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EL DEPORTE COMO PROYECTO NACIONAL

Redacción
05 de julio, 2016

En los próximos días dará inicio uno de los eventos de mayor cobertura televisiva a nivel mundial. Me refiero concretamente a los juegos olímpicos que se celebrarán en la Ciudad de Rio de Janeiro en Brasil. Este magno evento, que tiene lugar cada 4 años, reúne lo mejor de la estirpe deportiva de cada país, y en el caso de Guatemala, nos permitirá nuevamente asistir al desempeño de más de 20 mujeres y hombres atletas, quienes habiendo hecho los méritos suficientes para estar presentes en esta justa lucharán por un puesto en el sitial de honor de sus respectivas disciplinas.

Este evento permite hacer unas reflexiones que partiendo de lo meramente deportivo alcanzan una dimensión mucho más social sobre la que vale la pena volver la mirada. Primeramente se ha dicho y repetido que lo más relevante y exitoso de nuestro palmarés deportivo (escaso pero muy significativo en estos eventos internacionales) está centrado en aquellas disciplinas en las que sobresale el esfuerzo y el talento individual, como recordándonos la complicación o la dificultad que representa para los guatemaltecos el trabajar en equipo o en grupo. Ciertamente hay en este comentario dos temas subyacentes: primero, el esfuerzo casi contra marea que nuestros atletas realizan para poder superarse, utilizando muchas veces hasta los propios recursos personales a falta de los apoyos institucionales que el deporte federado usualmente no otorga; y luego también el que en los grandes deportes, en esos deportes de masas es en donde los grandes agujeros de la corrupción han hecho difícil sino imposible registrar realmente mejoras sustanciales en nuestro desempeño deportivo. Es decir, el éxito individual de nuestros deportistas es doblemente meritorio frente a estas duras realidades, pues muy a pesar de las condiciones adversas y al hecho de que sus faenas las realizan casi en soledad, son capaces de producir resultados sorprendentes.

Un segundo aspecto relevante a comentar es la actitud del guatemalteco frente a nuestros deportistas. He visto a guatemaltecos de distinta condición, de distinta ideología, de distinta procedencia geográfica abrazarse, reír, sufrir y llorar juntos por el destino de nuestros atletas en los distintos eventos. El deporte tiene ese efecto unificador en torno a una bandera y a un concepto de nación que parece hacerse más tenue a los pocos minutos de concluidas dichas faenas deportivas. Hay algo muy poderoso no solo en el concepto de país sino en la forma en que todos nos vemos reflejados cuando alguien portando los colores nacionales participa en estos eventos y mejor aún si en el curso de su actuación alcanza las cumbres. Por lo visto hay orgullos y sentimientos que solemos no expresar en otros ámbitos de la vida, que sí los hacemos patentes y evidentes a través del deporte.

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Por último vale la pena poner en el centro de nuestra reflexión cuánto más deporte hace mejor país. En un momento en que se discuten cuantos recursos deben destinarse hacia la justicia, la educación o la salud, no debemos perder de vista que todo atleta, que todo deportista representa a alguien que no solo ha sido capaz de escapar de los vicios, sino que también representa muchas de aquellas virtudes que en una sociedad hacen tanta falta: el trabajo constante, el sueño y la meta a alcanzar, el superar adversidades, el retarse a sí mismos y el competir sanamente. Por ello, no debemos dejar de exigir que los recursos que se destinen al deporte, sean estos los mismos o en mayor cantidad, tengan el mismo control y eficiencia en su ejecución que aquellos que van destinados a otros rubros. No será nunca dinero mal gastado.

Esta reflexión la concluyo señalando que en momentos en que la sociedad presenta fracturas importantes, en momentos en que hemos sido abatidos por la triste realidad de un mundo político lleno de corrupción, el deporte nos puede ofrecer, aunque sea por espacio de breves treinta días en que se celebran los juegos, una especie de bálsamo unificador. Quizá hacer del deporte un proyecto de país, que nos ayude a redescubrir una identidad nacional a veces difusa, que nos permita que el éxito individual trascienda para generar una dinámica positiva en colectivo y que fomente aún más los hábitos positivos y las virtudes que el deporte representa, pueda ser una buena idea. Espero que la próxima vez que nos veamos en la plaza no sea para protestar por nuestras carencias y defectos sino para celebrar los éxitos de nuestros buenos deportistas.

EL DEPORTE COMO PROYECTO NACIONAL

Redacción
05 de julio, 2016

En los próximos días dará inicio uno de los eventos de mayor cobertura televisiva a nivel mundial. Me refiero concretamente a los juegos olímpicos que se celebrarán en la Ciudad de Rio de Janeiro en Brasil. Este magno evento, que tiene lugar cada 4 años, reúne lo mejor de la estirpe deportiva de cada país, y en el caso de Guatemala, nos permitirá nuevamente asistir al desempeño de más de 20 mujeres y hombres atletas, quienes habiendo hecho los méritos suficientes para estar presentes en esta justa lucharán por un puesto en el sitial de honor de sus respectivas disciplinas.

Este evento permite hacer unas reflexiones que partiendo de lo meramente deportivo alcanzan una dimensión mucho más social sobre la que vale la pena volver la mirada. Primeramente se ha dicho y repetido que lo más relevante y exitoso de nuestro palmarés deportivo (escaso pero muy significativo en estos eventos internacionales) está centrado en aquellas disciplinas en las que sobresale el esfuerzo y el talento individual, como recordándonos la complicación o la dificultad que representa para los guatemaltecos el trabajar en equipo o en grupo. Ciertamente hay en este comentario dos temas subyacentes: primero, el esfuerzo casi contra marea que nuestros atletas realizan para poder superarse, utilizando muchas veces hasta los propios recursos personales a falta de los apoyos institucionales que el deporte federado usualmente no otorga; y luego también el que en los grandes deportes, en esos deportes de masas es en donde los grandes agujeros de la corrupción han hecho difícil sino imposible registrar realmente mejoras sustanciales en nuestro desempeño deportivo. Es decir, el éxito individual de nuestros deportistas es doblemente meritorio frente a estas duras realidades, pues muy a pesar de las condiciones adversas y al hecho de que sus faenas las realizan casi en soledad, son capaces de producir resultados sorprendentes.

Un segundo aspecto relevante a comentar es la actitud del guatemalteco frente a nuestros deportistas. He visto a guatemaltecos de distinta condición, de distinta ideología, de distinta procedencia geográfica abrazarse, reír, sufrir y llorar juntos por el destino de nuestros atletas en los distintos eventos. El deporte tiene ese efecto unificador en torno a una bandera y a un concepto de nación que parece hacerse más tenue a los pocos minutos de concluidas dichas faenas deportivas. Hay algo muy poderoso no solo en el concepto de país sino en la forma en que todos nos vemos reflejados cuando alguien portando los colores nacionales participa en estos eventos y mejor aún si en el curso de su actuación alcanza las cumbres. Por lo visto hay orgullos y sentimientos que solemos no expresar en otros ámbitos de la vida, que sí los hacemos patentes y evidentes a través del deporte.

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Por último vale la pena poner en el centro de nuestra reflexión cuánto más deporte hace mejor país. En un momento en que se discuten cuantos recursos deben destinarse hacia la justicia, la educación o la salud, no debemos perder de vista que todo atleta, que todo deportista representa a alguien que no solo ha sido capaz de escapar de los vicios, sino que también representa muchas de aquellas virtudes que en una sociedad hacen tanta falta: el trabajo constante, el sueño y la meta a alcanzar, el superar adversidades, el retarse a sí mismos y el competir sanamente. Por ello, no debemos dejar de exigir que los recursos que se destinen al deporte, sean estos los mismos o en mayor cantidad, tengan el mismo control y eficiencia en su ejecución que aquellos que van destinados a otros rubros. No será nunca dinero mal gastado.

Esta reflexión la concluyo señalando que en momentos en que la sociedad presenta fracturas importantes, en momentos en que hemos sido abatidos por la triste realidad de un mundo político lleno de corrupción, el deporte nos puede ofrecer, aunque sea por espacio de breves treinta días en que se celebran los juegos, una especie de bálsamo unificador. Quizá hacer del deporte un proyecto de país, que nos ayude a redescubrir una identidad nacional a veces difusa, que nos permita que el éxito individual trascienda para generar una dinámica positiva en colectivo y que fomente aún más los hábitos positivos y las virtudes que el deporte representa, pueda ser una buena idea. Espero que la próxima vez que nos veamos en la plaza no sea para protestar por nuestras carencias y defectos sino para celebrar los éxitos de nuestros buenos deportistas.