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Las lecciones del plebiscito en Colombia

Redacción
02 de octubre, 2016

Los colombianos dijeron no a los acuerdos de paz firmados la semana pasada. En una cerrada votación, alrededor de un 51% de los participantes se opusieron a un acuerdo que fue percibido como una concesión de privilegios a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC. La respuesta de Santos y las FARC al plebiscito fue apropiada. No se dio un retorno a la guerra como se había pronosticado y se argumentó que se retomarán las negociaciones, incluyendo a los sectores políticos que se opusieron a estos acuerdos.

Algunos aspectos llaman la atención luego del resultado de ayer. En primer lugar, la victoria del no muestra que “el fin no justifica los medios”. En este caso, el objetivo de alcanzar un acuerdo de paz es compartido por la mayoría de colombianos. Sin embargo, no existió un consenso sobre qué tanto debería el gobierno ceder ante la otra parte para lograr ese fin. Para los promotores del no, el gobierno dio demasiadas concesiones a la guerrilla, sobre todo en el aspecto de la justicia transicional. Esos temas tan sensibles dividieron al país, lo cual se vio reflejado en el resultado final del plebiscito.

Segundo, la experiencia colombiana demuestra que el cambio, para ser sostenible, debe generarse dentro de la sociedad. Las imposiciones ya sea del gobierno o de actores internacionales tienden a fracasar. De no haberse realizado la consulta popular, Colombia podría haber firmado unos acuerdos que no hubiesen tenido legitimidad, y por ende, solo hubieran incrementando aún más el nivel de conflicto en el sistema político.

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Tercero, la derrota del sí confirma la existencia en la política mundial de una “mayoría silenciosa”, la cual se manifiesta el día de las votaciones y no en las encuestas. En efecto, los estudios de opinión no fueron capaces de identificar una posible victoria del no. En la mayoría se proyectaba que buena parte de los colombianos se decantaría por dar su visto bueno a los acuerdos. Para algunos analistas, esto se debe a que muchos ciudadanos prefieren no emitir su verdadera intención de voto, debido al rechazo social que esta genera. El efecto de la mayoría silenciosa podría verse de nuevo en la elección estadounidense, donde Donald Trump se mantiene debajo en las encuestas, pero con la posibilidad de dar una sorpresa.

Finalmente, el plebiscito colombiano muestra otra tendencia mundial, en la que las élites políticas son cada vez más rechazadas por la ciudadanía. Los políticos, sobre todo progresistas, han intentado promover un sistema ideológico que no necesariamente ha reflejado las preferencias del ciudadano promedio. La visión elitista de que “el pueblo no sabe lo que quiere y debe ser guiado” ha fracaso rotundamente. El ciudadano promedio, si bien no siempre cuenta con un alto grado de formación, es un ser racional que sabe analizar las ventajas y desventajas de una decisión. En este caso, Colombia y Gran Bretaña son ejemplos de cómo los ciudadanos rechazan las negociaciones y acuerdos validados por sus representantes.
En Guatemala, muy pronto se estará discutiendo una reforma constitucional en materia de justicia, la cual de ser aprobada por el Congreso, será sometida a una consulta popular. Las lecciones del caso colombiano deberían ser tomadas en cuenta por los proponentes de dicha iniciativa. ¿En realidad hay un acuerdo social sobre el contenido de la propuesta? ¿Está el ciudadano promedio comprometido con las reformas? Si la respuesta es negativa, es muy probable que una consulta popular en Guatemala tenga el mismo resultado que la de ayer en Colombia: una victoria del No.

Las lecciones del plebiscito en Colombia

Redacción
02 de octubre, 2016

Los colombianos dijeron no a los acuerdos de paz firmados la semana pasada. En una cerrada votación, alrededor de un 51% de los participantes se opusieron a un acuerdo que fue percibido como una concesión de privilegios a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC. La respuesta de Santos y las FARC al plebiscito fue apropiada. No se dio un retorno a la guerra como se había pronosticado y se argumentó que se retomarán las negociaciones, incluyendo a los sectores políticos que se opusieron a estos acuerdos.

Algunos aspectos llaman la atención luego del resultado de ayer. En primer lugar, la victoria del no muestra que “el fin no justifica los medios”. En este caso, el objetivo de alcanzar un acuerdo de paz es compartido por la mayoría de colombianos. Sin embargo, no existió un consenso sobre qué tanto debería el gobierno ceder ante la otra parte para lograr ese fin. Para los promotores del no, el gobierno dio demasiadas concesiones a la guerrilla, sobre todo en el aspecto de la justicia transicional. Esos temas tan sensibles dividieron al país, lo cual se vio reflejado en el resultado final del plebiscito.

Segundo, la experiencia colombiana demuestra que el cambio, para ser sostenible, debe generarse dentro de la sociedad. Las imposiciones ya sea del gobierno o de actores internacionales tienden a fracasar. De no haberse realizado la consulta popular, Colombia podría haber firmado unos acuerdos que no hubiesen tenido legitimidad, y por ende, solo hubieran incrementando aún más el nivel de conflicto en el sistema político.

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Tercero, la derrota del sí confirma la existencia en la política mundial de una “mayoría silenciosa”, la cual se manifiesta el día de las votaciones y no en las encuestas. En efecto, los estudios de opinión no fueron capaces de identificar una posible victoria del no. En la mayoría se proyectaba que buena parte de los colombianos se decantaría por dar su visto bueno a los acuerdos. Para algunos analistas, esto se debe a que muchos ciudadanos prefieren no emitir su verdadera intención de voto, debido al rechazo social que esta genera. El efecto de la mayoría silenciosa podría verse de nuevo en la elección estadounidense, donde Donald Trump se mantiene debajo en las encuestas, pero con la posibilidad de dar una sorpresa.

Finalmente, el plebiscito colombiano muestra otra tendencia mundial, en la que las élites políticas son cada vez más rechazadas por la ciudadanía. Los políticos, sobre todo progresistas, han intentado promover un sistema ideológico que no necesariamente ha reflejado las preferencias del ciudadano promedio. La visión elitista de que “el pueblo no sabe lo que quiere y debe ser guiado” ha fracaso rotundamente. El ciudadano promedio, si bien no siempre cuenta con un alto grado de formación, es un ser racional que sabe analizar las ventajas y desventajas de una decisión. En este caso, Colombia y Gran Bretaña son ejemplos de cómo los ciudadanos rechazan las negociaciones y acuerdos validados por sus representantes.
En Guatemala, muy pronto se estará discutiendo una reforma constitucional en materia de justicia, la cual de ser aprobada por el Congreso, será sometida a una consulta popular. Las lecciones del caso colombiano deberían ser tomadas en cuenta por los proponentes de dicha iniciativa. ¿En realidad hay un acuerdo social sobre el contenido de la propuesta? ¿Está el ciudadano promedio comprometido con las reformas? Si la respuesta es negativa, es muy probable que una consulta popular en Guatemala tenga el mismo resultado que la de ayer en Colombia: una victoria del No.