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El arroz dorado

Redacción
05 de julio, 2016

La semana pasada la más representativa organización ambientalista radical, Greenpeace, recibió otro gran revés. Esta vez nada menos que de 110 Premios Nobel, quienes en una dura carta abierta denuncian a esta organización, entre otras, de oponerse a las innovaciones biotecnológicas en la agricultura. Innovaciones que podrían llegar a satisfacer las necesidades de alimentación de la población mundial, dice la carta.

Entre los nobeles que firman la carta destaca el físico Ivar Giaever  (Premio Nobel de Física), quien hasta hace poco era un creyente de la teoría del calentamiento global antropogénico (o de causa humana) pero luego un “escéptico” declarado al admitir que dicha teoría “se ha convertido en una religión”. El y el resto de científicos urgen a Greenpeace y a sus partidarios re-examinar la experiencia de los agricultores y consumidores alrededor del mundo y reconocer los hallazgos de entidades científicas competentes.

Entre dichos hallazgos me parece relevante dar a conocer el estudio publicado en 2013 por un equipo de científicos de la Universidad de Perugia. La investigación titulada “Una visión general de los últimos 10 años de investigación sobre la seguridad de los cultivos de ingeniería genética” consistió en la revisión de 1,783 estudios, los cuales habían sido desarrollados entre 2002 y 2012. “Hasta el momento no se ha detectado ningún riesgo significativo relacionado con el uso de los cultivos transgénicos” concluía Alessandro Nicolia y su equipo en aquel momento.

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La carta aboga por los “organismos genéticamente mejorados” en general, pero en particular por el arroz dorado, una innovación biotecnológica que permite eliminar las muertes por deficiencia de vitamina A, un problema de gran impacto en las personas pobres de África y el sudeste asiático.

Guatemala no escapa a este flagelo; la desnutrición crónica y otros problemas derivados de la falta de alimentos de calidad, tales como la ceguera, podrían ser aplacados verdaderamente con la libre introducción y acceso a este tipo de innovaciones biotecnológicas.

Y digo “verdaderamente” porque lo que ha hecho la política pública de seguridad alimentaria en Guatemala desde 1976 ha sido irrelevante. Las personas continúan muriendo de hambre y la desnutrición crónica pulula las regiones más pobres. Planes, secretarios y asesores van y vienen y los resultados siguen siendo los mismos: miserables.  Esto aunado a la oposición sistemática de muchas organizaciones locales, que al mejor estilo de Greenpeace, basados en emociones y falsas premisas, no reconocen los hallazgos científicos que sustentan los beneficios de estas innovaciones biotecnológicas para precisamente, aplacar los problemas que ellos mismos sufren cotidianamente.

El acceso a estas tecnologías desde luego no depende de subsidios ni de programas clientelares. Depende de la implementación de Cinco Reformas estructurales, principalmente de la reforma económica, de la cual he escrito anteriormente.

¿Cuántas personas pobres en el mundo deben morir antes de considerar esto un “crimen contra la humanidad”? terminan diciendo los nobeles a Greenpeace, a los gobiernos y al mundo entero. Sin menoscabo de la propiedad privada y la libertad para  elegir, le digo yo hoy a mis lectores ¿Cuántas personas y niños deben seguir muriendo, o en el mejor de los casos, vivir casi como animales, antes de considerar las políticas públicas sobre seguridad alimentaria y la oposición a los organismos genéticamente mejorados, como el arroz dorado, un crimen contra los pobres en Guatemala?

________________

Jorge David Chapas es guatemalteco y empresario forestal. Fundador y CEO de Rana. Miembro del CEES, del PERC y del Heartland Institute. Sus opiniones se publican en República.gt, Rana, Notiminuto (Venezuela) y Diario AltaVoz (Perú).

El arroz dorado

Redacción
05 de julio, 2016

La semana pasada la más representativa organización ambientalista radical, Greenpeace, recibió otro gran revés. Esta vez nada menos que de 110 Premios Nobel, quienes en una dura carta abierta denuncian a esta organización, entre otras, de oponerse a las innovaciones biotecnológicas en la agricultura. Innovaciones que podrían llegar a satisfacer las necesidades de alimentación de la población mundial, dice la carta.

Entre los nobeles que firman la carta destaca el físico Ivar Giaever  (Premio Nobel de Física), quien hasta hace poco era un creyente de la teoría del calentamiento global antropogénico (o de causa humana) pero luego un “escéptico” declarado al admitir que dicha teoría “se ha convertido en una religión”. El y el resto de científicos urgen a Greenpeace y a sus partidarios re-examinar la experiencia de los agricultores y consumidores alrededor del mundo y reconocer los hallazgos de entidades científicas competentes.

Entre dichos hallazgos me parece relevante dar a conocer el estudio publicado en 2013 por un equipo de científicos de la Universidad de Perugia. La investigación titulada “Una visión general de los últimos 10 años de investigación sobre la seguridad de los cultivos de ingeniería genética” consistió en la revisión de 1,783 estudios, los cuales habían sido desarrollados entre 2002 y 2012. “Hasta el momento no se ha detectado ningún riesgo significativo relacionado con el uso de los cultivos transgénicos” concluía Alessandro Nicolia y su equipo en aquel momento.

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La carta aboga por los “organismos genéticamente mejorados” en general, pero en particular por el arroz dorado, una innovación biotecnológica que permite eliminar las muertes por deficiencia de vitamina A, un problema de gran impacto en las personas pobres de África y el sudeste asiático.

Guatemala no escapa a este flagelo; la desnutrición crónica y otros problemas derivados de la falta de alimentos de calidad, tales como la ceguera, podrían ser aplacados verdaderamente con la libre introducción y acceso a este tipo de innovaciones biotecnológicas.

Y digo “verdaderamente” porque lo que ha hecho la política pública de seguridad alimentaria en Guatemala desde 1976 ha sido irrelevante. Las personas continúan muriendo de hambre y la desnutrición crónica pulula las regiones más pobres. Planes, secretarios y asesores van y vienen y los resultados siguen siendo los mismos: miserables.  Esto aunado a la oposición sistemática de muchas organizaciones locales, que al mejor estilo de Greenpeace, basados en emociones y falsas premisas, no reconocen los hallazgos científicos que sustentan los beneficios de estas innovaciones biotecnológicas para precisamente, aplacar los problemas que ellos mismos sufren cotidianamente.

El acceso a estas tecnologías desde luego no depende de subsidios ni de programas clientelares. Depende de la implementación de Cinco Reformas estructurales, principalmente de la reforma económica, de la cual he escrito anteriormente.

¿Cuántas personas pobres en el mundo deben morir antes de considerar esto un “crimen contra la humanidad”? terminan diciendo los nobeles a Greenpeace, a los gobiernos y al mundo entero. Sin menoscabo de la propiedad privada y la libertad para  elegir, le digo yo hoy a mis lectores ¿Cuántas personas y niños deben seguir muriendo, o en el mejor de los casos, vivir casi como animales, antes de considerar las políticas públicas sobre seguridad alimentaria y la oposición a los organismos genéticamente mejorados, como el arroz dorado, un crimen contra los pobres en Guatemala?

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Jorge David Chapas es guatemalteco y empresario forestal. Fundador y CEO de Rana. Miembro del CEES, del PERC y del Heartland Institute. Sus opiniones se publican en República.gt, Rana, Notiminuto (Venezuela) y Diario AltaVoz (Perú).