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¿A Quién Escucha el Presidente?

Redacción
06 de octubre, 2016

Luego de casi 10 meses en la presidencia, Jimmy Morales no pasa el examen. Más allá de la inexperiencia, que era una característica de la que todos estábamos avisados, lo que decepciona a la ciudadanía es la falta de liderazgo y, sobretodo, la falta de sintonía con las demandas populares emergidas de la plaza el año pasado, evidenciadas en sendos errores de la gestión pública, de comunicación y de manejo general de la administración.
Esta falta de sintonía me hace preguntar, ¿a quién escucha el presidente? Debido a la naturaleza del ejercicio del poder y de la envergadura de la responsabilidad que recae en la figura presidencial, el presidente (todos) cuenta con un círculo íntimo que le asesoran en el proceso de toma de decisión. Se han realizado muchos señalamientos que en el círculo cercano de Jimmy existe una mezcla de falta de escrúpulos e incompetencia que tiene como consecuencia que lo que llega al oído de Morales es una suerte de realidad paralela sin compás político.
Es cierto que la información es difusa y que, como se ha demostrado en repetidas ocasiones, un gobierno es incapaz de absorber toda la información de manera puntual para tomar decisiones óptimas. Sin embargo, ¿Morales es incapaz de ver las señales de las demandas populares? ¿Está tan inmerso en su círculo de lambiscones que le dicen lo que quiere escuchar? ¿No tiene a un ejército de “netcentreros” para sondear las redes y lo que opinan analistas de renombre?
El capital político de Jimmy Morales se ha mermado a una velocidad tan impresionante que se empieza a hablar de una renuncia –algo que puede tomarse como un mérito de una ciudadanía que se muestra intolerable a las prácticas de la vieja política o como un retroceso en la consolidación de la institucionalidad del país. Personalmente no creo que ocurra, al menos al corto plazo. Sin embargo, el simple hecho que ya sea un escenario factible habla mucho del desgaste de esta administración. Un desgaste, eso sí, que no es exógeno ya que es una consecuencia directa de cálculos políticos errados y desaciertos profundos en materia de estrategia y comunicación política.
Y para muestra de lo anterior, un botón (o varios). Primero, el fallido intento de una reforma tributaria que, además de afectar al mismo sector de la población, se pasaba por el arco del triunfo la demanda imperante de primero trabajar en la priorización del gasto y el ataque frontal a la corrupción de los manejos públicos. Segundo, el ridículo (y peligoro) decreto gubernativo que promulgaba, dentro del marco del estado de prevención, la restricción de garantías constitucionales básicas, lo cual causó (con mucha razón) el furor de la ciudadanía y fue ultimadamente removido. Y por último, la reciente “alianza” con Joviel Acevedo en donde Morales le muestra su apoyo al polémico dirigente sindicalista, desgastando así mucho más su imagen y capital político. La lista continúa…
Morales, erre que erre. El presidente debe entender que estos tiempos son distintos y que la oportunidad histórica, dada la coyuntura, está en sus manos. No se le pide a Morales que arregle un sistema que ha estado roto prácticamente desde su concepción (esta tarea es de todos y tomará generaciones para hacerlo). Sin embargo, se le demanda liderazgo y voluntad política para sentar las bases de los cambios que el país necesita. De hacerlo Morales contaría con el respaldo popular, una ciudadanía que ya no tolera actos de corrupción y que demanda rendición de cuentas y transparencia. Morales debe desasociarse de su círculo cercano, formar un grupo de profesionales probos sin conexiones o actuares ilícitos (los hay en Guatemala, y muchos) y aprovechar esas condiciones para realizar los cambios que necesita. Aún se está a tiempo para que esta administración no sea otra oportunidad perdida.

Jorge V. Ávila Prera
@jorgeavilaprera

 
República.gt es ajena a la opinión expresada en este artículo

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¿A Quién Escucha el Presidente?

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06 de octubre, 2016

Luego de casi 10 meses en la presidencia, Jimmy Morales no pasa el examen. Más allá de la inexperiencia, que era una característica de la que todos estábamos avisados, lo que decepciona a la ciudadanía es la falta de liderazgo y, sobretodo, la falta de sintonía con las demandas populares emergidas de la plaza el año pasado, evidenciadas en sendos errores de la gestión pública, de comunicación y de manejo general de la administración.
Esta falta de sintonía me hace preguntar, ¿a quién escucha el presidente? Debido a la naturaleza del ejercicio del poder y de la envergadura de la responsabilidad que recae en la figura presidencial, el presidente (todos) cuenta con un círculo íntimo que le asesoran en el proceso de toma de decisión. Se han realizado muchos señalamientos que en el círculo cercano de Jimmy existe una mezcla de falta de escrúpulos e incompetencia que tiene como consecuencia que lo que llega al oído de Morales es una suerte de realidad paralela sin compás político.
Es cierto que la información es difusa y que, como se ha demostrado en repetidas ocasiones, un gobierno es incapaz de absorber toda la información de manera puntual para tomar decisiones óptimas. Sin embargo, ¿Morales es incapaz de ver las señales de las demandas populares? ¿Está tan inmerso en su círculo de lambiscones que le dicen lo que quiere escuchar? ¿No tiene a un ejército de “netcentreros” para sondear las redes y lo que opinan analistas de renombre?
El capital político de Jimmy Morales se ha mermado a una velocidad tan impresionante que se empieza a hablar de una renuncia –algo que puede tomarse como un mérito de una ciudadanía que se muestra intolerable a las prácticas de la vieja política o como un retroceso en la consolidación de la institucionalidad del país. Personalmente no creo que ocurra, al menos al corto plazo. Sin embargo, el simple hecho que ya sea un escenario factible habla mucho del desgaste de esta administración. Un desgaste, eso sí, que no es exógeno ya que es una consecuencia directa de cálculos políticos errados y desaciertos profundos en materia de estrategia y comunicación política.
Y para muestra de lo anterior, un botón (o varios). Primero, el fallido intento de una reforma tributaria que, además de afectar al mismo sector de la población, se pasaba por el arco del triunfo la demanda imperante de primero trabajar en la priorización del gasto y el ataque frontal a la corrupción de los manejos públicos. Segundo, el ridículo (y peligoro) decreto gubernativo que promulgaba, dentro del marco del estado de prevención, la restricción de garantías constitucionales básicas, lo cual causó (con mucha razón) el furor de la ciudadanía y fue ultimadamente removido. Y por último, la reciente “alianza” con Joviel Acevedo en donde Morales le muestra su apoyo al polémico dirigente sindicalista, desgastando así mucho más su imagen y capital político. La lista continúa…
Morales, erre que erre. El presidente debe entender que estos tiempos son distintos y que la oportunidad histórica, dada la coyuntura, está en sus manos. No se le pide a Morales que arregle un sistema que ha estado roto prácticamente desde su concepción (esta tarea es de todos y tomará generaciones para hacerlo). Sin embargo, se le demanda liderazgo y voluntad política para sentar las bases de los cambios que el país necesita. De hacerlo Morales contaría con el respaldo popular, una ciudadanía que ya no tolera actos de corrupción y que demanda rendición de cuentas y transparencia. Morales debe desasociarse de su círculo cercano, formar un grupo de profesionales probos sin conexiones o actuares ilícitos (los hay en Guatemala, y muchos) y aprovechar esas condiciones para realizar los cambios que necesita. Aún se está a tiempo para que esta administración no sea otra oportunidad perdida.

Jorge V. Ávila Prera
@jorgeavilaprera

 
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