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Sociología política y comunicación presidencial

Redacción
13 de julio, 2016

La sociedad guatemalteca, como la mayoría de las sociedades hispanoamericanas, tiene una marcada propensión presidencialista. Esa propensión es producto de hitos sociológicos como la personificación del poder y la autoridad, o la priorización de la persona sobre instituciones. Por estas razones vemos que en los estudios de opinión pública, los guatemaltecos tienden a favorecer a políticos que proyectan sensación de liderazgo y autoridad, que se muestran en control de su entorno, que ejercen mando formal e informal sobre su equipo, y que se convierten en referentes de propuesta.
Recordar estas características de la sociología política resulta necesario a la luz del debate sobre la comunicación presidencial. Como lo demuestran algunos estudios de opinión pública, además de las opiniones de ciudadanos en redes sociales, los guatemaltecos le empiezan a reprochar al Presidente Morales una aparente ausencia de liderazgo, además de una aparente falta de seriedad en el ejercicio de autoridad. Dos casos recientes evidencian estos reproches. El primero, relacionado con la reacción ciudadana ante la fotografía de un Presidente emulando la cadencia de una marcha militar, en las conmemoraciones de la Revolución del 30 de junio; el segundo caso, asociada a la ácida crítica vertida en redes sociales frente al comunicado que Morales emitiera en Facebook, sobre el ejercicio de autoridad presidencial.
Lo cierto es que la atención hacia el Gobierno hoy está mucho más enfocada en forma que en fondo. Los desaciertos del Presidente, asociados en gran medida a una falta de tino en su esfuerzo de imprimir cierto carácter jocoso a sus actuaciones públicas, se magnifican debido a la sociología política nacional. La colega Dina Fernández de Soy502 lo expresó magistralmente, cuando se refirió a que el poder no puede darse el lujo de hacer el ridículo. Y vaya si no. La opinión pública históricamente ha sido mucho más tolerante hacia un político autoritario, rabioso y poco honesto, que frente a un político que cae presa de sus actitudes chocarreras. Seguramente esto no debería ser así, pero simplemente esta es la sociología de nuestro país.
A lo anterior agreguemos una última consideración relativa al Zeitgeist o espíritu del tiempo. Derivado de los acontecimientos que ha vivido Guatemala en los últimos 15 meses, existe un evidente rechazo ciudadano a lo político, y una mayor propensión de la opinión pública por demandar actitudes incisivas y críticas de los medios hacia los actores políticos.
Ante este entorno, existen dos alternativas. La primera, que el Presidente reconozca que la ciudadanía demanda de él –aparte de honestidad- una figura que inspire liderazgo, sensación de estar en control de las cosas, y que sea una fuente de propuesta. La segunda es otorgarle mayor margen de comunicación a los ministros y cabezas de cartera, para que cada uno de ellos explore sus logros individuales. Ya en Finanzas, Gobernación, Desarrollo, además de Cultura y Deportes, empiezan a resaltar logros en gestión que vale la pena destacar.
De lo contrario, la opinión pública mantendrá su atención en las formas de comunicación presidencial, y obviará los resultados sustantivos de la gestión de gobierno.

Sociología política y comunicación presidencial

Redacción
13 de julio, 2016

La sociedad guatemalteca, como la mayoría de las sociedades hispanoamericanas, tiene una marcada propensión presidencialista. Esa propensión es producto de hitos sociológicos como la personificación del poder y la autoridad, o la priorización de la persona sobre instituciones. Por estas razones vemos que en los estudios de opinión pública, los guatemaltecos tienden a favorecer a políticos que proyectan sensación de liderazgo y autoridad, que se muestran en control de su entorno, que ejercen mando formal e informal sobre su equipo, y que se convierten en referentes de propuesta.
Recordar estas características de la sociología política resulta necesario a la luz del debate sobre la comunicación presidencial. Como lo demuestran algunos estudios de opinión pública, además de las opiniones de ciudadanos en redes sociales, los guatemaltecos le empiezan a reprochar al Presidente Morales una aparente ausencia de liderazgo, además de una aparente falta de seriedad en el ejercicio de autoridad. Dos casos recientes evidencian estos reproches. El primero, relacionado con la reacción ciudadana ante la fotografía de un Presidente emulando la cadencia de una marcha militar, en las conmemoraciones de la Revolución del 30 de junio; el segundo caso, asociada a la ácida crítica vertida en redes sociales frente al comunicado que Morales emitiera en Facebook, sobre el ejercicio de autoridad presidencial.
Lo cierto es que la atención hacia el Gobierno hoy está mucho más enfocada en forma que en fondo. Los desaciertos del Presidente, asociados en gran medida a una falta de tino en su esfuerzo de imprimir cierto carácter jocoso a sus actuaciones públicas, se magnifican debido a la sociología política nacional. La colega Dina Fernández de Soy502 lo expresó magistralmente, cuando se refirió a que el poder no puede darse el lujo de hacer el ridículo. Y vaya si no. La opinión pública históricamente ha sido mucho más tolerante hacia un político autoritario, rabioso y poco honesto, que frente a un político que cae presa de sus actitudes chocarreras. Seguramente esto no debería ser así, pero simplemente esta es la sociología de nuestro país.
A lo anterior agreguemos una última consideración relativa al Zeitgeist o espíritu del tiempo. Derivado de los acontecimientos que ha vivido Guatemala en los últimos 15 meses, existe un evidente rechazo ciudadano a lo político, y una mayor propensión de la opinión pública por demandar actitudes incisivas y críticas de los medios hacia los actores políticos.
Ante este entorno, existen dos alternativas. La primera, que el Presidente reconozca que la ciudadanía demanda de él –aparte de honestidad- una figura que inspire liderazgo, sensación de estar en control de las cosas, y que sea una fuente de propuesta. La segunda es otorgarle mayor margen de comunicación a los ministros y cabezas de cartera, para que cada uno de ellos explore sus logros individuales. Ya en Finanzas, Gobernación, Desarrollo, además de Cultura y Deportes, empiezan a resaltar logros en gestión que vale la pena destacar.
De lo contrario, la opinión pública mantendrá su atención en las formas de comunicación presidencial, y obviará los resultados sustantivos de la gestión de gobierno.