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¡Viva El León Jodido!

Redacción
15 de septiembre, 2016

Uno de mis pequeños sobrinos me preguntó si me sentía orgulloso de ser guatemalteco, y que le diera razones concretas del por qué. Seguro que con ocasión del día de la independencia, esos cuestionamientos salen a luz en las aulas escolares y en alguna conversación entre compañeros de clase. Pregunta muy directa y muy clara, que merecía una respuesta asertiva. Y que te la tire un niño de tan corta edad, te hace tambalear un poco. ¡Pequeño diablito!
Pero sorprendentemente, en cuestión de milésimas de segundo, recordé, sentí y le respondí con toda la verdad que sólo puede salirte del corazón: estoy contento, agradecido y orgulloso, le dije, de cuando fui niño y joven; de mis padres, de mis hermanos, de la familia, de la colonia donde crecí, de mi Liceo Guatemala, de mis amigos liceístas y de su Banda de Guerra. Ese era mi mundo, esa era mi Guatemala. Ya luego te vas enamorando de tu maravillosa tierra, pero en esos primeros años –como muchos niños- prácticamente viví entre mi casa, la casa de mi abuela, el colegio y la Banda.
La Banda de “Guerra” del Liceo Guatemala se llamó así hasta 1996, y a raíz de los acuerdos y la firma de la paz, hoy día la llamamos a secas, la Banda Del Liceo; una institución que ha visto pasar por sus filas a miles de jóvenes guatemaltecos. Cuna de líderes y centro de formación en disciplina, honor, perseverancia y muchos otros valores cívicos, este 2016 cumple 60 años de vida.
Y hoy quise escribir estas líneas en su nombre, sumergido en un profundo agradecimiento y lleno de gratos recuerdos. Imborrables anécdotas de mi paso por la Banda, allá por los años 80s, recordando los 14 y 15 de Septiembre. En la víspera de la independencia, rindiendo Honores a la Bandera frente al Palacio Nacional y un día después, marchando desde la 8ª. Avenida y 5ª. Calle, zona uno, recorriendo la sexta y séptima avenidas, hasta llegar al colegio, ubicado en el inicio de la Avenida Reforma, donde éramos recibidos por nuestras familias, amigos y novias (de los chavos pilas y enamorados).
Épicas eran (y siguen siendo) las rivalidades con la banda del Colegio de Infantes y la banda del San Sebastián, que incluso, muchas veces terminaban con los puños. Pero en esa época éramos bastante vaqueros y era parte del folklor. Nos dejábamos la piel en cada presentación. Nunca oímos hablar de bullying, aunque lo vivíamos a diario y no quedaba más que tomar valor de “partirse la cara” cuando no había otra opción. Afortunadamente, siempre nos consentían los moretones nuestras amigas de la Asunción, del Monte María, del Santa Teresita y de otros colegios de monjas.
Como muchos otros Liceístas de corazón, ya una vez siendo ex alumno, me he unido en innumerables ocasiones a seguir a la Banda el 15 de septiembre, desde el Palacio hasta el colegio y puedo decir, sin temor a equivocarme, que ese sentimiento de amor patrio y amor a nuestros principios colegiales maristas, sigue intacto a través de las generaciones. Si no estoy mal, desde hace 20 años, más o menos, el Liceo Guatemala es un colegio mixto. Pero creo que ver marchar a las nuevas liceístas es una gozada y un verdadero honor. Los tiempos cambian y bueno, hay que recibir esos cambios con alegría y optimismo. Ellas le ponen un toque especial a la Banda.
Por más de cinco kilómetros (Palacio-Liceo) disfrutamos observando formidables formaciones, estrictos comandantes, escuadras bien alineadas, marchas, melodías y partituras bien ejecutadas, por parte de los distintos pelotones que forman La Banda: bombos, cajas, redoblantes, cornetas, pífanos, liras… demostrando que no son de balde las arduas horas de ensayo durante la semana, a través del año escolar. El desfile de independencia, es sin duda, un espectáculo que merece la pena verlo en vivo y a todo color y la Banda del Liceo es un ícono del mismo.
Hoy 15 de septiembre de 2016, espero con ansias, asistir al desfile, seguir la marcha de la Banda y reencontrarme con muchos amigos y compañeros de aquellos años dorados. Y una vez más, con la piel de gallina, mirar y escuchar a nuestra Banda entrar por los portales de Secundaria, al ritmo de “Guanaca”.
Por Todo el Oro del Mundo…

República.gt es ajena a la opinión expresada en este artículo

¡Viva El León Jodido!

Redacción
15 de septiembre, 2016

Uno de mis pequeños sobrinos me preguntó si me sentía orgulloso de ser guatemalteco, y que le diera razones concretas del por qué. Seguro que con ocasión del día de la independencia, esos cuestionamientos salen a luz en las aulas escolares y en alguna conversación entre compañeros de clase. Pregunta muy directa y muy clara, que merecía una respuesta asertiva. Y que te la tire un niño de tan corta edad, te hace tambalear un poco. ¡Pequeño diablito!
Pero sorprendentemente, en cuestión de milésimas de segundo, recordé, sentí y le respondí con toda la verdad que sólo puede salirte del corazón: estoy contento, agradecido y orgulloso, le dije, de cuando fui niño y joven; de mis padres, de mis hermanos, de la familia, de la colonia donde crecí, de mi Liceo Guatemala, de mis amigos liceístas y de su Banda de Guerra. Ese era mi mundo, esa era mi Guatemala. Ya luego te vas enamorando de tu maravillosa tierra, pero en esos primeros años –como muchos niños- prácticamente viví entre mi casa, la casa de mi abuela, el colegio y la Banda.
La Banda de “Guerra” del Liceo Guatemala se llamó así hasta 1996, y a raíz de los acuerdos y la firma de la paz, hoy día la llamamos a secas, la Banda Del Liceo; una institución que ha visto pasar por sus filas a miles de jóvenes guatemaltecos. Cuna de líderes y centro de formación en disciplina, honor, perseverancia y muchos otros valores cívicos, este 2016 cumple 60 años de vida.
Y hoy quise escribir estas líneas en su nombre, sumergido en un profundo agradecimiento y lleno de gratos recuerdos. Imborrables anécdotas de mi paso por la Banda, allá por los años 80s, recordando los 14 y 15 de Septiembre. En la víspera de la independencia, rindiendo Honores a la Bandera frente al Palacio Nacional y un día después, marchando desde la 8ª. Avenida y 5ª. Calle, zona uno, recorriendo la sexta y séptima avenidas, hasta llegar al colegio, ubicado en el inicio de la Avenida Reforma, donde éramos recibidos por nuestras familias, amigos y novias (de los chavos pilas y enamorados).
Épicas eran (y siguen siendo) las rivalidades con la banda del Colegio de Infantes y la banda del San Sebastián, que incluso, muchas veces terminaban con los puños. Pero en esa época éramos bastante vaqueros y era parte del folklor. Nos dejábamos la piel en cada presentación. Nunca oímos hablar de bullying, aunque lo vivíamos a diario y no quedaba más que tomar valor de “partirse la cara” cuando no había otra opción. Afortunadamente, siempre nos consentían los moretones nuestras amigas de la Asunción, del Monte María, del Santa Teresita y de otros colegios de monjas.
Como muchos otros Liceístas de corazón, ya una vez siendo ex alumno, me he unido en innumerables ocasiones a seguir a la Banda el 15 de septiembre, desde el Palacio hasta el colegio y puedo decir, sin temor a equivocarme, que ese sentimiento de amor patrio y amor a nuestros principios colegiales maristas, sigue intacto a través de las generaciones. Si no estoy mal, desde hace 20 años, más o menos, el Liceo Guatemala es un colegio mixto. Pero creo que ver marchar a las nuevas liceístas es una gozada y un verdadero honor. Los tiempos cambian y bueno, hay que recibir esos cambios con alegría y optimismo. Ellas le ponen un toque especial a la Banda.
Por más de cinco kilómetros (Palacio-Liceo) disfrutamos observando formidables formaciones, estrictos comandantes, escuadras bien alineadas, marchas, melodías y partituras bien ejecutadas, por parte de los distintos pelotones que forman La Banda: bombos, cajas, redoblantes, cornetas, pífanos, liras… demostrando que no son de balde las arduas horas de ensayo durante la semana, a través del año escolar. El desfile de independencia, es sin duda, un espectáculo que merece la pena verlo en vivo y a todo color y la Banda del Liceo es un ícono del mismo.
Hoy 15 de septiembre de 2016, espero con ansias, asistir al desfile, seguir la marcha de la Banda y reencontrarme con muchos amigos y compañeros de aquellos años dorados. Y una vez más, con la piel de gallina, mirar y escuchar a nuestra Banda entrar por los portales de Secundaria, al ritmo de “Guanaca”.
Por Todo el Oro del Mundo…

República.gt es ajena a la opinión expresada en este artículo