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Ser maestro

Redacción
25 de junio, 2016

“El profesor mediocre dice. El profesor bueno explica. El profesor superior demuestra. El profesor excelente inspira.”- William A. Ward
La frase anterior resume tanta verdad. Hoy que es día del maestro, quiero agradecer a todos aquellos que han desempeñado su trabajo a base de esfuerzos, desvelos y pasión; cosa que tarde o temprano terminará en excelencia pura.
Recuerdo bien cuando tres de mis amigas más cercanas me dijeron que iban a seguir magisterio, pre-primaria o en las últimas promociones de primaria. Recuerdo también las exigencias, los desvelos, sacrificios, planificaciones pensadas a más no poder y el momento mágico de las prácticas. Sí, le llamo mágico porque fue ahí donde recordaron que todo lo anterior había valido la pena. La tres son maestras ahora, y siguen los sacrificios, los desvelos y las planificaciones. Pilas de cuadernos forrados de papel kraft forman parte de la decoración de sus casas.
Ahora pienso en mis maestros, mis catedráticos de la Universidad y todos los que se han tomado el tiempo de enseñar algo. Quiero agradecer mil veces a cada uno de ellos, a los que con paciencia han dicho una y mil veces lo mismo. A los que pasan de escritorio en escritorio corrigiendo como tomar el lápiz, los que mueven los cuadernos para que la punta señale al ombligo, los que saben reconocer el esfuerzo de sus alumnos, los que de verdad quieren transmitir lo que saben, aquellos que han enseñado a factorizar mil veces, a los que enseñan a leer y escribir, los que enseñan a pronunciar un nuevo idioma, los que nunca olvidan los nombre, los que aman enseñar. Gracias a esos maestros que lograron que alguien amara las matemáticas, que otros se emocionaran con la historia de la humanidad, que muchos se apasionaran por la lectura y que otra buena parte se alegrara al entender química.
Que tarea tan dura. Sí, durísima, porque tras de ser mal pagada se carga con una responsabilidad enorme en la espalda. Se les está confiando el presente, el futuro y hasta el pasado. Pero ellos cual superhéroes aceptan el reto y lo hacen con ojeras y amor. Son los maestros los que moldean la inteligencia de futuros líderes. Y muchas veces, lamentablemente, los que soportan las majaderías de muchos. Y con todo y todo ahí están regalando conocimiento y entusiasmándonos a querer saber más. Se olvidan hasta de su nombre y abrazan cariñosamente los “seño”, “profe”, “lic”, “miss”.
Gracias a los maestros de verdad, aquellos que buscan siempre que los alumnos quieran saber más. Gracias a los que nos hicieron amar el conocimiento, los que mantienen la atención, pero no a costa del miedo sino del interés. Hoy les digo gracias maestros, gracias Miriam, Jade, María José, Brenda, Sheny, Patty, Lourdes, Camille, Olguita, Luis, Inés, Ana Lourdes y Janet. Gracias a todos los nombres que faltan y que englobaremos en esa palabra tan mágica, fuerte, exigente y delicada que es: MAESTRO.

Ser maestro

Redacción
25 de junio, 2016

“El profesor mediocre dice. El profesor bueno explica. El profesor superior demuestra. El profesor excelente inspira.”- William A. Ward
La frase anterior resume tanta verdad. Hoy que es día del maestro, quiero agradecer a todos aquellos que han desempeñado su trabajo a base de esfuerzos, desvelos y pasión; cosa que tarde o temprano terminará en excelencia pura.
Recuerdo bien cuando tres de mis amigas más cercanas me dijeron que iban a seguir magisterio, pre-primaria o en las últimas promociones de primaria. Recuerdo también las exigencias, los desvelos, sacrificios, planificaciones pensadas a más no poder y el momento mágico de las prácticas. Sí, le llamo mágico porque fue ahí donde recordaron que todo lo anterior había valido la pena. La tres son maestras ahora, y siguen los sacrificios, los desvelos y las planificaciones. Pilas de cuadernos forrados de papel kraft forman parte de la decoración de sus casas.
Ahora pienso en mis maestros, mis catedráticos de la Universidad y todos los que se han tomado el tiempo de enseñar algo. Quiero agradecer mil veces a cada uno de ellos, a los que con paciencia han dicho una y mil veces lo mismo. A los que pasan de escritorio en escritorio corrigiendo como tomar el lápiz, los que mueven los cuadernos para que la punta señale al ombligo, los que saben reconocer el esfuerzo de sus alumnos, los que de verdad quieren transmitir lo que saben, aquellos que han enseñado a factorizar mil veces, a los que enseñan a leer y escribir, los que enseñan a pronunciar un nuevo idioma, los que nunca olvidan los nombre, los que aman enseñar. Gracias a esos maestros que lograron que alguien amara las matemáticas, que otros se emocionaran con la historia de la humanidad, que muchos se apasionaran por la lectura y que otra buena parte se alegrara al entender química.
Que tarea tan dura. Sí, durísima, porque tras de ser mal pagada se carga con una responsabilidad enorme en la espalda. Se les está confiando el presente, el futuro y hasta el pasado. Pero ellos cual superhéroes aceptan el reto y lo hacen con ojeras y amor. Son los maestros los que moldean la inteligencia de futuros líderes. Y muchas veces, lamentablemente, los que soportan las majaderías de muchos. Y con todo y todo ahí están regalando conocimiento y entusiasmándonos a querer saber más. Se olvidan hasta de su nombre y abrazan cariñosamente los “seño”, “profe”, “lic”, “miss”.
Gracias a los maestros de verdad, aquellos que buscan siempre que los alumnos quieran saber más. Gracias a los que nos hicieron amar el conocimiento, los que mantienen la atención, pero no a costa del miedo sino del interés. Hoy les digo gracias maestros, gracias Miriam, Jade, María José, Brenda, Sheny, Patty, Lourdes, Camille, Olguita, Luis, Inés, Ana Lourdes y Janet. Gracias a todos los nombres que faltan y que englobaremos en esa palabra tan mágica, fuerte, exigente y delicada que es: MAESTRO.