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Ciencia ficción-ciudadanos ejemplares

Redacción
20 de septiembre, 2016

En un futuro no muy lejano tendremos cuatro nuevos ciudadanos. A primera vista serán como cualquier otro ciudadano, los privilegios que han tenido pasarán a engrosar su currículum: buena educación en un colegio privado, probablemente una buena universidad, quizás en el extranjero. Tendrán un buen puesto de trabajo y en sus manos muchas decisiones importantes que afectarán a muchas más personas que a ellos mismos. Hasta aquí todo bien, la única diferencia será que estos dos ciudadanos probablemente tendrán una confusión grave acerca de los valores morales y las consecuencias de sus actos. Estos ciudadanos creerán que ante la gravedad de las consecuencias que sus acciones puedan traer, siempre quedará contratar un buen abogado y “meter al bote al que me chingue”. Estos ciudadanos no serán conscientes de que los problemas no se resuelven llamando a sus papás, sino afrontandolos. Estos ciudadanos no sabrán que nunca va a ser justificable divulgar contenido íntimo de otras niñas.

Estos ciudadanos no sabrán todas estas cosas gracias a sus padres. Independientemente del debate sobre si fue obligado o no, sobre si el director les gritó mucho o no, sobre si sus egos se vieron lastimados por las sanciones que el colegio mandó, estos niños no conocen la verdadera repercusión de sus actos. No la conocen porque se las han ocultado, entre abogados, demandas, blogs ridículos y alegatos de “bullying institucional”. Ahí, entre toda esa maraña de litigios y jaloneos de la verdad, se encuentra escondida la crudeza de lo que hicieron. Ni siquiera puedo culparlos, porque son verdaderos verdugos son sus padres que creen que al ahorrarles el sufrimiento de ser “expulsados” del colegio, o de asumir las consecuencias graves ante la gravedad de sus acciones, les están protegiendo. Lastimosamente, el sufrimiento es paradójico y cuanto más luchamos por evitarlo y protegernos de él huyendo de la realidad, menor es nuestra tolerancia y mayor el sufrimiento. Los padres creen que les protegen, pero en realidad les están haciendo daño, un daño que quizás no noten hasta que ya sea demasiado tarde.

En todo este lío de demandas se deja de lado a la víctima, que por imprudente, no deja de ser víctima. Hace unos días se publicó en los medios italianos la muerte de una chica que se había suicidado al no poder soportar la vergüenza y la desolación que le había causado la difusión de un vídeo sexual que había enviado a su novio. Cada vez que salía de su casa la gente le miraban, le señalaban: “mira, ahí está la del video”. Intentó borrarlo pero solo logró embarcarse en deudas impagables con abogados y cortes. Finalmente, la única solución que supo encontrar fue desaparecer. Estas noticias me dan escalofríos, más cuando me doy cuenta de que no llegamos ni a vislumbrar la gravedad del asunto, las terribles consecuencias que puede tener el violar la intimidad de una persona. Estos niños tienen suerte, la víctima sigue viva y quizás el daño no haya sido tan grave, pero espero que lean estas noticias como la de la chica italiana, que desgraciadamente cada vez son más comunes, y piensen: “ese que la empujó a matarse, podría haber sido yo”.

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Quedan otros temas sobre la mesa, como el de por qué un colegio privado está siendo obligado a admitir a un alumno que ha incumplido gravemente las normas de disciplina y que solo obtiene la sanción que merece. También el de por qué unos padres que consideran que un colegio está acosando a su hijo y causándole graves daños psicológicos querrían en ningún caso que el niño permaneciera en este colegio. Vaya confusiones las de la protección parental. Por último, la injusticia cometida ante el director que solo cumplía con su deber. Quizás no haya muerto nadie, pero que una persona inocente pase 5 años de su vida en la cárcel por la estupidez de unos niños, ya me parece suficiente consecuencia. Esperemos que mis augurios hechos al principio de la columna no se cumplan, que todo esto les sirva para darse cuenta del daño que han hecho y del error de sus padres al intentar protegerlos con un chivo expiatorio que tendrá que pagar con años de cárcel sus acciones.

Ciencia ficción-ciudadanos ejemplares

Redacción
20 de septiembre, 2016

En un futuro no muy lejano tendremos cuatro nuevos ciudadanos. A primera vista serán como cualquier otro ciudadano, los privilegios que han tenido pasarán a engrosar su currículum: buena educación en un colegio privado, probablemente una buena universidad, quizás en el extranjero. Tendrán un buen puesto de trabajo y en sus manos muchas decisiones importantes que afectarán a muchas más personas que a ellos mismos. Hasta aquí todo bien, la única diferencia será que estos dos ciudadanos probablemente tendrán una confusión grave acerca de los valores morales y las consecuencias de sus actos. Estos ciudadanos creerán que ante la gravedad de las consecuencias que sus acciones puedan traer, siempre quedará contratar un buen abogado y “meter al bote al que me chingue”. Estos ciudadanos no serán conscientes de que los problemas no se resuelven llamando a sus papás, sino afrontandolos. Estos ciudadanos no sabrán que nunca va a ser justificable divulgar contenido íntimo de otras niñas.

Estos ciudadanos no sabrán todas estas cosas gracias a sus padres. Independientemente del debate sobre si fue obligado o no, sobre si el director les gritó mucho o no, sobre si sus egos se vieron lastimados por las sanciones que el colegio mandó, estos niños no conocen la verdadera repercusión de sus actos. No la conocen porque se las han ocultado, entre abogados, demandas, blogs ridículos y alegatos de “bullying institucional”. Ahí, entre toda esa maraña de litigios y jaloneos de la verdad, se encuentra escondida la crudeza de lo que hicieron. Ni siquiera puedo culparlos, porque son verdaderos verdugos son sus padres que creen que al ahorrarles el sufrimiento de ser “expulsados” del colegio, o de asumir las consecuencias graves ante la gravedad de sus acciones, les están protegiendo. Lastimosamente, el sufrimiento es paradójico y cuanto más luchamos por evitarlo y protegernos de él huyendo de la realidad, menor es nuestra tolerancia y mayor el sufrimiento. Los padres creen que les protegen, pero en realidad les están haciendo daño, un daño que quizás no noten hasta que ya sea demasiado tarde.

En todo este lío de demandas se deja de lado a la víctima, que por imprudente, no deja de ser víctima. Hace unos días se publicó en los medios italianos la muerte de una chica que se había suicidado al no poder soportar la vergüenza y la desolación que le había causado la difusión de un vídeo sexual que había enviado a su novio. Cada vez que salía de su casa la gente le miraban, le señalaban: “mira, ahí está la del video”. Intentó borrarlo pero solo logró embarcarse en deudas impagables con abogados y cortes. Finalmente, la única solución que supo encontrar fue desaparecer. Estas noticias me dan escalofríos, más cuando me doy cuenta de que no llegamos ni a vislumbrar la gravedad del asunto, las terribles consecuencias que puede tener el violar la intimidad de una persona. Estos niños tienen suerte, la víctima sigue viva y quizás el daño no haya sido tan grave, pero espero que lean estas noticias como la de la chica italiana, que desgraciadamente cada vez son más comunes, y piensen: “ese que la empujó a matarse, podría haber sido yo”.

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Quedan otros temas sobre la mesa, como el de por qué un colegio privado está siendo obligado a admitir a un alumno que ha incumplido gravemente las normas de disciplina y que solo obtiene la sanción que merece. También el de por qué unos padres que consideran que un colegio está acosando a su hijo y causándole graves daños psicológicos querrían en ningún caso que el niño permaneciera en este colegio. Vaya confusiones las de la protección parental. Por último, la injusticia cometida ante el director que solo cumplía con su deber. Quizás no haya muerto nadie, pero que una persona inocente pase 5 años de su vida en la cárcel por la estupidez de unos niños, ya me parece suficiente consecuencia. Esperemos que mis augurios hechos al principio de la columna no se cumplan, que todo esto les sirva para darse cuenta del daño que han hecho y del error de sus padres al intentar protegerlos con un chivo expiatorio que tendrá que pagar con años de cárcel sus acciones.