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¿Una nueva Constitución?

Redacción
01 de junio, 2016

En este debate, es oportuno recordar que la Constitución es un instrumento creado para mantener el orden de toda nación, por medio de un conjunto de leyes fundamentales que rigen al país y definen los límites y relaciones entre poderes del Estado. En el caso de nuestro país, nos establece como una República Democrática, por lo que nuestra Constitución aspira a un esquema de independencia de poderes y equilibrio entre los mismos. De esta manera, la Constitución instaura las bases para un buen gobierno y garantiza a la ciudadanía sus derechos.

Al ser producto de humanos, toda Constitución es imperfecta. A ello se le suma que las sociedades van evolucionando con el paso del tiempo. Esta combinación de factores hace que toda Carta Magna sea siempre perfectible. Sin embargo, la experiencia de estos 31 años bajo nuestro marco Constitucional, nos sugiere que hay áreas que deben mejorarse con sentido de urgencia. Nuestras instituciones, particularmente las del sector Justicia, no están teniendo la solidez que el diseño constitucional supone. La disfuncionalidad de nuestro aparato de justicia, evidenciado por los altos índices de impunidad y corrupción, sugieren que debemos reflexionar sobre cómo abordar los problemas que nuestro país enfrenta. Debemos definir el conjunto de acciones que serán necesarias para enderezar el rumbo y determinar si alguna parte de la solución implica aspectos de reforma constitucional.

Los procesos de reforma constitucional son como cambiarle una llanta pinchada a un carro que va en marcha. Es decir, son procesos muy complejos que deben ejecutarse con extremo cuidado. Suficiente complejo es cambiar una llanta de un carro, como para querer cambiar dos o tres llantas simultáneamente. Enfoquémonos en cambiar la llanta de justicia y después podemos abordar otros temas. No hay nada que nos limite a hacer cambios graduales, pero tratar de hacer un solo cambio muy ambicioso, nos puede robar la oportunidad de hacer los cambios que nuestro país necesita.

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En ese sentido, se debe hacer énfasis en que estas modificaciones deben hacerse dentro del marco de un proceso de diálogo incluyente. No pueden llevarse a cabo dentro de un proceso apresurado, caprichoso, antisistémico, sin base, análisis, o fundamento. Tampoco podemos permitir cambios superficiales que resulten ser innecesarios e irresponsables. Toda reforma constitucional debe seguir el proceso que ella misma establece, con el diagnóstico pertinente de lo que, según el clamor popular, no funciona. Por consiguiente, su propuesta debe ser coherente y respetar la misma Constitución.

Concluyo con una reflexión sobre el valor de las leyes. Para que una ley valga más que el papel y tinta con la que está escrita, la misma debe de cobrar vida. A lo que me refiero es que debe ser respetada por los ciudadanos de un país y con capacidad de aplicación por parte del Estado. Hoy tenemos un sinfín de leyes en Guatemala que no seguimos, por ejemplo la Ley de Derechos de Autor, que prohíbe la reproducción de películas copiadas en forma ilegal y aún así muchos siguen comprando piratas. Por consiguiente, actualizar la Constitución, por sí mismo, no es garantía para lograr ese marco de armonía social para nuestro país. Somos todos los guatemaltecos los que debemos darle vida al papel y tinta que conforman cualquier ley. Primero con nuestra actitud de respeto y luego con nuestra veeduría activa por su cumplimiento. ¡Celebremos juntos el derecho que nos rige!

www.salvadorpaiz.com
@salva_paiz

¿Una nueva Constitución?

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01 de junio, 2016

En este debate, es oportuno recordar que la Constitución es un instrumento creado para mantener el orden de toda nación, por medio de un conjunto de leyes fundamentales que rigen al país y definen los límites y relaciones entre poderes del Estado. En el caso de nuestro país, nos establece como una República Democrática, por lo que nuestra Constitución aspira a un esquema de independencia de poderes y equilibrio entre los mismos. De esta manera, la Constitución instaura las bases para un buen gobierno y garantiza a la ciudadanía sus derechos.

Al ser producto de humanos, toda Constitución es imperfecta. A ello se le suma que las sociedades van evolucionando con el paso del tiempo. Esta combinación de factores hace que toda Carta Magna sea siempre perfectible. Sin embargo, la experiencia de estos 31 años bajo nuestro marco Constitucional, nos sugiere que hay áreas que deben mejorarse con sentido de urgencia. Nuestras instituciones, particularmente las del sector Justicia, no están teniendo la solidez que el diseño constitucional supone. La disfuncionalidad de nuestro aparato de justicia, evidenciado por los altos índices de impunidad y corrupción, sugieren que debemos reflexionar sobre cómo abordar los problemas que nuestro país enfrenta. Debemos definir el conjunto de acciones que serán necesarias para enderezar el rumbo y determinar si alguna parte de la solución implica aspectos de reforma constitucional.

Los procesos de reforma constitucional son como cambiarle una llanta pinchada a un carro que va en marcha. Es decir, son procesos muy complejos que deben ejecutarse con extremo cuidado. Suficiente complejo es cambiar una llanta de un carro, como para querer cambiar dos o tres llantas simultáneamente. Enfoquémonos en cambiar la llanta de justicia y después podemos abordar otros temas. No hay nada que nos limite a hacer cambios graduales, pero tratar de hacer un solo cambio muy ambicioso, nos puede robar la oportunidad de hacer los cambios que nuestro país necesita.

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En ese sentido, se debe hacer énfasis en que estas modificaciones deben hacerse dentro del marco de un proceso de diálogo incluyente. No pueden llevarse a cabo dentro de un proceso apresurado, caprichoso, antisistémico, sin base, análisis, o fundamento. Tampoco podemos permitir cambios superficiales que resulten ser innecesarios e irresponsables. Toda reforma constitucional debe seguir el proceso que ella misma establece, con el diagnóstico pertinente de lo que, según el clamor popular, no funciona. Por consiguiente, su propuesta debe ser coherente y respetar la misma Constitución.

Concluyo con una reflexión sobre el valor de las leyes. Para que una ley valga más que el papel y tinta con la que está escrita, la misma debe de cobrar vida. A lo que me refiero es que debe ser respetada por los ciudadanos de un país y con capacidad de aplicación por parte del Estado. Hoy tenemos un sinfín de leyes en Guatemala que no seguimos, por ejemplo la Ley de Derechos de Autor, que prohíbe la reproducción de películas copiadas en forma ilegal y aún así muchos siguen comprando piratas. Por consiguiente, actualizar la Constitución, por sí mismo, no es garantía para lograr ese marco de armonía social para nuestro país. Somos todos los guatemaltecos los que debemos darle vida al papel y tinta que conforman cualquier ley. Primero con nuestra actitud de respeto y luego con nuestra veeduría activa por su cumplimiento. ¡Celebremos juntos el derecho que nos rige!

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