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La Ley Electoral en la Escuela de Gobierno

Redacción
30 de mayo, 2016

El pasado viernes tuve la oportunidad de compartir con los politólogos Eduardo Fernández, Javier Brolo , Hugo Novales y Daniel Haering, en un foro sobre la Ley Electoral y de Partidos Políticos, organizado por la Escuela de Gobierno. En la discusión hubo diversas perspectivas, algunas más y otras menos optimistas con respecto a los cambios sancionados el pasado miércoles por el presidente Jimmy Morales.

Fue un debate interesante en el que se pudo observar un acuerdo general entre los participantes: se necesita reformar cuanto antes las estructuras internas de los partidos políticos.

Desde la perspectiva de académicos como Novales, la reforma constituye un avance importante, sobre todo con respecto a la fiscalización del financiamiento y el acceso igualitario a medios. Esto podría darle al sistema una mayor diversidad de opciones y reducir la dependencia en los financistas privados.

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Sin embargo, Fernández y yo argumentamos que si la fiscalización del financiamiento, junto con el acceso igualitario a medios, no vienen acompañados de cambios importantes a las estructuras internas de los partidos, la reforma podría resultar contraproducente, beneficiando aún más a los partidos existentes (o tradicionales), y dejando fuera cualquier posibilidad de una competencia real en el sistema. En palabras de Fernández, “el sistema se dirige hacia la cartelización de los partidos”. Es decir, una especie de oligopolio, pero político.

En este sentido, aunque existió acuerdo acerca de la necesidad de promover la democracia interna en los partidos, aún queda en el tintero el debate sobre cómo lograr ese objetivo.

Desde la perspectiva de Brolo, la democracia interna necesita la intervención institucional, es decir, establecer reglas e incentivos para que los partidos se organicen, tengan presencia territorial, y apliquen prácticas democráticas en la selección de candidatos y autoridades del partido. De lo contrario, se generaría una anarquía que no permitiría acuerdos políticos duraderos.

Fernández y yo argumentamos a favor de un sistema menos rígido, sin tantas regulaciones, que permita a las organizaciones políticas adoptar la estructura que más se ajuste a sus postulados ideológicos y programáticos.

En lo personal, me llama la atención el sistema estadounidense, el cual cuenta con dos partidos dominantes, pero dentro de ellos existe una gran diversidad de expresiones. La realización de primarias, no asambleas, permite que cualquier afiliado al partido pueda optar por una candidatura, aunque no tenga el beneplácito de las élites del partido (caso Donald Trump). El sistema estadounidense tiene barreras de entrada muy bajas para los ciudadanos, por lo que funciona de abajo hacia arriba. Es importante anotar que las primarias en Guatemala no han funcionado debido a la existencia de asambleas nacionales, las cuales son dominadas por los secretarios nacionales, y no son integradas por todos los afiliados del partido.

Hubiese sido ideal que las reformas a la democracia interna fueran parte de los cambios aprobados la semana pasada, pero como diría la canción “ya lo pasado, pasado”, así que no nos queda otra que apostarle a “la segunda generación” de reformas. Espero que esta segunda generación no se reduzca a proponer lo que quedó fuera de la primera aprobación (cuotas, no reelección, etc.), sino que profundicen en el debate tanto técnico como político sobre cómo abrir los partidos a la ciudadanía y así fortalecer la democracia guatemalteca. Si la calidad del debate se asemeja al del pasado viernes en Escuela de Gobierno, estaría más que satisfecho.

La Ley Electoral en la Escuela de Gobierno

Redacción
30 de mayo, 2016

El pasado viernes tuve la oportunidad de compartir con los politólogos Eduardo Fernández, Javier Brolo , Hugo Novales y Daniel Haering, en un foro sobre la Ley Electoral y de Partidos Políticos, organizado por la Escuela de Gobierno. En la discusión hubo diversas perspectivas, algunas más y otras menos optimistas con respecto a los cambios sancionados el pasado miércoles por el presidente Jimmy Morales.

Fue un debate interesante en el que se pudo observar un acuerdo general entre los participantes: se necesita reformar cuanto antes las estructuras internas de los partidos políticos.

Desde la perspectiva de académicos como Novales, la reforma constituye un avance importante, sobre todo con respecto a la fiscalización del financiamiento y el acceso igualitario a medios. Esto podría darle al sistema una mayor diversidad de opciones y reducir la dependencia en los financistas privados.

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Sin embargo, Fernández y yo argumentamos que si la fiscalización del financiamiento, junto con el acceso igualitario a medios, no vienen acompañados de cambios importantes a las estructuras internas de los partidos, la reforma podría resultar contraproducente, beneficiando aún más a los partidos existentes (o tradicionales), y dejando fuera cualquier posibilidad de una competencia real en el sistema. En palabras de Fernández, “el sistema se dirige hacia la cartelización de los partidos”. Es decir, una especie de oligopolio, pero político.

En este sentido, aunque existió acuerdo acerca de la necesidad de promover la democracia interna en los partidos, aún queda en el tintero el debate sobre cómo lograr ese objetivo.

Desde la perspectiva de Brolo, la democracia interna necesita la intervención institucional, es decir, establecer reglas e incentivos para que los partidos se organicen, tengan presencia territorial, y apliquen prácticas democráticas en la selección de candidatos y autoridades del partido. De lo contrario, se generaría una anarquía que no permitiría acuerdos políticos duraderos.

Fernández y yo argumentamos a favor de un sistema menos rígido, sin tantas regulaciones, que permita a las organizaciones políticas adoptar la estructura que más se ajuste a sus postulados ideológicos y programáticos.

En lo personal, me llama la atención el sistema estadounidense, el cual cuenta con dos partidos dominantes, pero dentro de ellos existe una gran diversidad de expresiones. La realización de primarias, no asambleas, permite que cualquier afiliado al partido pueda optar por una candidatura, aunque no tenga el beneplácito de las élites del partido (caso Donald Trump). El sistema estadounidense tiene barreras de entrada muy bajas para los ciudadanos, por lo que funciona de abajo hacia arriba. Es importante anotar que las primarias en Guatemala no han funcionado debido a la existencia de asambleas nacionales, las cuales son dominadas por los secretarios nacionales, y no son integradas por todos los afiliados del partido.

Hubiese sido ideal que las reformas a la democracia interna fueran parte de los cambios aprobados la semana pasada, pero como diría la canción “ya lo pasado, pasado”, así que no nos queda otra que apostarle a “la segunda generación” de reformas. Espero que esta segunda generación no se reduzca a proponer lo que quedó fuera de la primera aprobación (cuotas, no reelección, etc.), sino que profundicen en el debate tanto técnico como político sobre cómo abrir los partidos a la ciudadanía y así fortalecer la democracia guatemalteca. Si la calidad del debate se asemeja al del pasado viernes en Escuela de Gobierno, estaría más que satisfecho.