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¿Cuándo empezará una verdadera formación de líderes políticos?

Redacción
18 de agosto, 2016

A mediados del año pasado, imágenes apocalípticas venían a la mente de muchos (incluida la mía) al imaginar que en 2016 asumiría la Presidencia Manuel Baldizón. Se suponía que “le tocaba”, pero los eventos que marcaron la democracia en 2015 también dieron un giro al destino de esa figura que hoy está desdibujada del espectro nacional.

Jimmy Morales tuvo la astucia de poner las mejores herramientas comunicativas sobre la mesa para que los reflectores se dirigieran a él. En un golpe de fortuna se convirtió en el favorito, al punto de que miles de personas lo veían como una especie de Mesías en medio de la crisis que marcó el año pasado.

De hecho, se creyó que salvaría al país de ese apocalipsis que se veía venir con Líder en el poder. ¡Vaya equivocación! Quizá habría sido peor con Baldizón, pero ese no debe ser un consuelo ante la situación que hoy enfrenta el país.

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A Morales le hace falta carácter, decisión, liderazgo y seriedad. Como mandatario ha dejado mucho qué desear, aunque como persona sea sensible y genere aún mucha empatía en la gente.

Esta experiencia nos deja dos grandes lecciones. La primera es que las situaciones desesperadas no deben empujarnos a tomar decisiones a la ligera, sino es necesario ser más críticos sobre los perfiles de quienes aspiran a gobernarnos; la segunda, que es urgente apostar por la formación de liderazgos políticos. Esta tarea, por cierto, no debe ser exclusiva de los partidos, sino un proyecto en el que se involucren todos los sectores del país que cuenten con representatividad. 

Este segundo punto es determinante para que no llegue 2019 y de nuevo nos enfrentemos a las mismas caras y, por lo tanto, a la misma mediocridad. No es necesario empezar desde cero, pues hay excelentes profesionales que ya se desenvuelven en la política, y otros nuevos que, con dedicación y la guía adecuada, pueden desarrollar esa experiencia, la voluntad, ética y visión a largo plazo.

Por el hastío hacia lo que se llamó “la vieja política”, se optó por el extremo contrario que tampoco ha dado la talla. Ha hecho falta el equilibrio, un punto intermedio en el que haya alguien capaz de hacer frente a las necesidades más sensibles del país.

Es cierto que aún no concluye el primer año de Morales y quizá sea muy temprano para que los resultados empiecen a visualizarse; sin embargo, tampoco se ven al menos los indicios del cambio. Temas tan sencillos como la ingobernabilidad que se refleja en los bloqueos, o en la falta de liderazgo para empujar temas como un diálogo fiscal, o el desconocimiento de la realidad nacional, nos hacen perder las esperanzas.

Veo hoy a un Presidente frustrado, cansado, preocupado más por la crítica y a la espera de otro golpe de suerte similar al que lo llevó a la Primera Magistratura.

Según Albert Einsten, “la vida es como montar en bicicleta; para mantener el equilibrio, hay que seguir moviéndose”. Pues bien, Guatemala ya demostró que es una sociedad en movimiento, ahora hay que seguir rompiendo tradicionalismos y dejar de votar por “el menos peor”. Solo así encontraremos ese equilibrio.

 

¿Cuándo empezará una verdadera formación de líderes políticos?

Redacción
18 de agosto, 2016

A mediados del año pasado, imágenes apocalípticas venían a la mente de muchos (incluida la mía) al imaginar que en 2016 asumiría la Presidencia Manuel Baldizón. Se suponía que “le tocaba”, pero los eventos que marcaron la democracia en 2015 también dieron un giro al destino de esa figura que hoy está desdibujada del espectro nacional.

Jimmy Morales tuvo la astucia de poner las mejores herramientas comunicativas sobre la mesa para que los reflectores se dirigieran a él. En un golpe de fortuna se convirtió en el favorito, al punto de que miles de personas lo veían como una especie de Mesías en medio de la crisis que marcó el año pasado.

De hecho, se creyó que salvaría al país de ese apocalipsis que se veía venir con Líder en el poder. ¡Vaya equivocación! Quizá habría sido peor con Baldizón, pero ese no debe ser un consuelo ante la situación que hoy enfrenta el país.

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A Morales le hace falta carácter, decisión, liderazgo y seriedad. Como mandatario ha dejado mucho qué desear, aunque como persona sea sensible y genere aún mucha empatía en la gente.

Esta experiencia nos deja dos grandes lecciones. La primera es que las situaciones desesperadas no deben empujarnos a tomar decisiones a la ligera, sino es necesario ser más críticos sobre los perfiles de quienes aspiran a gobernarnos; la segunda, que es urgente apostar por la formación de liderazgos políticos. Esta tarea, por cierto, no debe ser exclusiva de los partidos, sino un proyecto en el que se involucren todos los sectores del país que cuenten con representatividad. 

Este segundo punto es determinante para que no llegue 2019 y de nuevo nos enfrentemos a las mismas caras y, por lo tanto, a la misma mediocridad. No es necesario empezar desde cero, pues hay excelentes profesionales que ya se desenvuelven en la política, y otros nuevos que, con dedicación y la guía adecuada, pueden desarrollar esa experiencia, la voluntad, ética y visión a largo plazo.

Por el hastío hacia lo que se llamó “la vieja política”, se optó por el extremo contrario que tampoco ha dado la talla. Ha hecho falta el equilibrio, un punto intermedio en el que haya alguien capaz de hacer frente a las necesidades más sensibles del país.

Es cierto que aún no concluye el primer año de Morales y quizá sea muy temprano para que los resultados empiecen a visualizarse; sin embargo, tampoco se ven al menos los indicios del cambio. Temas tan sencillos como la ingobernabilidad que se refleja en los bloqueos, o en la falta de liderazgo para empujar temas como un diálogo fiscal, o el desconocimiento de la realidad nacional, nos hacen perder las esperanzas.

Veo hoy a un Presidente frustrado, cansado, preocupado más por la crítica y a la espera de otro golpe de suerte similar al que lo llevó a la Primera Magistratura.

Según Albert Einsten, “la vida es como montar en bicicleta; para mantener el equilibrio, hay que seguir moviéndose”. Pues bien, Guatemala ya demostró que es una sociedad en movimiento, ahora hay que seguir rompiendo tradicionalismos y dejar de votar por “el menos peor”. Solo así encontraremos ese equilibrio.