamente), y al presidente del Banco de Guatemala, en un copy-paste, al estilo “doctorado” de la ley peruana, que incluye un delegado de cada una de esas instituciones y no a su máxima autoridad, y que lo único que hace en nuestro caso es recargar funciones y así no poderles poner atención adecuada. El superintendente ya no formaría parte del mismo, y reduciría su periodo de vitalicio a cinco años (debiendo ser un número par, múltiplo del presidencial, para no entrar en ese interminable conflicto de elegirlo en épocas no adecuadas).
Hay un avance en cuanto la posibilidad de poder investigar cuentas bancarias, previa autorización de juez competente, y la responsabilidad de los investigadores sobre el uso de la información, aunque en nuestro país, esto genere muchos miedos. La creación del Tribunal Administrativo, Tributario y Aduanero (TRIBUTA), puede darle agilidad al sistema. El tribunal no debiera llamarse TRIBUTA, porque cambia la percepción de algo que debe ser entendido como positivo como un juicio, y ya parcializa al nuevo ente.
Se prohíbe también a los familiares de los miembros del Directorio y Tribunal a trabajar en la SAT. Eso debe regularse de otra forma. Si una persona que ya trabaja en la SAT es familiar de un recién nombrado y temporal ministro, éste perdería su trabajo, que muchas veces ya incluye capacitaciones costosas. La reforma debe orientarse a evitar el nuevo nombramiento, “nespotismo”, de nuevos empleados.
Bueno, parece que vamos a otra reforma de ley, que reforma, para no reformar nada (como la Ley Electoral y de Partidos Políticos).

Reformas para no reformar

José Carlos Ortega
21 de mayo, 2016

Hace un año y pocos días lograba Guatemala, en una de esas manifestaciones en las que la regla de “un enemigo común, une a grupos contrarios”, a través de hitos históricos que finalmente explotaría en la Plaza (muchas plazas…) de toda la Guatemala, la también profunda, harta de tanta mentira, corrupción, robo, enriquecimiento ilícito, descaro y necesidades insatisfechas; lográbamos la renuncia de la todopoderosa señora, La Gruesa. No que fuera una Guatemala dormida, los habitantes de Guatemala no somos tontos, y cada cuatro años despedíamos a unos, sin contar que contratábamos solapadamente y escondidos detrás de cualquier candidato y en listas no representativas a “los mismos”. Guatemala solo esperaba una verdad, un apoyo, un hito. Y lo tuvimos, y salimos a la calle. ¡Qué privilegio haber estado en este momento de la vida de mi nación! ¡Qué privilegio haber salido a la calle con mis hijos, y que ellos hayan ido solos a la manifestación que le puso las tildes a las vocales, aquella multitudinaria del 27 de agosto!
Se lograron varias cosas, pero solo es el inicio. La profunda reforma se debe lograr. Estoy fuera del país, y hablando con una persona que trabajó en el gabinete del presidente Ronald Reagan de sus experiencias, entre ellas la necesidad de la ineludible “rule of law” que hemos traducido mal como el “imperio de la ley”. Digo mal, no porque no signifique eso, porque bien podría ser el “gobierno de las leyes” que suena mejor, pero que para lograr el objetivo de impacto deseado yo traduciría como la “dictadura de la ley”. Por aquello que eso nos recuerda más que no queremos gobiernos de personas, sino de leyes, que protejan a las personas en sus derechos individuales y superiores al Estado: la vida, la libertad, la propiedad y la familia; que nos hacen iguales ante la justicia ciega. Esta persona nos compartía algo que debemos saber, pero que anhelamos los guatemaltecos, y es el gobierno de “los buenos”. Él daba el ejemplo de Sudáfrica, y como ha venido en declive después del gobierno de Mandela, pasando por Mbeki y ahora con Zuma. Estamos siempre en espera de gobernantes llenos de buenas intenciones, morales, íntegros, etc. cuando la naturaleza humana nos dice exactamente lo contrario, son los límites a los gobernantes, los pesos y contrapesos, los que nos protegen de las arbitrariedades.
En Guatemala vivimos con la esperanza de los buenos. Para eso creamos Comisiones de Postulación, que incluye a la intachable “Academia”, que vestida con trajes blancos de primera comunión, pero con corazón de carbón, se prostituyó porque así tenía que ser, el diseño así lo decía. Acusaciones contra los que intentan ocupar algún cargo, como “vinculado a la empresarialidad” y similares, que lo único que demuestran es esa imperiosa necesidad de que sean únicamente mis amigos, los que yo apoyo, pero que olvidan las verdaderas soluciones: normas claras que construyan el famoso Estado de Derecho, ¡y no el perverso ESTADO DE LEGALIDAD!
Entonces, la reforma a la SAT con la “Ley para el Fortalecimiento de la Transparencia Fiscal y la Gobernanza de la SAT”. La idea, yo creo, es que no nos vuelva a pasar lo de “la Línea” y otros abusos parecidos. Lo que nos dan, una reforma de cómo escoger al nuevo Superintendente de la misma, un cambio en el directorio y unos leves avances, con otros riesgos encima.
Con esta reforma no se va a eliminar la posibilidad de que aparezca otra Línea (puro Rocky: la Línea 3 ó 4 ó 5…). El Directorio recibe un retroceso al nombrar a los Ministros de Economía y de Finanzas (quien ya estaba anteriormente, obviamente), y al presidente del Banco de Guatemala, en un copy-paste, al estilo “doctorado” de la ley peruana, que incluye un delegado de cada una de esas instituciones y no a su máxima autoridad, y que lo único que hace en nuestro caso es recargar funciones y así no poderles poner atención adecuada. El superintendente ya no formaría parte del mismo, y reduciría su periodo de vitalicio a cinco años (debiendo ser un número par, múltiplo del presidencial, para no entrar en ese interminable conflicto de elegirlo en épocas no adecuadas).
Hay un avance en cuanto la posibilidad de poder investigar cuentas bancarias, previa autorización de juez competente, y la responsabilidad de los investigadores sobre el uso de la información, aunque en nuestro país, esto genere muchos miedos. La creación del Tribunal Administrativo, Tributario y Aduanero (TRIBUTA), puede darle agilidad al sistema. El tribunal no debiera llamarse TRIBUTA, porque cambia la percepción de algo que debe ser entendido como positivo como un juicio, y ya parcializa al nuevo ente.
Se prohíbe también a los familiares de los miembros del Directorio y Tribunal a trabajar en la SAT. Eso debe regularse de otra forma. Si una persona que ya trabaja en la SAT es familiar de un recién nombrado y temporal ministro, éste perdería su trabajo, que muchas veces ya incluye capacitaciones costosas. La reforma debe orientarse a evitar el nuevo nombramiento, “nespotismo”, de nuevos empleados.
Bueno, parece que vamos a otra reforma de ley, que reforma, para no reformar nada (como la Ley Electoral y de Partidos Políticos).