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Guatemala, aprehensión de poder

Redacción
13 de junio, 2016

Cae la lluvia en las vulnerables calles de la ciudad de Guatemala. Al igual que sus calles, la estabilidad económica que durante décadas el país ha gozado se encuentra amenazada por esa aprehensión de poder que ha logrado atraer, bajo toda clase de engaños, la utopía de la justicia de Estado en Guatemala.

Una cantidad de intereses se han apoderado de gente que con poder y maña desde otras latitudes buscan su interés destruyendo la confianza de los guatemaltecos queriendo con ellos modelar un mundo mejor. Atacando al Estado y a figuras representativas dejan marcado en la figura de fiscal, de juez en Guatemala una horrenda manipulación cuya impronta determinará los destinos de Guatemala durante un buen tiempo. Además marcará un capítulo en la historia del país.

La idea de transformar la Guatemala del período democrático de 1986 al 2016, señalan treinta años en los cuales la función del Estado ha perdido solidez y hegemonía. A tal grado se ha instrumentalizado la lucha contra la impunidad, para devolver la fuerza al Estado, reformándolo, que ha perdido frente a tendencias liberales cuyo efecto ha sido minusvalorado. Marcadas fuerzas socialistas destacan la correcta forma de entender el desenvolvimiento de lo social en el país.

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Guatemala, sin ser un pueblo liberal durante años logro disminuir la fuerza que la esfera pública tenía sobre la condición de personas libres para las cuales el concepto de ciudadanía guatemalteca nunca significó una cohesión de desarrollo social. Más bien un lastre que había que afrontar.

Esos falsos héroes ciudadanos de Estado, en plena confabulación, recrean la política que se gestó en la VII Conferencia Panamericana de Montevideo en el año 1933 cuando América, ese país del Norte forzó la política de Haití, República Dominicana, Cuba, Panamá, México y Nicaragua con el devoto voto de los países de Iberoamérica para garantizar la adhesión en el conflicto bélico posterior a la Segunda Guerra Mundial.

En ese entonces el aguijón, que tampoco afectaba a Guatemala por su sana economía interna, eran las consecuencias de la Gran Depresión cuya devastación se hacía sentir en Iberoamérica con excepción por supuesto de Guatemala. Ahora la instrumentalización de corrupción de Estado aparece, cuando en Guatemala la noción de Estado mínimo cualitativa y no cuantitativamente hablando es una clara realidad.

Esa mentalidad, esa verborrea de los medios, unida a emociones de civismo, como otras veces ha sido a la religión o la moral ha sido la herramienta para aniquilar la confianza que un pueblo tiene depositado en sí mismo.

La estulticia, la insensatez o despropósito que caracteriza al trabajador, al hombre libre, sobre asuntos políticos, hace parecer como benefactores del Estado de Derecho a aquellos tunos que han provocado una tirantez innecesaria en la vida social del guatemalteco común.

Guatemala, aprehensión de poder

Redacción
13 de junio, 2016

Cae la lluvia en las vulnerables calles de la ciudad de Guatemala. Al igual que sus calles, la estabilidad económica que durante décadas el país ha gozado se encuentra amenazada por esa aprehensión de poder que ha logrado atraer, bajo toda clase de engaños, la utopía de la justicia de Estado en Guatemala.

Una cantidad de intereses se han apoderado de gente que con poder y maña desde otras latitudes buscan su interés destruyendo la confianza de los guatemaltecos queriendo con ellos modelar un mundo mejor. Atacando al Estado y a figuras representativas dejan marcado en la figura de fiscal, de juez en Guatemala una horrenda manipulación cuya impronta determinará los destinos de Guatemala durante un buen tiempo. Además marcará un capítulo en la historia del país.

La idea de transformar la Guatemala del período democrático de 1986 al 2016, señalan treinta años en los cuales la función del Estado ha perdido solidez y hegemonía. A tal grado se ha instrumentalizado la lucha contra la impunidad, para devolver la fuerza al Estado, reformándolo, que ha perdido frente a tendencias liberales cuyo efecto ha sido minusvalorado. Marcadas fuerzas socialistas destacan la correcta forma de entender el desenvolvimiento de lo social en el país.

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Guatemala, sin ser un pueblo liberal durante años logro disminuir la fuerza que la esfera pública tenía sobre la condición de personas libres para las cuales el concepto de ciudadanía guatemalteca nunca significó una cohesión de desarrollo social. Más bien un lastre que había que afrontar.

Esos falsos héroes ciudadanos de Estado, en plena confabulación, recrean la política que se gestó en la VII Conferencia Panamericana de Montevideo en el año 1933 cuando América, ese país del Norte forzó la política de Haití, República Dominicana, Cuba, Panamá, México y Nicaragua con el devoto voto de los países de Iberoamérica para garantizar la adhesión en el conflicto bélico posterior a la Segunda Guerra Mundial.

En ese entonces el aguijón, que tampoco afectaba a Guatemala por su sana economía interna, eran las consecuencias de la Gran Depresión cuya devastación se hacía sentir en Iberoamérica con excepción por supuesto de Guatemala. Ahora la instrumentalización de corrupción de Estado aparece, cuando en Guatemala la noción de Estado mínimo cualitativa y no cuantitativamente hablando es una clara realidad.

Esa mentalidad, esa verborrea de los medios, unida a emociones de civismo, como otras veces ha sido a la religión o la moral ha sido la herramienta para aniquilar la confianza que un pueblo tiene depositado en sí mismo.

La estulticia, la insensatez o despropósito que caracteriza al trabajador, al hombre libre, sobre asuntos políticos, hace parecer como benefactores del Estado de Derecho a aquellos tunos que han provocado una tirantez innecesaria en la vida social del guatemalteco común.