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Crueldad judicial

Redacción
02 de octubre, 2016

Pocos guatemaltecos comprenden la idea Derecho. La mayoría, siguiendo el orden constitucional, consideran que el cumplimiento de la ley es Derecho. Aún más consideran que la ley debe facultar al Estado a castigar a quien la incumple.
La aberración de Telma Aldana a victimizarse por sus acciones al frente del Ministerio Público no corresponden a Derecho. No deben pretenderse incluir como figuras jurídicas al fiscal, juez o a quienes no son ciudadanos de Guatemala y por tanto no gozan del poder ciudadano al cual debe responder el Derecho.
Mucho menos puede incluirse en el término justicia que en Guatemala es un término vacío, carente de realidad y un significante con muchos significados sea la óptica desde la cual se juzgue, sea política, económica, o de Estado.
En Guatemala se construye al enemigo por el poder de jueces y fiscales. Los actos de los guatemaltecos son juzgados y condenados por entes ajenos a Derecho a través de una palabra mágica: sentencia.
Someten la voluntad del guatemalteco al tormento psicológico, social, físico y espiritual. Buscan las formas de castigo más crueles, pero menos peligrosos en el tiempo de duración de una pena. Buscan alargar procesos robando con ello la integridad y la confianza en el orden social.
Los guatemaltecos soportamos todo con entereza, reconociendo lo que los testaferros del Derecho denominan crimen. Los medios de comunicación son la verdadera carreta que conduce a los reos al escarnio público llevando consigo a familia de forma inmisericorde.
Para un reo se usan diez verdugos pagados con los impuestos de los procesados y jamás con fondos que vengan de los usurpadores del Derecho. Y digo que los fondos vienen de los procesados porque cuando juzgan una acción como crimen castigan a toda la sociedad creyendo que el castigo sobre individuos particulares hace más humana la vida social. Sin embargo, la destruye exponencialmente y nos convierte a todos en copartícipes de nuestra propia muerte.
El cadalso de nuestra muerte se fija en actuar honradamente en una República invadida de confesores que alzan la voz para que se quemen las hojas de nuestra constitución con azufre.
Las tenazas calentadas al rojo vivo, de las evidencias, arrancan las partes corporales de aquellos que con coraje, valentía y arrojo se atrevieron a no ser intimidados por el sentimiento de rebaño, sino que se alzaron en el más loable principio de Derecho la supervivencia del ser humano a costas de un Estado perturbado por la desnutrición ciudadana.
Dañar es consigna del que juzga no del que transgrede la ley. La transgresión de la ley se mueve y ennoblece por el más alto de los ideales que solo se entiende desde la perspectiva liberal. Arriesgarlo todo para alcanzar la libertad.
Los jueces en Guatemala no son héroes de la cultura sino verdugos sociales que matan el alma y arrojan sus cenizas al viento y luego toman la propiedad y la hacen suya a través de la figura efímera de extinción de dominio. Esa es la forma más cruel de deshumanizar la vida del guatemalteco.

Crueldad judicial

Redacción
02 de octubre, 2016

Pocos guatemaltecos comprenden la idea Derecho. La mayoría, siguiendo el orden constitucional, consideran que el cumplimiento de la ley es Derecho. Aún más consideran que la ley debe facultar al Estado a castigar a quien la incumple.
La aberración de Telma Aldana a victimizarse por sus acciones al frente del Ministerio Público no corresponden a Derecho. No deben pretenderse incluir como figuras jurídicas al fiscal, juez o a quienes no son ciudadanos de Guatemala y por tanto no gozan del poder ciudadano al cual debe responder el Derecho.
Mucho menos puede incluirse en el término justicia que en Guatemala es un término vacío, carente de realidad y un significante con muchos significados sea la óptica desde la cual se juzgue, sea política, económica, o de Estado.
En Guatemala se construye al enemigo por el poder de jueces y fiscales. Los actos de los guatemaltecos son juzgados y condenados por entes ajenos a Derecho a través de una palabra mágica: sentencia.
Someten la voluntad del guatemalteco al tormento psicológico, social, físico y espiritual. Buscan las formas de castigo más crueles, pero menos peligrosos en el tiempo de duración de una pena. Buscan alargar procesos robando con ello la integridad y la confianza en el orden social.
Los guatemaltecos soportamos todo con entereza, reconociendo lo que los testaferros del Derecho denominan crimen. Los medios de comunicación son la verdadera carreta que conduce a los reos al escarnio público llevando consigo a familia de forma inmisericorde.
Para un reo se usan diez verdugos pagados con los impuestos de los procesados y jamás con fondos que vengan de los usurpadores del Derecho. Y digo que los fondos vienen de los procesados porque cuando juzgan una acción como crimen castigan a toda la sociedad creyendo que el castigo sobre individuos particulares hace más humana la vida social. Sin embargo, la destruye exponencialmente y nos convierte a todos en copartícipes de nuestra propia muerte.
El cadalso de nuestra muerte se fija en actuar honradamente en una República invadida de confesores que alzan la voz para que se quemen las hojas de nuestra constitución con azufre.
Las tenazas calentadas al rojo vivo, de las evidencias, arrancan las partes corporales de aquellos que con coraje, valentía y arrojo se atrevieron a no ser intimidados por el sentimiento de rebaño, sino que se alzaron en el más loable principio de Derecho la supervivencia del ser humano a costas de un Estado perturbado por la desnutrición ciudadana.
Dañar es consigna del que juzga no del que transgrede la ley. La transgresión de la ley se mueve y ennoblece por el más alto de los ideales que solo se entiende desde la perspectiva liberal. Arriesgarlo todo para alcanzar la libertad.
Los jueces en Guatemala no son héroes de la cultura sino verdugos sociales que matan el alma y arrojan sus cenizas al viento y luego toman la propiedad y la hacen suya a través de la figura efímera de extinción de dominio. Esa es la forma más cruel de deshumanizar la vida del guatemalteco.