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De redes clientelares a redes sociales

Redacción
11 de julio, 2016

En el mundo de los negocios constantemente se analizan las nuevas tendencias de los mercados. Los consumidores cambian sus gustos y preferencias lo cual obliga a las empresas a adaptarse para mantenerse relevantes. En política sucede lo mismo, aunque con algunas diferencias. Por ejemplo, el éxito de una organización política no se mide por sus ventas ni utilidades, sino por sus votos o popularidad. Sin embargo, tanto en los negocios como en la política, los actores son susceptibles a las nuevas tendencias del mercado. Si no se adaptan, desaparecen.

En este sentido, me atrevería a aseverar que hay una tendencia reciente en el mercado electoral guatemalteco. La política tradicional, dominada por el modelo de las redes clientelares, está siendo retada por un nuevo modelo, basado en las redes sociales.

Las redes clientelares aún dominan buena parte del mercado político guatemalteco, sobre todo en los segmentos de votantes en pobreza o pobreza extrema. Básicamente, este “modelo de negocio” consiste en la provisión de bienes materiales a cambio de un voto o aceptación política. Por ejemplo, el acceso a agua potable y drenajes, la pavimentación de un camino o la construcción de una escuela, podrían ser bienes de beneficio para la comunidad que los demanda. También se ha observado la provisión de bienes “poco eficientes”, como camisas, láminas, playeras, celulares, motos entre otros.

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Ese modelo ha predominado en el mercado político guatemalteco por varias décadas y ha dado paso al surgimiento de los “caciques” municipales y departamentales. Sin embargo, ha ido agotándose por dos factores. Primero, el énfasis en la obra gris ha dado paso a casos de corrupción. Segundo, el lento cambio estructural ha generado un pequeño segmento urbano, con acceso a información, cuyas necesidades de infraestructura están satisfechas en buena parte, y demanda otro tipo de servicios.

Este nuevo segmento es el de las redes sociales, el cual busca políticos cercanos, abiertos al público, y en constante comunicación. En este nuevo modelo, el político no solo debe proveer los servicios básicos, sino también debe generar contenido, y mucha veces, entretenimiento. El caso del alcalde de Mixco, Neto Bran, es un claro ejemplo del surgimiento de este segmento.

Bran se ha caracterizado por ser tendencia en las redes frecuentemente, debido a sus peculiares actuaciones ya sea como policía de tránsito, o más recientemente, como guardia de un mercado municipal. Este modelo agrada al segmento urbano de las redes sociales, mas no necesariamente sería exitoso en un segmento rural en el que se mantiene la visión clientelar.

A decir verdad, ninguna de estas dos alternativas contribuye a la construcción de un Estado fuerte y efectivo. Las redes clientelares, con su énfasis en los bienes materiales, genera incentivos para la corrupción, y se ve limitado cuando las necesidades de infraestructura son satisfechas. Por su parte, el de las redes sociales, produce una política de show y espectáculo, en la que no se dan acciones concretas para la resolución de problemas.

Ante esta problemática se puede adoptar dos estrategias. La más fácil, el político puede adaptarse a las condiciones del mercado y darle al votante lo que este solicita, independientemente de si eso genera resultados positivos en el largo plazo. La más difícil, el político puede actuar como estadista y no seguir al mercado político, sino atreverse a modificarlo con su visión de largo plazo para el país. Esto muchas veces significa remar contra la corriente y ser poco popular inicialmente.

En el mundo de los negocios, ser un estadista sería similar a lo hecho por Steve Jobs, quien decidió no irse con las demandas del mercado, sino modificarlo al introducir el iPhone, el cual cambió por completo la industria de la tecnología. La pregunta es: ¿puede haber un Steve Jobs en la política guatemalteca, dispuesto a tomar esos riesgos? ¿pueden surgir liderazgos de este tipo en una cultura política adversa a la innovación?

De redes clientelares a redes sociales

Redacción
11 de julio, 2016

En el mundo de los negocios constantemente se analizan las nuevas tendencias de los mercados. Los consumidores cambian sus gustos y preferencias lo cual obliga a las empresas a adaptarse para mantenerse relevantes. En política sucede lo mismo, aunque con algunas diferencias. Por ejemplo, el éxito de una organización política no se mide por sus ventas ni utilidades, sino por sus votos o popularidad. Sin embargo, tanto en los negocios como en la política, los actores son susceptibles a las nuevas tendencias del mercado. Si no se adaptan, desaparecen.

En este sentido, me atrevería a aseverar que hay una tendencia reciente en el mercado electoral guatemalteco. La política tradicional, dominada por el modelo de las redes clientelares, está siendo retada por un nuevo modelo, basado en las redes sociales.

Las redes clientelares aún dominan buena parte del mercado político guatemalteco, sobre todo en los segmentos de votantes en pobreza o pobreza extrema. Básicamente, este “modelo de negocio” consiste en la provisión de bienes materiales a cambio de un voto o aceptación política. Por ejemplo, el acceso a agua potable y drenajes, la pavimentación de un camino o la construcción de una escuela, podrían ser bienes de beneficio para la comunidad que los demanda. También se ha observado la provisión de bienes “poco eficientes”, como camisas, láminas, playeras, celulares, motos entre otros.

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Ese modelo ha predominado en el mercado político guatemalteco por varias décadas y ha dado paso al surgimiento de los “caciques” municipales y departamentales. Sin embargo, ha ido agotándose por dos factores. Primero, el énfasis en la obra gris ha dado paso a casos de corrupción. Segundo, el lento cambio estructural ha generado un pequeño segmento urbano, con acceso a información, cuyas necesidades de infraestructura están satisfechas en buena parte, y demanda otro tipo de servicios.

Este nuevo segmento es el de las redes sociales, el cual busca políticos cercanos, abiertos al público, y en constante comunicación. En este nuevo modelo, el político no solo debe proveer los servicios básicos, sino también debe generar contenido, y mucha veces, entretenimiento. El caso del alcalde de Mixco, Neto Bran, es un claro ejemplo del surgimiento de este segmento.

Bran se ha caracterizado por ser tendencia en las redes frecuentemente, debido a sus peculiares actuaciones ya sea como policía de tránsito, o más recientemente, como guardia de un mercado municipal. Este modelo agrada al segmento urbano de las redes sociales, mas no necesariamente sería exitoso en un segmento rural en el que se mantiene la visión clientelar.

A decir verdad, ninguna de estas dos alternativas contribuye a la construcción de un Estado fuerte y efectivo. Las redes clientelares, con su énfasis en los bienes materiales, genera incentivos para la corrupción, y se ve limitado cuando las necesidades de infraestructura son satisfechas. Por su parte, el de las redes sociales, produce una política de show y espectáculo, en la que no se dan acciones concretas para la resolución de problemas.

Ante esta problemática se puede adoptar dos estrategias. La más fácil, el político puede adaptarse a las condiciones del mercado y darle al votante lo que este solicita, independientemente de si eso genera resultados positivos en el largo plazo. La más difícil, el político puede actuar como estadista y no seguir al mercado político, sino atreverse a modificarlo con su visión de largo plazo para el país. Esto muchas veces significa remar contra la corriente y ser poco popular inicialmente.

En el mundo de los negocios, ser un estadista sería similar a lo hecho por Steve Jobs, quien decidió no irse con las demandas del mercado, sino modificarlo al introducir el iPhone, el cual cambió por completo la industria de la tecnología. La pregunta es: ¿puede haber un Steve Jobs en la política guatemalteca, dispuesto a tomar esos riesgos? ¿pueden surgir liderazgos de este tipo en una cultura política adversa a la innovación?