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Transformándonos

Redacción
02 de octubre, 2016

La concepción de la labor del docente es que debe educar y muchos creen que cuando los niños van a la escuela, los maestros les transmiten conocimientos, creyendo por ende que educar es la transmisión de conocimiento. Según el Diccionario de la Real Academia Española, “educar” es “desarrollar o perfeccionar las facultades intelectuales y morales del niño o del joven por medio de preceptos, ejercicios, ejemplos, etc”. Si alguna vez lo fue, -seguramente nunca- la transmisión de conocimientos ya no es a lo que la educación debe apuntar. El psicólogo, pedagogo y filósofo norteamericano John Dewey decía que “el conocimiento no es algo separado que se baste a sí mismo, sino que está inmerso en un proceso por el cual la vida se sostiene”.

A menudo los alumnos se preguntan cuándo utilizarán un conocimiento específico, por ejemplo de Matemática, aseverando que desean ser médicos, abogados, escritores o psicólogos y que nunca les servirá en sus vidas el aprender a despejar ecuaciones algebraicas, saber como determinar el área de un triángulo obtusángulo, o encontrar el ángulo de inclinación de una pendiente. Hay una alta probabilidad que tengan razón y que no necesitarán en sus vidas profesionales o cotidianas estos conocimientos específicos. Pero el objetivo del aprendizaje Matemático no es el conocimiento en sí, sino obtener las herramientas necesarias para encontrar alternativas creativas a problemas complejos, descubrir algún patrón o discernir entre alternativas. El aprendizaje Matemático nos ayuda a prever consecuencias de nuestras acciones. Nos prepara para resolver problemas complejos de la vida, a pensar en forma estructurada y a desarrollar agilidad mental. El que una persona recuerde años después de haberse graduado del colegio como factorizar – o siquiera qué significa factorizar – es menos importante a que pueda esquematizar la forma de resolver una situación de la manera más sencilla posible.

Aprender historia – más que enseñar hechos puntuales que sucedieron en un momento determinado y memorizarlos, nos enseña a analizar los hechos, comprenderlos bajo el contexto en que sucedieron, a desarrollar la capacidad de análisis al evaluar los posibles resultados si algún hecho histórico hubiera sido distinto y a comprender mejor el presente; si vivimos en época de paz, nos sería difícil comprender respecto a lo que significa una guerra o menos que la estudiáramos. Conocer de los hechos históricos de la Revolución del ’44, de los golpes de Estado que han afectado la realidad de nuestro país y de los sucesos de los últimos 15 años en países como Venezuela seguramente tuvieron impacto en la forma en que se dieron las manifestaciones pacíficas de abril a septiembre del año pasado. Algunos piensan que al enseñar a los niños a jugar futbol tiene el objetivo de que puedan llegar a ser grandes estrellas por medio de aprender técnicas propias de este deporte, cuando en realidad lo que aprenden es a trabajar en equipo, a pensar estratégicamente, a cuidar su cuerpo y a formar valores cuando ganan o pierden un partido.

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No implico que el conocimiento no sea importante. En esta era de información es fácil buscar información a través de Internet. Más que buscar transmitir este conocimiento a sus alumnos, el maestro debe actuar como facilitador de sus estudiantes guiándolos en cómo discernir cual conocimiento es útil, cómo analizarlo y cómo aplicarlo a su contexto. El desarrollo de destrezas y competencias que puedan aplicarse a distintas situaciones de la vida son el verdadero aprendizaje. Los padres se preocupan a menudo de las calificaciones de sus hijos y si estas bajan de un número que se han fijado en su mente, temen que sus hijos serán un fracaso en la vida porque no habrán aprendido lo que necesitan. Sin embargo, dudo que a alguien le hayan preguntado en alguna entrevista de trabajo respecto a la calificación que sacó en Ciencias naturales en 5to. grado de primaria o que le pidan demostrar el teorema de Pitágoras. Más bien, el entrevistador evaluará entre otras cosas, si el candidato tiene aptitudes para trabajar en equipo, cómo se desempeña bajo presión, si tiene habilidades para resolver problemas y si puede comunicarse de una manera efectiva. Por supuesto, deberá tener conocimientos del trabajo al que está aplicando, pero su capacidad de enfrentarse a la vida posiblemente tenga más relevancia.

Cómo padres de familia fortalecemos más el aprendizaje de nuestros hijos guiándolos para que desarrollen un sentido de responsabilidad de entregar puntualmente sus tareas escolares y poner su mejor esfuerzo, que en buscar que obtengan la mejor calificación en la misma, la cual pudieran obtener sin utilizar su propio esfuerzo. Les enseñamos de los logros a través de sus fracasos; sin embargo, muchos padres buscan evitarles a sus hijos el “dolor” o la “vergüenza” de fracasar, en vez de buscar aprovechar la experiencia como un aprendizaje para la vida.

El objetivo de la educación no debe ser graduar personas que conozcan muchas cosas y que puedan recitar muchos datos sin siquiera comprenderlos. Debe ser crear ciudadanos del futuro que puedan relacionar su aprendizaje con su contexto y aplicarlo en su vida para contribuir a formar mejores sociedades. La educación debe transformar a los estudiantes en personas pensantes, capaces de discernir, empáticas, que logran comunicarse adecuadamente y que logran buscar soluciones creativas a los problemas de la vida.

Transformándonos

Redacción
02 de octubre, 2016

La concepción de la labor del docente es que debe educar y muchos creen que cuando los niños van a la escuela, los maestros les transmiten conocimientos, creyendo por ende que educar es la transmisión de conocimiento. Según el Diccionario de la Real Academia Española, “educar” es “desarrollar o perfeccionar las facultades intelectuales y morales del niño o del joven por medio de preceptos, ejercicios, ejemplos, etc”. Si alguna vez lo fue, -seguramente nunca- la transmisión de conocimientos ya no es a lo que la educación debe apuntar. El psicólogo, pedagogo y filósofo norteamericano John Dewey decía que “el conocimiento no es algo separado que se baste a sí mismo, sino que está inmerso en un proceso por el cual la vida se sostiene”.

A menudo los alumnos se preguntan cuándo utilizarán un conocimiento específico, por ejemplo de Matemática, aseverando que desean ser médicos, abogados, escritores o psicólogos y que nunca les servirá en sus vidas el aprender a despejar ecuaciones algebraicas, saber como determinar el área de un triángulo obtusángulo, o encontrar el ángulo de inclinación de una pendiente. Hay una alta probabilidad que tengan razón y que no necesitarán en sus vidas profesionales o cotidianas estos conocimientos específicos. Pero el objetivo del aprendizaje Matemático no es el conocimiento en sí, sino obtener las herramientas necesarias para encontrar alternativas creativas a problemas complejos, descubrir algún patrón o discernir entre alternativas. El aprendizaje Matemático nos ayuda a prever consecuencias de nuestras acciones. Nos prepara para resolver problemas complejos de la vida, a pensar en forma estructurada y a desarrollar agilidad mental. El que una persona recuerde años después de haberse graduado del colegio como factorizar – o siquiera qué significa factorizar – es menos importante a que pueda esquematizar la forma de resolver una situación de la manera más sencilla posible.

Aprender historia – más que enseñar hechos puntuales que sucedieron en un momento determinado y memorizarlos, nos enseña a analizar los hechos, comprenderlos bajo el contexto en que sucedieron, a desarrollar la capacidad de análisis al evaluar los posibles resultados si algún hecho histórico hubiera sido distinto y a comprender mejor el presente; si vivimos en época de paz, nos sería difícil comprender respecto a lo que significa una guerra o menos que la estudiáramos. Conocer de los hechos históricos de la Revolución del ’44, de los golpes de Estado que han afectado la realidad de nuestro país y de los sucesos de los últimos 15 años en países como Venezuela seguramente tuvieron impacto en la forma en que se dieron las manifestaciones pacíficas de abril a septiembre del año pasado. Algunos piensan que al enseñar a los niños a jugar futbol tiene el objetivo de que puedan llegar a ser grandes estrellas por medio de aprender técnicas propias de este deporte, cuando en realidad lo que aprenden es a trabajar en equipo, a pensar estratégicamente, a cuidar su cuerpo y a formar valores cuando ganan o pierden un partido.

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No implico que el conocimiento no sea importante. En esta era de información es fácil buscar información a través de Internet. Más que buscar transmitir este conocimiento a sus alumnos, el maestro debe actuar como facilitador de sus estudiantes guiándolos en cómo discernir cual conocimiento es útil, cómo analizarlo y cómo aplicarlo a su contexto. El desarrollo de destrezas y competencias que puedan aplicarse a distintas situaciones de la vida son el verdadero aprendizaje. Los padres se preocupan a menudo de las calificaciones de sus hijos y si estas bajan de un número que se han fijado en su mente, temen que sus hijos serán un fracaso en la vida porque no habrán aprendido lo que necesitan. Sin embargo, dudo que a alguien le hayan preguntado en alguna entrevista de trabajo respecto a la calificación que sacó en Ciencias naturales en 5to. grado de primaria o que le pidan demostrar el teorema de Pitágoras. Más bien, el entrevistador evaluará entre otras cosas, si el candidato tiene aptitudes para trabajar en equipo, cómo se desempeña bajo presión, si tiene habilidades para resolver problemas y si puede comunicarse de una manera efectiva. Por supuesto, deberá tener conocimientos del trabajo al que está aplicando, pero su capacidad de enfrentarse a la vida posiblemente tenga más relevancia.

Cómo padres de familia fortalecemos más el aprendizaje de nuestros hijos guiándolos para que desarrollen un sentido de responsabilidad de entregar puntualmente sus tareas escolares y poner su mejor esfuerzo, que en buscar que obtengan la mejor calificación en la misma, la cual pudieran obtener sin utilizar su propio esfuerzo. Les enseñamos de los logros a través de sus fracasos; sin embargo, muchos padres buscan evitarles a sus hijos el “dolor” o la “vergüenza” de fracasar, en vez de buscar aprovechar la experiencia como un aprendizaje para la vida.

El objetivo de la educación no debe ser graduar personas que conozcan muchas cosas y que puedan recitar muchos datos sin siquiera comprenderlos. Debe ser crear ciudadanos del futuro que puedan relacionar su aprendizaje con su contexto y aplicarlo en su vida para contribuir a formar mejores sociedades. La educación debe transformar a los estudiantes en personas pensantes, capaces de discernir, empáticas, que logran comunicarse adecuadamente y que logran buscar soluciones creativas a los problemas de la vida.