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OBJETIVISMO: ¿TIENEN DERECHOS LOS ANIMALES?

Redacción
22 de junio, 2016

Se llama derechos de los animales a las ideas postuladas por corrientes de pensamiento y del movimiento de liberación animal que sostienen que la naturaleza animal, independientemente de la especie, es un sujeto de derecho, categoría que sólo ha pertenecido a personas naturales y jurídicas, es decir, al ser humano.
PETA (People for the Ethical Treatment of Animals) afirma que en muchos países alrededor del mundo los animales sufren de maltrato a manos de los humanos. Todos nosotros, dicen, tenemos el poder para ayudar a detenerlo. Podemos hacerlo con solo cambiar algunas de las decisiones que tomamos a diario – tal como qué comemos en el almuerzo, qué tipo de champú compramos, o qué ropa usamos. Ser vegano es la única manera de frenar estas atrocidades.
Pero evitar el sufrimiento de los animales no es una preocupación nueva. En el año 1641, la colonia de Massachusetts Bay aprobó un sistema de leyes protegiendo a animales domesticos. Las leyes se basaron en el Massachusetts Body of Liberties (Cuerpo de Libertades de Massachusetts) y fueron escritas por el abogado y pastor puritano Nathaniel Ward (1578–1652) de Suffolk, Inglaterra que estudiaba en Cambridge. Ward listaba los rites (derechos) que el tribunal general de la colonia adaptó más tarde. Entre aquellos está el derecho número 92: “A ningún humano le es permitido efectuar algún tipo de tiranía o crueldad hacia alguna criatura nacida que esté normalmente retenida para uso humano”.
Los puritanos también crearon leyes de protección animal en Inglaterra. Kathreen Kete del trinity College, Hartford, Connecticut describe que leyes fueron aprobadas en 1654 como parte de las ordenanzas del protectorado. Cromwell tenía una aversión personal por los deportes sangrientos como las peleas de gallos, perros o toros, de las cuales se afirmaba machacaban la carne. Para el movimiento puritano aquellas peleas fueron asociadas con borracheras y pereza. Ellos interpretaron el concepto de Dominio como una tarea de tenencia responsable en vez de posesión del animal. La oposición al movimiento puritano estigmatizó estas leyes como parte de la supremacía puritana haciéndola un motivo clave en la resistencia hacia ellos. En cuanto Carlos II tomó el trono en el año 1660, las peleas de toros fueron legales de nuevo en Inglaterra durante unos 162 años hasta que volvieron a ser prohibidas en 1822.
Jeremy Bentham postuló que los animales por su capacidad de sentir agonía y sufrimiento, independientemente de que tuviesen la capacidad de diferenciar entre “bien” y “mal” deben tener unos derechos fundamentales como el derecho a la vida y a su seguridad, y a estar libres de la tortura y de la esclavitud. También dedujo que un perro es más aprehensivo que un recién nacido y que de este modo estaría más cercano al humano adulto que un bebé: “Si miramos a miembros de nuestra propia especie, los cuales carecen de calidad de personas normales, parece imposible que su vida fuera más válida que la de unos animales”.
En su libro Animal Liberation, Singer afirma que el principio de equidad o igualdad, no requiere igual trato, sino que igual consideración. Es la capacidad de padecimiento, según Singer, la que otorga a un ser el derecho a consideración moral y especialmente el derecho a no sufrir. Para el derecho a la vida Singer usa el término de “persona”, que para él serían todos los seres vivos capaces de anticipar su ser en el pasado y el futuro. Según Singer existen seres humanos que no constituyen una persona en este sentido, por ejemplo los recién nacidos o algunas personas con discapacidades mentales. Por otro lado, dice, existen varios animales que constituyen una “persona”: seguramente los homínidos y, quizá, todos los mamíferos.
En The Case for Animal Rights, Tom Regan argumenta que los animales no humanos también son objeto de derechos morales. Su filosofía se encuentra en general dentro de la tradición de Immanuel Kant, si bien él rechaza la idea de Kant de que el respeto se debe solo a los seres racionales. Regan argumenta que sistemáticamente atribuimos valor intrínseco, y por lo tanto, el derecho a ser tratados con respeto a los seres humanos que no son racionales incluyendo a los bebés y a aquellos que sufren discapacidades mentales graves. El atributo crucial que todos los humanos tienen en común, según él, no es la racionalidad sino el hecho que cada uno tiene una vida que tiene valor para nosotros; en otras palabras, lo que sucede nos importa sin importar que le importe a cualquier otro. En la terminología de Regan, cada uno estamos experimentando ser “sujeto-de-una-vida”. Si esto es sin duda la base para atribuir valor inherente a los individuos, dice, para ser consistentes debería atribuirse valor intrínseco y, por tanto, derechos morales, a todos los sujetos de una vida, ya sean humanos o no humanos. El derecho básico que todos los que posean valor inherente tienen, argumenta, es el derecho a no ser tratado simplemente como un medio para los fines de otros.
Steven Wise aboga por unos derechos de los animales según un criterio de autonomía práctica. Los seres que poseen un yo, que actúen intencionalmente y que posean deseos deberían ser provistos con unos derechos básicos: No deberían ser usados como alimento o para la investigación.
Helmut Kapplan dice que no necesitamos una nueva moral, sólo tenemos que dejar de excluir de la moral existente a animales de manera aleatoria y sin razón aparente. Según su opinión la protección de los derechos de los animales muchas veces se acompañan con la humanización de la explotación en vez de con el fin de ésta. Postular una humanización de la explotación animal sería tan irracional como la humanización de la esclavitud o el consentimiento de una violación sexual suave.
Pero, en realidad, ¿tienen derechos los animales? Recordemos que son derechos. Los derechos son principios morales que definen y sancionan la libertad de acción de la persona en un contexto social. Son reglas morales que promueven la persuasión en lugar de la coerción. Son los principios morales que validan que la conducta correcta en un contexto social es la conducta prudente, racionalmente egoísta, sin impedimento alguno. Pero no hay modo de aplicar la moralidad al amoral o de persuadir al ser no conceptual. Un animal no necesita validar su conducta. No actúa por derecho o por permiso. Percibe objetos y simplemente reacciona como debe. Al tratar con esos organismos no existe la aplicación de la ley, sólo existe la ley de la jungla, la ley de fuerza contra fuerza. ¿Cómo se persuade al león hambriento de que uno no es su comida? ¿Cómo se persuade al mosquito de lo mismo?
Un animal, por naturaleza, se preocupa solamente de su supervivencia; el hombre, por elección debe preocuparse sólo de la suya, lo que requiere que domine a las demás especies. Algunas de éstas son amenazas para su vida y por tanto deben ser eliminadas; otras sirven como fuente de alimento o vestimenta, otras como sujetos de investigación médica, aún como objetos de recreación o mascotas. Por su naturaleza, y en todo el reino animal, la vida sobrevive por medio de comerse otra vida. Demandar que el hombre suspenda o aplace su supervivencia por el deber de respetar los “supuestos derechos” de otras especies, es despojarlo de su derecho a la vida. Es demandar que el hombre se sacrifique por las otras especies. Como dice Peikoff, esto es el altruismo llevado a la máxima locura.
El hombre debe respetar la libertad de los humanos por una razón puramente egoísta, y es que se beneficia enormemente de las acciones racionales de los demás. ¿Pero, qué gana de respetar la libertad de los animales? Nada, más bien al contrario, tal actitud pone seriamente en peligro su supervivencia.
¿Cómo puede el hombre, moralmente, causar dolor o utilizar a otras especies como medios para sus fines? Según el Objetivismo puede, cuando tal trato es necesario o aconsejable juzgado a la luz del estándar moral, cuando es necesario para su supervivencia, para su florecimiento. Puede hacerlo porque las necesidades del hombre son la raíz del concepto “moral”. La fuente de los derechos, así como de las virtudes, no es el nivel perceptual de consciencia, sino que el nivel conceptual. La fuente no es la capacidad de experimentar dolor, sino que la capacidad de pensar.

OBJETIVISMO: ¿TIENEN DERECHOS LOS ANIMALES?

Redacción
22 de junio, 2016

Se llama derechos de los animales a las ideas postuladas por corrientes de pensamiento y del movimiento de liberación animal que sostienen que la naturaleza animal, independientemente de la especie, es un sujeto de derecho, categoría que sólo ha pertenecido a personas naturales y jurídicas, es decir, al ser humano.
PETA (People for the Ethical Treatment of Animals) afirma que en muchos países alrededor del mundo los animales sufren de maltrato a manos de los humanos. Todos nosotros, dicen, tenemos el poder para ayudar a detenerlo. Podemos hacerlo con solo cambiar algunas de las decisiones que tomamos a diario – tal como qué comemos en el almuerzo, qué tipo de champú compramos, o qué ropa usamos. Ser vegano es la única manera de frenar estas atrocidades.
Pero evitar el sufrimiento de los animales no es una preocupación nueva. En el año 1641, la colonia de Massachusetts Bay aprobó un sistema de leyes protegiendo a animales domesticos. Las leyes se basaron en el Massachusetts Body of Liberties (Cuerpo de Libertades de Massachusetts) y fueron escritas por el abogado y pastor puritano Nathaniel Ward (1578–1652) de Suffolk, Inglaterra que estudiaba en Cambridge. Ward listaba los rites (derechos) que el tribunal general de la colonia adaptó más tarde. Entre aquellos está el derecho número 92: “A ningún humano le es permitido efectuar algún tipo de tiranía o crueldad hacia alguna criatura nacida que esté normalmente retenida para uso humano”.
Los puritanos también crearon leyes de protección animal en Inglaterra. Kathreen Kete del trinity College, Hartford, Connecticut describe que leyes fueron aprobadas en 1654 como parte de las ordenanzas del protectorado. Cromwell tenía una aversión personal por los deportes sangrientos como las peleas de gallos, perros o toros, de las cuales se afirmaba machacaban la carne. Para el movimiento puritano aquellas peleas fueron asociadas con borracheras y pereza. Ellos interpretaron el concepto de Dominio como una tarea de tenencia responsable en vez de posesión del animal. La oposición al movimiento puritano estigmatizó estas leyes como parte de la supremacía puritana haciéndola un motivo clave en la resistencia hacia ellos. En cuanto Carlos II tomó el trono en el año 1660, las peleas de toros fueron legales de nuevo en Inglaterra durante unos 162 años hasta que volvieron a ser prohibidas en 1822.
Jeremy Bentham postuló que los animales por su capacidad de sentir agonía y sufrimiento, independientemente de que tuviesen la capacidad de diferenciar entre “bien” y “mal” deben tener unos derechos fundamentales como el derecho a la vida y a su seguridad, y a estar libres de la tortura y de la esclavitud. También dedujo que un perro es más aprehensivo que un recién nacido y que de este modo estaría más cercano al humano adulto que un bebé: “Si miramos a miembros de nuestra propia especie, los cuales carecen de calidad de personas normales, parece imposible que su vida fuera más válida que la de unos animales”.
En su libro Animal Liberation, Singer afirma que el principio de equidad o igualdad, no requiere igual trato, sino que igual consideración. Es la capacidad de padecimiento, según Singer, la que otorga a un ser el derecho a consideración moral y especialmente el derecho a no sufrir. Para el derecho a la vida Singer usa el término de “persona”, que para él serían todos los seres vivos capaces de anticipar su ser en el pasado y el futuro. Según Singer existen seres humanos que no constituyen una persona en este sentido, por ejemplo los recién nacidos o algunas personas con discapacidades mentales. Por otro lado, dice, existen varios animales que constituyen una “persona”: seguramente los homínidos y, quizá, todos los mamíferos.
En The Case for Animal Rights, Tom Regan argumenta que los animales no humanos también son objeto de derechos morales. Su filosofía se encuentra en general dentro de la tradición de Immanuel Kant, si bien él rechaza la idea de Kant de que el respeto se debe solo a los seres racionales. Regan argumenta que sistemáticamente atribuimos valor intrínseco, y por lo tanto, el derecho a ser tratados con respeto a los seres humanos que no son racionales incluyendo a los bebés y a aquellos que sufren discapacidades mentales graves. El atributo crucial que todos los humanos tienen en común, según él, no es la racionalidad sino el hecho que cada uno tiene una vida que tiene valor para nosotros; en otras palabras, lo que sucede nos importa sin importar que le importe a cualquier otro. En la terminología de Regan, cada uno estamos experimentando ser “sujeto-de-una-vida”. Si esto es sin duda la base para atribuir valor inherente a los individuos, dice, para ser consistentes debería atribuirse valor intrínseco y, por tanto, derechos morales, a todos los sujetos de una vida, ya sean humanos o no humanos. El derecho básico que todos los que posean valor inherente tienen, argumenta, es el derecho a no ser tratado simplemente como un medio para los fines de otros.
Steven Wise aboga por unos derechos de los animales según un criterio de autonomía práctica. Los seres que poseen un yo, que actúen intencionalmente y que posean deseos deberían ser provistos con unos derechos básicos: No deberían ser usados como alimento o para la investigación.
Helmut Kapplan dice que no necesitamos una nueva moral, sólo tenemos que dejar de excluir de la moral existente a animales de manera aleatoria y sin razón aparente. Según su opinión la protección de los derechos de los animales muchas veces se acompañan con la humanización de la explotación en vez de con el fin de ésta. Postular una humanización de la explotación animal sería tan irracional como la humanización de la esclavitud o el consentimiento de una violación sexual suave.
Pero, en realidad, ¿tienen derechos los animales? Recordemos que son derechos. Los derechos son principios morales que definen y sancionan la libertad de acción de la persona en un contexto social. Son reglas morales que promueven la persuasión en lugar de la coerción. Son los principios morales que validan que la conducta correcta en un contexto social es la conducta prudente, racionalmente egoísta, sin impedimento alguno. Pero no hay modo de aplicar la moralidad al amoral o de persuadir al ser no conceptual. Un animal no necesita validar su conducta. No actúa por derecho o por permiso. Percibe objetos y simplemente reacciona como debe. Al tratar con esos organismos no existe la aplicación de la ley, sólo existe la ley de la jungla, la ley de fuerza contra fuerza. ¿Cómo se persuade al león hambriento de que uno no es su comida? ¿Cómo se persuade al mosquito de lo mismo?
Un animal, por naturaleza, se preocupa solamente de su supervivencia; el hombre, por elección debe preocuparse sólo de la suya, lo que requiere que domine a las demás especies. Algunas de éstas son amenazas para su vida y por tanto deben ser eliminadas; otras sirven como fuente de alimento o vestimenta, otras como sujetos de investigación médica, aún como objetos de recreación o mascotas. Por su naturaleza, y en todo el reino animal, la vida sobrevive por medio de comerse otra vida. Demandar que el hombre suspenda o aplace su supervivencia por el deber de respetar los “supuestos derechos” de otras especies, es despojarlo de su derecho a la vida. Es demandar que el hombre se sacrifique por las otras especies. Como dice Peikoff, esto es el altruismo llevado a la máxima locura.
El hombre debe respetar la libertad de los humanos por una razón puramente egoísta, y es que se beneficia enormemente de las acciones racionales de los demás. ¿Pero, qué gana de respetar la libertad de los animales? Nada, más bien al contrario, tal actitud pone seriamente en peligro su supervivencia.
¿Cómo puede el hombre, moralmente, causar dolor o utilizar a otras especies como medios para sus fines? Según el Objetivismo puede, cuando tal trato es necesario o aconsejable juzgado a la luz del estándar moral, cuando es necesario para su supervivencia, para su florecimiento. Puede hacerlo porque las necesidades del hombre son la raíz del concepto “moral”. La fuente de los derechos, así como de las virtudes, no es el nivel perceptual de consciencia, sino que el nivel conceptual. La fuente no es la capacidad de experimentar dolor, sino que la capacidad de pensar.